Olvídense por un momento de todo lo que les cuentan desde los
medios de comunicación, de los cuentos que nos cuentan los políticos cada día
para seguir manteniéndose en el poder; olvídense también del pasado y
reflexionen por sí mismos sobre el presente y el futuro.
La situación de España es grave, más bien muy grave, durante
el último año el desempleo se ha reducido en un 0,15 %, en un país devastado por el
paro que puede presumir de la cifra de desempleados más elevada de Europa,
próxima al 27 % de la población activa, aunque en algunas comunidades se
aproxima al 40 %. Los parados jóvenes en nuestro país son más del 58 % de los que están en edad de trabajar, también
la cifra más elevada de Europa, algunos nunca trabajarán en su vida en un
empleo fijo, salvo que emigren fuera de España. Pero si emigran ¿cómo se
sufragarán las pensiones, cada día más crecientes, con una población activa más
escasa?
No nos dicen la verdad, porque no quieren que sepamos que
España no descenderá en las dos próximas décadas de los cuatro millones de
parados, porque se ha destruido el tejido productivo y no hay recursos para
crear uno nuevo, pero fundamentalmente porque en el mercado laboral mundial han
entrado 3.000 millones de nuevos trabajadores, dispuestos a hacer lo que se
pueda hacer en España por un coste diez veces inferior.
La situación es catastrófica desde la gestión gubernamental
del control del gasto público excesivo. Este año superaremos el 9 % de déficit público, cuando Mariano Rajoy se había
comprometido con la UE a que no fuera más del 6,5 %. Los españoles
soportamos en estos momentos el mayor crecimiento de la carga impositiva sobre los trabajadores de la OCDE. Si se reducen los salarios, algo que está ocurriendo, con
unas tasas de paro como las que tenemos, se estrangula el consumo, hasta tal
punto que las empresas no pueden seguir produciendo; se pierde la economía de
escala fundamentada en el consumo creciente y tienen que cerrar sus puertas con
lo que el paro se incrementa aún más. Sin embargo, esto no es motivo para
reducir el millón de empleados públicos que sobran en este país, cuando se
aplica la tasa media europea a la población española. No se
puede admitir que para hacer las mismas labores en administraciones o servicios
públicos que hace un alemán, en este país necesitemos dos españoles.
El problema de la deuda pública ha sobrepasado todas las
alarmas, a comienzos de año 2014 superaremos el 100 % del PIB. Si con Zapatero
en el peor año para la deuda, el año 2009, nos hipotecábamos en 350 millones de
euros más cada día, con Rajoy en el 2013 nos estamos hipotecando en 320
millones de euros más cada día. Con el PP nos estamos endeudando de media 2,67 veces más cada día, que lo hicimos durante los años de gobierno del PSOE. Cada español debe cada día más dinero público,
pero todos los españoles cada día tenemos menos recursos propios, porque más de
la mitad de lo que producimos se lo queda el Estado. El FMI ha dicho hoy que
España será el país de la OCDE que más tiempo tardará en salir de la crisis y lo hará de forma más frágil, sin
establecer una fecha concreta, pero que posiblemente no sea antes de 2020.
España, lamentablemente, no tiene posibilidad alguna de
salir de la crisis económica por sí misma, ni por supuesto de la crisis política,
ni mucho menos de la crisis de desmoralización que sufrimos los españoles desde
hace más de seis años. La degeneración que viene, será más o menos aguda, más
acelerada o menos, dependiendo exclusivamente de la coyuntura internacional, tampoco nos beneficiará que nuestros socios europeos salgan de la
crisis antes que nosotros, porque eso nos hundirá cada día más.
Mientras
Alemania seguirá creciendo cada día más y más deprisa, lo que hará que nuestra prima de
riesgo también lo haga, incrementando aún más la deuda pública; España, se
quedará estancada, porque sus condiciones internas impedirán cualquier
crecimiento, fundamentalmente porque las decisiones políticas y económicas que
se han tomado hasta ahora han sido para evitar una caída en picado, pero a
partir de ahora no habrá recursos para poder relanzar la economía española, ni
en el Estado descomunal que sufrimos, ni en la economía privada, esquilmada para
mantener el Estado descomunal, ni en la inversión extranjera que huirá despavorida al analalizar nuestra situación económica y política.
En la última encuesta del CIS, la preocupación por la
corrupción y el fraude, es decir, por el expolio que la casta política y
financiera está ejerciendo sobre los españoles, ha superado a la preocupación por la economía, demostrando que los españoles sabemos que con
esta casta es imposible resolver ninguna crisis económica, porque realmente la
causa de la crisis económica correlaciona con la injusta expropiación de
nuestras vidas a que nos someten los que detentan la representación política y
el poder.
Desgraciadamente, la democracia no puede resolver ya esta coyuntura,
porque cambiar a unos mezquinos por otros para que hagan lo mismo no sólo no
resuelve nada, sino que todavía incrementará cada día más el problema al que
nos enfrentamos en la vida de miserias que nos espera. Los españoles hemos
agotado todos los motivos para creer, atrapados en el Complejo de Casandra,
podremos contemplar lo que nos espera, sin poder hacer nada para evitarlo, sólo
podemos estar seguros de una cosa: hoy viviremos peor que ayer, pero mucho
mejor que mañana.
El único motivo que se me ocurre para que nos oculten la realidad, es que los miembros de LA CASTA (un 1 %) no sufren la crisis, ellos vivirán cada día mejor, mientras los españoles que les mantenemos con nuestros esfuerzos y sufrimientos (un 99 %) viviremos cada día peor, hasta que un día seamos más los que nos demos cuenta de la gran estafa a que nos están sometiendo, que aquellos que acuden a las urnas, confiados, en que Rajoy o Rubalcaba, el PSOE o el PP, o los demás partidos políticos, tienen la solución para nuestros males en sus promesas, cuando son, sin duda alguna, la principal causa de todos ellos
Los españoles estamos condenados a abandonar definitivamente la edad de la mitología política, fundamentada en el mercado de las mentiras, las emociones y las creencias, para llegar a la edad de la razón política, fundamentada en los hechos políticos contrastables y constatados y no en las falsas promesas en las que nos sumergen cada día los nuevos amos de LA CASTA que nos hemos concedido en las urnas.
Enrique Suárez