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sábado, 29 de marzo de 2008

La nación nos hace ciudadanos libres e iguales


Nietzsche, siempre atormentado, fue el último liberador del pensamiento, porque acabó con Dios y con Kant al mismo tiempo, concluyendo con cualquier principio de autoridad y abriendo las puertas de la postmodernidad en la que nos encontramos.

Desde que las creencias han regresado a la mitología, nuestra civilización no ha dejado de crear porque ya no sabe creer. De Hegel a Marx, y tiro por que me toca. El Estado deviene en arte de lo posible, y el Mercado en arte de lo probable. El Mercado decide el Estado, no hay otra alternativa.

Lo advirtió Francis Fukuyama hace unos años (“El fin de la historia y el último hombre”, 1992) cuando enterró la historia, también determinó el final de las ideologías. Desde entonces los pensadores viven de rentabilizar el deceso del pensamiento político, tal que buitres despedazan lo que nos ha fundamentado para dejarnos al albur de las inclemencias circunstanciales.

Mientras algunos seguimos empeñados en que Platón y Aristóteles no pasen al mundo de los mitos, otros se afanan en lo contrario, en su interés de rentabilizar su propia existencia. Son los que nos dicen que debemos renunciar a cualquier ideología para seguir adelante, hay que desprenderse de todo lo anterior para atravesar las puertas de lo desconocido, el futuro nos espera.

Los profetas de la postmodernidad nos anuncian nuevos tiempos, y predican la autodesposesión de lo que somos, la desidentificación con lo que hacemos, renunciando al origen y al fin se eliminan las causas y las consecuencias, el tiempo se detiene, y el ser deviene en estar. Todo es relativo, todos es perspectiva, todo es provisional, nos dicen los “estancialistas”, lo que menos pesa puede ser arrastrado por el viento del futuro, rompamos los anclajes, dejemos de ser para estar, frágiles y livianos.

La ideología nos atrapa en una cárcel estructural, pero lo fijo, lo que permanece nos detiene y no nos permite adquirir el dinamismo que nos pueda propulsar al futuro desde este vacío ruinoso del conocimiento en el que nos encontramos.

Vivimos en el reino de la particularidad (¿no queríais libertad?), es el imperio de lo patafísico, imprescindible para concluir la revolución de las masas, que anunció aquel español del que no recuerdo el nombre. Nada se puede generalizar, sustituyamos la deducción por la inducción, lo que conocemos por lo que desconocemos, lo que somos por lo que no somos. ¿No es preferible la "second life" a la propia vida tediosa y mecánica?

En un mundo del cambio ininterrumpido, los pensadores, los intelectuales, los “grandes hombres” deben guiar nuestros pasos, como ilusionistas, como pretidigitadores de la esperanza; debemos estar preparados para creer y no creer, según convenga, según nos digan, según nos anuncien en la televisión o en el dazibao correspondiente.

No hacen falta contenidos, todo son formas, representaciones, imágenes, "eidolas". La doctrina del pensamiento políticamente correcto es la vigente, sin olvidar el buen talante como motor de la existencia.

Es necesario olvidarlo todo, regresar al punto cero, para volver a comenzar, lo importante es iniciar las cosas porque es tremendamente aburrido mantenerlas, es necesario abrir el proceso de adquisición y de extinción al mismo tiempo, no hay que cerrar nada, solo “lo que no es” permanece.

Renunciemos a poner el tapón en la bañera, el agua debe fluir como dijo Heráclito. La sequía es un invento de los meteorólogos. ¿Acaso existirían los oasis si no hubiera desiertos?. Este largo preámbulo es para hablar de algo que por mi parte sigo considerando imprescindible.

De la nación española

Más de un año se pasó el que suscribe, en compañía de otros, hablando en el foro de Ciutadans sobre la nación española, contra el invento que deseaba promocionar el catedrático de Derecho Constitucional de la UAB Françesc De Carreras: la “Nación de Ciudadanos”, más de un año soportando las críticas de todos los “no nacionalistas” catalanes y foráneos, que en su inmensa mayoría temían pronunciar la palabra español. Alguno de los que leerán este artículo seguro que lo recuerda.

Recuerdo especialmente, no sin cierta nostalgia, a un valido del profesor de Carreras, el señor Espinosa; y a su discípulo más querido, el señor Cordero. Eran tiempos en los que hablábamos de la nación, con dos conceptos bien diferenciados, ellos defendiendo una nación de ciudadanos (recientemente la corrección política ha añadido “libres e iguales”) y el que suscribe, defendiendo la nación constitucional.

Más de un año recordando el artículo 1.2 de nuestra Constitución, que dice textualmente:

La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.

Más de un año, para que ahora aparezca el profesor de Carreras, adalid de la futesa ideológica, rectificando, ahora que entre los no nacionalistas se han cargado el partido Ciutadans y están a punto de cargarse UPyD en Cataluña, si les da tiempo y se lo consienten en Madrid.

Si por algo se ha caracterizado el pensamiento político del mencionado ideólogo de Ciutadans, ha sido precisamente por defender la Nación de Ciudadanos frente a la Nación española Constitucional.

No ha sido el único que ha defendido “el engendro”, el profesor de historia contemporánea de la UAB Ferrán Gallego Margaleff escribió un artículo titulado precisamente “Nación de Ciudadanos”, la catedrática de Historia de las Ideas Políticas de la Universida Complutense de Madrid, y tutora ideológica del Príncipe de Asturias, Carmen Iglesias también lo ha hecho; el ensayista José Sóls Lucia (“Qué es una nación”); el futuro presidente del Parlamento Español, José Bono; el miembro de UPN, Jaime Ignacio del Burgo; el fundador de DENAES, Jon Juaristi; y otros muchos como Fernando Savater, Arcadi Espada, o Arturo Goldarazena. Parece que hay un gran consenso transversal en relación al novedoso concepto: “Nación de Ciudadanos”.

Evidentemente esto resulta compatible con la afirmación del presidente Rodríguez Zapatero, cuando expuso que “la nación es un concepto discutible y discutido”. Ahora, hasta Mariano Rajoy, le va a dar la razón si se aviene el secretario general del PSOE a añadir lo de “libres e iguales” al concepto “Nación de Ciudadanos”.

La inconstitucionalidad de la Nación de Ciudadanos

Lo repetiré por enésima vez, la nación de ciudadanos es un invento, por mucho que se le añada la calificación de libres e iguales, seguirá siéndolo. Solo los que niegan la historia, la cutura y la Constitución vigente de nuestro país, los que niegan España, pueden proponer algo así, sólo los que buscan un cambio que erradique lo que queda de libertad e igualdad entre los españoles.

Gustavo Bueno, en su libro “El Mito de la Izquierda” deja bien claro la incompatibilidad concomitante del concepto nación y el concepto ciudadanos, en referencia a la nación española.

Considera que la Nación española, proviene de la segunda generación de la izquierda, y de la oposición a la monarquía absoluta, el Antiguo Régimen, y que fue concepto elaborado por los liberales, mientras que los afrancesados (serviles) se opusieron a ella, con el grito de: "muerte a la nación y vivan las cadenas", aunque posteriormente se prestaron a acuerdos para desarrollar la Constitución de 1812, ¡si se incluía el catolicismo como religión oficial!.

Sin embargo, la ciudadanía proviene de la tercer generación de la izquierda, que opone la dialéctica de los derechos del hombre a los derechos del ciudadano (pag. 186), y que trasladado a nuestros días supone el conflicto entre los derechos del ciudadano occidental que ha accedido a un Estado del Bienestar, y la dificultad de que esto sea compatible con los derechos humanos, es decir que los más de 6000 millones de habitantes del planeta disfruten de un Estado de Bienestar como el que tenemos en los países avanzados.

Cuestiones que desarrolla exhaustivamente en su libro “España no es un mito”.


Y ahora me permitiré recordar el camino andado durante los 500 días de existencia de este blog, Ciudadanos en la Red, en el que estamos trabajando un grupo de personas que pretenden defender sus derechos y su libertad como españoles y como ciudadanos.

Me permitiré autocitar algunos párrafos que han aparecido en este lugar.

“En la primera Constitución Española, se establece que la nación surge al mismo tiempo que el estado. El pueblo se constituye en nación ejerciendo su soberanía, para posteriormente constituir un Estado de Derecho, que permita establecer las reglas de convivencia entre los españoles. A pesar de la desinformación interesada que nos han brindado durante los últimos años los deconstructores, el nacimiento de la nación española es simultáneo al nacimiento del Estado de Derecho moderno.

Sin embargo, por simple razonamiento político, hay una supremacía de la nación sobre el estado en nuestro país, porque si bien puede haber nación sin estado, sería extraordinario que pudiera haber estado sin nación o un estado que pretenda negar a la existencia de la nación.

Si el Estado nos proporciona igualdad en un momento dado, la nación nos proporciona igualdad a lo largo del tiempo, consistencia y coherencia en una secuencia de principios y valores, que trascienden la coyuntura y los intereses particulares”.

(“Todos somos España” 12/10/07)

“Con el gobierno socialista vigente, la única política que ha habido en España ha sido la del reparto de los recursos, con el único objetivo de mantenerse en el poder, redistribuyendo las cosas a su manera, premiando a las comunidades afines a su propósito y castigando a las que se oponen a sus decisiones. Con el PSOE se ha fragmentado España en un inusitado rango de conflictos. La crispación favorece a sus intereses, porque se puede manejar como necesidad de cambios, lo que ha sido provocado para conseguirlos.

La semántica es una barrera contra sus intenciones. Analizando la palabra estado proviene de "status", que a su vez lo hace del verbo estar, y estar de forma permanente en el poder es lo que pretenden Chávez y Zapatero, en eso no se distinguen estos buenos amigos, solo que uno lo dice y otro lo calla. Menos mal que el lenguaje español en su riqueza delimita los conceptos con precisión, no se dice en nuestra lengua “estar español”, sino “ser español”. Por lo tanto el concepto de estado es insuficiente para determinar nuestra condición: los españoles no solo estamos, también somos”.

(“La Nación sin Estado” 8/12/07)


“La nación es hoy el último reducto en la defensa de los oprimidos, los cautivos, los desposeídos, los excluidos, los desheredados, los que no cuentan, los del montón, la carne de cañón, los aislados, los siervos de los nuevos señores. Si los sinvergüenzas de los socialistas pensarán en los demás antes que en sí mismos, defenderían la nación por encima de todo. Si los sinvergüenzas de los populares, acomplejados herederos del franquismo y los privilegios de clase, pensaran en los demás antes que en sí mismos, defenderían la nación por encima de todo. Lamentablemente todos defienden sus privilegios, nacionalistas, populares y socialistas.

Los españoles somos los demás, los que quedamos sin adscripción política, los que estamos hartos de ver como ser político es exclusivamente un ascensor económico y social, los ciudadanos de a pie, anónimos, los que no estamos agrupados, los que nos defendemos solos, los que solo tenemos la nación, la Constitución, y nuestras propios recursos para cambiar la tiranía política que nos asola cada día más. En resumen, los que no podemos prescindir de España, porque si lo hacemos esta legión de crápulas podrá convertir sus privilegios en ley.

España es de todos los españoles, si queremos que deje de ser así, solo tenemos que seguir apoyando a los partidos políticos nacionales y nacionalistas con nuestros votos y nuestro silencio. Cruel paradoja, nacionales y nacionalistas, todos ellos confundidos en un estado sin nación que beneficia exclusivamente a sus propios intereses, contra los de todos los demás, contra el pueblo, contra los ciudadanos, contra los españoles”.

(“Prescindiendo de España” 26/12/07)

“El artículo 1.2 de la Constitución Española de 1978, dice lo siguiente

2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.

Quiere decir que la soberanía nacional reside en el pueblo español, pero no dice que pertenezca al pueblo español, ni que proceda del pueblo español, más bien se encuentra en el pueblo español, y el pueblo español, aunque sea la suma de vascos, catalanes, gallegos, etc, es la suma de todos los españoles, y no admite fraccionamientos, al igual que tampoco los admite la soberanía nacional, porque es un todo en coherencia con el todo, que la acoge, el pueblo español en su conjunto.

Si nos fijamos en el segundo párrafo del artículo, dice que los poderes del Estado emanan del pueblo español, pero no dice que la soberanía emane del pueblo español en ningún sitio; evidentemente, los poderes del Estado permiten cambiar la condición de soberanía, pero para ello debería de votarse una nueva Constitución, con la actual, resulta imposible aceptar algo diferente a lo que hay.

La soberanía nacional en nuestro país, es la representación de la soberanía popular, pero no exactamente la soberanía popular. Y no es lo mismo representar que ser lo mismo o equivalente, para nada. El único caso en que podría establecerse un paralelismo con el concepto de nación sería con los Estados Unidos, pero al ser una república federal resultaría harto complicado. Pero las naciones europeas no tienen un concepto parecido en lo que se refiere a nuestra organización política.

España en las Cortes de Cádiz se hace nación, el pueblo español decide hacerse nación, esta es la principal diferencia con otros países. Este aspecto se conserva en la Constitución de 1978 y en todas las anteriores.

El pueblo se hace nación, se constituye en nación, se determina en nación, contra el invasor francés, contra el Rey absolutista, contra su fragmentación territorial y política, y contra todo lo que sea.

Pero al mismo tiempo, se hace Estado, no se hace Estado para hacerse Nación, sino que se hace las dos cosas al mismo tiempo de forma concurrente y separada, por eso en el caso español la soberanía nacional no puede ser considerada como soberanía popular, no deriva del Estado, por mucho que algunos constitucionalistas traten de reinventar las propiedades del lenguaje

Dos cosas que surgen al mismo tiempo de ninguna forma pueden ser una causa de la otra, por simple y evidente lógica racional. Tal vez repitiendo ahora el artículo 1.2 de nuestra Constitución vigente se puedan entender mejor las cosas. La soberanía nacional reside en el pueblo español, el pueblo español establece los poderes del Estado.

Esta es la auténtica realidad, y no se ha cambiado desde hace casi 200 años, y esa es la cuestión que nunca han querido comprender los nacionalistas.

La defensa de la nación española, es el instrumento que los españoles tenemos, como pueblo convertido en ciudadanos, para defender tanto nuestra cohesión intrínseca, como nuestros derechos y deberes civiles puesto que los derechos civiles brotan precisamente de la constitución del pueblo español como nación, y no exclusivamente de nuestra conversión en ciudadanos que nos hemos dotado de una Constitución, lo que hubiera derivado en un concepto diferente, el de soberanía popular.

Antes de que me salten al cuello los nacionalistas, diré, que evidentemente los "ciudadanos españoles" (no los catalanes, vascos, gallegos, madrileños, etc por separado), podremos dejar de ser nación cuando nos venga en gana, pero como la Constitución de 1978 está vigente, por ahora seguimos siendo nación española, y para ser otra cosa debería establecerse una nueva Constitución, no es suficiente con los nuevos Estatutos”.

(“La nación española explicada para torpes” 13/03/07)

El profesor Françesc de Carreras ha hecho la siguiente declaración a Libertad Digital hace unos días, ante la pregunta del periodista:

P: La autodeterminación es una reivindicación vieja de los nacionalismos vasco y catalán. Se habla de ella hasta en los libros de texto escolares y no como hecho histórico que permitió a partir de los 14 puntos de Wilson llegar a un acuerdo en la guerra mundial y después en la descolonización de las potencias europeas, sino como una reivindicación del País Vasco y Cataluña asemejándolas a "colonias" españolas. Hábleme de ello.

Ni el derecho interno español, ni el derecho internacional, permiten ningún derecho de autodeterminación en Cataluña o el País Vasco. Es un simple invento ideológico de los nacionalistas sin la menor base jurídica. La soberanía está en el pueblo español, como dice el apartado 2 del art. 1 de la Constitución. El derecho de autodeterminación es algo totalmente ilusorio. Pero los nacionalistas vascos y catalanes lo seguirán reclamando, con más o menos énfasis, según la táctica del momento, mientras sean nacionalistas. Está en su naturaleza.

Realmente abruma tanta frivolidad rayana en la incoherencia, ¿cómo puede desdecirse de su principal argumento ideológico y quedarse tan fresco?. Dicen que rectificar es de sabios, a buena hora, porque la rectificación llega demasiado tarde para Ciutadans, aunque posiblemente no para él.

Es hora de dejar las cosas claras ante tanta "ignorancia y pedantería": es la nación la que nos hace ciudadanos, libres e iguales, la que nos concede la esencia que permite sustanciar en derechos nuestra realidad política, somos españoles y por ello ciudadanos, porque los "primeros ciudadanos" que nos hicieron políticamente españoles y por ello ciudadanos, los constitucionalistas de 1812, ya no están entre nosotros. Hay que dejarse de argumentos circulares y acudir a la racionalidad que explica las cosas más allá de la correlación.

Nosotros no tenemos la capacidad de hacernos ciudadanos, nos viene dado cuando NACEmos (o nos NACIONalizamos) en este país llamado España, nos hace la Constitución, la historia, la política, la cultura, aunque nosotros podamos hacer historia, política o cultura o una nueva Constitución, pero con la vigente la nación de ciudadanos es una mendacidad propia de los tiempos en que vivimos.

Biante de Priena

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