No lo tienen fácil los que buscan redención a la égida de Rodríguez Zapatero en el próximo Congreso del PSOE, a poco más de un mes de su celebración. A pesar del silencio sepulcral con que se van desarrollando los pormenores del cónclave, se aprecia la tensión extrema a que están sometidos los encargados de encontrar el paraíso perdido del poder, a través de la expiación de los innumerables pecados contra la razón que han cometido durante los últimos siete años. Más que un Congreso, parece un Concilio, como aquellos que celebraba la Iglesia Católica en el pasado para unificar doctrina y deshacerse de los lastres de los tiempos.
De tanto relativismo y fragmentación, la ideología del socialismo español bien podría adquirirse en un supermercado, productos aptos para el consumo, algunos caducados, para cocinar una hamburguesa que pudiera satisfacer a los comensales, que evidentemente no son todos los socialistas, sino los patanegra que acudirán al Congreso y decidirán por todos los demás, por los votantes y por la inolvidable memoria de Pablo Iglesias, su fundador primigenio, y las de los presidentes, González y Rodríguez Zapatero, hoy, tan merecidamente denostados.
El zeigeist del socialismo español es siempre dramático cuando se ve obligado a abandonar el poder por "esa dictadura” que son las urnas, porque en la intimidad, los socialistas siempre han querido pensar que la democracia y el socialismo son la misma cosa, aunque en las campañas electorales siempre descubran que hay una derecha que justifica su presencia en el escenario político, como nos dijo en su día Gustavo Bueno. Las ideologías de izquierda viven al albur de la derecha, sin derecha que exterminar pierden todo sentido y dirección.
Revel nos habló en numerosas ocasiones de la rentabilidad que la izquierda europea obtuvo del nacismo, nadie nos ha hablado tanto de los nazis, del fascismo, de la derecha, del capitalismo, de la opresión, de la ausencia de libertad, como el socialismo y por extensión, todas las ideologías de izquierda. Parece que nos quieren convencer de que solo con su presencia estaremos libres de los totalitarismos, cuando esa es precisamente la forma más segura de vivir en "su" totalitarismo de feminismos sostenibles, igualdades que incrementan la desigualdad, alianzas de civilizaciones y talantes indispensables para la convivencia, que consisten esencialmente en asociar socialismo con "algo bueno" y todo lo demás con "algo malo". Este socialismo de ahora se adquiere por la iconografía y la fe, más que por la ideología, la eficacia y los hechos.
Pero el mayor problema que tienen “las izquierdas” (fíjense ustedes, no se dice “las derechas”, sino la derecha), además de su fragmentación, su desorientación ideológica y ese legado decrépito que han dejado por toda Europa, es sin duda, la libertad.
Socialismo y libertad son términos antagónicos hoy en día, parece que el socialismo solo puede existir con censura e intoxicaciones, con un menoscabo de la verdad y la realidad, con el engaño a la ciudadanía y las promesas incumplidas. Su credibilidad nunca ha atravesado cotas más bajas, no sólo en España, sino en Europa y en todo el mundo, fundamentalmente porque no resiste la prueba de la libertad.
Precisamente, esa prueba fue la que superó Fernando de los Ríos cuando acudió a visitar a Lenin en 1920 con intención de integrar el PSOE en la tercera internacional socialista, hasta que un día conversando con Vladimir Illich, tras haber escuchado atentamente sus planes y proyectos, le preguntó, como quien no quiere la cosa: “¿qué ocurre entonces con la libertad?”, a lo que el padre del comunismo ideológico le respondió: “Libertad…. ¿para qué?”. El socialista español, a su regreso a nuestro país se opuso radicalmente a la integración del PSOE en cualquier experimento totalitario, lo que ocasionó una escisión en la formación política de la que surgió el Partido Comunista de España.
Creo que en el pasado inmediato el PSOE se ha alejado de la libertad como nunca antes lo había hecho, no solo con "el neolenguaje” que ha creado para definir los hechos, sino con el irrealismo (o iluminismo) que ha guiado las decisiones de aquellos que han gobernado este país durante los últimos siete años. Todavía están pensando como han podido fallar los infalibles motivos para creer que habían diseñado para mantener sostenible su mundo y, sin duda, aunque no lo reconozcan, en su fondo más íntimo piensan que la realidad se ha equivocado, al no darles la razón y los españoles, también, al permitir que la derecha acceda al gobierno. Como sigan así, van a parecer más una secta religiosa con tintes fundamentalistas, que un partido político. Es más infrecuente en estos tiempos oir hablar a un socialista de libertad, que a un ateo de Dios.
Pero el problema al que se enfrenta el PSOE es, sencillamente, la libertad, algo que deben resolver con inteligencia si no quieren desaparecer del panorama político español y europeo. En los tiempos actuales la manipulación política, cultural, social, mediática, jurídica o institucional de poco sirve para configurar la nueva doctrina, porque a mayor cultura, la gente decide alejarse de las doctrinas, establecer sus propios criterios y elegir voluntariamente sus compromisos. La contradicción socialista no es otra que la que enfrenta mayor cultura, diversidad y libertad, con ceguera, servidumbre, y adoctrinamiento, que es lo que hoy puede ofrecer el socialismo. Fernando de los Ríos sabía que sin libertad, en España las cosas no se consolidan, tal vez por aquel germen constituyente impregnado de liberalismo que tanto agradaba a Karl Marx.
La libertad será, posiblemente, la luz que alumbrará el próximo Congreso del PSOE, donde las numerosas sombras que acompañan a los herederos de Zapatero, no podrán ocultarse, ni obviarse, aunque obliguen a los compromisarios a aprenderse de memoria el “Ensayo sobre la Ceguera” de Saramago, para poder asistir a los funerales del porvenir de una ilusión.
Enrique Suárez
De tanto relativismo y fragmentación, la ideología del socialismo español bien podría adquirirse en un supermercado, productos aptos para el consumo, algunos caducados, para cocinar una hamburguesa que pudiera satisfacer a los comensales, que evidentemente no son todos los socialistas, sino los patanegra que acudirán al Congreso y decidirán por todos los demás, por los votantes y por la inolvidable memoria de Pablo Iglesias, su fundador primigenio, y las de los presidentes, González y Rodríguez Zapatero, hoy, tan merecidamente denostados.
El zeigeist del socialismo español es siempre dramático cuando se ve obligado a abandonar el poder por "esa dictadura” que son las urnas, porque en la intimidad, los socialistas siempre han querido pensar que la democracia y el socialismo son la misma cosa, aunque en las campañas electorales siempre descubran que hay una derecha que justifica su presencia en el escenario político, como nos dijo en su día Gustavo Bueno. Las ideologías de izquierda viven al albur de la derecha, sin derecha que exterminar pierden todo sentido y dirección.
Revel nos habló en numerosas ocasiones de la rentabilidad que la izquierda europea obtuvo del nacismo, nadie nos ha hablado tanto de los nazis, del fascismo, de la derecha, del capitalismo, de la opresión, de la ausencia de libertad, como el socialismo y por extensión, todas las ideologías de izquierda. Parece que nos quieren convencer de que solo con su presencia estaremos libres de los totalitarismos, cuando esa es precisamente la forma más segura de vivir en "su" totalitarismo de feminismos sostenibles, igualdades que incrementan la desigualdad, alianzas de civilizaciones y talantes indispensables para la convivencia, que consisten esencialmente en asociar socialismo con "algo bueno" y todo lo demás con "algo malo". Este socialismo de ahora se adquiere por la iconografía y la fe, más que por la ideología, la eficacia y los hechos.
Pero el mayor problema que tienen “las izquierdas” (fíjense ustedes, no se dice “las derechas”, sino la derecha), además de su fragmentación, su desorientación ideológica y ese legado decrépito que han dejado por toda Europa, es sin duda, la libertad.
Socialismo y libertad son términos antagónicos hoy en día, parece que el socialismo solo puede existir con censura e intoxicaciones, con un menoscabo de la verdad y la realidad, con el engaño a la ciudadanía y las promesas incumplidas. Su credibilidad nunca ha atravesado cotas más bajas, no sólo en España, sino en Europa y en todo el mundo, fundamentalmente porque no resiste la prueba de la libertad.
Precisamente, esa prueba fue la que superó Fernando de los Ríos cuando acudió a visitar a Lenin en 1920 con intención de integrar el PSOE en la tercera internacional socialista, hasta que un día conversando con Vladimir Illich, tras haber escuchado atentamente sus planes y proyectos, le preguntó, como quien no quiere la cosa: “¿qué ocurre entonces con la libertad?”, a lo que el padre del comunismo ideológico le respondió: “Libertad…. ¿para qué?”. El socialista español, a su regreso a nuestro país se opuso radicalmente a la integración del PSOE en cualquier experimento totalitario, lo que ocasionó una escisión en la formación política de la que surgió el Partido Comunista de España.
Creo que en el pasado inmediato el PSOE se ha alejado de la libertad como nunca antes lo había hecho, no solo con "el neolenguaje” que ha creado para definir los hechos, sino con el irrealismo (o iluminismo) que ha guiado las decisiones de aquellos que han gobernado este país durante los últimos siete años. Todavía están pensando como han podido fallar los infalibles motivos para creer que habían diseñado para mantener sostenible su mundo y, sin duda, aunque no lo reconozcan, en su fondo más íntimo piensan que la realidad se ha equivocado, al no darles la razón y los españoles, también, al permitir que la derecha acceda al gobierno. Como sigan así, van a parecer más una secta religiosa con tintes fundamentalistas, que un partido político. Es más infrecuente en estos tiempos oir hablar a un socialista de libertad, que a un ateo de Dios.
Pero el problema al que se enfrenta el PSOE es, sencillamente, la libertad, algo que deben resolver con inteligencia si no quieren desaparecer del panorama político español y europeo. En los tiempos actuales la manipulación política, cultural, social, mediática, jurídica o institucional de poco sirve para configurar la nueva doctrina, porque a mayor cultura, la gente decide alejarse de las doctrinas, establecer sus propios criterios y elegir voluntariamente sus compromisos. La contradicción socialista no es otra que la que enfrenta mayor cultura, diversidad y libertad, con ceguera, servidumbre, y adoctrinamiento, que es lo que hoy puede ofrecer el socialismo. Fernando de los Ríos sabía que sin libertad, en España las cosas no se consolidan, tal vez por aquel germen constituyente impregnado de liberalismo que tanto agradaba a Karl Marx.
La libertad será, posiblemente, la luz que alumbrará el próximo Congreso del PSOE, donde las numerosas sombras que acompañan a los herederos de Zapatero, no podrán ocultarse, ni obviarse, aunque obliguen a los compromisarios a aprenderse de memoria el “Ensayo sobre la Ceguera” de Saramago, para poder asistir a los funerales del porvenir de una ilusión.
Enrique Suárez