Desde que José Blanco fue nombrado
ministro de Fomento, España se convirtió en un país sin retorno posible a la
normalidad.
Es lo que tiene convertir a un soberbio papanatas, analfabeto y desconceptuado, por la gracia del sultán
Zapatero, en un gerifalte que distribuía las obras públicas de este país según
su agenda personal y siempre al servicio del partido, del partido que más
pagara por sus gestiones. Digno sucesor de "la tuneladora" Maleni, que se gastó cientos de millones de euros para salvar a una mariposa, la hormiguera oscura, que abunda en todo el país, mientras llenaba los bolsillos de las empresas que realizaban las obras y tal vez, las arcas de su partido político.
Tener “un conseguidor” en el poder, es la mejor forma
de haber acabado con cualquier posibilidad de justicia, ya lo comprobamos en su
día con el hermano de Alfonso Guerra en la Junta de Andalucía, y hasta hoy no
han dejado de trincar en la izquierda andaluza, ramas política y sindical,
hasta llegar a crear un emporio del trinque, mejor organizado en muchos
aspectos que la mafia siciliana o la camorra napolitana. La cosa nostra
andaluza, al igual que la valenciana, la balear o la catalana, la asturiana o
la castellano-manchega, no tienen nada que envidiar a los ejemplos originales.
Ejemplos de mafias del PP y del PSOE, de los nacionalistas y los sindicatos,
tenemos por todo el territorio nacional, desde hace varias décadas.
La cuestión no es describir lo que está
ocurriendo, que no es otra cosa que los ciudadanos se están dando cuenta de a
que tropa de criminales y delincuentes les han concedido su representación
pública. La cuestión es saber como va a concluir el oprobio y la desmesura,
porque parece que los miembros de la casta, aunque han sido suficientemente
detectados, señalados y sentenciados públicamente, no están por la labor de abandonar sus pesebres. Ni siquiera
tienen la decencia de reconocer el daño que le han hecho a este país, en el que
hay más de 6 millones de parados y donde se está produciendo una deuda que cada
día nos asfixiará más, sólo por mantener a los privilegiados de la casta en el
poder, sin perder comba, ni beneficio en su encomienda en el trinque. Todavía
tratarán de convencernos de que si nos han destrozado la vida ha sido por
nuestro bien, para que no triunfe la derecha o la izquierda, o vete tu a saber
si para protegernos del peligro extraterrestre que amenaza nuestras vidas.
La farsa en el escenario público continúa,
aunque los espectadores ya estamos hartos de contemplarla. Ni nos seducen los
actores, ni nos fascina el guión y además tampoco nos gusta pagar cien veces lo
que vale una, sólo para que la casta y sus acólitos permanezca viviendo a costa
de los demás. Hay tanto desmadre en la cosa pública, que lo mejor sería acabar
con ella y luego ver lo que realmente era necesario, una vez que se haya
expurgado a todos los parásitos que la tienen carcomida en vida.
La mención a lo público se ha
convertido en un escarnio a los españoles, ¿cómo se puede defender un antro de
corrupción de proporciones inescrutables?. Lo público, en manos de estos
truhanes es una grave patología parasitaria, que nos va privando de la vida,
son tan enormes los vicios públicos que no hay ninguna posibilidad en este país
de que puedan existir virtudes privadas, lo que ha hecho la casta es
convertirnos a todos en delincuentes a la fuerza, han elevado a la normalidad
lo que era la más depravada conducta incívica. ¿Están legitimados los miembros
de la casta para exigir el mínimo esfuerzo a los españoles después de todo lo
que nos han hecho?. ¿Qué pensarán Rubalcaba y Rajoy cuando se acuesten por las
noches? Tal vez piensen cuánto les queda representando a los españoles, que es
lo que pensamos la mayoría de los contribuyentes de este país, aunque todavía
no lo hayamos expresado con la contundencia que requieren los crímenes y delitos
de la casta. Creo que con estos mimbres, no vale de nada el arte de la cestería,
es tontería seguir insistiendo en que esto tiene alguna solución, que no sea
que la casta se rinda y entregue el poder al pueblo.
Enrique Suárez