Cuando José Blanco, Ministro de Fomento del Gobierno de España, fleta cuatro aviones para dar cobertura a los soliviantados pasajeros de la quebrada compañía Air Comet, del Presidente de la CEOE, Díaz Ferrán, está tomando una decisión política que pagamos los españoles. ¿Qué intereses está defendiendo en esos momentos?. En primer lugar los suyos, porque queda bien disparar con pólvora del Pueblo para ayudar al Pueblo; en segundo lugar, los de su partido que lo ha elegido y los de Rodríguez Zapatero que lo ha designado, porque gracias al PSOE unos miles de pasajeros abandonados podrán comer el turrón con sus familias; en tercer lugar, los del Presidente de la CEOE que se ahorra un grave problema y le debe un favor al Gobierno por sacarle las castañas del fuego; en cuarto lugar, los de los pasajeros con pasaje y sin vuelo; en quinto lugar, los de la compañía de seguros que debería abonar las incomodidades ocasionadas, pero ante todo lo que defiende es que las cosas funcionan, porque el actual gobierno es “sensible” a los problema de los ciudadanos, que es el life motiv de la política de la ceja desde su incorporación al gobierno tras los atentados del 11-M y la campaña desaforada del “No a la guerra” que tan bien representaron los cachorros de la escuadra roja.
Lo que está claro es que cada uno, por sí mismo, tiene derecho a creer en lo que le dé la gana, en la existencia de Dios, o en que este Gobierno hace las cosas mejor que otro. La política siempre ha estado dirigida por criterios emocionales, los políticos han sido y son, auténticos traficantes de sueños que aspiran a la heroicidad cívica ante sus electores y detractores. Pero la realidad es que cada acción política cuesta dinero, y cada decisión política favorece a unos y perjudica a otros. En este país la estructura social sigue siendo prácticamente la misma que hace cinco años, pero los ciudadanos tienen la sensación de que se ha avanzado políticamente en igualdad, cuando precisamente ha ocurrido lo contrario: hoy hay más ricos y pobres que hace cinco años, y por lo tanto menos clases medias.
Las sociedades mutan despacio, sin embargo la sociedad española ha cambiado mucho durante los últimos cinco años, en mi opinión para peor, otros dirán que para mejor. Digo que para peor, porque la dependencia social se ha incrementado considerablemente, no porque en España haya más discapacidades, la población haya envejecido de forma acelerada o hayan nacido muchos niños, no, lo que ha ocurrido es que ha habido muchos más aprovechados que se dedican a vivir del sudor ajeno desde la representación de la cosa pública, en partidos políticos, en sindicatos, en colectivos.
La política de los Gobiernos de Rodríguez Zapatero se ha caracterizado por introducir la emocionalidad en sus propósitos, Gustavo Bueno lo denunció hace años en su libro: “Zapatero o el pensamiento Alicia”. Otros periodistas, escritores e intelectuales también lo hicieron. El fenómeno no es exclusivo de España, porque en Estados Unidos ha ocurrido algo parecido con el Presidente Obama al igual que en diversas naciones latinoamericanas, posiblemente también en varias naciones del Este de Europa, incluida Rusia. La diferencia es que en España se ha elaborado con tremenda osadía y una extraordinaria insidia por parte de los aprovechados.
En ningún caso quiere decir que la política esté dispuesta a resolver los problemas que trastornan las emociones de la gente, sino más bien que los políticos están dispuestos a utilizar las emociones de la gente para perpetuarse en el poder, con la bendición de los subvencionados medios de comunicación, las televisiones de los reality show, y los intelectuales del corazón partío. Alguno ha pensado que este movimiento es bueno, como Daniel Innenarity que escribía un artículo en El País titulado: Gobierno Emocional. Podría parecer que la ética se va a instalar al fin en la acción política de los gobernantes y eso va a traer como consecuencia una civilización más humanizada y bondadosa. Pero nada más distante de la realidad.
Lo que está trayendo esta emocionalidad de la política es precisamente una opresión violenta de los valores, principios y criterios que sustentan la identidad de los ciudadanos, porque los partidos gobernantes tienen su propia ideología, y la emocionalidad está restringida a sus códigos morales y doctrinarios, por lo que si antes teníamos un problema con una sociedad políticamente sesgada, ahora tenemos dos, gracias a la solución sesgada del sesgo previo.
Como el único interés cicatero de los gobernantes es abonar sus lechos electorales, en estos momentos tenemos la sociedad española más sectaria y confrontada desde que el franquismo fue sucedido. Los grupos favorecidos por el gobierno y en los que apoya su sustentación tienen unos intereses tan sectarios y fundamentalistas, que se han terminado convirtiendo en un pesado lastre para el avance de la sociedad española, antes que en un estímulo a su crecimiento. Mostrando no sólo el egoismo, sino también la depravación, el odio, la inquina y la envidia que a todos les distingue.
Si hablamos de los sindicatos, CCOO y UGT, ampliamente abonados económicamente desde el poder, por lo único que han manifestado su estupor es porque se realice una reforma laboral, que pudiera reducir su poder adquirido, aunque en este país haya más de cuatro millones de parados y unas expectativas tenebrosas en materia laboral.
Si hablamos de las discriminadas positivamente, la sección feminista del PSOE que ha accedido al poder por cuota, otro tanto de lo mismo, pues han utilizado la política para criminalizar a los ciudadanos y blindar la dependencia de las ciudadanos con la Ley de Violencia de Género y los despropósitos que han ocasionado, todavía pendientes de evaluación como en los grandes desastres bélicos.
Si hablamos de los jóvenes, el haber favorecido a determinadas sectas de apoyo al poder como los antibelicistas de la guerra de Irak pero no de la de Afganistán, la de los ecoteologistas del cambio climático y la erradicación de la fiesta taurina, la de los tarugos que aplauden la burricie como bandera pasando de un 56 % de alumnos que acaban el bachiller a un 39 %. La de los más de 40 % de parados jóvenes, obligados a la dependencia del hogar familiar, y algún curso impartido por sindicatos –gran negocio tienen montado- para que sigan perdiendo el tiempo, pues tampoco es para sentirse orgulloso, a pesar de la implantación de esa asignatura sectaria que es la Educación para la Ciudadanía.
De los nacionalistas, necesarios para que el PSOE continúe en el gobierno, desde el Nunca Mais gallego, el pesebrismo andaluz, la imprescindible independencia catalana, y el asunto vasco con las secuelas de ETA, pues tampoco se puede decir que hayan mirado por otros intereses que no sean los suyos.
Lo único que ha hecho el socialismo en España es sustituir los valores cristianos tradicionales por otros valores de igual dimensión y magnitud, puro sincretismo social para influir la ideología de los ciudadanos en el futuro y arrimarlos a su pesebre electoral. La memoria histórica, la polémica de los crucifijos, el anticlericalismo, y las medidas antirreligiosas de este gobierno, implican que su objetivo es desplazar las creencias antiguas por otras nuevas, para seguir teniendo una población de creyentes permanente, como ocurría en el franquismo. Nada que ver con la liberación política, económica, social o cultural de los ciudadanos, sino todo lo contrario.
La libertad en España se ha reducido en los últimos cinco años, aunque resulte extravagante, porque si hace cinco años había pluralidad social, hoy hay adoctrinamiento y coacción, desde todas las plataformas subvencionadas, sean colectivos, sindicatos, partidos políticos, gobiernos, o medios de comunicación.
La democracia ha desaparecido por completo, porque no se puede considerar democracia la participación política de los ciudadanos exclusivamente en las urnas, ya que todos los mecanismos cívicos de controlo político se han ido desvaneciendo.
La justicia están tan imbricada con la política que cada juez que dictamina o establece una sentencia, rápidamente es asignado a los tirios o a los troyanos. El espectáculo lamentable del Estatut en el Tribunal Constitucional, o la politización del CGPJ son claros ejemplos.
España no está mejor que hace cinco años, ni con las leyes antitabaco, mientras el Estado sigue cobrando impuestos y gracias a la prohibición enmascarada ha incrementado su consumo, ni con todas las medidas que incluyen la injerencia en la vida privada de los ciudadanos. Se han pasado pero mucho, porque en este país los políticos sólo están autorizados para gestionar la vida pública de los ciudadanos, no para secuestrar su vida privada desde el poder.
Y ante este espectáculo goyesco, que recuerda el esperpento de Valle Inclán, un partido en la oposición, el PP de Mariano Rajoy, que ha demostrado su absoluta incapacidad y que ha jugado el papel de la paciencia, y esconder la cabeza como los avestruces, ante los desmanes gubernamentales, de lo que se deduce que tampoco tiene capacidad para sustituir lo existentes, ni siquiera en un estado de desmadre como el acontecido.
El próximo año, el 2010, será un periodo de clarificación de lo existente, el PSOE y las sectas que le acompañan llegarán a la culminación de los despropósitos, el PP y las sectas que le acompañan llegarán al punto de su posible disolución; los nacionalistas tratarán de sacar tajada como sea, y los partidos minoritarios, IU y UPyD, nos brindarán la salvación mesiánica que tanto necesitamos desde la más profunda demagogia que les caracteriza a ambos.
Pero será buena esta debacle política, porque millones de españoles comenzaremos a plantearnos para qué necesitamos a los políticos, existiendo la posibilidad de representarnos a nosotros mismos gracias a las nuevas tecnologías. Porque si los ciudadanos podemos ejercer nuestros derechos directamente, con un gobierno de funcionarios bien preparados, a los que podamos vetar de forma continua si no nos gusta como hacen su trabajo, ¿para qué necesitamos tantos buscavidas de la política que lo único que hacen es crearse fortuna propia mientras nos joden la vida cada día un poquito más?.
Hay que ir pensando en un cambio de sistema, más que de régimen. Las emociones no pueden ser representadas como las ideas lo han sido, es hora de tomar el timón del poder desde la sociedad civil. Reflexionemos sobre esa idea.
Enrique Suárez Retuerta
Un ciudadano español que no renuncia a su soberanía
Lo que está claro es que cada uno, por sí mismo, tiene derecho a creer en lo que le dé la gana, en la existencia de Dios, o en que este Gobierno hace las cosas mejor que otro. La política siempre ha estado dirigida por criterios emocionales, los políticos han sido y son, auténticos traficantes de sueños que aspiran a la heroicidad cívica ante sus electores y detractores. Pero la realidad es que cada acción política cuesta dinero, y cada decisión política favorece a unos y perjudica a otros. En este país la estructura social sigue siendo prácticamente la misma que hace cinco años, pero los ciudadanos tienen la sensación de que se ha avanzado políticamente en igualdad, cuando precisamente ha ocurrido lo contrario: hoy hay más ricos y pobres que hace cinco años, y por lo tanto menos clases medias.
Las sociedades mutan despacio, sin embargo la sociedad española ha cambiado mucho durante los últimos cinco años, en mi opinión para peor, otros dirán que para mejor. Digo que para peor, porque la dependencia social se ha incrementado considerablemente, no porque en España haya más discapacidades, la población haya envejecido de forma acelerada o hayan nacido muchos niños, no, lo que ha ocurrido es que ha habido muchos más aprovechados que se dedican a vivir del sudor ajeno desde la representación de la cosa pública, en partidos políticos, en sindicatos, en colectivos.
La política de los Gobiernos de Rodríguez Zapatero se ha caracterizado por introducir la emocionalidad en sus propósitos, Gustavo Bueno lo denunció hace años en su libro: “Zapatero o el pensamiento Alicia”. Otros periodistas, escritores e intelectuales también lo hicieron. El fenómeno no es exclusivo de España, porque en Estados Unidos ha ocurrido algo parecido con el Presidente Obama al igual que en diversas naciones latinoamericanas, posiblemente también en varias naciones del Este de Europa, incluida Rusia. La diferencia es que en España se ha elaborado con tremenda osadía y una extraordinaria insidia por parte de los aprovechados.
En ningún caso quiere decir que la política esté dispuesta a resolver los problemas que trastornan las emociones de la gente, sino más bien que los políticos están dispuestos a utilizar las emociones de la gente para perpetuarse en el poder, con la bendición de los subvencionados medios de comunicación, las televisiones de los reality show, y los intelectuales del corazón partío. Alguno ha pensado que este movimiento es bueno, como Daniel Innenarity que escribía un artículo en El País titulado: Gobierno Emocional. Podría parecer que la ética se va a instalar al fin en la acción política de los gobernantes y eso va a traer como consecuencia una civilización más humanizada y bondadosa. Pero nada más distante de la realidad.
Lo que está trayendo esta emocionalidad de la política es precisamente una opresión violenta de los valores, principios y criterios que sustentan la identidad de los ciudadanos, porque los partidos gobernantes tienen su propia ideología, y la emocionalidad está restringida a sus códigos morales y doctrinarios, por lo que si antes teníamos un problema con una sociedad políticamente sesgada, ahora tenemos dos, gracias a la solución sesgada del sesgo previo.
Como el único interés cicatero de los gobernantes es abonar sus lechos electorales, en estos momentos tenemos la sociedad española más sectaria y confrontada desde que el franquismo fue sucedido. Los grupos favorecidos por el gobierno y en los que apoya su sustentación tienen unos intereses tan sectarios y fundamentalistas, que se han terminado convirtiendo en un pesado lastre para el avance de la sociedad española, antes que en un estímulo a su crecimiento. Mostrando no sólo el egoismo, sino también la depravación, el odio, la inquina y la envidia que a todos les distingue.
Si hablamos de los sindicatos, CCOO y UGT, ampliamente abonados económicamente desde el poder, por lo único que han manifestado su estupor es porque se realice una reforma laboral, que pudiera reducir su poder adquirido, aunque en este país haya más de cuatro millones de parados y unas expectativas tenebrosas en materia laboral.
Si hablamos de las discriminadas positivamente, la sección feminista del PSOE que ha accedido al poder por cuota, otro tanto de lo mismo, pues han utilizado la política para criminalizar a los ciudadanos y blindar la dependencia de las ciudadanos con la Ley de Violencia de Género y los despropósitos que han ocasionado, todavía pendientes de evaluación como en los grandes desastres bélicos.
Si hablamos de los jóvenes, el haber favorecido a determinadas sectas de apoyo al poder como los antibelicistas de la guerra de Irak pero no de la de Afganistán, la de los ecoteologistas del cambio climático y la erradicación de la fiesta taurina, la de los tarugos que aplauden la burricie como bandera pasando de un 56 % de alumnos que acaban el bachiller a un 39 %. La de los más de 40 % de parados jóvenes, obligados a la dependencia del hogar familiar, y algún curso impartido por sindicatos –gran negocio tienen montado- para que sigan perdiendo el tiempo, pues tampoco es para sentirse orgulloso, a pesar de la implantación de esa asignatura sectaria que es la Educación para la Ciudadanía.
De los nacionalistas, necesarios para que el PSOE continúe en el gobierno, desde el Nunca Mais gallego, el pesebrismo andaluz, la imprescindible independencia catalana, y el asunto vasco con las secuelas de ETA, pues tampoco se puede decir que hayan mirado por otros intereses que no sean los suyos.
Lo único que ha hecho el socialismo en España es sustituir los valores cristianos tradicionales por otros valores de igual dimensión y magnitud, puro sincretismo social para influir la ideología de los ciudadanos en el futuro y arrimarlos a su pesebre electoral. La memoria histórica, la polémica de los crucifijos, el anticlericalismo, y las medidas antirreligiosas de este gobierno, implican que su objetivo es desplazar las creencias antiguas por otras nuevas, para seguir teniendo una población de creyentes permanente, como ocurría en el franquismo. Nada que ver con la liberación política, económica, social o cultural de los ciudadanos, sino todo lo contrario.
La libertad en España se ha reducido en los últimos cinco años, aunque resulte extravagante, porque si hace cinco años había pluralidad social, hoy hay adoctrinamiento y coacción, desde todas las plataformas subvencionadas, sean colectivos, sindicatos, partidos políticos, gobiernos, o medios de comunicación.
La democracia ha desaparecido por completo, porque no se puede considerar democracia la participación política de los ciudadanos exclusivamente en las urnas, ya que todos los mecanismos cívicos de controlo político se han ido desvaneciendo.
La justicia están tan imbricada con la política que cada juez que dictamina o establece una sentencia, rápidamente es asignado a los tirios o a los troyanos. El espectáculo lamentable del Estatut en el Tribunal Constitucional, o la politización del CGPJ son claros ejemplos.
España no está mejor que hace cinco años, ni con las leyes antitabaco, mientras el Estado sigue cobrando impuestos y gracias a la prohibición enmascarada ha incrementado su consumo, ni con todas las medidas que incluyen la injerencia en la vida privada de los ciudadanos. Se han pasado pero mucho, porque en este país los políticos sólo están autorizados para gestionar la vida pública de los ciudadanos, no para secuestrar su vida privada desde el poder.
Y ante este espectáculo goyesco, que recuerda el esperpento de Valle Inclán, un partido en la oposición, el PP de Mariano Rajoy, que ha demostrado su absoluta incapacidad y que ha jugado el papel de la paciencia, y esconder la cabeza como los avestruces, ante los desmanes gubernamentales, de lo que se deduce que tampoco tiene capacidad para sustituir lo existentes, ni siquiera en un estado de desmadre como el acontecido.
El próximo año, el 2010, será un periodo de clarificación de lo existente, el PSOE y las sectas que le acompañan llegarán a la culminación de los despropósitos, el PP y las sectas que le acompañan llegarán al punto de su posible disolución; los nacionalistas tratarán de sacar tajada como sea, y los partidos minoritarios, IU y UPyD, nos brindarán la salvación mesiánica que tanto necesitamos desde la más profunda demagogia que les caracteriza a ambos.
Pero será buena esta debacle política, porque millones de españoles comenzaremos a plantearnos para qué necesitamos a los políticos, existiendo la posibilidad de representarnos a nosotros mismos gracias a las nuevas tecnologías. Porque si los ciudadanos podemos ejercer nuestros derechos directamente, con un gobierno de funcionarios bien preparados, a los que podamos vetar de forma continua si no nos gusta como hacen su trabajo, ¿para qué necesitamos tantos buscavidas de la política que lo único que hacen es crearse fortuna propia mientras nos joden la vida cada día un poquito más?.
Hay que ir pensando en un cambio de sistema, más que de régimen. Las emociones no pueden ser representadas como las ideas lo han sido, es hora de tomar el timón del poder desde la sociedad civil. Reflexionemos sobre esa idea.
Enrique Suárez Retuerta
Un ciudadano español que no renuncia a su soberanía