Estimado Presidente del PP, españoles:
Quiero ofrecerte a ti y a mis compatriotas, el mapa auténtico de la realidad política española, haciéndote saber desde un principio, a ti, y a todos ellos, que estoy apoyando el regreso de Francisco Álvarez Cascos a la política, tanto en Asturias, como a nivel nacional, porque los tiempos que vienen requieren de figuras políticas recias, con las ideas claras, coherentes y congruentes, que piensen por sí mismos y que sean inasequibles al desaliento. Lo anticipo al comienzo de esta carta, para ratificarlo a continuación con mis argumentos.
El PP se ha equivocado por completo en su estrategia y reacción ante la agresión a que ha sido sometido desde el poder. Gracias a sus numerosos errores, estamos en una situación extraordinariamente peligrosa para el futuro de nuestro país, por eso me he animado a poner los puntos sobre las íes, en estos momentos de confusión y estancamiento, quiero ofrecer mi versión con claridad meridiana, sobre lo que ha ocurrido en España, durante los últimos seis años.
Todavía hay algunos que se creen que lo que está ocurriendo en España lo arreglaremos con unas elecciones, tal cosa sólo podría ocurrir si viviéramos en una democracia, algo que desde hace muchos años no ocurre en este país. Nuestro país vivió en algo parecido a la democracia, más o menos, hasta el 11 de marzo de 2004, cuando la alianza sobrevenida, entre unos oclócratas adheridos al PSOE y las intenciones de Al Qaeda, subvirtieron el orden institucional tomando el poder al asalto de las urnas con propaganda insidiosa y la consigna del pásalo como bandera, aprovechando el mayor atentado terrorista de la historia de Europa. Una infamia histórica al pueblo español, que dejó 192 muertos y más de mil quinientos heridos dio paso al mayor periodo de incertidumbre en país en los últimos treinta años, originando una “simulación revolucionaria”.
En la descerebración de los exaltados de la izquierda, conformados en oclocracia, se produjo algo más que un triunfo electoral tras el atentado, gracias a la parte más ingénua de un pueblo ignorante, políticamente hablando, sometido al síndrome de Estocolmo; se representó así el asalto al poder institucional en una alegoría de simulación revolucionaria. España vivió en marzo de 2004 la revolución que en Francia se había producido en 1789, la que depuso al zar en la invasión de los cuarteles de invierno en la Rusia de 1917, y también la versión servil y jacobina que fracasó a comienzos del siglo XIX en nuestro país.
Mientras en Europa se desmoronaba el imperio soviético en 1989, con la caida del muro de Berlín y la integración de los países del telón de acero en la Unión Europea; en España, siempre atrasada en sus movimientos políticos, se fue urdiendo el canto del cisne de la izquierda internacional configurada alrededor de los delirios de unos iluminados.
No fue el PSOE el que triunfó en las urnas en 2004, sino un sector radical y neófito de este partido el que se hizo con el poder, pletórico de frantasías revolucionarias. Bajo las siglas socialistas se formó un comité central de extremistas y radicales reunidos, de todas las tendencias y familias, las feministas, el lobby gay, los independentistas, los pacifistas virulentos, los estatalistas, los propalestinos, los antiamericanos, los sindicalistas de clase, los abanderados del cambio climático, los comprensivos con los terroristas anticapitalistas de Al Qaeda y los defensores de los intereses nacionalistas contra España, tanto en su versión terrorista de ETA, como de todos los partidos antiespañoles, bajo la bandera de los nacionalismos. Todos los que habitualmente toman la calle, considerándose la representación del pueblo que está en sus casas, tomaron el Parlamento.
Una muchedumbre variopinta y degenerada, dirigida por un poder tirano transformo la maltrecha democracia española en na oclocracia, abandonando definitivamente el camino de la Constitución, para instalarse en la demagogia y la propaganda, en la opresión discreta pero férrea del pueblo, en la exclusión desde el ostracismo de cualquier crítica a su forma de administrar el poder. En España, las instituciones dejaron de ser respetadas, la justicia fue absorbida por el nuevo régimen, convirtiendo a sus órganos de poder en servidores de “la falsa revolución”, lo mismo se hizo con los medios de comunicación, retirando los recursos a los discrepantes y favoreciendo sin fin a los afines. Lo que quedaba de sensato en el PSOE fue acallado con mucho dinero y puestos de privilegio, los “compañeros socialistas” ocuparon desde entonces puestos de poder con los que jamás habían soñado, la oposición fue amordazada haciéndose un cordón sanitario a su alrededor .
La social-inquisición se fue configurando discretamente con el fin de exterminar las libertades civiles existentes en España, la Constitución, los derechos de los ciudadanos, la justicia independiente, la libre expresión de los medios de comunicación, la presencia de cualquier oposición al régimen, por medio de la mentira y la infamia. La censura del pensamiento políticamente correcto se impuso, junto a la transformación social y cultural de España con intención de hacer desaparecer cualquier posibilidad de alternancia en el poder, mediante el lavado de cerebro de los españoles, convirtiendo en facha todo lo que no era emanación del poder y reprimiendo todo lo existente para implantar el nuevo modelo, la nueva cultura.
Se reeditó la guerra civil para transformar la historia por medio de una memoria creada desde la falacia, se criminalizó al pueblo por no haber sido suficientemente fiel a las esencias del antifranquismo como único ámbito de la democracia, se concedieron ayudas a todos los que reclamaban igualdad aunque fuera desde el privilegio de no dar palo al agua, mientras los demás producíamos para que todos ellos y sus desmanes, se hicieran más poderosos. Se hizo una política de aproximación a todos los enemigos de occidente, desde los países islamistas con la Alianza de Civilizaciones, hasta las dictaduras bolivarianas, los palestinos, los terroristas de Al Qaeda, hemos sido el país que más les ha financiado. Se trató de extinguir el concepto de España discutiéndolo sin fin, se urdió el aplastamiento de toda crítica, se impuso el burka a las tradiciones naturales para implantar otras artificiales, ajenas a nuestra cultura. De lo que se aprovecharon, por supuesto, todos los nacionalistas para romper definitivamente la igualdad entre los españoles, con el fin de crear las diferencias que les permitan alcanzar sus objetivos de segregación económica, para luego exigir su segregación política.
Como indican las leyes del mercado, la estatalización opresiva de nuestros recursos productivos condujo a España a la ruina real, la intervención estatal absoluta de la economía, nos ha empujado a las tasas más elevadas de paro de la historia, la mayor deuda total de Europa, el mayor déficit y el futuro más negro de Occidente. La toma del poder por una legión de ineptos y exaltados, embozados con talante, produjo lo único que se podía esperar: la quiebra nacional.
La clave revolucionaria de asalto al poder explica mejor que cualquier otra lo ocurrido en España en los últimos años, por eso se equivocan todos los que piensan que de esta situación vamos a salir exclusivamente desde las urnas, tenemos las mismas posibilidades que Cuba o Venezuela. Las urnas, están prácticamente intervenidas desde la propaganda y el apesebramiento, y la intoxicación informativa, en estos momentos en España, al igual que las institiuciones del Estado, las entidades financieras, nuestras vidas, y hasta nuestros pensamientos y sueños.
Mariano Rajoy y sus seguidores en la dirección del PP creo que se han equivocado al intentar devolver a la normalidad este país desde lo que queda de democracia, porque eso prácticamente imposible, porque han pensado que se enfrentaban a un cambio en la mentalidad y las costumbres de este país, cuando solo es un espejismo proyectado por los medios de comunicación, tratando de emular el señuelo progresista izado por el PSOE, en realidad, a lo que nos estamos enfrentando es a un poder revolucionario que ha convertido nuestro país en una dictadura real, enmascarada de socialismo y progresismo.
De esta situación no podremos salir jamás en las urnas mientras la mayoría de los españoles no conozcan definitivamente lo ocurrido, que ha sido el asalto revolucionario al poder, vaciando la democracia de contenidos, las instituciones de poder, la justicia de sentido. España no volverá a ser lo que realmente es, hasta que no se aparte del poder a los erradicadores de la democracia y se les juzgue en tribunales independientes por sus desmanes. Tarea que no será fácil, porque se han aferrado al poder como garrapatas y están dispuestos a entregar todo su esfuerzo para que este país quede destruido (algo que les favorecerá electoralmente, porque la política de tierra quemada impedirá a sus sucesores levantar la economía y regenerar la política), e imponer su voluntad a todos los españoles, en nombre de su versión de la democracia, que en realidad es una tiranía opresiva que lo único que pretende es mantener los privilegios de "la nomenclatura".
Señor Rajoy, es imprescindible que el PP cambie de rumbo, que deje de responder a la estupidez malévola de su rival, que se abandone el marco de juego que se ha impuesto desde el Gobierno, no es más demócrata el PP por respetar a los tiranos que se han adueñado de las instituciones, sino por defender sin descanso la esencia y realidad de la democracia, cuando ha sido usurpada por los que mandan; no se puede seguir esperando a que el adversario se caiga por si mismo porque no se caerá, como nunca acaba de caerse ETA, porque en estos momentos se preparan para ofrecer toda su resistencia, que es mucha, envenenando a los españoles con su propaganda y el abuso de poder a que nos someten.
Es imprescindible para que este país vuelva a ser normal, si algún día lo fue, que el PP recobre su lugar en el espacio político del Estado, tanto a nivel nacional, como autonómico y municipal. No nos enfrentamos a unas elecciones contra un partido democrático, sino contra una organización revolucionaria que abjura de la democracia y trata de subvertir el orden desde la tiranía, silenciosa o manifiesta, desde la demagogia y la propaganda, desde la ocupación política y sectaria de las instituciones.
Quien esta carta le escribe no está en el PP, pero está con Francisco Álvarez Cascos, al que más de 7000 asturianos, explicitamente, y otros muchos más implícitamente, hemos manifestado nuestro apoyo. No nos jugamos en estas elecciones una partida más de un juego de poder, Sr. Rajoy, nos jugamos seguir siendo o no un país democrático. Por eso es imprescindible que quien ha liderado al PP, en compañía de José María Aznar, la mayor derrota que se ha ocasionado al PSOE, en tiempos de extrema corrupción y terrorismo de Estado, regrese a la política. Sr. Rajoy, usted y la dirección nacional del PP se han equivocado, sin duda, en la valoración de su rival, y por eso han adquirido una responsabilidad compartida en el desaguisado. No es suficiente con triunfar en las elecciones, se debe regenerar la democracia en este país y para ello habrá que desinfectar las instituciones de parásitos, y explicarle claramente a los españoles lo que ha ocurrido, sin temor a que le atribuyan lo que sea, que se lo atribuirán con certeza, porque es lo que vienen haciendo desde hace años. Es hora de contarles la verdad a los españoles, caiga quien caiga, de mostrar lo ocurrido, de señalar a los culpables, de que los demócratas salgamos del armario en el que nos han introducido.
Es imprescindible que este país regrese a las vías de la democracia tras el descarrilamiento provocado, para lograr ese objetivo épico, la reaparición de Francisco Álvarez Cascos en la política es ineludible e irrenunciable. No podemos seguir jugando al parchís tranquilamente, mientras se deshace en este país cualquier recuerdo de la democracia real, y con ello, sus posibilidades de regreso a la normalidad. Si también se equivoca en esta ocasión, no sólo pagara el error el PP, lo pagaremos todos los españoles, y en esta ocasión, jamás se lo perdonaremos, , ni a usted ni a su partido, porque serán ustede cómplices sobrevenidos del regreso de España a una dictadura.
A mis compatriotas, quiero pedirles conciencia y reflexión, determinación y rigor en la defensa de su libertad y derechos, acabemos definitivamente con el miedo que nos atenaza y que impide que nos comprometamos en la defensa de nuestro futuro. Nos lo jugamos todo en esta partida. En estos momentos, el único partido que puede defender el regreso de España a la democracia es el PP (aunque sin duda en su seno hay gente demasiado contemplativa con el nuevo régimen), por eso recibirá mi apoyo si decide liderar definitivamente la resistencia, las demás formaciones políticas con representación parlamentaria, hace mucho tiempo que dejaron de hacerlo.
Si Francisco Álvarez Cascos es nominado candidato a la Presidencia del Principado de Asturias, será el mejor signo de que el PP está a la altura de resolver los difíciles problemas que se anticipan en un futuro inmediato. En caso de que no sea nominado, los creyentes que recen a sus dioses y los laicos a sus antepasados.
Aquí quedan expuestas mis razones para apoyar el regreso de Paco Cascos a la política y mi apoyo al PP, condicionado a que adopte definitivamente el camino correcto, porque no hay otra alternativa para recobrar la mínima democracia en este país, que permita impedir, más adelante, con una reforma Constitucional, que algo como lo que ha ocurrido vuelva a repetirse algún día.
Reciban un cordial saludo de un ciudadano español que no renuncia a su soberanía.
Enrique Suárez
Quiero ofrecerte a ti y a mis compatriotas, el mapa auténtico de la realidad política española, haciéndote saber desde un principio, a ti, y a todos ellos, que estoy apoyando el regreso de Francisco Álvarez Cascos a la política, tanto en Asturias, como a nivel nacional, porque los tiempos que vienen requieren de figuras políticas recias, con las ideas claras, coherentes y congruentes, que piensen por sí mismos y que sean inasequibles al desaliento. Lo anticipo al comienzo de esta carta, para ratificarlo a continuación con mis argumentos.
El PP se ha equivocado por completo en su estrategia y reacción ante la agresión a que ha sido sometido desde el poder. Gracias a sus numerosos errores, estamos en una situación extraordinariamente peligrosa para el futuro de nuestro país, por eso me he animado a poner los puntos sobre las íes, en estos momentos de confusión y estancamiento, quiero ofrecer mi versión con claridad meridiana, sobre lo que ha ocurrido en España, durante los últimos seis años.
Todavía hay algunos que se creen que lo que está ocurriendo en España lo arreglaremos con unas elecciones, tal cosa sólo podría ocurrir si viviéramos en una democracia, algo que desde hace muchos años no ocurre en este país. Nuestro país vivió en algo parecido a la democracia, más o menos, hasta el 11 de marzo de 2004, cuando la alianza sobrevenida, entre unos oclócratas adheridos al PSOE y las intenciones de Al Qaeda, subvirtieron el orden institucional tomando el poder al asalto de las urnas con propaganda insidiosa y la consigna del pásalo como bandera, aprovechando el mayor atentado terrorista de la historia de Europa. Una infamia histórica al pueblo español, que dejó 192 muertos y más de mil quinientos heridos dio paso al mayor periodo de incertidumbre en país en los últimos treinta años, originando una “simulación revolucionaria”.
En la descerebración de los exaltados de la izquierda, conformados en oclocracia, se produjo algo más que un triunfo electoral tras el atentado, gracias a la parte más ingénua de un pueblo ignorante, políticamente hablando, sometido al síndrome de Estocolmo; se representó así el asalto al poder institucional en una alegoría de simulación revolucionaria. España vivió en marzo de 2004 la revolución que en Francia se había producido en 1789, la que depuso al zar en la invasión de los cuarteles de invierno en la Rusia de 1917, y también la versión servil y jacobina que fracasó a comienzos del siglo XIX en nuestro país.
Mientras en Europa se desmoronaba el imperio soviético en 1989, con la caida del muro de Berlín y la integración de los países del telón de acero en la Unión Europea; en España, siempre atrasada en sus movimientos políticos, se fue urdiendo el canto del cisne de la izquierda internacional configurada alrededor de los delirios de unos iluminados.
No fue el PSOE el que triunfó en las urnas en 2004, sino un sector radical y neófito de este partido el que se hizo con el poder, pletórico de frantasías revolucionarias. Bajo las siglas socialistas se formó un comité central de extremistas y radicales reunidos, de todas las tendencias y familias, las feministas, el lobby gay, los independentistas, los pacifistas virulentos, los estatalistas, los propalestinos, los antiamericanos, los sindicalistas de clase, los abanderados del cambio climático, los comprensivos con los terroristas anticapitalistas de Al Qaeda y los defensores de los intereses nacionalistas contra España, tanto en su versión terrorista de ETA, como de todos los partidos antiespañoles, bajo la bandera de los nacionalismos. Todos los que habitualmente toman la calle, considerándose la representación del pueblo que está en sus casas, tomaron el Parlamento.
Una muchedumbre variopinta y degenerada, dirigida por un poder tirano transformo la maltrecha democracia española en na oclocracia, abandonando definitivamente el camino de la Constitución, para instalarse en la demagogia y la propaganda, en la opresión discreta pero férrea del pueblo, en la exclusión desde el ostracismo de cualquier crítica a su forma de administrar el poder. En España, las instituciones dejaron de ser respetadas, la justicia fue absorbida por el nuevo régimen, convirtiendo a sus órganos de poder en servidores de “la falsa revolución”, lo mismo se hizo con los medios de comunicación, retirando los recursos a los discrepantes y favoreciendo sin fin a los afines. Lo que quedaba de sensato en el PSOE fue acallado con mucho dinero y puestos de privilegio, los “compañeros socialistas” ocuparon desde entonces puestos de poder con los que jamás habían soñado, la oposición fue amordazada haciéndose un cordón sanitario a su alrededor .
La social-inquisición se fue configurando discretamente con el fin de exterminar las libertades civiles existentes en España, la Constitución, los derechos de los ciudadanos, la justicia independiente, la libre expresión de los medios de comunicación, la presencia de cualquier oposición al régimen, por medio de la mentira y la infamia. La censura del pensamiento políticamente correcto se impuso, junto a la transformación social y cultural de España con intención de hacer desaparecer cualquier posibilidad de alternancia en el poder, mediante el lavado de cerebro de los españoles, convirtiendo en facha todo lo que no era emanación del poder y reprimiendo todo lo existente para implantar el nuevo modelo, la nueva cultura.
Se reeditó la guerra civil para transformar la historia por medio de una memoria creada desde la falacia, se criminalizó al pueblo por no haber sido suficientemente fiel a las esencias del antifranquismo como único ámbito de la democracia, se concedieron ayudas a todos los que reclamaban igualdad aunque fuera desde el privilegio de no dar palo al agua, mientras los demás producíamos para que todos ellos y sus desmanes, se hicieran más poderosos. Se hizo una política de aproximación a todos los enemigos de occidente, desde los países islamistas con la Alianza de Civilizaciones, hasta las dictaduras bolivarianas, los palestinos, los terroristas de Al Qaeda, hemos sido el país que más les ha financiado. Se trató de extinguir el concepto de España discutiéndolo sin fin, se urdió el aplastamiento de toda crítica, se impuso el burka a las tradiciones naturales para implantar otras artificiales, ajenas a nuestra cultura. De lo que se aprovecharon, por supuesto, todos los nacionalistas para romper definitivamente la igualdad entre los españoles, con el fin de crear las diferencias que les permitan alcanzar sus objetivos de segregación económica, para luego exigir su segregación política.
Como indican las leyes del mercado, la estatalización opresiva de nuestros recursos productivos condujo a España a la ruina real, la intervención estatal absoluta de la economía, nos ha empujado a las tasas más elevadas de paro de la historia, la mayor deuda total de Europa, el mayor déficit y el futuro más negro de Occidente. La toma del poder por una legión de ineptos y exaltados, embozados con talante, produjo lo único que se podía esperar: la quiebra nacional.
La clave revolucionaria de asalto al poder explica mejor que cualquier otra lo ocurrido en España en los últimos años, por eso se equivocan todos los que piensan que de esta situación vamos a salir exclusivamente desde las urnas, tenemos las mismas posibilidades que Cuba o Venezuela. Las urnas, están prácticamente intervenidas desde la propaganda y el apesebramiento, y la intoxicación informativa, en estos momentos en España, al igual que las institiuciones del Estado, las entidades financieras, nuestras vidas, y hasta nuestros pensamientos y sueños.
Mariano Rajoy y sus seguidores en la dirección del PP creo que se han equivocado al intentar devolver a la normalidad este país desde lo que queda de democracia, porque eso prácticamente imposible, porque han pensado que se enfrentaban a un cambio en la mentalidad y las costumbres de este país, cuando solo es un espejismo proyectado por los medios de comunicación, tratando de emular el señuelo progresista izado por el PSOE, en realidad, a lo que nos estamos enfrentando es a un poder revolucionario que ha convertido nuestro país en una dictadura real, enmascarada de socialismo y progresismo.
De esta situación no podremos salir jamás en las urnas mientras la mayoría de los españoles no conozcan definitivamente lo ocurrido, que ha sido el asalto revolucionario al poder, vaciando la democracia de contenidos, las instituciones de poder, la justicia de sentido. España no volverá a ser lo que realmente es, hasta que no se aparte del poder a los erradicadores de la democracia y se les juzgue en tribunales independientes por sus desmanes. Tarea que no será fácil, porque se han aferrado al poder como garrapatas y están dispuestos a entregar todo su esfuerzo para que este país quede destruido (algo que les favorecerá electoralmente, porque la política de tierra quemada impedirá a sus sucesores levantar la economía y regenerar la política), e imponer su voluntad a todos los españoles, en nombre de su versión de la democracia, que en realidad es una tiranía opresiva que lo único que pretende es mantener los privilegios de "la nomenclatura".
Señor Rajoy, es imprescindible que el PP cambie de rumbo, que deje de responder a la estupidez malévola de su rival, que se abandone el marco de juego que se ha impuesto desde el Gobierno, no es más demócrata el PP por respetar a los tiranos que se han adueñado de las instituciones, sino por defender sin descanso la esencia y realidad de la democracia, cuando ha sido usurpada por los que mandan; no se puede seguir esperando a que el adversario se caiga por si mismo porque no se caerá, como nunca acaba de caerse ETA, porque en estos momentos se preparan para ofrecer toda su resistencia, que es mucha, envenenando a los españoles con su propaganda y el abuso de poder a que nos someten.
Es imprescindible para que este país vuelva a ser normal, si algún día lo fue, que el PP recobre su lugar en el espacio político del Estado, tanto a nivel nacional, como autonómico y municipal. No nos enfrentamos a unas elecciones contra un partido democrático, sino contra una organización revolucionaria que abjura de la democracia y trata de subvertir el orden desde la tiranía, silenciosa o manifiesta, desde la demagogia y la propaganda, desde la ocupación política y sectaria de las instituciones.
Quien esta carta le escribe no está en el PP, pero está con Francisco Álvarez Cascos, al que más de 7000 asturianos, explicitamente, y otros muchos más implícitamente, hemos manifestado nuestro apoyo. No nos jugamos en estas elecciones una partida más de un juego de poder, Sr. Rajoy, nos jugamos seguir siendo o no un país democrático. Por eso es imprescindible que quien ha liderado al PP, en compañía de José María Aznar, la mayor derrota que se ha ocasionado al PSOE, en tiempos de extrema corrupción y terrorismo de Estado, regrese a la política. Sr. Rajoy, usted y la dirección nacional del PP se han equivocado, sin duda, en la valoración de su rival, y por eso han adquirido una responsabilidad compartida en el desaguisado. No es suficiente con triunfar en las elecciones, se debe regenerar la democracia en este país y para ello habrá que desinfectar las instituciones de parásitos, y explicarle claramente a los españoles lo que ha ocurrido, sin temor a que le atribuyan lo que sea, que se lo atribuirán con certeza, porque es lo que vienen haciendo desde hace años. Es hora de contarles la verdad a los españoles, caiga quien caiga, de mostrar lo ocurrido, de señalar a los culpables, de que los demócratas salgamos del armario en el que nos han introducido.
Es imprescindible que este país regrese a las vías de la democracia tras el descarrilamiento provocado, para lograr ese objetivo épico, la reaparición de Francisco Álvarez Cascos en la política es ineludible e irrenunciable. No podemos seguir jugando al parchís tranquilamente, mientras se deshace en este país cualquier recuerdo de la democracia real, y con ello, sus posibilidades de regreso a la normalidad. Si también se equivoca en esta ocasión, no sólo pagara el error el PP, lo pagaremos todos los españoles, y en esta ocasión, jamás se lo perdonaremos, , ni a usted ni a su partido, porque serán ustede cómplices sobrevenidos del regreso de España a una dictadura.
A mis compatriotas, quiero pedirles conciencia y reflexión, determinación y rigor en la defensa de su libertad y derechos, acabemos definitivamente con el miedo que nos atenaza y que impide que nos comprometamos en la defensa de nuestro futuro. Nos lo jugamos todo en esta partida. En estos momentos, el único partido que puede defender el regreso de España a la democracia es el PP (aunque sin duda en su seno hay gente demasiado contemplativa con el nuevo régimen), por eso recibirá mi apoyo si decide liderar definitivamente la resistencia, las demás formaciones políticas con representación parlamentaria, hace mucho tiempo que dejaron de hacerlo.
Si Francisco Álvarez Cascos es nominado candidato a la Presidencia del Principado de Asturias, será el mejor signo de que el PP está a la altura de resolver los difíciles problemas que se anticipan en un futuro inmediato. En caso de que no sea nominado, los creyentes que recen a sus dioses y los laicos a sus antepasados.
Aquí quedan expuestas mis razones para apoyar el regreso de Paco Cascos a la política y mi apoyo al PP, condicionado a que adopte definitivamente el camino correcto, porque no hay otra alternativa para recobrar la mínima democracia en este país, que permita impedir, más adelante, con una reforma Constitucional, que algo como lo que ha ocurrido vuelva a repetirse algún día.
Reciban un cordial saludo de un ciudadano español que no renuncia a su soberanía.
Enrique Suárez