Quizás no representa la superación del maniqueísmo, pero lo alivia bastante. El candidato de la UDF, poco a poco, va incrementando su presencia en las encuestas francesas, que tratan de augurar el resultado final de las próximas elecciones presidenciales.
Los ciudadanos franceses quieren un cambio de era, un fin de la historia de siempre; en lo que coinciden posiblemente con los españoles, italianos o portugueses. Cada día hay en territorio galo, más centristas centrados, dispuestos a elevar al Palacio de los Campos Elíseos a este señor de la Picardía, ya pasa del 20 % en las encuestas, cuando Sarkozy está en 27 % y Royal en 25 %.
En España, desgraciadamente, no tenemos centro, o mejor dicho, el espacio político así denominado se encuentra secuestrado por los “okupas” del PSOE y el PP, que nada tienen que ver con el centro político, ni con sus fundamentos y valores, salvo por sus intereses electoralistas.
La historia del centrismo en España es larga y permanente, centristas fueron los que lograron la primera Constitución española, la de 1812; y centristas han sido los que llevaron a cabo las primeras etapas de la transición desde la UCD, y por último, el partido centrista, liberado de aderezos innecesarios, fue el fundado por el presidente Adolfo Suárez, el CDS, que tuvo participación en la vida política española, hasta que entre los dos grandes partidos y el propio Suárez, harto de tantas cosas, lograron extinguirlo en un congreso celebrado en Torremolinos.
Los principales rivales del candidato centrista son el conservador Nicolas Sarkozy y la socialista Ségolène Royal, aunque el ultraconservador Jean Marie Le Pen siempre juega al parchís de la presidencia francesa. Los candidatos comunistas están extinguidos, prácticamente como en España.
El lider discreto
François René Jean Lucien Bayrou nació el 25 de mayo de 1951 en el pequeño pueblo de Bordères, en las faldas de los Pirineos, de una familia de agricultores. De profundas creencias católicas, se casó a los 20 años con Élizabeth y tiene seis hijos. Estudió lenguas clásicas en la Universidad de Burdeos y se hizo con un puesto de profesor en un instituto de Pau. La muerte de su padre en un accidente le obligó a hacerse cargo de la explotación familiar.
En 1986 consiguió su primer acta de diputado con la UDF. Redactó discursos para los grandes hombres del partido, especialmente Jean Lecanuet. Edouard Balladour le dio en 1993 su primera cartera ministerial, la de Educación, y Alain Juppé se la confirmó en 1995. Se vio obligado a dimitir cuando su proyecto de reforma sacó a la calle a los profesores.
En 1998 logró refundar y refundir la UDF, (la plataforma política que conoció con el Presidente Valerie Giscard, su máximo esplendor), y en 2002 consiguió ser el cuarto candidato a la presidencia más votado, con un 6,84%.
Cuando Chirac impulsa la creación de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), canibaliza la UDF. Encabezados por el actual titular de Exteriores, Philippe Douste-Blazy, la mayoría de los diputados centristas abandonan a Bayrou. "Fue la hemorragia", recuerda ahora un miembro del equipo de Bayrou. "Todos los candidatos a las legislativas nos decían que habían firmado por la UMP, todo el mundo se nos escurría de las manos como granos de arena, nuestra única preocupación era sobrevivir".
Bayrou atraviesa el desierto, cosa que Adolfo Suárez no supo concluir, y se las arregla junto a algunos leales compañeros, para mantener un perfil cada vez más diferenciado respecto al Gobierno conservador, hasta el punto de que se abstiene de votar los presupuestos e incluso apoya la última moción de censura contra el Ejecutivo de Dominique de Villepin.
Azouz Begag, el único ministro de origen no europeo del Gobierno de Dominique de Villepin, que ocupa la cartera de la Promoción de la Igualdad de Oportunidades, no ha dudado ni un minuto en retirar su apoyo a Sarkozy y dárselo a Bayrou. Desde hace año y medio, el titular de Interior -con el que se encuentra, al menos una vez a la semana, en Consejo de Ministros- no le ha dirigido "ni una palabra". Sarkozy no le perdona que cometiera "el sacrilegio de decir que no le parecía bien utilizar la palabra racaille [gentuza, escoria] para referirse a los jóvenes de los suburbios".
Bayrou, es un personaje múltiple, diverso, auténtico, y según se recoge en un reciente comentario sobre su vida en el diario El País, es el candidato que mejor representa la identidad francesa, y es considerado el más honesto de los que se presentan.
Bayrou reivindica sus orígenes y se deja fotografiar junto a su viejo tractor. También proclama que es el único candidato capaz de ordeñar una vaca, lo que posiblemente es cierto. De su libro Le roi libre, una biografía del rey Enrique IV -el que dijo aquello de que "París bien vale una misa"- se vendieron cerca de 300.000 ejemplares, y con los derechos de autor se lanzó a la cría de caballos de pura sangre para carreras.
En 1995 compró en Deauville su primera potranca. Tuvo mucho éxito. En 2005, hasta ocho caballos de su cuadra hicieron la temporada de carreras y consiguieron siete victorias, lo que le supuso un beneficio de 37.250 euros. El año pasado tan sólo se llevaron cuatro victorias, pero consiguieron colocarse en posición hasta 19 veces, con lo que la ganancia subió a 43.600 euros.
La cría de caballos no sólo le aporta placer y dinero, sino también acceso a círculos restringidos. Bayrou es miembro de France Gallop, el exclusivo grupo que controla el mundo de los caballos de carreras en Francia, en el que se sienta junto a la aristocracia más rancia, desde Edouard de Rothschild hasta Charles-Henry de Moussac o Louis Giscard d'Estaign.
Pero nadie es perfecto, y en las últimas semanas, Le Canard Enchainé, que anteriormente ha fustigado a Sarkozy y Royal con un revelador análisis sobre sus respectivas propiedades inmobiliarias y sus declaraciones de impuestos.
Le Canard entraba esta semana en el patrimonio del pequeño payés bearnés y señalaba que, a diferencia de sus adversarios, Bayrou no paga el impuesto de solidaridad sobre la fortuna (ISF), ya que declara un patrimonio de 706.000 euros, 54.000 por debajo de la línea teórica que separa a ricos y pobres en Francia. Y esto es porque, oficialmente, la profesión de Bayrou es la de agricultor, lo que le permite considerar su bonita mansión -la Casa Blanca, como es conocida en Bordères- como un "instrumento de trabajo".
La chansón de Bayrou
El discurso de Bayrou es insumiso. El conflicto entre la derecha y la izquierda, no cambia nada, siempre siguen igual las cosas, gane quien gane. El triunfo de de las industrias electorales que son sus partidos, dejará las cosas exactamente como están, después de repartirse por enésima vez los beneficios inherentes a la victoria: mayor cuota funcionarial para los clientes del partido, intervención en los grandes negocios de estado, beneficios inmensos en el reparto de apoyos empresariales y subvenciones a los poderosos. La vida del ciudadano apenas variará, salvo en algunas menudencias.
Las democracias del sur (Francia, Portugal, Italia, España) tienen hartazgo de maniqueísmo, ante lo que Bayrou lanza un singular mensaje, que recuerda precisamente a dos muy utilizados en España por Adolfo Suárez y Felipe González, y que parte de un contundente: “no os prometo nada”, para decir inmediatamente a continuación “quiero cambiarlo todo”.
Al igual que Roland, el candidato de la UDF se dispone a hacer sonar el olifante para llamar al pueblo francés a las urnas, en esta ocasión no contra los sarracenos, sino contra sus rivales, los que llevan décadas representando la misma tragicomedia decadente, escrita con la cansina pluma del más de lo mismo. Los franceses y los europeos, queremos salir del hiperrealismo inane de ver como cursan los días de nuestra vida de forma intrascendente.
Hay carencia de honor en nuestra existencia, una imperiosa necesidad de sobresalir de la miseria de lo cotidiano, y elucidar algo nuevo, un mito, un cuento, o una leyenda. Algo que se le pueda contar a las generaciones venideras. Creo que debemos abandonar de una vez el escenario virtual en el que nos encontramos los europeos, entre la nada del consumismo norteamericano y la nada de la consunción fundamentalista.
Europa, sobretodo la más meridional y occidental, necesita continuar la estela de los precursores griegos y romanos, de las obras del Renacimiento, de la ilustración, y de la mezcla singular con su medio y con los vecinos del sur. Es necesario cambiar algunas cosas, y es necesario hacerlo pronto. Debemos abandonar de una vez por todas la mecanicidad que agota lo espontáneo en nuestras vidas, y convierte nuestra existencia en mera supervivencia.
Ahora debería ser posible, pues el último testigo, Baudrillard, antídoto de todas las épicas, se ha muerto. Hay que continuar la obra de Herodoto, como sea, por mal que le parezca a Fukuyama.
Erasmo de Salinas
Los ciudadanos franceses quieren un cambio de era, un fin de la historia de siempre; en lo que coinciden posiblemente con los españoles, italianos o portugueses. Cada día hay en territorio galo, más centristas centrados, dispuestos a elevar al Palacio de los Campos Elíseos a este señor de la Picardía, ya pasa del 20 % en las encuestas, cuando Sarkozy está en 27 % y Royal en 25 %.
En España, desgraciadamente, no tenemos centro, o mejor dicho, el espacio político así denominado se encuentra secuestrado por los “okupas” del PSOE y el PP, que nada tienen que ver con el centro político, ni con sus fundamentos y valores, salvo por sus intereses electoralistas.
La historia del centrismo en España es larga y permanente, centristas fueron los que lograron la primera Constitución española, la de 1812; y centristas han sido los que llevaron a cabo las primeras etapas de la transición desde la UCD, y por último, el partido centrista, liberado de aderezos innecesarios, fue el fundado por el presidente Adolfo Suárez, el CDS, que tuvo participación en la vida política española, hasta que entre los dos grandes partidos y el propio Suárez, harto de tantas cosas, lograron extinguirlo en un congreso celebrado en Torremolinos.
Los principales rivales del candidato centrista son el conservador Nicolas Sarkozy y la socialista Ségolène Royal, aunque el ultraconservador Jean Marie Le Pen siempre juega al parchís de la presidencia francesa. Los candidatos comunistas están extinguidos, prácticamente como en España.
El lider discreto
François René Jean Lucien Bayrou nació el 25 de mayo de 1951 en el pequeño pueblo de Bordères, en las faldas de los Pirineos, de una familia de agricultores. De profundas creencias católicas, se casó a los 20 años con Élizabeth y tiene seis hijos. Estudió lenguas clásicas en la Universidad de Burdeos y se hizo con un puesto de profesor en un instituto de Pau. La muerte de su padre en un accidente le obligó a hacerse cargo de la explotación familiar.
En 1986 consiguió su primer acta de diputado con la UDF. Redactó discursos para los grandes hombres del partido, especialmente Jean Lecanuet. Edouard Balladour le dio en 1993 su primera cartera ministerial, la de Educación, y Alain Juppé se la confirmó en 1995. Se vio obligado a dimitir cuando su proyecto de reforma sacó a la calle a los profesores.
En 1998 logró refundar y refundir la UDF, (la plataforma política que conoció con el Presidente Valerie Giscard, su máximo esplendor), y en 2002 consiguió ser el cuarto candidato a la presidencia más votado, con un 6,84%.
Cuando Chirac impulsa la creación de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), canibaliza la UDF. Encabezados por el actual titular de Exteriores, Philippe Douste-Blazy, la mayoría de los diputados centristas abandonan a Bayrou. "Fue la hemorragia", recuerda ahora un miembro del equipo de Bayrou. "Todos los candidatos a las legislativas nos decían que habían firmado por la UMP, todo el mundo se nos escurría de las manos como granos de arena, nuestra única preocupación era sobrevivir".
Bayrou atraviesa el desierto, cosa que Adolfo Suárez no supo concluir, y se las arregla junto a algunos leales compañeros, para mantener un perfil cada vez más diferenciado respecto al Gobierno conservador, hasta el punto de que se abstiene de votar los presupuestos e incluso apoya la última moción de censura contra el Ejecutivo de Dominique de Villepin.
Azouz Begag, el único ministro de origen no europeo del Gobierno de Dominique de Villepin, que ocupa la cartera de la Promoción de la Igualdad de Oportunidades, no ha dudado ni un minuto en retirar su apoyo a Sarkozy y dárselo a Bayrou. Desde hace año y medio, el titular de Interior -con el que se encuentra, al menos una vez a la semana, en Consejo de Ministros- no le ha dirigido "ni una palabra". Sarkozy no le perdona que cometiera "el sacrilegio de decir que no le parecía bien utilizar la palabra racaille [gentuza, escoria] para referirse a los jóvenes de los suburbios".
Bayrou, es un personaje múltiple, diverso, auténtico, y según se recoge en un reciente comentario sobre su vida en el diario El País, es el candidato que mejor representa la identidad francesa, y es considerado el más honesto de los que se presentan.
Bayrou reivindica sus orígenes y se deja fotografiar junto a su viejo tractor. También proclama que es el único candidato capaz de ordeñar una vaca, lo que posiblemente es cierto. De su libro Le roi libre, una biografía del rey Enrique IV -el que dijo aquello de que "París bien vale una misa"- se vendieron cerca de 300.000 ejemplares, y con los derechos de autor se lanzó a la cría de caballos de pura sangre para carreras.
En 1995 compró en Deauville su primera potranca. Tuvo mucho éxito. En 2005, hasta ocho caballos de su cuadra hicieron la temporada de carreras y consiguieron siete victorias, lo que le supuso un beneficio de 37.250 euros. El año pasado tan sólo se llevaron cuatro victorias, pero consiguieron colocarse en posición hasta 19 veces, con lo que la ganancia subió a 43.600 euros.
La cría de caballos no sólo le aporta placer y dinero, sino también acceso a círculos restringidos. Bayrou es miembro de France Gallop, el exclusivo grupo que controla el mundo de los caballos de carreras en Francia, en el que se sienta junto a la aristocracia más rancia, desde Edouard de Rothschild hasta Charles-Henry de Moussac o Louis Giscard d'Estaign.
Pero nadie es perfecto, y en las últimas semanas, Le Canard Enchainé, que anteriormente ha fustigado a Sarkozy y Royal con un revelador análisis sobre sus respectivas propiedades inmobiliarias y sus declaraciones de impuestos.
Le Canard entraba esta semana en el patrimonio del pequeño payés bearnés y señalaba que, a diferencia de sus adversarios, Bayrou no paga el impuesto de solidaridad sobre la fortuna (ISF), ya que declara un patrimonio de 706.000 euros, 54.000 por debajo de la línea teórica que separa a ricos y pobres en Francia. Y esto es porque, oficialmente, la profesión de Bayrou es la de agricultor, lo que le permite considerar su bonita mansión -la Casa Blanca, como es conocida en Bordères- como un "instrumento de trabajo".
La chansón de Bayrou
El discurso de Bayrou es insumiso. El conflicto entre la derecha y la izquierda, no cambia nada, siempre siguen igual las cosas, gane quien gane. El triunfo de de las industrias electorales que son sus partidos, dejará las cosas exactamente como están, después de repartirse por enésima vez los beneficios inherentes a la victoria: mayor cuota funcionarial para los clientes del partido, intervención en los grandes negocios de estado, beneficios inmensos en el reparto de apoyos empresariales y subvenciones a los poderosos. La vida del ciudadano apenas variará, salvo en algunas menudencias.
Las democracias del sur (Francia, Portugal, Italia, España) tienen hartazgo de maniqueísmo, ante lo que Bayrou lanza un singular mensaje, que recuerda precisamente a dos muy utilizados en España por Adolfo Suárez y Felipe González, y que parte de un contundente: “no os prometo nada”, para decir inmediatamente a continuación “quiero cambiarlo todo”.
Al igual que Roland, el candidato de la UDF se dispone a hacer sonar el olifante para llamar al pueblo francés a las urnas, en esta ocasión no contra los sarracenos, sino contra sus rivales, los que llevan décadas representando la misma tragicomedia decadente, escrita con la cansina pluma del más de lo mismo. Los franceses y los europeos, queremos salir del hiperrealismo inane de ver como cursan los días de nuestra vida de forma intrascendente.
Hay carencia de honor en nuestra existencia, una imperiosa necesidad de sobresalir de la miseria de lo cotidiano, y elucidar algo nuevo, un mito, un cuento, o una leyenda. Algo que se le pueda contar a las generaciones venideras. Creo que debemos abandonar de una vez el escenario virtual en el que nos encontramos los europeos, entre la nada del consumismo norteamericano y la nada de la consunción fundamentalista.
Europa, sobretodo la más meridional y occidental, necesita continuar la estela de los precursores griegos y romanos, de las obras del Renacimiento, de la ilustración, y de la mezcla singular con su medio y con los vecinos del sur. Es necesario cambiar algunas cosas, y es necesario hacerlo pronto. Debemos abandonar de una vez por todas la mecanicidad que agota lo espontáneo en nuestras vidas, y convierte nuestra existencia en mera supervivencia.
Ahora debería ser posible, pues el último testigo, Baudrillard, antídoto de todas las épicas, se ha muerto. Hay que continuar la obra de Herodoto, como sea, por mal que le parezca a Fukuyama.
Erasmo de Salinas