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miércoles, 6 de mayo de 2009

El padrecito Martínez

Todos los que hemos disfrutado en alguna ocasión de la literatura rusa, del místico conde Tolstoi, o del amargado Dostoievsky, recordamos, sin esfuerzo, la denominación que el pueblo más sufrido del planeta dedicaba a sus señores feudales, los boyardos, la antigua nobleza a la que Pedro el Grande “organizó” en la Tabla de Rangos de la Rusia Imperial, donde el ideólogo de la Revolución Rusa de 1917, el padrecito Lenin, ocupaba un meritorio sexto rango como administrador educativo

Luego llegó el padrecito Stalin y convirtió la Tabla de Rangos de Pedro El Grande en una jerarquía burocrática “ad hoc” al servicio de la revolución bolchevique. Las dachas, la nomenclatura, las purgas, el archipiélago gulag, las deportaciones, y otras barbaridades,son algunas de sus grandes aportaciones de su legado.

Hasta 1989, con la caída del Muro de Berlín, un Este de Europa de acero y una Rusia de hielo compitieron con la cultura más occidental y capitalista por la preeminencia de sus ideas en la ciencia, la política, la organización social, o la tecnología, pero el socialismo real se vino abajo, ayudado por un señor llamado Gorbachov, que a base de perestroikas y glastnost, fue abriendo la vieja Rusia al mundo y abandonando el imperio que se había formado a la sombra del marxismo y la desigualdad.

El testigo fue recogido por China, que viendo las barbas de su vecino cortar, puso las suyas a remojar y en menos que se abre una flor de loto forjaron un capitalismo de Estado, que permitiera que la gente viviera mejor y que los líderes comunistas siguieran en el poder. Desde entonces, sólo un par de parques jurásicos como Cuba y Corea del Norte presumen de comunismo, aunque algunas “democracias” latinoamericanas quieren progresar hacia atrás, por aquello de haber perdido el tren de la historia, aprovechando la enorme miseria social que atesoran, terreno propicio para que de discursos buenistas broten nuevas esperanzas.

Pero en Europa, este continente del que hoy, la mayoría de los países del telón de acero forman parte, no estábamos preparados para asistir a un renacimiento del estalinismo en su máximo esplendor, de la mano del padrecito Martínez, el número dos del partido de Rosa Díez, Don Carlos Martínez Gorriarán.

Era lo que nos faltaba en este país, un partido con una organización estalinista, que incumple la Ley de Partidos y la Constitución Española de 1978, en el que sus militantes más díscolos son tratados como escoria. Alguno de ustedes dirá que estoy exagerando, pero les daré algún dato, que les acabará sorprendiendo.

El partido de Rosa Díez, UPyD, se fundó hace poco más de dos años, y ha presentado la mayor letalidad de fundadores en toda la historia democrática de España, prácticamente el 40 % de los que acudieron ilusionados a la formación del partido, padres y madres fundadores del engendro o lo han abandonado o ya no forman parte del Consejo Político, y todos los que discrepaban con los usos y abusos del poder por parte del padrecito Martínez, han sido relegados, expedientados, o expulsados.

Los problemas de UPyD se han ido extendiendo por España con una velocidad inusitada, y con la excepción de algunas comunidades autónomas en las que la voz del amo reverbera en las paredes de las sedes, y adoran cada semana las bufandas magentas de Doña Rosa, en todas las demás hay ruidos de sables y una ira contenida que el día menos pensado les va a explotar en los morros. En Cataluña ha sido imposible durante este tiempo formar algo democrático, en Valencia los expulsados son casi tanto como los no expulsado, en Murcia, los mejores se han ido, en Andalucía, Oriental y Occidental, llevan con alegría las felonías acumuladas, en Galicia, están exactamente divididos, esperando el futuro mientras algunos buenos compañeros se van por sí mismos o expulsados, en Castilla-León se han dado de baja algunos de los mejores, en el País Vasco, hay alguno que está dispuesto a jurar que Gorriarán es un fascista, cuando menos, en Madrid, se urde y conspira sin interrupción, y en Aragón, el consejo de dirección ha destituido a toda la coordinadora de un plumazo.

Y en UPyD dicen que tendrán un Congreso en octubre, que está por ver si no se aplaza sine die, pero que ha sido preparado durante dos años, haciendo selección de personal y dejando solo a los que asienten y no discrepan, en uno de los mayores atentados a la democracia que se ha cometido en este país dentro de un partido político, y mira que no se caracteriza ninguno por su amor al demos, pero aquí se han pasado tres pueblos. Organizando de antemano el Congreso, con reglamentos encorsetados, que abjuran de la libertad, y que limitan las decisiones de la primera asamblea legal del partido.

En UPyD se han cometido muchas fechorías, pero quizás las más importantes han sido la discriminación de personas porque el padrecito ha considerado que no daban buena imagen al partido, también algún caso de xenofobia se ha contado por los blogs, y por supuesto firmas de la misma persona que no se parecen en nada, problemas de cuentas del partido que se acumulan en cuentas nominales, de personas que nada tienen que ver con la tesorería legal del partido, destituciones, expulsiones, condenas al ostracismo, por no aplaudir y seguir las consignas del Comité Central del partido (perdón, del Consejo de Dirección) y muchas otras cosas de las que nos iremos enterando.

Y ahora viene Federico Jiménez Losantos, con una amnesia baturra del tamaño de la basílica del Pilar y recomienda votar a UPyD. O en su ceguera, no descarta el voto a Libertas-despojos de Ciudadanos, y dice que como un mal menor, para no votar a la entente cordiale del PPSOE. Al señor Losantos le conviene leer los 200 comentarios que le han dejado en su blog, de los lectores que no tragan desdenes como criterio. Verá usted, señor Losantos, el problema de UPyD no es que la dicharachera Rosa siga vendiendo milagros en el puerta a puerta, otros lo hacen, el problema de UPyD es que tiene como guía y organizador interno de su partido a un auténtico estalinista, el padrecito Martínez, heredero putativo de Don José, hasta se le parece un poco, sólo le falta el bigote. Este señor es un enemigo solemne de la libertad.


Erasmo de Salinas

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