Es posible, (y es terrible), que en estos momentos, en la redacción política de algún cebadero del “survival-media”, se esté construyendo el árbol genealógico de Albert Rivera, para hacerlo emparentar con Almanzor, por su estirpe no catalana, y denunciarlo posteriormente como miembro de una trama fundamentalista del Islam. ¡Qué barbaridad!.
Desde que fluyo por este partido político, Ciudadanos, he comprobado que sus militantes y sus representantes, además de descontentos con lo que hay, somos / son muy anti-: anti-pesebrismo, anti-nepotismo, anti-derroche público, anti-corrupción, anti-falacia política, anti-dogmátismos, anti-estupideces, anti-adocenamientos, anti-fascistas (y hay mucho fascismos enmascarados), pero nadie tiene dudas sobre la oferta política que se promueve entre todos, y que es simpática, atractiva, y honesta.
No hay nada que decir ante una patraña semejante, las palabras definen a quien las pronuncia, y uno siempre es dueño de su silencio. Si fuera Albert, que no lo soy, les mandaría a la mierda con delicadeza, desde el silencio más contundente, por permitirse husmear en mi vida privada, sin orden judicial.
¿Qué pretenden?, ¿amordazar la expresión de quién balbucea sus primeras palabras políticas?. ¡Valientes argumentos de trinchera!.
DE LAS TRINCHERAS Y LOS PESEBRES
Deben estar muy preocupados algunos, cuando 89.564 electores catalanes han elevado a 3 ciudadanos a la política de los tercios de la entesa, para hacer las cosas de otra forma distinta, no para debatir sin interrupción, las mismas cosas, todo el tiempo.
A alguno se les está acabando el cuento. La crítica inane de la infantería periodística del agit-prop, bien aderezada con subvenciones, está emitiendo su canto del cisne desde el enchufe del ventilador. Su principal fuente de ingresos, corre peligro de agotarse: las suscripciones públicas, la publicidad institucional, los balones de oxigeno, las bufandas para el invierno, la supervivencia artificial en las Uvis mediáticas auspiciadas por el poder.
No están sufragados por los lectores, por que algunos medios de comunicación en este país están al borde de la quiebra, precisamente por haber demostrado su incapacidad para competir en un mercado libre de verdades y mentiras.
Pero no se preocupen ustedes, según la publicidad de unos grandes almacenes democráticos, para la próxima temporada se va a llevar la racionalidad, en tonos legales anaranjados, irisados de justicia y libertad, con complementos de honestidad y respeto ciudadano. Los hábitos de consumo de los ciudadanos están cambiando.
Sin embargo, están absolutamente anticuados, los suplementos institucionales bajo cuerda, la música de la voz de su amo, los afines afincados en un espacio público que no les corresponde por sus méritos, ni capacidades, y el caciquismo mediático ejercido desde los aledaños del poder.
Quiero recordar, antes de concluir, una hermosa frase del escritor Jorge Wagensberg, para luz de navegantes en este océano de tinieblas informativas: “las verdades se descubren, las mentiras se construyen”.
Ciudadanos, es una verdad política, por que existe gracias a sus electores, que se merecen el máximo respeto por parte de todos los medios de comunicación, y no tener que soportar que algunos parásitos filibusteros, insulten gratuitamente su inteligencia.
Que cada uno descubra quien construye la mentira, y por que lo hace, cómo en la película que da título a este artículo: ¿quíén es Hannibal Lecter en la escena política actual?, y ¿quiénes serán sus próximas víctimas?. Tienen ustedes 59 segundos para averiguarlo. Si lo descubren pronto, igual alguien logra salvarse.