La crisis económica que atravesamos se manifiesta y materializa en su representación espectacular en los vaivenes del mercado, sin embargo, no se debe confundir lo que simplemente es un síntoma, la fiebre del sistema, con las auténticas causas explicativas de la enfermedad, por cierto, extraordinariamente complejas.
El sistema económico está enfermo, las constantes –precio del crudo, precio de materias primas, paridades euro/dólar/libra/yen- están muy alteradas, deben controlarse, pero su estabilización no garantiza la resolución de la patología, aunque sí numerosas manifestaciones histéricas, que a este paso serán históricas.
El pronóstico en estos caso siempre es reservado. La convalecencia seguro que será larga, pero ¿qué enfermedad padece el sistema económico capitalista al alcanzar la mayoría de edad de la globalización?. Es difícil precisarlo, pero algunas ideas sobre la cuestión pueden ser más afortunadas que otras. Nos haremos algunas preguntas.
¿Ha cambiado realmente la economía real de los países?. No, no ha cambiado, prácticamente es la misma, pero en algunos lugares como los mercados emergentes asiáticos hay una sobreproducción que no se puede asimilar fácilmente desde los mercados consumidores occidentales. El mercado global, con acuerdos o sin acuerdos GATT de libre comercio, todavía no es real, es más bien un deseo que una realidad.
Lo que se produce en China por 10 dólares, y se vende en Europa o Norteamérica por 20 dólares, cuesta en realidad 30 dólares, si fueran los países occidentales los que tuvieran que producirlo, y debería venderse por 50 dólares, para que resultara provechoso. El problema es que si China o la India, como en otros tiempos hizo Japón, Corea o Taiwan, nos venden 100 unidades a 20 dólares, aún son capaces de reducir el precio a 15 dólares y seguir incrementando la cuota de mercado. Este fenómeno funciona como una “dumping” inmenso –disminución del precio por debajo del valor-, que termina asfixiando el mercado por medio del comercio. En realidad, lo que estamos es empachándonos de consumo.
Por otra parte, los países occidentales, hace tiempo que han dejado de producir muchos bienes, y las riquezas acumuladas han derivado el negocio hacia la producción de servicios, que es otra forma de empacho, porque las necesidades de la gente –la demanda- crece de forma aritmética, mientras que la oferta de servicios crece de forma geométrica en la misma proporción que disminuye la producción de bienes en Occidente.
Dentro de los servicios, los activos financieros ocupan un lugar importante. Occidente ha invertido fundamentalmente en seguridad, en mantener la riqueza de la que dispone, y esto está ocasionando un proceso regresivo, como la parábola de los talentos. La gente entierra su dinero en activos seguros, mientras que el mercado financiero tiene la necesidad de mover esos activos, inicialmente seguros, para producir beneficios, sin embargo, los mercados emergentes ya tienen capital suficiente para producir mucho más de lo que necesitamos, y no necesitan más dinero, sino más consumidores.
Y por primera vez en la historia humana asistimos a un curioso fenómeno de sobreabundancia de todos los recursos, tanto los bienes y servicios que nos quieren vender -el pinchazo de la burbuja inmobiliaria es un buen ejemplo-, como los activos de los que disponemos para poder adquirir lo que realmente necesitamos, no lo que nos apetece con esa boca inmensa de niños caprichosos que nos ha hecho el sistema capitalista en Occidente.
Quizás se pueda hablar del final del mercado, tal y como lo conocemos, pero cambiará o evolucionará y se transformará en una nueva organización, en la que fluirán las cosas de forma diferente, pero para que siga ocurriendo lo mismo. Si el sistema económico fuera más equitativo, no habría tanto problema, y posiblemente la presión del mercado vaya en esa dirección, en hacer más justo el sistema. Es una enorme estupidez, y además una barbaridad, que haya 900 millones de personas pasando hambre mientras hay 2000 millones tirando comida a la basura, pero este es otro interesante tema del que nos ocuparemos en su momento.
Ciertamente ,el capitalismo funciona mucho mejor en un sistema más diferenciado, con menos igualdad, porque más que la causa de los problemas humanos, como nos decía Marx, es su inevitable consecuencia. Las guerras y los conflictos han sido los principales motores económicos del capitalismo durante siglos, el malestar humano produce bienestar económico y esto es una interesante paradoja que aún no hemos resuelto en nuestra evolución, y a la que la política no aporta ninguna solución.
La pobreza demanda bienes y servicios, pero cada día hay menos pobres occidentales, y los no occidentales todavía no han alcanzado el rango de consumidores generalizados, producen lo que no pueden comprar, porque todavía se mueven en los tramos de asegurar y mejorar la supervivencia.
La riqueza demanda tiempo libre, ocio de calidad, ampliación del bienestar, y quizás, un cambio cultural que nos haga pasar de una sociedad opulenta a una sociedad suculenta, no hastiada y saciada, la opulencia de nada sirve si no se materializa en bienestar y el bienestar no se produce de hacer siempre lo mismo.
En la situación que vivimos hay varias fórmulas para resolver los problemas que tenemos, que fundamentalmente se pueden agrupar en dos alternativas: las que provienen de la libertad (liberales) y las que provienen de la intervención (socialdemócratas y conservadoras).
El problema fundamental de lo que ha ocurrido en el mercado global, es que los adolescentes más especuladores le han robado el coche al
Sistema capitalista, y se han dado un golpe con él y lo han dejado destrozado, mientras se arregla de las averías sufriremos la incomodidad de tener que desplazarnos a pie o tomar un transporte público que nos ofrece el Estado.
Las alternativas que se proponen para resolver el problema por parte de los políticos son curiosas, la de los socialdemócratas como Zapatero es prohibir el tráfico rodado de todos los vehículos que no sean públicos, con la excepción de las bicicletas, la alternativa liberal de Sarkozy, mucho más ajustada a la realidad, es alquilar un vehículo público hasta que se reparen los destrozos del saboteado, la alternativa del conservador Bush es alquilar vehículos privados para hacer un transporte público mientras sea necesario, y posiblemente ninguno tenga razón, creo que la mejor alternativa, al menos la más justa, es que pongamos al adolescente díscolo que nos ha robado el coche a trabajar para que podamos comprar uno nuevo y hasta que eso sea posible, buscarnos un transporte o ir andando a donde tengamos que ir si es posible, y que aprovechemos para comprar un coche menos contaminante.
Mientras lo decidimos el petróleo sigue bajando, porque el mercado del crudo no tiene muy claro que es lo que vamos a hacer, y nosotros tampoco. Pero reducir la economía exclusivamente a mercado es una tremenda estupidez, que están cometiendo todos los que tratan de resolver el problema que tenemos, o que más bien tienen ellos, porque nosotros no tenemos ningún problema, o al menos es igual que sepamos o no sepamos que lo tenemos, si ni siquiera disponemos de la oportunidad de resolverlo. Nos están deslumbrando con la economía, como si fuera lo más importante de nuestras vidas, y no lo es. Ni la economía es sólo mercado, ni nosotros somos exclusivamente homo aeconómicus.
Biante de Priena