"Nada se ha visto más ridículo desde que Calígula nombró cónsul a su caballo" Anónimo
Tras
las últimas elecciones europeas estamos asistiendo a un fenómeno singular en la
política de este país, la lucha encarnizada entre una oligarquía de poder estatal
que ha perdido más de cinco millones de votos, formada por el PSOE y el PP, que
junto a los partidos nacionalistas afianzados en el poder en diversas
autonomías PNV, CIU, CC, junto a la izquierda plural, que en sí conforma un
antiguo régimen, una auténtica casta partidaria amparada en su manipulación de
los recursos institucionales, mediáticos y judiciales, se enfrenta en su lucha por el poder, a una
congregación de fuerzas políticas emergentes, con un discurso alternativo, que
van desde la moderación de UPyD y Ciudadanos, hasta el radicalismo bolivariano de
Podemos, y los nacionalismos de izquierda y extrema izquierda, de ERC, Bildu, Anova,
CUP, BNG, Equo y otras formaciones, que aspiran a convertirse en un nuevo régimen.
A pesar del ruido mediático que nos ofrecen cada día estas
formaciones políticas, en realidad sólo representan un 42 % del electorado,
pues un 58 % de los convocados a urnas en las pasadas elecciones, se
abstuvieron, votaron en blanco o nulo. Se puede decir, por tanto, que la
mayoría de los españoles con derecho a voto, se agrupan en una mayoría
silenciada y silenciosa, algo que olvidan cada día tanto los de la Casta, como
los de Podemos, en esa dictadura que concede más peso mediático al votante
partidario, que al ausente del escenario, independientemente de que todos contribuyen con sus impuestos a mantener el espectáculo del que algunos viven y que otros sufragan, a pesar de no ser representados por ninguno.
Todavía no he visto en un medio de comunicación relevante de
este país una entrevista a un abstencionista, votante en blanco o votante nulo,
mientras que se han visto miles de entrevistas en todos los medios de
comunicación a los representantes de todos los partidos, en particular los más
novedosos, porque los habituales salen todos los días.
La ficción con la que nos hacen comulgar cada día tanto los
miembros de la oligarquía de la casta, detentadora del poder durante las
últimas décadas, como la de algunas fuerzas emergentes como Podemos, en su
simulacro revolucionario, dispuesto a tomar el poder para imponer su
totalitarismo como alternativa, es una consecuencia de la falta de respeto de
los medios de comunicación de este país por la democracia, pues mostrar sin
interrupción a los representantes de la minoría de los españoles que acudieron
a las urnas, para ocultar a la mayoría que no eligió ni casta, ni oclocracia y se
quedó en casa, es deformar la realidad de manera burda y perniciosa.
Lo que está claro es que ni sumando la casta y la oclocracia
se puede decir que esté representada la mayoría de los españoles, habiendo
entrado nuestra democracia en una fórmula extravagante de sufragio censitario,
en el que sólo obtienen representación los que comulgan con las ruedas de
molino de una casta corrupta o la casta cómplice que aspira a sustituirla, y
por otro lado, los que comulgan con el totalitarismo bolivariano y los
nacionalismos radicales que aspiran a la secesión inconstitucional de diversas
comunidades autonómicas de este país, que como ayer se mostró en este blog, van
de la mano.
La supremacía del ridículo es el espectáculo que nos ofrecen,
unos y otros, cuando en su conjunto no llegan a representar más que al 42 % de
los españoles en unas Elecciones Europeas, que nada tienen que ver con el poder real, con la
gobernabilidad estatal, autonómica o municipal en este país.
Hace cuatro años lancé la hipótesis de que la degeneración de la extravagante política de poder ejercida durante los gobiernos de Rodríguez Zapatero,
desde el sectarismo más infame, el sometimiento institucional al poder político
partidario y la irracionalidad más ignominiosa en la gestión de los asuntos
públicos, fuente de todas las corrupciones, junto con la inexistente oposición
de Mariano Rajoy que por aquel tiempo leía El Marca y paseaba a la niña, no
sólo nos llevaría a la mayor crisis económica, política e institucional de la
democracia, sino que traería como consecuencia una oclocracia cultivada con
esmero por los usurpadores de la democracia que conformaban la casta por
entonces, además de numerosos problemas constitucionales con los nacionalismos,
que imponen su propia ley en una impunidad insólita, contra la Constitución
vigente y el sentido común de un país que se viene desmoronando desde hace una
década, desangrándose de legitimidad desde aquel atentado del 11-M que sirvió
para imponer un régimen degenerado y degenerante, con un gobierno de alondras y
una oposición de pingüinos.
Si un 58 % de los españoles no han votado por ningún partido,
de los que dicen representarnos en el circo de poder que se han montado los
partidos políticos, los viejos y los nuevos, soy de los que piensa que la
democracia sigue a salvo en este país, y al mismo tiempo, que lo que acusan
todos los partidos políticos que han obtenido representación en estas elecciones
europeas, es una carencia de legitimidad absoluta, por ser una minoría, que
tratan de ocultar haciendo mucho ruido, de forma histérica algunos y de forma
ascética, otros.
A mí, personalmente, no me representan ni los romanos, ni los
bárbaros, en esta caída del imperio todo a cien que se han montado, ni a mí, ni
supongo que al 58 % de electores que les hemos dado la espalda en estas
elecciones, que a lo que aspiramos es a que se juzgue a los corruptos de la casta
y se impida la llegada de los totalitarios a cualquier cuota de poder, aunque
esto no les guste, les recuerdo que somos mayoría los que no les hemos apoyado, y ninguno realmente nos representa.
Es hora de pasar página y dejar
atrás a los que nos han defraudado y a los que nos quieren convertir en
súbditos de la memoria de Hugo Chávez, a ver si empiezan a comportarse como
demócratas, y dejan de atribuirse la representatividad que democráticamente no
les corresponde y la legitimidad de la que carecen, con armar jaleo y dar la
lata, van a seguir sin tener ni representatividad, ni legitimidad, para hacer
algo diferente a lo que se encuentra establecido con claridad en la
Constitución Española de 1978.
Seguiremos esperando pacientemente que ambas facciones, la
detentadora y la aspirante, recobren el sentido común que han perdido, a ver si así logramos tener en este país algo que recuerde a una democracia y no a un espectáculo circense, de payasos, gladiadores, fieras y sacrificios.
Enrique Suárez
Ciudadanos en la Red: Entre la oligarquía de la Casta y la oclocracia de... http://t.co/oHdP35YvIl
— Enrique Suárez (@biantedepriena) junio 2, 2014