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jueves, 28 de agosto de 2014

La era de los simulacros


"Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no es la verdad" Marco Aurelio

Ciertamente todo ha ido demasiado deprisa en los últimos 20 años, en el año 1995 adquirí mi primer PC, tenía un disco duro de 40 Mb, era de los buenos; hoy los ordenadores similares tienen discos duros de 1 Tb de serie, es decir 25 millones de veces más capacidad. Con internet ha ocurrido algo similar, las primeras conexiones de acceso público  provienen también del mismo año, los servicios eran limitados, lentos y restringidos. En el año 2000 no había más de un millón de usuarios en España, en 15 años, prácticamente todos los hogares españoles tienen varias formas de acceso a internet. Durante los últimos tres años se ha transferido la "internetización"  a los móviles, de tal forma que hoy en día, pasamos buena parte de nuestro tiempo de trabajo y ocio conectados a la red.

La generación que será mayor de edad en el próximo año ya no sabría vivir sin ordenador, móvil e internet, de esta forma el ideal del humanismo como conocimiento completo del ser humano ha concluido, nadie podría conocer hoy lo que concierne al ser humano en una sola vida, pero conocerá muchas cosas desconocidas que ampliarán su "humanidad" dependiente. 

Durante este tiempo el hardware como el software han experimentado un avance exponencial. Hay millones de aplicaciones, juegos, películas, textos, y usuarios de blogs, foros, redes sociales. Todo esto ha transformado la configuración de nuestra existencia, es difícil distinguir si la vida asociada a internet es vida real o no lo es,  transformando incluso nuestro concepto de realidad que se ha ampliado con un anexo inexistente hace veinte años que va camino de ser más importante que la propia realidad: la realidad virtual o hiperrealidad.

El abrazo de la sociedad global

El fenómeno de la globalización también ha transformado nuestra existencia creando una expansión mundial desconocida hace unas décadas. Las empresas se han deslocalizado, los trabajadores han perdido su trabajo, la producción se ha fragmentado y el consumo se ha internacionalizado. Hoy podemos consumir productos creados a miles de kilómetros por una empresa que tiene su sede en un país situado también a miles de kilómetros y que no está ubicado en el mismo lugar de la producción. La división del trabajo ha superado la especialización para introducirse en la fragmentación de la producción, lo que ha traído como consecuencia también la fragmentación del consumo y su sublimación, a veces esperpéntica.

Hoy la leche ya no es de vaca, cabra u oveja, puede ser de avellanas o almendras, soja, y otras alternativas. Dentro de poco tendremos quesos de soja y almendras, con sabor de arándanos y frambuesas, y disolución de chocolate en la base, y en unos pocos años más llegaremos al queso personalizado, posiblemente según un perfil de alergias establecido científicamente. Decía Aldoux Huxley con ironía que la medicina había avanzado tanto en su tiempo que ya nadie podía considerar que no estuviera enfermo, algo así ocurre con el mercado, ha avanzado tanto en sus ofertas como en sus productos que ya no hay nadie en este mundo que pueda prescindir de lo que le ofrece.

Creando la caverna

El avance de los soportes para la información, así como los distintos canales de comunicación que ha supuesto internet de forma  instantánea, prácticamente gratuita y universal, también contiene su lado oscuro, un paquete pernicioso con las viejas fórmulas de la manipulación, persuasión y demagogia que, con un nuevo disfraz apto para la hipocresía, sirve al enmascaramiento de la realidad que pretenden aquellos que viven de embaucarnos. La información se ha masificado de tal forma que cada día resulta más difícil encontrar datos rigurosos, consistentes, fundamentados en hechos o pruebas fehacientes. La comunicación se ha transformado en algo parecido a un espectáculo, donde ya no importa tanto lo que dice la gente, sino lo que representa o escenifica, la forma prevalece sobre el contenido, el significante sobre el significado.

Asistimos a  un procesamiento singular de la información por el que la simulación sustituye y desplaza a la realidad, en un propósito que remeda la confección de hamburguesas con carne picada, las chuletas tienden a la desaparición; al igual que los medios de comunicación tradicionales, masivos y compartidos; esto trae como consecuencia una nueva forma de limitación, porque sin duda el futuro está en las comunicaciones personalizadas, cada uno tendrá la información que desee, se comunicará con quien quiera y vivirá en el mundo que mejor le parezca, a la carta, desapreciando todo aquello que no le interesa, incluidos los seres humanos que tiene por vecinos. Será más fácil establecer una comunidad de jugadores de petanca virtual, que una nación de contribuyentes.

A fecha actual, la comunicación más  frecuente y posiblemente fundamental no es con las personas más próximas, sino con aquellas con las que se tiene mayor afinidad, independientemente del lugar del mundo en que se encuentren. Esto está creando graves problemas de comunicación entre las personas y sus relaciones, en las parejas, pero también en las familias, en los hijos con los padres, entre los hermanos y en las comunidades más próximas, los vecinos, los compañeros, los compatriotas

De esta forma, lo que ayer se consideraba más auténtico se vuelve cada día más inaccesible, por eso estamos abocados a vivir una era de los simulacros, la representación de la realidad que exactamente no es la realidad, en nuestros “reality shows” particulares, donde se mezcla lo virtual y lo genuino. Este mundo exige que nos representemos públicamente, no que seamos como somos, ni que pensemos, sintamos o hagamos como corresponde a nuestra condición, lo importante en la era de los simulacros es sin duda la representación: la imagen pública.

Y cuando ya no somos quienes somos sino nuestras representaciones públicas en el escenario mundo en el que todos se representan, nuestra identidad se confunde, se hace más anómica y anónima; trascendemos la realidad para habitar en una forma de ficción, que se entremezcla con las ficciones de todos los demás, con sus diversas representaciones.

Si la realidad pasa a ser hiperrealidad, es lógico que esta requiera que el ser humano pase a un ser  hiperhumano, que contenga lo humano más sus circunstancias, pero el grave problema es que esas circunstancias no están bajo su control, sino de otros. Paradoja sorprendente, en el momento en el que el ser humano alcanza su mayor grado de liberación en la historia, surge el ser hiperhumano que es el más dependiente de la técnica que jamás ha existido.

La verdad como epifenómeno de la realidad

En ese proceso similar a la fragmentación de los alimentos o de los seres humanos, la verdad que contiene la realidad también se va transformando hasta el punto de que lo que se dice puede contener más o menos porcentaje de verdad, pero en algunas ocasiones nada tiene que ver con la realidad, pues de tanta sustracción de su contenido y tantos aditivos que se añaden, una noticia puede ser una intoxicación muy bien elaborada que nada tiene que ver con la que realmente ha ocurrido y que ha sido creada para beneficiar de alguna forma el interés del procesador de la información y la comunicación que amablemente nos la regala. Avanzamos de esta forma hacia alguna forma de ceguera magníficamente urdida por aquellos que tratan de imponer un velo sobre nuestra propia conciencia y la de todos. Y al mismo tiempo a un nuevo mapeado de las relaciones que si por un lado se hacen universales, es al precio de hacerse controladas.

Volvemos de esta forma a la búsqueda de la verdad, haciendo válido el aforismo cristiano de la verdad nos hará libres, pero ¿cómo alcanzarla?. Estas cuestiones relativas a la información y la comunicación no son nada nuevo, provienen de la Grecia Antigua como tantas cosas, cuando los sofistas se propusieron demostrar que podrían, mediante artificios retóricos, demostrar una cosa y la contraria, algo que sin duda coincide con los comienzos del relativismo por parte de los escépticos, origen de la duda y la incertidumbre, pero también de la desinformación, la propaganda y las intoxicaciones y por supuesto, de la publicidad. La manipulación de la realidad por medio del verbo es algo muy antiguo sobre lo que nos advirtieron ilustres personajes como Aristóteles, Maquiavelo, Voltaire Schopenhauer,  Milosz o Chomsky.

Sin duda la hegemonía visual a la que nos enfrentamos, que ha desplazado los argumentos racionales por los memes ópticos, tiene algo que ver en este proceso. Algo que fue descrito en su día por Giovanni Sartori con su “homo videns” el ser humano como espectador que ve la realidad pero no reflexiona sobre ella, con sus puntos de coincidencia con el “homo sentiens” de Franco Ferrarotti,  sedicentes reproductores de aquello que no han comprendido pero de lo que consideran que entienden  porque lo han visto. No se alejan estos personajes de los “hombrecillos” descritos por Whilhem Reich, el hombre masa de Ortega y Gasset, o los “estúpidos” de Carlo María Cipolla. 

Si no se hace algo para evitarlo, pronto nos quedaremos sin realidad, sin autenticidad, y sin verdad. Y todo lo que llegará a nosotros será una maraña de datos imposible de procesar, un auténtico fiasco, una reproducción interesada del simulacro de la realidad, que sólo contiene de realidad lo que le interesa que contenga al mensajero.  El procedimiento es sencillo, cada día lo disfrutamos en la televisión con los “reality shows”, concepto no traducido al castellano, porque perdería su glamour, pero en realidad no son otra cosa que simulacros, pero también en las redes sociales, en cualquier escenario de comunicación, incluso en los que ayer eran reales. El problema es que la inmensa mayoría de la gente se cree que simulacros y realidad coinciden, de esa forma resultan dependientes de las intenciones del cocinero, se alimentarán con lo que le interese y cuando son estafados, antes de reconocer su ingenuidad, posiblemente recurran a la desconfianza, la neurosis y la paranoia.

El secuestro de la opinión pública 

El sociólogo Jean Baudrillard nos advirtió de que la hiperrealidad había envuelto a la realidad, que las representaciones al igual que los mapas habían desplazado a los territorios, que la información y la comunicación cada día se abrazaban más al simulacro de la realidad, a su representación, de aquí en adelante, decía el pensador francés, los simulacros precederán a cualquier acontecimiento, o más exactamente  a cualquier suceso que ocurra en la realidad. 

Michel Foucault nos advirtió antes de la llegada de internet que para alcanzar los conocimientos de la realidad sería necesario realizar algo parecido a la arqueología, rebuscando en el montón de escombros que la hiperrealidad, la realidad virtual creada y construida con intereses, hubiera dejado sobre ella.  El modelo que nos sirve para comprender el pasado desde la historiografía, también nos debe servir para comprender el futuro desde la hipocresía, al fin y al cabo, desde sus representaciones ficticias, que tanto recuerdan a la caverna de Platón.

Algo ha debido hacer bien el poder para lograr que tras un periplo de 2500 años hayamos regresado al mismo punto de partida, ver sombras proyectadas que sólo recuerdan a la realidad, pero que no coinciden con ella. Volveremos a depender de aquellos que encienden y apagan las luces según su conveniencia, como ha ocurrido siempre, pero algo hemos avanzado, antes lo hacíamos en una caverna creada por el poder y hoy podemos hacerlo relajadamente desde nuestras casas, sintiéndonos poderosos por ver todo aquello que otros han decidido mostrarnos y no acceder a todo aquello que han decidido ocultarnos. 

El problema se producirá cuando regresemos a la fase anterior como creo que acontecerá en los próximos años, abandonando el ámbito de la creación, la reflexión y el raciocinio que ha caracterizado a la civilización occidental, para abrazar la mitología de las creencias tan grata a otras civilizaciones y a algunas opciones dentro de la nuestra. Sin duda, creeremos aquello que les interese que creamos a los detentadores del poder que administran el curso de nuestras vidas. 

Los dioses que guiarán nuestra existencia ya no se denominarán Zeus, Minerva o Venus, sino Prima de Riesgo, Déficit Público e Indice de Precios al Consumo y sus sacerdotes formarán gobiernos, hata que algún émulo de Tales, en la puerta de algún mercado, vuelva a repetir aquello de "todo está lleno de dioses" y comencemos una nueva era de la razón, que haya abjurado para siempre de las trampas dialécticas del relativismo y de todos los simulacros que conlleva. Sólo entonces, volveremos a ser dueños de nuestra realidad, el homo mensura de Protágoras.

Enrique Suárez

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