Han transcurrido varios años
desde que en este blog comenzamos a analizar las cosas del poder y la
política desde abajo, desde la servidumbre que nos concede la impostura
demagógica a la que estamos sometidos por los representantes políticos que han
usurpado los últimos vestigios de democracia que existían en nuestro país.
En una agresión sin precedentes
al sentido común de los españoles, en un inusual alarde de despotismo, los
ciudadanos de este país contemplamos al elenco representativo en un espectáculo
bochornoso, sin posibilidad de esconderse ya entre titulares y nuevas noticias,
sin poderle echar la culpa a los contrarios de los dislates y las corrupciones
que han cometido.
Pocos españoles quedan que no se
hayan dado cuenta del embaucamiento a que nos ha sometido, nos somete, y nos someterá,
si no lo impedimos, una casta rastrojera que se ha empoderado del poder, contra
leyes, constituciones, principios y finales, en una apoteosis de desmesura y
oprobio que, sin duda alguna, terminará formando parte de la crónica de
latrocinio e impostura occidentales. Medios de comunicación alemanes,
británicos y norteamericanos, recientemente se ha ocupado de este tema y no se
explican cómo los españoles podemos soportar tan estólida memez a nuestros representantes
políticos sin emprender una reacción cívica para darle la puntilla a la farsa y
el fraude que cada día cometen con aquellos que les eligieron para
representarles bajo el imperio de la Ley, ocasión que han aprovechado para
imponer su propia normativa ajena a cualquier principio democrático, legítimo o
legal.
No han sido escasas las
advertencias que algunos pensadores nos han legado para protegernos de la
depravación de los poderosos, desde Lord Acton a Voltaire, desde Pascal a
Quevedo, desde Camus a Revel, desde Chomsky a Milosz, desde Tocqueville a
Hayek, desde Proudhon a Marx, nos han
prevenido contra los desmanes del poder y los poderosos, hay muchos más pero ésta
es una sucinta relación de algunos intelectuales que se han enfrentado a la
memez del poder, que sin embargo, no han llegado en sus advertencias al grueso
de la opinión pública española, que desde hace siglos ha sido adoctrinada en la
sumisión al poder y a los poderosos.
Desde que Goethe advirtió a Hegel
sobre la miseria de los historicismos, hasta que la postmodernidad nos ha
imbuido de relativismos insustanciales, ha pasado mucho tiempo, en el que una
casta de impresentables se han dedicado a representar a sus electores en nombre
de la democracia y a su pesar, en una pretensión de servicio que se ha
convertido en expolio y explotación. Los políticos parece que tienen bula para
mentir sin piedad a los feligreses que les escuchan y apoyan. En España es
costumbre, ver que un político como Rajoy triunfa en las elecciones diciendo
que va a bajar los impuestos para no dejar de incrementarlos desde que promete
su cargo, o que un prodigio de incoherencias como Rubalcaba, exige al gobierno
del PP precisamente lo que jamás hizo
cuando estaba en el gobierno del PSOE, o que el Presidente de Gobierno que más
daño ha causado a este país, el señor Zapatero, haya desaparecido por completo
de la escena pública como si fuera un prófugo de la justicia, todos ellos han
ocultado en la crisis su propia incapacidad para resolver los problemas que
interesan a los españoles, que no son otros que el paro, la corrupción política
de todos los partidos, los desfalcos de las Cajas de Ahorros, el nepotismo que
ha colocado medio millón de enchufados de inútil valor en los cargos
intermedios de las administraciones públicas para afianzarse en el poder, al
precio que sea, que siempre pagaremos los españoles.
No obstante, cada día estoy más
esperanzado con la evolución de las cosas, porque si el pueblo español ha
adquirido por adherencia toda la doctrina que le han insuflado, está
acostumbrado a mirar con detalle a sus representantes políticos, pero a partir
de ahora, tras el engaño, lo que ayer se contemplaba con fe e inocencia, hoy se
hace con desconfianza e ira. La casta política española ha cruzado la línea
roja de su deslegitimación definitivamente, no hay ninguna posibilidad de que
vuelvan a convencer a los españoles de que velan por su bien, porque hemos
comprobado que exclusivamente lo hacen en su interés, por sus privilegios y
beneficios, en contra de cualquier mandato democrático, vulnerando la ley y
aproximándose más a la delincuencia cada día que pasa. Los medios de comunicación,
al servicio de La Casta, no nos han informado a los españoles, de cómo han
cambiado las constantes sociales de este país en la última encuesta del CIS.
Si bien el paro sigue siendo la
mayor preocupación social de los españoles, la segunda ya no es la economía,
sino la corrupción y el fraude, mientras que la tercera es la economía,
inmediatamente seguida de los partidos políticos. Sin duda estos cambios
anuncian una reacción cívica o no, contra la impostura y la detentación a que
nos somete La Casta política española desde el despotismo en el que se han
acantonado. Sólo nos queda esperar para ver cómo se materializa la reacción de
los españoles ante la tiranía a que les ha sometido La Casta representativa de
este país, en nombre de la democracia y la ley, y a su pesar.
Civilizar al poder político es
una cuestión de emergencia para este país y sus gentes, que ya saben de primera
mano que no pueden esperar de ninguna forma que quienes les representan
muestren ningún arrepentimiento por sus desmanes. Sólo es cuestión de tiempo el
desenlace, tras los actos de farsa, fraude y embaucamiento.
Lo saben los de La Casta, pero
también lo sabemos la inmensa mayoría de los españoles, que un 1 % de españoles
por mucho poder que detenten, no pueden imponerle su voluntad delictiva al 99 %
restante, ni en nombre de Dios, ni del Rey, ni de España, ni de la
Constitución, ni del socialismo, ni de las veleidades de los inefables
inventores de la inconsecuencia, la incoherencia, la incongruencia y el
atentado permanente contra el sentido común, porque el sentido común, sigue
siendo común, y ellos ya forman sección aparte, no de ningún sentido común; han pasado de ser valedores de
los principios que sostienen a nuestra sociedad, a ser principales enemigos de
nuestro bienestar, convivencia y prosperidad. No podemos permitirnos esta Casta
en el poder si no queremos condenarnos a vivir en la miseria y el despojo, y
tan idiotas, creo que no somos.
Enrique Suárez