Es lamentable ver como pasa el tiempo mientras las cosas se siguen deteriorando, esto de envejecer sin vivir plácidamente resulta tedioso, tampoco se puede mirar a otro lado. Pero aún más abominable resulta la cadencia estéril de la política española, cuando debiera ser uno de los alicientes permanentes en la esperanza de los ciudadanos, es precisamente lo contrario, la representación de la opresión ineludible de nuestra existencia, estamos atrapados en la tela de araña de la ineficacia permanente, en un desierto, sin soluciones.
La administración del poder se ha organizado de tal forma que resulta absolutamente previsible, por eso cobran tanta importancia los gestos y detalles extemporáneos. Esto que algunos pueden asumir como normalidad, otros los entendemos como muerte de las ideas, y por lo tanto de las acciones.
La cuestión es que cada día trabajamos más para conseguir lo mismo que antes conseguíamos trabajando menos, y al tener menos tiempo libre nos vamos estresando paulatinamente, lo que conduce a la larga, inevitablemente, a un estado de crispación permanente.
Cuando se pregunta a los conocidos por lo que está ocurriendo, pocos son los que ofrecen una respuesta más allá de echarle la culpa a Zapatero o a Rajoy. Hay que reconocerlo, hoy la mayoría de los ciudadanos han perdido su capacidad de pensar libremente, y solo saben decidir entre lo que les ofrecen, siendo incapaces de hacer el mínimo cambio en sus vidas, y por supuesto, en el mundo.
Hoy un amigo me ha llamado diciendo que tiene conflictos con sus hijos porque le están tomando el pelo y pretenden seguir viviendo a costa suya hasta que se puedan jubilar; otro amigo me ha contado que su mujer no quiere comunicarse con él, y ha decidido desentenderse de su relación, si no fuera por los hijos posiblemente se estarían separando.
Veo cada día como lo mejor de lo humano se desvanece por todas partes. La relación humana está siendo acosada como nunca por las exigencias del mercado, que al fin y al cabo, es realmente el poder que gobierna nuestras vidas. ¿Y el Estado?, ah, eso es de lo que viven los políticos y los funcionarios.
El deterioro progresivo de la condición humana se incrementa cada día; la degeneración de la convivencia, cada hora; la posibilidad de que se ofrezcan alternativas de solución colectivas, cada minuto.
El precio de la existencia material está consumiendo nuestras vidas inútilmente, somos supervivientes de un mundo que se hunde demasiado deprisa, o tal vez de una cultura que se destruye sin haber previsto una condición alternativa.
Y lo peor de todo, es que a pesar de tener una clara conciencia de lo que ocurre, hemos decidido no hacer nada, porque esperamos que otros hagan algo y sumarnos a sus propuestas.
Quizás sea el momento de dar un paso al frente como ciudadanos, antes de que resulte demasiado tarde para tener alguna probabilidad de arreglar el estropicio que se ha creado, no solo en nuestro país, sino en el mundo. Los políticos que tenemos en este país viven en el enfrentamiento permanente, porque así enmascaran su incapacidad, ocultan su incompetencia y disfrazan su ineficacia.
En nuestro país, además de lo que ocurre en el mundo, tenemos que añadir la incompetencia de unos inútiles –gobierno y oposición- incapaces de ponerse de acuerdo ni en el uso del calendario, porque evidentemente, como buenos españoles, antes partidos, que doblados. Gracias a ellos, iremos a peor cada día que pase.
Erasmo de Salinas
La administración del poder se ha organizado de tal forma que resulta absolutamente previsible, por eso cobran tanta importancia los gestos y detalles extemporáneos. Esto que algunos pueden asumir como normalidad, otros los entendemos como muerte de las ideas, y por lo tanto de las acciones.
La cuestión es que cada día trabajamos más para conseguir lo mismo que antes conseguíamos trabajando menos, y al tener menos tiempo libre nos vamos estresando paulatinamente, lo que conduce a la larga, inevitablemente, a un estado de crispación permanente.
Cuando se pregunta a los conocidos por lo que está ocurriendo, pocos son los que ofrecen una respuesta más allá de echarle la culpa a Zapatero o a Rajoy. Hay que reconocerlo, hoy la mayoría de los ciudadanos han perdido su capacidad de pensar libremente, y solo saben decidir entre lo que les ofrecen, siendo incapaces de hacer el mínimo cambio en sus vidas, y por supuesto, en el mundo.
Hoy un amigo me ha llamado diciendo que tiene conflictos con sus hijos porque le están tomando el pelo y pretenden seguir viviendo a costa suya hasta que se puedan jubilar; otro amigo me ha contado que su mujer no quiere comunicarse con él, y ha decidido desentenderse de su relación, si no fuera por los hijos posiblemente se estarían separando.
Veo cada día como lo mejor de lo humano se desvanece por todas partes. La relación humana está siendo acosada como nunca por las exigencias del mercado, que al fin y al cabo, es realmente el poder que gobierna nuestras vidas. ¿Y el Estado?, ah, eso es de lo que viven los políticos y los funcionarios.
El deterioro progresivo de la condición humana se incrementa cada día; la degeneración de la convivencia, cada hora; la posibilidad de que se ofrezcan alternativas de solución colectivas, cada minuto.
El precio de la existencia material está consumiendo nuestras vidas inútilmente, somos supervivientes de un mundo que se hunde demasiado deprisa, o tal vez de una cultura que se destruye sin haber previsto una condición alternativa.
Y lo peor de todo, es que a pesar de tener una clara conciencia de lo que ocurre, hemos decidido no hacer nada, porque esperamos que otros hagan algo y sumarnos a sus propuestas.
Quizás sea el momento de dar un paso al frente como ciudadanos, antes de que resulte demasiado tarde para tener alguna probabilidad de arreglar el estropicio que se ha creado, no solo en nuestro país, sino en el mundo. Los políticos que tenemos en este país viven en el enfrentamiento permanente, porque así enmascaran su incapacidad, ocultan su incompetencia y disfrazan su ineficacia.
En nuestro país, además de lo que ocurre en el mundo, tenemos que añadir la incompetencia de unos inútiles –gobierno y oposición- incapaces de ponerse de acuerdo ni en el uso del calendario, porque evidentemente, como buenos españoles, antes partidos, que doblados. Gracias a ellos, iremos a peor cada día que pase.
Erasmo de Salinas