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miércoles, 10 de diciembre de 2008
Nacionalistas y otros fantasmas
"Nacionalistas y otros fantasmas" es el nuevo libro de la Resistencia antiZP, solicítalo en tu librería (precio 15 euros).
LA RESISTENCIA ANTIZP
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España,
Libros,
Nacionalismo vs Libertad
Hola, Mario Conde
Un amigo me ha dicho que has abierto un blog, he pasado por allí y me ha gustado; he visto que te mezclas con la vida sinceramente, tras el maltrato social al que has sido sometido por tus pecados –virtudes, defectos, opiniones incorrectas-, también has sido vapuleado por la vida, como a todos los demás.
Hoy, estás lejos de los medios de comunicación, ya no te persiguen. Pero pienso que tu testimonio es importante. Todo aquello que habían dicho de ti como persona, ha resultado que era mentira y formaba parte de una estrategia mucho más siniestra, necesaria para contextualizar tu expulsión del Templo. Sobrabas Mario, para los propósitos de algunos. ¿Por qué los políticos nunca se equivocan y si lo hacen sus errores los pagamos todos?. ¿Pero alguien se puede creer que velan por los intereses de los ciudadanos y no por los suyos?.
Tus “execrables delitos contra la humanidad" han devenido en menudencia, comparados con los crímenes contra la razón a que nos someten desde La Moncloa, desde El Parlamento, desde El Poder. Está claro que lo que querían era apartarte del camino, porque no confíaban en ti, te excluyeron justo antes de comenzar los grandes pelotazos que luego vinieron, y de los que no hubo responsables, pero sí muchos enriquecidos injustamente. No querían testigos, y tú lo eras.
El pasado domingo, leyendo El Mundo, descubrí, no sin perplejidad, que el señor Ruiz Mateos ha montado un holding y ya es la 48ª fortuna de este país: madera de nogal. También se enfrentó al poder y perdió. Tú también perdiste, además en un momento especial de tu vida, pero tuviste la oportunidad que se brinda a muy pocos, de conocer la naturaleza humana de los que te rodeaban: de los enemigos y los amigos que no lo eran. Que lejos quedaron aquellas reuniones en tu yate frente a La Cabrera y en tus fincas de los Montes de Toledo. ¡Si los lugares hablaran!
Te voy a contar algo que te sorprenderá: siempre te he admirado aunque no he tenido la fortuna de conocerte. Para mi has sido a la economía lo que Adolfo Suárez fue a la política, desentumeciste el mercado, lo dinamizaste, innovaste. Sé que Banesto fue el primer banco informatizado de España, obligaste a los demás a correr, y no te lo perdonaron, porque tal vez no fueras uno de los suyos.
Mario, he de reconocer que también tú me has sorprendido, porque bajo la costra mediática que te crearon los intereses, he descubierto que eres humano beligerante, y somos muchos Mario, creo que lo sabrás, los que estamos contra esta miseria del mecanicismo materialista que esclaviza cada día a más seres libres, a los que etiquetan como ciudadanos numerados.
Veo que en tu blog te derramas íntimamente, bien hecho. Es lo que queda Mario, en este marasmo de ineptos que nos asedia desde el poder, ante esta inmensa colección de despropósitos.
Bienvenido a la blogosfera, ese mundo virtual que nos permite mezclarnos. Disfrutaré leyendo tus experiencias, vivencias, proyectos, conocimientos y pasiones. Un abrazo y gracias por demostrarnos el valor de la resistencia.
Erasmo de Salinas
Hoy, estás lejos de los medios de comunicación, ya no te persiguen. Pero pienso que tu testimonio es importante. Todo aquello que habían dicho de ti como persona, ha resultado que era mentira y formaba parte de una estrategia mucho más siniestra, necesaria para contextualizar tu expulsión del Templo. Sobrabas Mario, para los propósitos de algunos. ¿Por qué los políticos nunca se equivocan y si lo hacen sus errores los pagamos todos?. ¿Pero alguien se puede creer que velan por los intereses de los ciudadanos y no por los suyos?.
Tus “execrables delitos contra la humanidad" han devenido en menudencia, comparados con los crímenes contra la razón a que nos someten desde La Moncloa, desde El Parlamento, desde El Poder. Está claro que lo que querían era apartarte del camino, porque no confíaban en ti, te excluyeron justo antes de comenzar los grandes pelotazos que luego vinieron, y de los que no hubo responsables, pero sí muchos enriquecidos injustamente. No querían testigos, y tú lo eras.
El pasado domingo, leyendo El Mundo, descubrí, no sin perplejidad, que el señor Ruiz Mateos ha montado un holding y ya es la 48ª fortuna de este país: madera de nogal. También se enfrentó al poder y perdió. Tú también perdiste, además en un momento especial de tu vida, pero tuviste la oportunidad que se brinda a muy pocos, de conocer la naturaleza humana de los que te rodeaban: de los enemigos y los amigos que no lo eran. Que lejos quedaron aquellas reuniones en tu yate frente a La Cabrera y en tus fincas de los Montes de Toledo. ¡Si los lugares hablaran!
Te voy a contar algo que te sorprenderá: siempre te he admirado aunque no he tenido la fortuna de conocerte. Para mi has sido a la economía lo que Adolfo Suárez fue a la política, desentumeciste el mercado, lo dinamizaste, innovaste. Sé que Banesto fue el primer banco informatizado de España, obligaste a los demás a correr, y no te lo perdonaron, porque tal vez no fueras uno de los suyos.
Mario, he de reconocer que también tú me has sorprendido, porque bajo la costra mediática que te crearon los intereses, he descubierto que eres humano beligerante, y somos muchos Mario, creo que lo sabrás, los que estamos contra esta miseria del mecanicismo materialista que esclaviza cada día a más seres libres, a los que etiquetan como ciudadanos numerados.
Veo que en tu blog te derramas íntimamente, bien hecho. Es lo que queda Mario, en este marasmo de ineptos que nos asedia desde el poder, ante esta inmensa colección de despropósitos.
Bienvenido a la blogosfera, ese mundo virtual que nos permite mezclarnos. Disfrutaré leyendo tus experiencias, vivencias, proyectos, conocimientos y pasiones. Un abrazo y gracias por demostrarnos el valor de la resistencia.
Erasmo de Salinas
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Ilustres Ciudadanos
Toda comunicación política es una estrategia
Fórmula "secreta" de la Coca-Cola
Los avances tecnológicos nos han acercado el futuro al presente; hoy se confunden las realidades virtuales con la realidad –que sólo es una, aunque se pueda apreciar desde distintas posiciones-, se fabrican sueños aptos para el consumo que prevalecen sobre las experiencias –mejor un buen sueño ajeno, que una pesadilla propia- , la contemplación se entremezcla con la exhibición, para crear un clima flotante, desanclado, átono, impar, emergente y machaconamente reiterativo: un canal adecuado para un mensaje único.
Hoy es posible la comunicación inmediata, efímera y casi gratuita, la información sobre la realidad es instantánea. La aldea global de Macluhan se ha convertido en una colección de unidades receptoras individuales, auténticas islas del archipiélago que conforma la Red, pero también en satélites de emisión de cualquier noticia próxima. Los axiomas de la Escuela de Palo Alto han derivado en un catecismo anacrónico para interpretar los inputs y outputs que fluyen por el éter. Los medios se han convertido en procesos, los mensajes, en representaciones. Hoy, cuando es más posible la comunicación, nunca tanta gente ha vivido incomunicada, aislada, desconectada de la realidad –o conectada exclusivamente a las verdades políticas de obligada asunción-.
Pero no todo ha sido positivo, la información que se comunica siempre es intencionada, y por lo tanto política. Con la excepción de la realidad no interpretada, la que percibimos con nuestros sentidos directamente, cualquier acontecimiento informado se transforma en propaganda o publicidad, a veces en una estrategia compartida como la concerniente a la crisis –una forma de implantar el miedo en los ciudadanos para que acepten cualquier decisión política como salvación-. Cuando la razón no explica los comportamientos verbales, hay que acudir a la intención para conocer su auténtico origen.
La propaganda es la cara política de la publicidad, la publicidad es la cara económica de la propaganda. Ambas buscan los mismos objetivos: la fe y el consumo. La asimilación de la audiencia al mensaje –siempre subyacente-, al deseo –siempre aceptado como propio-, y a las necesidades de los emisores –siempre presas de la codicia y el egoismo-.
Se venden ideas como galletas, conceptos como refrescos, paradigmas como automóviles. El engaño es válido si conquista el propósito que lo urde, esa es la eficacia de la comunicación positiva, sea cierta o falsa. La veracidad poco importa, “de nada sirve”.
El mercado es el Estado y el Estado es el mercado, un todo en uno convergente en el proselitismo de reunir acólitos, fieles, votantes y clientes. Se venera el pensamiento políticamente correcto como elemento formal y estético sagrado, ante el vacío racional y ético en la construcción de nuevas alternativas. Es mejor creer que crear, menos laborioso.
El tiempo de la construcción cultural parece haberse detenido, no para reflexionar, sino para resistir ante la incertidumbre de decidir. La civilización actual –entiéndase como tal la que respeta los derechos humanos- se fundamenta en la no elección, en la quietud, en la “epojé” escéptica –solo sé que dudo-. Juzgar, ¿para qué?. No juzgar es mejor, des-gasta menos –quedan más recursos para gastar en lo que nos ofrecen y no en lo que pudiéramos desear-.
El abismo entre posibilidad y realidad
En un mundo plural todas las alternativas posibles han conseguido superar la frontera de la selección cultural que permite su existencia, por lo tanto son aptas para su ocurrencia.
Sin moral alguna, todas las voluntades cobran sentido y tienen propósito, que sea legítimo o no, es secundario. La falsedad de cualquier criterio que no sea el asumido como oficial, permite la devaluación del ser humano, de su identidad, de su independencia, de su libertad. Sólo queda una alternativa posible y viable: la hegemonía del adoctrinamiento.
Vivimos inmersos en una inmensa falacia que nos anuncia la superación del mundo de las necesidades, para que se pueda abrir el cosmos de los deseos, la plenitud de libertades y derechos, mientras nos escatiman las opiniones y los recursos para la supervivencia. Esa falacia en la que vivimos pertenece al siniestro mundo de la comunicación política.
Se nos muestra la realidad deseable, mientras se nos oculta la auténtica. Nos hablan del futuro magnífico, cuando el presente es caótico. Se destaca lo sublime sobre lo patético. Se envuelve la miseria en papel charol. Se nos invita a mirar las sombras que nos proyectan en la caverna platónica como única realidad posible. Se nos dice que el paraíso alcanzado existirá mientras nadie ose comer la fruta del bien y del mal, por una decisión individual, propia, independiente. La política es la magia que hizo posible el milagro, y seguirá manteniéndolo siempre que permanezcamos en el redil informativo, dispuestos a consumir lo que nos ofrecen, y a no demandar nada más.
La política mantiene el rebaño humano secuestrado bajo la guía hábil del “buen pastor” o el “gran hermano”, y compite por alcanzar hegemonía ante las demás representaciones del poder, habitualmente adquiriendo voluntades con subvenciones o con obligaciones. No hay otra alternativa posible que la dogmática oferta derivada de la pragmática intención política de convertirnos en instrumentos al servicio del poder.
La gente mira absorta a los políticos cuando en realidad son guiñoles de sus partidos y de los “gurús” de la comunicación política, de los propagandistas, de los publicitarios, los nuevos prestidigitadores que juegan con nuestra capacidad de creer y soñar.
¿De qué sirve una buena idea si no puede comunicarse?, ¿de qué sirve una buena idea si no se dispone de recursos –materiales, técnicos, humanos- para distribuirla, para exponerla, para expandirla?.
El procedimiento de la comunicación política es sencillo, un magnífico espectáculo organizado para convencer a los ciudadanos de su bondad, de su imperiosa necesidad, de su acierto y panacea que colma todos sus deseos.
Se propone una idea, se emite por un personaje, otros personajes se manifiestan en su contra, en una dialéctica estrictamente delimitada, al final se establece una síntesis que agrada a todos los personajes, cuando en realidad, nadie previamente había considerado tal cosa como necesaria, ni tal vez como importante. Ha emergido una nueva necesidad dispuesta a esclavizarnos en forma de motivo para creer.
La deliberada negligencia de Tardà
El diputado Tardà ha prorrumpido en un mitin de las juventudes de su partido considerando que el Tribunal Constitucional es corrupto, y gritando “muera el Borbón y viva la República”. El presidente del Congreso de Diputados ha dicho que comprendía que el exabrupto no supone más que una bravuconada propia del acaloramiento colectivo. El presidente del Senado, el señor Rojo, ha dicho que es inadmisible. El señor Vará presidente del PSOE de Extremadura ha considerado que esa conducta por parte de un diputado es inaceptable. Desde el PP se le ha invitado a disculparse, hasta el propio Carod ha dicho que esa ERC no es la que le agrada, y el Fiscal General del Estado ha solicitado información a los mossos d´esquadra sobre el acto. Aún así, el diputado Tardà se ha ratificado nuevamente en sus palabras.
Esta realidad comunicada, interpretada y manifestada sólo es una parte de la Comunicación Política, porque la auténtica realidad es que esas palabras han sido pronunciadas el mismo día que se celebraba el trigésimo aniversario de nuestra Constitución, un día antes de que el Tribunal Constitucional declarara ilegal el referéndum de Ibarretxe en el País Vasco. El señor Tardà ha echado un órdago al sistema apoyado en las cartas del PSOE, secuestrado al nacionalismo por ERC en Cataluña, por el BNGa en Galicia, por el PNV en Euskadi.
El señor Tardà es un mensajero diáfano, que hace un funeral laico a nuestra Constitución, declara corrupto al Tribunal Constitucional, se cisca en el Rey, y declara la República como próxima organización del régimen. El señor Tardà no ha cometido un desliz, ha hecho una declaración solemne sobre quien realmente está gobernando en España: alguien que no respeta la Constitución pero vive de ella -o contra ella, que más da-, un auténtico ateo por la Gracia de Dios.
"Qué más da que Tardà diga tonterías", repiten al unísono los medios de comunicación, mientras ocultan serenamente la opresión de los españoles en Cataluña, para que el PSOE pueda continuar en el poder con el apoyo de ERC, ¿o es para qué ERC pueda seguir en el poder con el apoyo del PSOE?. ERC le ha subido el peaje de gobernar al PSOE, pero no importa, lo pagaremos entre todos, como siempre. Hasta el PP ha apoyado el veto de los presupuestos generales que ha propuesto ERC en el senado, desde la Entesa (recordar que está formada por PSC-ICV-ERC). ¿A quién ha apoyado el PP?. No lo duden ni un momento, a Tardà, por supuesto, a él, y a lo que representa, es decir, al poder.
Y el "impulsivo" de Tardà diciendo que no pensaba en Juan Carlos I cuando dijo "muera el Borbón", sino en Felipe V. ¿No sería a Felipe VI a quien se dirigían sus palabras dichas "espontáneamente" en las que ahora se ratifica?. ¿No nos estará anunciando una próxima abdicación de Juan Carlos I en su hijo?. En política nada se hace sin intención.
Biante de Priena
Hoy es posible la comunicación inmediata, efímera y casi gratuita, la información sobre la realidad es instantánea. La aldea global de Macluhan se ha convertido en una colección de unidades receptoras individuales, auténticas islas del archipiélago que conforma la Red, pero también en satélites de emisión de cualquier noticia próxima. Los axiomas de la Escuela de Palo Alto han derivado en un catecismo anacrónico para interpretar los inputs y outputs que fluyen por el éter. Los medios se han convertido en procesos, los mensajes, en representaciones. Hoy, cuando es más posible la comunicación, nunca tanta gente ha vivido incomunicada, aislada, desconectada de la realidad –o conectada exclusivamente a las verdades políticas de obligada asunción-.
Pero no todo ha sido positivo, la información que se comunica siempre es intencionada, y por lo tanto política. Con la excepción de la realidad no interpretada, la que percibimos con nuestros sentidos directamente, cualquier acontecimiento informado se transforma en propaganda o publicidad, a veces en una estrategia compartida como la concerniente a la crisis –una forma de implantar el miedo en los ciudadanos para que acepten cualquier decisión política como salvación-. Cuando la razón no explica los comportamientos verbales, hay que acudir a la intención para conocer su auténtico origen.
La propaganda es la cara política de la publicidad, la publicidad es la cara económica de la propaganda. Ambas buscan los mismos objetivos: la fe y el consumo. La asimilación de la audiencia al mensaje –siempre subyacente-, al deseo –siempre aceptado como propio-, y a las necesidades de los emisores –siempre presas de la codicia y el egoismo-.
Se venden ideas como galletas, conceptos como refrescos, paradigmas como automóviles. El engaño es válido si conquista el propósito que lo urde, esa es la eficacia de la comunicación positiva, sea cierta o falsa. La veracidad poco importa, “de nada sirve”.
El mercado es el Estado y el Estado es el mercado, un todo en uno convergente en el proselitismo de reunir acólitos, fieles, votantes y clientes. Se venera el pensamiento políticamente correcto como elemento formal y estético sagrado, ante el vacío racional y ético en la construcción de nuevas alternativas. Es mejor creer que crear, menos laborioso.
El tiempo de la construcción cultural parece haberse detenido, no para reflexionar, sino para resistir ante la incertidumbre de decidir. La civilización actual –entiéndase como tal la que respeta los derechos humanos- se fundamenta en la no elección, en la quietud, en la “epojé” escéptica –solo sé que dudo-. Juzgar, ¿para qué?. No juzgar es mejor, des-gasta menos –quedan más recursos para gastar en lo que nos ofrecen y no en lo que pudiéramos desear-.
El abismo entre posibilidad y realidad
En un mundo plural todas las alternativas posibles han conseguido superar la frontera de la selección cultural que permite su existencia, por lo tanto son aptas para su ocurrencia.
Sin moral alguna, todas las voluntades cobran sentido y tienen propósito, que sea legítimo o no, es secundario. La falsedad de cualquier criterio que no sea el asumido como oficial, permite la devaluación del ser humano, de su identidad, de su independencia, de su libertad. Sólo queda una alternativa posible y viable: la hegemonía del adoctrinamiento.
Vivimos inmersos en una inmensa falacia que nos anuncia la superación del mundo de las necesidades, para que se pueda abrir el cosmos de los deseos, la plenitud de libertades y derechos, mientras nos escatiman las opiniones y los recursos para la supervivencia. Esa falacia en la que vivimos pertenece al siniestro mundo de la comunicación política.
Se nos muestra la realidad deseable, mientras se nos oculta la auténtica. Nos hablan del futuro magnífico, cuando el presente es caótico. Se destaca lo sublime sobre lo patético. Se envuelve la miseria en papel charol. Se nos invita a mirar las sombras que nos proyectan en la caverna platónica como única realidad posible. Se nos dice que el paraíso alcanzado existirá mientras nadie ose comer la fruta del bien y del mal, por una decisión individual, propia, independiente. La política es la magia que hizo posible el milagro, y seguirá manteniéndolo siempre que permanezcamos en el redil informativo, dispuestos a consumir lo que nos ofrecen, y a no demandar nada más.
La política mantiene el rebaño humano secuestrado bajo la guía hábil del “buen pastor” o el “gran hermano”, y compite por alcanzar hegemonía ante las demás representaciones del poder, habitualmente adquiriendo voluntades con subvenciones o con obligaciones. No hay otra alternativa posible que la dogmática oferta derivada de la pragmática intención política de convertirnos en instrumentos al servicio del poder.
La gente mira absorta a los políticos cuando en realidad son guiñoles de sus partidos y de los “gurús” de la comunicación política, de los propagandistas, de los publicitarios, los nuevos prestidigitadores que juegan con nuestra capacidad de creer y soñar.
¿De qué sirve una buena idea si no puede comunicarse?, ¿de qué sirve una buena idea si no se dispone de recursos –materiales, técnicos, humanos- para distribuirla, para exponerla, para expandirla?.
El procedimiento de la comunicación política es sencillo, un magnífico espectáculo organizado para convencer a los ciudadanos de su bondad, de su imperiosa necesidad, de su acierto y panacea que colma todos sus deseos.
Se propone una idea, se emite por un personaje, otros personajes se manifiestan en su contra, en una dialéctica estrictamente delimitada, al final se establece una síntesis que agrada a todos los personajes, cuando en realidad, nadie previamente había considerado tal cosa como necesaria, ni tal vez como importante. Ha emergido una nueva necesidad dispuesta a esclavizarnos en forma de motivo para creer.
La deliberada negligencia de Tardà
El diputado Tardà ha prorrumpido en un mitin de las juventudes de su partido considerando que el Tribunal Constitucional es corrupto, y gritando “muera el Borbón y viva la República”. El presidente del Congreso de Diputados ha dicho que comprendía que el exabrupto no supone más que una bravuconada propia del acaloramiento colectivo. El presidente del Senado, el señor Rojo, ha dicho que es inadmisible. El señor Vará presidente del PSOE de Extremadura ha considerado que esa conducta por parte de un diputado es inaceptable. Desde el PP se le ha invitado a disculparse, hasta el propio Carod ha dicho que esa ERC no es la que le agrada, y el Fiscal General del Estado ha solicitado información a los mossos d´esquadra sobre el acto. Aún así, el diputado Tardà se ha ratificado nuevamente en sus palabras.
Esta realidad comunicada, interpretada y manifestada sólo es una parte de la Comunicación Política, porque la auténtica realidad es que esas palabras han sido pronunciadas el mismo día que se celebraba el trigésimo aniversario de nuestra Constitución, un día antes de que el Tribunal Constitucional declarara ilegal el referéndum de Ibarretxe en el País Vasco. El señor Tardà ha echado un órdago al sistema apoyado en las cartas del PSOE, secuestrado al nacionalismo por ERC en Cataluña, por el BNGa en Galicia, por el PNV en Euskadi.
El señor Tardà es un mensajero diáfano, que hace un funeral laico a nuestra Constitución, declara corrupto al Tribunal Constitucional, se cisca en el Rey, y declara la República como próxima organización del régimen. El señor Tardà no ha cometido un desliz, ha hecho una declaración solemne sobre quien realmente está gobernando en España: alguien que no respeta la Constitución pero vive de ella -o contra ella, que más da-, un auténtico ateo por la Gracia de Dios.
"Qué más da que Tardà diga tonterías", repiten al unísono los medios de comunicación, mientras ocultan serenamente la opresión de los españoles en Cataluña, para que el PSOE pueda continuar en el poder con el apoyo de ERC, ¿o es para qué ERC pueda seguir en el poder con el apoyo del PSOE?. ERC le ha subido el peaje de gobernar al PSOE, pero no importa, lo pagaremos entre todos, como siempre. Hasta el PP ha apoyado el veto de los presupuestos generales que ha propuesto ERC en el senado, desde la Entesa (recordar que está formada por PSC-ICV-ERC). ¿A quién ha apoyado el PP?. No lo duden ni un momento, a Tardà, por supuesto, a él, y a lo que representa, es decir, al poder.
Y el "impulsivo" de Tardà diciendo que no pensaba en Juan Carlos I cuando dijo "muera el Borbón", sino en Felipe V. ¿No sería a Felipe VI a quien se dirigían sus palabras dichas "espontáneamente" en las que ahora se ratifica?. ¿No nos estará anunciando una próxima abdicación de Juan Carlos I en su hijo?. En política nada se hace sin intención.
Biante de Priena
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