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viernes, 4 de abril de 2008

España no tiene arreglo

Es lamentable ver como pasa el tiempo mientras las cosas se siguen deteriorando, esto de envejecer sin vivir plácidamente resulta tedioso, tampoco se puede mirar a otro lado. Pero aún más abominable resulta la cadencia estéril de la política española, cuando debiera ser uno de los alicientes permanentes en la esperanza de los ciudadanos, es precisamente lo contrario, la representación de la opresión ineludible de nuestra existencia, estamos atrapados en la tela de araña de la ineficacia permanente, en un desierto, sin soluciones.


La administración del poder se ha organizado de tal forma que resulta absolutamente previsible, por eso cobran tanta importancia los gestos y detalles extemporáneos. Esto que algunos pueden asumir como normalidad, otros los entendemos como muerte de las ideas, y por lo tanto de las acciones.

La cuestión es que cada día trabajamos más para conseguir lo mismo que antes conseguíamos trabajando menos, y al tener menos tiempo libre nos vamos estresando paulatinamente, lo que conduce a la larga, inevitablemente, a un estado de crispación permanente.

Cuando se pregunta a los conocidos por lo que está ocurriendo, pocos son los que ofrecen una respuesta más allá de echarle la culpa a Zapatero o a Rajoy. Hay que reconocerlo, hoy la mayoría de los ciudadanos han perdido su capacidad de pensar libremente, y solo saben decidir entre lo que les ofrecen, siendo incapaces de hacer el mínimo cambio en sus vidas, y por supuesto, en el mundo.

Hoy un amigo me ha llamado diciendo que tiene conflictos con sus hijos porque le están tomando el pelo y pretenden seguir viviendo a costa suya hasta que se puedan jubilar; otro amigo me ha contado que su mujer no quiere comunicarse con él, y ha decidido desentenderse de su relación, si no fuera por los hijos posiblemente se estarían separando.

Veo cada día como lo mejor de lo humano se desvanece por todas partes. La relación humana está siendo acosada como nunca por las exigencias del mercado, que al fin y al cabo, es realmente el poder que gobierna nuestras vidas. ¿Y el Estado?, ah, eso es de lo que viven los políticos y los funcionarios.

El deterioro progresivo de la condición humana se incrementa cada día; la degeneración de la convivencia, cada hora; la posibilidad de que se ofrezcan alternativas de solución colectivas, cada minuto.

El precio de la existencia material está consumiendo nuestras vidas inútilmente, somos supervivientes de un mundo que se hunde demasiado deprisa, o tal vez de una cultura que se destruye sin haber previsto una condición alternativa.

Y lo peor de todo, es que a pesar de tener una clara conciencia de lo que ocurre, hemos decidido no hacer nada, porque esperamos que otros hagan algo y sumarnos a sus propuestas.

Quizás sea el momento de dar un paso al frente como ciudadanos, antes de que resulte demasiado tarde para tener alguna probabilidad de arreglar el estropicio que se ha creado, no solo en nuestro país, sino en el mundo. Los políticos que tenemos en este país viven en el enfrentamiento permanente, porque así enmascaran su incapacidad, ocultan su incompetencia y disfrazan su ineficacia.

En nuestro país, además de lo que ocurre en el mundo, tenemos que añadir la incompetencia de unos inútiles –gobierno y oposición- incapaces de ponerse de acuerdo ni en el uso del calendario, porque evidentemente, como buenos españoles, antes partidos, que doblados. Gracias a ellos, iremos a peor cada día que pase.

Erasmo de Salinas

Alianza de civilizaciones: La Soledad de "El MeZiaZ"

El riesgo de pensar

¿Recuerdan ustedes la última vez que han reflexionado sobre algo ajeno?, ¿sobre algo que no sea inmediato y cotidiano?. ¿y cuando han vuelto a reflexionar sobre lo mismo pasado el tiempo?. En la era de la información hemos aprendido como procesar de forma automática los datos que recibimos, con el criterio estándar correspondiente, para producir las acciones requeridas por el sistema.

El mecanismo del pensamiento, en otros tiempos producto de las características individuales y las singulares oportunidades ambientales, se ha convertido en un proceso homologado que sigue unas reglas compartidas. Esta forma de aprendizaje, persigue en última instancia la clonación de criterios, la homogeneidad de percepciones, la producción de conductas normalizadas.

No existe más mundo que el accesible, nada fuera de lo que se puede ver en televisión o en el "you tube". El mito de la caverna de Platón, es el retrato de la humanidad atrapada en una determinada percepción con un solo criterio; las sombras reflejadas por las llamas han derivado en imágenes nítidas de la realidad, percibidas a través del monitor correspondiente, cada día menos de forma inmediata. No hay otra realidad más que la establecida, el mapa del universo posible se determina entre un ratón y un teclado.

Con criterios y percepciones idénticas solo se pueden producir las mismas realidades idénticas; hemos alcanzado la normalidad de la iteración, proceso que consiste en la repetición de rutinas hasta el agotamiento de cualquier proceso de creación. Sin duda, el modelo cibernético está en la causa de los cambios en nuestra conducta, más que a nuestro servicio.

La sociedad actual emula la informatización burocrática de tareas. El proceso de producción y consumo se ha institucionalizado. Los productos destacan en importancia sobre lo humano, sobre el sujeto del proceso generador de realidad que somos cada uno de nosotros.

La libertad en la producción y consumo viene delimitada por las necesidades del mercado, la ley universal de la oferta y la demanda rige nuestra existencia. En un decadente discurrir por el tiempo, cada día vamos produciendo y consumiendo lo exclusivamente permitido, ¿qué sentido tiene producir algo que no se pueda consumir como una catedral?.

Evidentemente hay posibilidades de salirse del sistema, pero el precio es demasiado elevado, tanto que no podemos pagarlo, porque en esta cadencia vital, lo extraordinario cada día resulta menos asequible, solo lo ordinario permanece.

Utilitarismo, pragmatismo, "estancialismo", forman parte del adoctrinamiento que el sistema requiere de nosotros para seguir funcionando. Estamos viviendo en una época de "tylorización" del pensamiento que se manifiesta en las conductas fragmentarias, en un fraccionamiento del proceso de reflexión, en las ideas incompletas, y por lo tanto inútiles.

Los ciudadanos occidentales estamos condenados por exigencias del mercado a no "completar" el proceso de aprehensión de la realidad, lo que nos conduce directamente a la deshumanización de la vida.

La división del trabajo se ha trasladado a nuestros cerebros. Hay ciudadanos especializados en la percepción, otros en el criterio, otros en la ejecución de la acción, pero cada día son menos los ciudadanos que tienen capacidad de realizar el procedimiento completo de percepción, criterio y ejecución de la acción, que les permitan alcanzar un producto final de experiencia independiente. Hoy la experiencia precede a la reflexión, primero se hace y luego se piensa lo que se ha hecho.

La protocolización de la vida supone la pérdida de la libertad individual, y el advenimiento de la dependencia colectiva. Observemos r como en la época de la historia humana en que los conocimientos resultan más próximos y asequibles, lo único que emerge del cerebro humano colectivo son pequeñas aportaciones complementarias de la realidad existente, más de lo mismo para lo mismo, nada nuevo.

Pensar es un riesgo para la existencia cómoda, exige no disfrutar del instante, diferir las recompensa, y pensar en el mañana; hemos alcanzado la cima del desarrollo humano y la sima más profunda en la capacidad de proseguir la evolución de la especie, por primera vez en la historia de la humanidad el cambio evolutivo se ha detenido, al mismo tiempo que la adaptación, solo queda mejorar lo existente.

Lo que se puede cambiar ya no merece la pena cambiarlo, porque el esfuerzo que supone no reporta beneficio alguno, pero mantener lo que hemos alcanzado requiere evolucionar, si no lo hacemos entraremos rápidamente en regresión.

En estas condiciones de recreación ha cesado el proceso creativo regenerador, se puede observar en el arte, en la literatura, en la política, y en la vida cotidiana. Por eso la existencia se convierte paulatinamente en un proceso de supervivencia, nuestra tasa de nihilismo y creación se han igualado, cualquier pensamiento nuevo será absolutamente neutralizado por el más de lo mismo.

En las circunstancias actuales, la humanidad requiere un salto cualitativo que solo puede provenir de las creencias, pues la creación se ha agotado. Pero al mismo tiempo hemos dejado de creer, no solo en las diversas mitologías, sino también en el "logos", en la razón.

Siempre he pensado que en la mitología se encuentre el arquetipo de nuestra existencia como especie. Sísifo empuja la piedra hasta la cima de la montaña una y otra vez, en secuencia iterativa que recuerda un procedimiento cibernético; Teseo busca el cable que le permita salir del oscuro laberinto, quizás representando la energía que le proporcione luz y conocimiento; Perseo sigue encadenado en la montaña, atrapado en el sueño de ser devorado por su pecado de liberación de la humanidad; mientras Ulises recorre la red en busca del camino que le devuelva a Ítaca, la civilización que un día abandonó y a la que no sabe como regresar.

El riesgo de pensar es inherente a la vida humana, sin pensamiento propio solo seremos piezas del extraordinario mecanismo que hemos construido para provocar nuestra autodestrucción. Sin pensamiento independiente de cada ciudadano de este planeta, la vida humana está condenada a la extinción.

Apagando el ordenador y la televisión, se descubre que la vida existe más allá de una pantalla, esto era de lo que nos quería advertir Platón hace casi 2400 años, que las ideas propias son el mejor antídoto para evitar el sometimiento a los que encienden el fuego y hacen deambular las sombras según sus intereses a nuestras espaldas. ¿Se refería a quienes detentan el poder?.

Biante de Priena

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