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lunes, 1 de noviembre de 2010

El regreso de la Política. A propósito de Francisco Álvarez Cascos


Para todos los males, hay dos remedios: el tiempo y el silencio.
Alejandro Dumas.

Si de algo carece la política española, con ostentosidad en los actuales tiempos, es de “areté”, quizás sea la explicación fundamental y más simple de todos nuestros males, porque sin esta virtud singular en los representantes públicos, la democracia siempre acaba degenerando en demagogia y tiranía.

¿Qué es la areté?, no es fácil precisar el término, pero puede comprenderse como una reunión de cualidades que el pueblo concede a algunos de sus miembros –“Princeps Inter Pares”- para representarlos públicamente . La areté es una peculiar mezcla armónica de virtudes cívicas, morales e intelectuales, que según Hipias faculta a su poseedor para pensar, hablar y obrar con éxito en las tareas del poder.

Asistimos en los últimos meses a un bochornoso espectáculo político en Asturias que al mismo tiempo se está convirtiendo en una épica hazaña democrática. Un aspirante a candidato, como los héroes de la antigüedad, ha renunciado a su posición de privilegio para iniciar desde la nada su carrera política de nuevo, como si con su ejemplo quisiera mostrar a los asturianos y a los españoles el auténtico sentido de la democracia, en un clima circundante de oprobio, desmesura y desmadre.

Francisco Álvarez Cascos es mucho más que un candidato a la Presidencia del Principado de Asturias, porque con su certero obrar está procurando, con sus ausencias y silencios, el regreso de la Política, con mayúsculas, a esta democracia desvaída y desvencijada en la que vivimos en España.

Un candidato, unas propuestas y unos seguidores, esa es la esencia más simple de un partido político en una democracia, un ejemplo real en esta pantomima virtual y demagógica de la política de nuestro país, en la que los dirigentes políticos deciden por los ciudadanos, incluso a su pesar. La circunstancia de que Francisco Alvarez Cascos sea miembro del Partido Popular es lo de menos, porque tras las últimas encuestas (que coinciden con las anteriores) su presencia en la candidatura del PP le dará el triunfo a su partido, frente a cualquier otra alternativa que no se la daría. Estos son los valores esenciales de la democracia, no del casquismo (culto al líder con que algunos intentan desprestigiar su gesto), no de la rebeldía, sino de la cordura y la coherencia.

Quien conoce a Francisco Álvarez Cascos sabe que no se caracteriza precisamente por callarse, sino por lo contrario, por decir lo que realmente piensa como si de un discípulo de Quevedo se tratase, precisamente esa es la razón por la que en su propio partido ha recibido el rechazo de los dirigentes asturianos y el silencio vaticano de los dirigentes nacionales. Al tiempo que sus seguidores (los de pico y pala, las bases del PP), cada día más y cada día de forma más apasionada van prorrumpiendo en un clamor por su presencia como candidato a la Presidencia del Principado. Por eso su silencio retumba y su ausencia es inmanente, está sabiendo manejar con inteligencia la trama del esperpento: ahora toca callarse y esperar, para que los focos iluminen a sus rivales en su máximo esplendor y la opinión pública conozca de primera mano su autentica naturaleza.

Ni con Maquiavelo de asesor representaría mejor su papel imprescindible en la política española pletórica de despropósitos; prudencia, paciencia y perseverancia al mismo tiempo, sabiendo que ahora no es el momento de decir nada, sino de callar y que hablen sus seguidores reclamando su presencia. Que fascinante es ver a un político con areté en estos tiempos en que todos sus colegas de profesión padecen una epidemia de hybris (desmesura ambiciosa y estúpida, con empacho de poder).

Cascos representa el despertar de la nación española, y como no podía ser de otra forma, acontecerá en Asturias, porque los asturianos sabemos reconocer entre los nuestros a los mejores (y también a los peores). En esta ancestral patria querida, que ama la libertad tanto como odia el poder injusto, que no tiene miedo a decidir y que ha sabido a lo largo de la historia romper los yugos que trataban de imponerle enfrentándose a sus opresores, creando una armonía en la convivencia por encima de las ideologías, porque sabemos que la razón no es de nadie más que del que la tiene; un candidato como Cascos, hecho a sí mismo, promovido por ciudadanos que le apoyan y no por su partido (más bien a su pesar), será el mejor pabellón que se pueda izar para destacar en la memoria colectiva de los asturianos, y por supuesto, también en unas elecciones. Cascos será candidato, porque en caso contrario el PP dejaría de existir en Asturias, ¿quién iba a votar a un partido que decide contra los deseos de sus propios afiliados?. Es la hora del ágora, hágase su voluntad.

¡Que hubiera sido de la memoria de Pericles, si Tucídides no hubiera recordado sus virtudes, y al mismo tiempo, la esencia de la democracia!

Biante de Priena

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