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viernes, 8 de agosto de 2008

La impotencia del nacionalismo

Hablemos con franqueza de lo propio y lo ajeno. Un español considera como propio lo vasco, catalán, gallego o balear, tanto como lo madrileño, lo riojano, lo castellano o lo murciano, mientras que un nacionalista catalán, gallego, vasco o balear, considera como ajeno lo español, lo que en realidad es sin duda una enajenación transitoria; el tiempo, que todo lo cura, algún día devolverá las cosas al ámbito de la razón, y será antes de que este país se vaya directamente a la ruina con Zapatero y su corte de palmeros.

España no puede soportar tanta demencia sin resentirse, porque el peaje político que pagamos los españoles es demasiado elevado, por la detracción de recursos que requiere la construcción de naciones a la carta de los intereses particulares de los que viven del expolio y la explotación intensiva, es decir de los secesionistas, y de los que administran y gobiernan el Estado español.


Los nacionalismos han entrado en una dinámica económica desesperada, que derivará en un empobrecimiento de sus súbditos territoriales y un desgaste comercial inadmisible. Hablan de balanzas fiscales para desviar la atención de los ciudadanos, culpabilizando a otros territorios de su dispendio, de su megalomanía y de su despilfarro en políticas agónicas para construir diferencias prácticamente inexistentes.

Incrementan el valor de su ideología pagando un elevado precio en el deterioro de los servicios que gestionan, en el retraso de las obras públicas que requieren, en la miseria de imponer una noción de nación a sus feligreses que contribuyen con su esfuerzo a encumbrar una idea peregrina de la que viven cada día más proselitistas parásitos.

¿Se han preguntado ustedes, cuánto dinero se habrán gastado los nacionalistas en la construcción de su delirio?, dinero improductivo que la política usurpa a los ciudadanos, que ni han pedido, ni requieren, ni necesitan, ni desean construir una secta de privilegiados insaciable que deben mantener con sus impuestos.

En la crisis económica que estamos viviendo se va a ver con claridad meridiana el desastre económico que han organizado los nacionalistas en las comunidades en las que gobiernan, mientras el resto de los españoles que no viven en comunidades nacionalistas van a seguir creciendo más despacio, los residentes en comunidades segregacionistas van a pagar el doble por lo mismo. Veremos miseria en Cataluña, en el País Vasco, en Galicia, y en Baleares.

El precio que pagan los ciudadanos que disfrutan de gobiernos nacionalistas, se tiene que dividir en el presupuesto inamovible de hacer nación, y todo lo demás. En estas comunidades el impuesto nacionalista no sólo es de dinero, sino de su administración que se desvía a intereses particulares detrayéndose de los intereses generales. El nacionalismo cuesta más de lo que vale, porque realmente no ofrece ninguna ventaja a los ciudadanos y sí procura muchos inconvenientes, secuestrando a la población en un modelo de existencia inapropiado para el siglo XXI, porque está fundamentado en los valores del siglo XV. Tanto retroceso para nada.

La globalización acabará con los nacionalismos, y los nacionalistas lo saben, por eso apuran el cántaro del Estado en manos de un Gobierno en el que la imprudencia y la ignorancia se han hecho virtud, con un Presidente incapaz de defender los intereses de todos los españoles, lo que acabará pasándole onerosa factura.

Los nacionalistas se han quedado sin tiempo para hacer sus naciones de juguete, por eso están exasperados y desesperados, mostrando anticipadamente la derrota definitiva de sus intenciones. Ibarretxe dando el espectáculo del referendum, Montilla diciendo que Cataluña primero, los baleares deshaciéndose en un apéndice catalán, y los gallegos de Touriño hablando de doble nacionalidad.

La crisis económica va a devolver a los nacionalistas de bruces a la realidad, porque no pueden pagar el elevado precio que supone hacerse diferentes, sin mermar los servicios que gestionan en las comunidades que administran. Y el Estado ha entrado en números rojos y no les desviará recursos. Ni siquiera ha sido necesario imponer la regla de oro de consumo diferencial en las comunidades españolas sin delirios de segregación de productos que nos enriquecen a todos los que vamos a compartir hacienda.

Los nacionalismos agonizan, en sus últimos coleteos resultarán más peligrosos, especialmente en su vertiente terrorista, pero la mano invisible de Adam Smith les acabará de estrangular. Sólo hay que esperar y veremos pasar ante la puerta de la historia de España los cadáveres de nuestros enemigos.

No han podido con España. A las naciones virtuales sólo les queda extinguirse cuando se va la luz, porque son videojuegos muy caros. Se acabó la partida y comienza la leyenda de lo que pudo haber sido y no fue, como ocurre siempre que la realidad se confunde con las alucinaciones de los espejismos.

Este "gatillazo" es definitivo, la "puta España" se cobrará la violación en los tribunales de la libertad de mercado, porque los de justicia están secuestrados por los políticos.

Biante de Priena

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