A propósito del artículo de Arturo Pérez-Reverte titulado "aportando soluciones":
Hoy quiero hablar de Asturias, la tierra en la que nací y en la que vivo, quiero hacerlo como los asturianos hablamos habitualmente de nuestra tierra, siempre bien a los demás, siempre mal entre nosotros. Los fóraneos siempre nos juzgan como orgullosos o fanfarrones, y lo somos, pero tanto como independientes, tímidos y discretos. En Asturias hay de todo desde hace mucho tiempo, quizás no suficiente, por eso la emigración ha sido una característica tradicional de los habitantes de esta comunidad, poblada desde hace miles de años, como dan prueba los hallazgos de Neandertales y las culturas paleolítica y neolítica con numerosos ejemplos a lo largo del territorio. Lo de la cultura celta ancestral posiblemente tenga que ver más con la mitología que con la realidad, pero ciertamente en Asturias tenemos nuestros propios personajes y lugares mitológicos. Somos cultura de chigre, gaita y tonada.
El carácter de los asturianos es singular, dicen de nosotros nuestros primos hermanos gallegos que somos: locos, vanos y mal cristianos, posiblemente para considerarse a sí mismos cuerdos, serios y buenos cristianos. Quizás tengan razón en lo de locos, porque una característica de los asturianos, que no es fácil de explicar a los de fuera, pero que todos los de dentro comprenden, es que consideramos la libertad como el aire: indispensable para la vida; a lo largo de la historia siempre nos hemos enfrentado a todas las opresiones ajenas y propias, a veces con la seguridad de obtener una honrosa derrota, pero eso no ha importado demasiado.
La historia de Asturias siempre se ha fundamentado en la defensa contra los invasores, comenzando con los romanos que tuvieron que enviar al propio Augusto para dominar estos predios, los últimos enfrentados con el Imperio. Continuando por la gesta de Covadonga donde el franquismo construyó la mitología del origen de España, aunque cierto es que Pelayo obtuvo una de las primeras victorias contra los musulmanes y aquí se forjó el primer reino independiente ante su invasión. Menos de unas semanas transcurrieron para que los asturianos se levantaran contra el invasor francés en la Guerra de la Independencia, y mientras algunos ilustres asturianos concebían en Cádiz el futuro de la nación española, en Asturias se disputaba cada palmo de tierra con las guerrillas.
No acaba ahí la epopeya astur, en contra de la República estalló la única Revolución en Asturias que logró cierto éxito contra el gobierno de la CEDA, inducida por el PSOE y UGT (la declaración del Estat Catalá por Companys fracasó), que fue sofocada por las armas por el general López Ochoa (y el abuelo de Zapatero) dirigidos por Franco. Durante la Guerra Civil, Asturias, con la excepción de su capital Oviedo, sólo dos años después de la Revolución, se mantuvo fiel al Gobierno Republicano contra el Alzamiento de Franco. Durante el franquismo en Asturias se forjó el Partido Comunista y se produjeron los movimientos colectivos de resistencia más relevantes, desde los maquis que se echaron al monte hasta las huelgas más multitudinarias, como la “huelgona del 62”.
Pocas comunidades españolas tienen un pasado tan beligerante como la asturiana contra las opresiones del poder, lo que no ha impedido que Asturias siempre estuviera presente en la organización política de España, desde su constitución en Principado de Asturias en en 1388, título que se otorga a los herederos a la Corona Española y fundamentalmente en la Revolución Española de 1808-1820, en la que un asturiano, Agustín Argüelles escribió el preámbulo de la Constitucion, otro asturiano recortó poderes al rey y a la iglesia, Flórez Estrada, configurando el concepto de soberanía nacional para el pueblo español, otro la defendió desde la aristocracia, el Conde de Toreno, y aún otro asturiano, Rafael del Riego, obligó a Fernando VII a sancionar la Constitución de 1812 en 1820, concediendo legitimación a nuestra primera Carta Magna.
Quizás una de las características más singulares de esta tierra sea su relación con la aristocracia, en Asturias la hidalguía era una característica muy extendida, pero también muy onerosa, porque los nobles asturianos mantenían el orgullo sin hacienda en muchas ocasiones. En Asturias nunca hubo grandes posesiones de tierra por la nobleza. En su obra “La revolución de mayu de 1808” (Editorial Trabe, 2007), cuenta Faustino Zapico, presidente de UNA, el partido nacionalista asturiano más conocido, una anécdota inolvidable, pues unos nobles andaluces visitaron a un noble asturiano y al llegar a su casa preguntaron que donde estaba el señor de la mansión, y les dijeron: “en el campo trabajando”, acudieron al lugar señalado y al verle haciendo las tareas del campo como uno más, le preguntaron que por qué estaba trabajando siendo el señor, él les respondió: “por qué los que aquí están si no me ven trabajar a mí, ellos tampoco lo hacen”.
La paz entre los asturianos, al contrario de lo que muchos puedan pensar, nunca ha provenido de la obediencia a la autoridad, sino del respeto al vecino. En Asturias todos nos miramos de reojo, hemos aprendido que la tolerancia se adquiere por el respeto al prójimo, para que el prójimo nos respete a nosotros. No hay municipio en Asturias en el que no haya dos facciones. Oviedo y Gijón, las dos grandes ciudadades del Principado se han enfrentado por todo desde hace siglos hasta ahora, algo que ya nos relataba Leopoldo Alas Clarín con envidiable ironía, pero la última ocasión fue este mismo año, con motivo de la propuesta de Oviedo como capital cultural europea para 2016.
En Asturias no hemos necesitado gastarnos los euros del contribuyente para abrir embajadas por el mundo, hemos aprovechado los orgullosos asturianos de la emigración, que tienen abiertos alrededor de 100 centros asturianos desde New York a Melbourne. Quizás este factor de la emigración, de que muchos asturianos están por el mundo y muchos tienen a buena parte de sus familiares fuera de España, nos ha hecho a los asturianos cosmopolitas, y más que estar preocupados por nuestras señas de identidad, lo estemos por ejercer nuestra condición de asturianos allá donde vamos, porque ser asturiano va con nosotros: Asturias existe donde hay un asturiano, sea en Pekín o en Buenos Aires. Asturias es el mundo entero y "la tierrina" a la que algún día hay que regresar. El nacionalismo asturiano es más de personas que de territorios y exposición de las diferencias para distinguirnos de otros, nosotros ya nos sabemos distintos y así nos vemos, no hace falta que nadie nos lo reconozca, con que lo sepamos es suficiente: pregonamos nuestr diferencia al tiempo que nuestra igualdad.
Asturias ha sido la región que más poder adquisitivo ha perdido desde la llegada de la democracia, hemos retrocedido sin cesar durante los últimos 35 años y prácticamente sin recuperación alguna, sin embargo eso no ha sido motivo para que en esta comunidad surgieran voces nacionalistas que reivindicaran hechos diferenciales y otras mamonadas. En Asturias ha habido escasas ocasiones en que los nacionalistas han obtenido representación parlamentaria autonómica, y es la única comunidad con Cataluña y el País Vasco en la que los comunistas de Izquierda Unida han gobernado. Motivos para configurar una opción nacionalista importante ha habido de sobra a lo largo de estas tres últimas décadas, historia de rebeldía más que nadie, cultura diferencial, lengua, mitos y glorias nos sobran, orgullo patriótico no nos falta, porque el himno de Asturias comienza diciendo: “Asturias Patria Querida”, pero una cosa son los sentimientos y otra las responsabilidades, como ese concepto de una comunidad más, ni mejor, ni peor, pero diferente entre las españolas, porque los asturianos sabemos que la Historia de España es también la Historia de Asturias y la Historia de Asturias la Historia de España. Los “asturianos de braveza” que inician el canto "Vientos del Pueblo" de Miguel Hernández en esta ocasión no se han rebelado, porque no toca: hay democracia, hay libertad, hay Constitución y lo que se debe hacer es respetarlas, porque somos coherentes y lo que nos otorgamos a nosotros mismos lo asumimos.
Los asturianos nunca hemos ejercido nuestro marchamo histórico de “princeps inter pares” porque no lo hemos necesitado, quien se sabe dueño de sí mismo no acepta amos y eso es algo que cada asturiano lleva acuñado en el alma desde que nace. Cuando otras comunidades españolas nos muestran desde el poder conferido por el Estado (no desde su ciudadanía), con muchos menos motivos que los aquí expuestos su diferencia con las demás, en Asturias hemos hecho exactamente lo contrario, hemos sido más españoles, porque en el fondo todos los asturianos sabemos que somos lo que nos dé la gana, una nación, una patria o el imperio del paraiso, pero lo llevamos con discrección, sin decírselo a nadie.
En nuestra bandera, bajo la Cruz de la Victoria cuelgan el alfa del principio y el omega del fin. Aquí comienza y acaba todo. Es un símbolo cristiano ¿y qué pasa?, en Asturias hay más ateos que en ningún lugar de España, llevamos treinta años de gobierno socialista y comunista, pero cuando Alonso triunfa o Villa marca un gol, hasta los más "rojos" se abanderan de azul y salen a festajarlo con otros a la calle, que de forma espontánea e independiente, han hecho lo mismo. Sabemos sufrir las derrotas como nadie, pero también disfrutar de las victorias, porque llevamos siglos de lucha y a todo se acostumbra uno, unas veces se gana y otras se pierde. Muchos piensan que estos son contradicciones, menos los asturianos que sabemos que la historia la hemos forjado entre todos, los fachas, los rojos y los no alineados, la misma historia idéntica para todos que admite diferentes perspectivas, cada una desde su posición relativa.
Enhorabuena a mis paisanos asturianos (compatriotas) por este ejercicio de tolerancia desde la bravura del que sabe que la libertad no se pide de forma mendicante, sino que se conquista a lo largo de los siglos; que no es el fruto de una negociación política, sino el resultado de la lucha de muchas generaciones, y algo que ha costado tanto esfuerzo no se puede poner en riesgo por qué a unos fanáticos les salga de las narices. Dentro de mil años, Asturias seguirá sola en mitad de la tierra, pero siendo española, y los asturianos independientes, cada uno de su casa, pero con conciencia de comunidad, van a decirnos a los asturianos los demás lo que podemos ser o no ser, van listos los patriotas del pesebre.
A los asturianos, ser españoles no nos impide seguir siendo asturianos, al contrario, nos distingue, en un equilibrio entre lo nomotético y lo idiográfico, y aunque no lo digamos habitualmente, lo que si nos consideramos es los primogénitos de esta gran fraternidad histórica que es España, menos de los gallegos, con los que nos relacionamos como si fueran "otros asturianos" y que son nuestros primos o nuestros hermanos, o nosotros los suyos, quien sabe, todo depende de como se mire y desde donde y del momento en que uno se encuentre en la escalera.
Don Ramón del Campoamor, asturiano, nacido en Navia y acariciado por las brisas de Galicia, nos brindó un hermoso poema que define el relativismo mucho antes de que ejerciera su dominación,
"En este mundo traidor,
nada es verdad ni mentira,
todo es según el color,
del cristal con que se mira"
nada es verdad ni mentira,
todo es según el color,
del cristal con que se mira"
Los asturianos sabemos que las cosas cambian con el tiempo y cuando no cambian, se las hace cambiar, pero siempre en nombre de la libertad para todos y nunca desde la opresión de unos por los otros para obtener privilegios y beneficios propios, contra los intereses generales de los asturianos y de los demás españoles.
Biante de Priena