Al leer hoy el artículo de tu blog recordando a Tagore, he llegado a la conclusión de que solo hay una cosa que puede derrotar la organización mecánica e insensible del poder en la que estamos viviendo, a pesar de que la inmensa mayoría de ciudadanos no queramos que las cosas sean así: el regreso a lo humano.
Hoy, leyendo tu blog, he sentido también el peso de la nostalgia al recordar mi infancia, aquella etapa de la vida que hoy viven nuestros hijos, y no he podido evitar la comparación entre lo que nosotros vivimos y lo que ellos están viviendo.
Los niños siguen sin conocer a Tagore, Rosa, como tú y como yo en nuestra infancia, ese es el problema. Por qué continuamos permitiendo que la sociedad se siga construyendo sobre mimbres deshumanizados, en el interés anónimo de perpetuar la dinámica existencial que termina transformando nuestras vidas en rutinas sin fin, en recorridos prefabricados, en guiones al servicio de un sistema que se autoperpetúa en su estupidez a costa nuestra.
La desidia de nuestros hijos ante nuestras propuestas de producción y consumo, las que les estamos enseñando cada día, es comprensible. La juventud actual lucha, como siempre lo ha hecho la juventud, por no dejarse atrapar por la mecánica cotidiana que termina convirtiendo su vida en obligaciones, órdenes, cumplimientos, rituales sin sentido (no es que los suyos lo tengan), disciplina, y un paulatino alejamiento del misterio de vivir de forma inmediata, sensible, ilusionada, fascinante, paradójica, y por supuesto, frustrante. Porque como dice Sabina, no hay amor sin espinas, y la hiel es más persistente que la miel en eso de ver pasar las lunas.
Lo humano contra lo mecánico
Es hora de que en la sociedad occidental nos planteemos las cosas para cambiarlas, porque además creo que con la excepción de los materialistas más ufanos y los que acumulan privilegios inmerecidos, todos estamos un poco hartos de producir y consumir de forma alienada para que la hoguera de lo humano siga ardiendo.
Hace unos días leí un artículo que aclaró mi criterio sobre estas cosas, es de un antropólogo, Pierre Clastres, y se titula: “la sociedad contra el Estado” (se puede leer en nuestra sección textos-ciudadanos). Resumiré su idea general, la forma de vivir occidental se fundamenta en la producción ininterrumpida y el consumo desaforado, si se detiene la producción hay escasez, si se detiene el consumo, se producen excedentes. Si hay escasez las cosas suben de precio, si hay excedentes bajan, aunque no siempre lo hacen, porque los intermediarios se encargan de administrar los recursos para obtener más beneficios propios, y no más bienestar para todos.
Las tribus del Amazonas, los indios norteamericanos, algunas comunidades rurales de nuestro ámbito, y otras culturas que no alcanzan el nivel de civilización “adecuado”, han resuelto el conflicto entre la producción para el sistema y la producción para la vida, que de eso se trata al fin y al cabo. No es necesario el marxismo para entenderlo, aunque sí sea necesario para comprender lo que ocurre en nuestra sociedad.
La cuestión es que solo producen lo que necesitan consumir, eso que se llama desarrollo sostenible por los progresistas. La prueba es que cuando los colonos españoles llegaron con sus metales para sustituir las herramientas rústicas que utilizaban las distintas tribus, esperaban que la producción se multiplicara por diez, al cambiar hacha de hierro por hacha de piedra; los indios las aceptaron, pero siguieron produciendo lo mismo que antes, solo que diez veces más rápido, por lo que tenían más tiempo para vivir otras experiencias que la del trabajo, la producción y el consumo.
Cuando se les preguntó porque no producían más, aunque inicialmente se callaron, terminaron confesando que era para no acumular excedentes, porque siempre que había excedentes a alguien le brotaba la avaricia y terminaba utilizándolos para imponer su poder y sus normas a los demás, para reducir su libertad. Los indios querían seguir siendo libres y habían encontrado la clave: no producir más que lo que necesitaban, hacerlo de la mejor forma posible, pero no para enriquecerse o enriquecer a otros, sino para vivir mejor.
No pude dejar de pensar en la tecnología, para comparar la transformación de sus hachas de piedra en hachas de hierro, pero también para observar que la implantación de la tecnología cibernética en la sociedad de la información, supone lo mismo que el paso de la edad de piedra a la de los metales, y que es una ocasión irrepetible para definir realmente la sociedad en la que queremos vivir, la forma de consumir nuestras vidas, lo que realmente necesitamos producir para cubrir nuestras propias necesidades, no las de un sistema que se alimenta del bienestar que nos roba.
Esa energía llamada libertad
El siglo XXI será la primera ocasión que tiene la humanidad de contemplarse a sí misma en el espejo inmediato de la cultura global. La ciencia, la tecnología, la cultura están al servicio del hombre, no ocurre lo mismo con el poder, con la política, con la administración de los recursos, con las reglas no escritas de clasificación anónima de los seres humanos en la larga cadena de producción que alimenta el más de lo mismo.
Rosa Díez, estamos viviendo una oportunidad única para que los niños puedan conocer a Tagore, y puedan comprender porqué en la India la gente sonríe aunque sea una de las poblaciones más desposeídas del planeta, porque las tribus americanas y africanas no se rigen por los principios económicos occidentales y han sobrevivido.
No es que quiera recuperar la parábola del buen salvaje de Rousseau, porque prefiero a Voltaire, menos idealista, en su Tratado sobre la Tolerancia. Voltaire dijo aquello de que la civilización solo es la forma más perfeccionada de barbarie, y no le faltaba razón. Quiero decir que conocemos lo necesario para que las cosas cambien en nuestras vidas y en el mundo, pero de nada sirve si no logramos que los podersos dejen de administrar los recursos en su propio interés.
Pero es hora de cambiar de rumbo, no sólo en España, sino en el mundo. Es la administración de los excedentes por el poder lo que distorsiona nuestras vidas, lo que impide que ocupemos nuestro tiempo en conocernos y comunicarnos, ese es el mensaje que nos están transmitiendo los indígenas que han renunciado a la construcción de un Estado, y nuestros propios hijos cuando deciden comunicarse antes incluso de aprender como hacerlo.
Decía Lou Andreas Salomé, la musa del psicoanálisis de Freud y una buena amiga de Nietzsche, que el amor siempre es trágico, porque si se comparte muere de saciedad, y si no se comparte, de inanición. Solo hay una diferencia, que la muerte por inanición es más larga y más penosa. Es trágico, por qué no es libre, Rosa.
Es la libertad el antídoto fundamental contra la estupidez que reina en nuestros días. El respeto por el prójimo libre y por su obra, el respeto por lo humano. La libertad de cada uno es el arma más poderosa para oponerse al poder de todos, que todos sabemos que nunca será de todos, sino de unos pocos, porque siempre ha sido así.
Es hora de ser valientes, Rosa; se dice en la página web de tu partido, Unión, Progreso y Democracia, algo así como “cuestión de confianza”, pues a demostrarlo Rosa, nosotros confiamos en tí, pero ¿confías tú en nosotros?, ¿se confía desde el poder en los ciudadanos?, aunque sea en un partido embrionario como el tuyo.
A UPyD le falta libertad
Dices que faltan recursos económicos, humanos, materiales, ¿pero te has parado a pensar para qué los quieres? Si es para alcanzar el poder no los obtendrás, si es para compartir el poder, para humanizarlo, cuenta con ellos.
A tu partido, la UPyD sólo le falta una cosa, nada más, libertad; dejad que la libertad fluya, dejad que la gente haga lo que quiera, dejad que sean todos los ciudadanos los protagonistas del gran cambio, y veréis los resultados. La libertad es la energía que necesita nuestra sociedad para conseguir un mundo más justo e igualitario, ya nadie defiende la libertad para concederle el poder a los privilegiados, para que hagan con él lo que les venga en gana; la libertad hoy, no se entiende sin justicia, pero la justicia tampoco se entiende sin respeto a la libertad.
Te lo dice un liberal, Rosa. El único camino que puede conducir nuestra sociedad occidental al progreso, pasa por qué los ciudadanos recuperen su libertad, por qué nuestra sociedad deje de estar cautiva de los que se benefician del poder concentrado en pocas manos, siempre las mismas.
Esa es la clave del triunfo de tu proyecto, un regalo que te hago desde Ciudadanos en la Red. Dejad que la libertad fluya por UPyD sin trabas, ni miedos, y los resultados electorales serán increíbles, te lo aseguro.
Para ser transversal, ante todo hay que sentirse libre, porque la libertad es indispensable para que el ser humano pueda tener conciencia de su plenitud, de su voluntad, de su poder, de su fuerza, de su valor. No hay transversalidad sin libertad (erradicación de dogmas), sin igualdad (erradicación de privilegios inmerecidos), sin justicia (igualdad en libertad). La democracia solo es un instrumento para conseguir que la transversalidad de principios se pueda transformar en fines compartidos.
No necesitamos soldados disciplinados para ganar la batalla, necesitamos hombres y mujeres libres, ciudadanos libres, para conquistar un futuro mejor. La libertad es la clave, porque quien lucha por su propia libertad, siempre acaba luchando por la de todos.
Enrique Suárez Retuerta
Hoy, leyendo tu blog, he sentido también el peso de la nostalgia al recordar mi infancia, aquella etapa de la vida que hoy viven nuestros hijos, y no he podido evitar la comparación entre lo que nosotros vivimos y lo que ellos están viviendo.
Los niños siguen sin conocer a Tagore, Rosa, como tú y como yo en nuestra infancia, ese es el problema. Por qué continuamos permitiendo que la sociedad se siga construyendo sobre mimbres deshumanizados, en el interés anónimo de perpetuar la dinámica existencial que termina transformando nuestras vidas en rutinas sin fin, en recorridos prefabricados, en guiones al servicio de un sistema que se autoperpetúa en su estupidez a costa nuestra.
La desidia de nuestros hijos ante nuestras propuestas de producción y consumo, las que les estamos enseñando cada día, es comprensible. La juventud actual lucha, como siempre lo ha hecho la juventud, por no dejarse atrapar por la mecánica cotidiana que termina convirtiendo su vida en obligaciones, órdenes, cumplimientos, rituales sin sentido (no es que los suyos lo tengan), disciplina, y un paulatino alejamiento del misterio de vivir de forma inmediata, sensible, ilusionada, fascinante, paradójica, y por supuesto, frustrante. Porque como dice Sabina, no hay amor sin espinas, y la hiel es más persistente que la miel en eso de ver pasar las lunas.
Lo humano contra lo mecánico
Es hora de que en la sociedad occidental nos planteemos las cosas para cambiarlas, porque además creo que con la excepción de los materialistas más ufanos y los que acumulan privilegios inmerecidos, todos estamos un poco hartos de producir y consumir de forma alienada para que la hoguera de lo humano siga ardiendo.
Hace unos días leí un artículo que aclaró mi criterio sobre estas cosas, es de un antropólogo, Pierre Clastres, y se titula: “la sociedad contra el Estado” (se puede leer en nuestra sección textos-ciudadanos). Resumiré su idea general, la forma de vivir occidental se fundamenta en la producción ininterrumpida y el consumo desaforado, si se detiene la producción hay escasez, si se detiene el consumo, se producen excedentes. Si hay escasez las cosas suben de precio, si hay excedentes bajan, aunque no siempre lo hacen, porque los intermediarios se encargan de administrar los recursos para obtener más beneficios propios, y no más bienestar para todos.
Las tribus del Amazonas, los indios norteamericanos, algunas comunidades rurales de nuestro ámbito, y otras culturas que no alcanzan el nivel de civilización “adecuado”, han resuelto el conflicto entre la producción para el sistema y la producción para la vida, que de eso se trata al fin y al cabo. No es necesario el marxismo para entenderlo, aunque sí sea necesario para comprender lo que ocurre en nuestra sociedad.
La cuestión es que solo producen lo que necesitan consumir, eso que se llama desarrollo sostenible por los progresistas. La prueba es que cuando los colonos españoles llegaron con sus metales para sustituir las herramientas rústicas que utilizaban las distintas tribus, esperaban que la producción se multiplicara por diez, al cambiar hacha de hierro por hacha de piedra; los indios las aceptaron, pero siguieron produciendo lo mismo que antes, solo que diez veces más rápido, por lo que tenían más tiempo para vivir otras experiencias que la del trabajo, la producción y el consumo.
Cuando se les preguntó porque no producían más, aunque inicialmente se callaron, terminaron confesando que era para no acumular excedentes, porque siempre que había excedentes a alguien le brotaba la avaricia y terminaba utilizándolos para imponer su poder y sus normas a los demás, para reducir su libertad. Los indios querían seguir siendo libres y habían encontrado la clave: no producir más que lo que necesitaban, hacerlo de la mejor forma posible, pero no para enriquecerse o enriquecer a otros, sino para vivir mejor.
No pude dejar de pensar en la tecnología, para comparar la transformación de sus hachas de piedra en hachas de hierro, pero también para observar que la implantación de la tecnología cibernética en la sociedad de la información, supone lo mismo que el paso de la edad de piedra a la de los metales, y que es una ocasión irrepetible para definir realmente la sociedad en la que queremos vivir, la forma de consumir nuestras vidas, lo que realmente necesitamos producir para cubrir nuestras propias necesidades, no las de un sistema que se alimenta del bienestar que nos roba.
Esa energía llamada libertad
El siglo XXI será la primera ocasión que tiene la humanidad de contemplarse a sí misma en el espejo inmediato de la cultura global. La ciencia, la tecnología, la cultura están al servicio del hombre, no ocurre lo mismo con el poder, con la política, con la administración de los recursos, con las reglas no escritas de clasificación anónima de los seres humanos en la larga cadena de producción que alimenta el más de lo mismo.
Rosa Díez, estamos viviendo una oportunidad única para que los niños puedan conocer a Tagore, y puedan comprender porqué en la India la gente sonríe aunque sea una de las poblaciones más desposeídas del planeta, porque las tribus americanas y africanas no se rigen por los principios económicos occidentales y han sobrevivido.
No es que quiera recuperar la parábola del buen salvaje de Rousseau, porque prefiero a Voltaire, menos idealista, en su Tratado sobre la Tolerancia. Voltaire dijo aquello de que la civilización solo es la forma más perfeccionada de barbarie, y no le faltaba razón. Quiero decir que conocemos lo necesario para que las cosas cambien en nuestras vidas y en el mundo, pero de nada sirve si no logramos que los podersos dejen de administrar los recursos en su propio interés.
Pero es hora de cambiar de rumbo, no sólo en España, sino en el mundo. Es la administración de los excedentes por el poder lo que distorsiona nuestras vidas, lo que impide que ocupemos nuestro tiempo en conocernos y comunicarnos, ese es el mensaje que nos están transmitiendo los indígenas que han renunciado a la construcción de un Estado, y nuestros propios hijos cuando deciden comunicarse antes incluso de aprender como hacerlo.
Decía Lou Andreas Salomé, la musa del psicoanálisis de Freud y una buena amiga de Nietzsche, que el amor siempre es trágico, porque si se comparte muere de saciedad, y si no se comparte, de inanición. Solo hay una diferencia, que la muerte por inanición es más larga y más penosa. Es trágico, por qué no es libre, Rosa.
Es la libertad el antídoto fundamental contra la estupidez que reina en nuestros días. El respeto por el prójimo libre y por su obra, el respeto por lo humano. La libertad de cada uno es el arma más poderosa para oponerse al poder de todos, que todos sabemos que nunca será de todos, sino de unos pocos, porque siempre ha sido así.
Es hora de ser valientes, Rosa; se dice en la página web de tu partido, Unión, Progreso y Democracia, algo así como “cuestión de confianza”, pues a demostrarlo Rosa, nosotros confiamos en tí, pero ¿confías tú en nosotros?, ¿se confía desde el poder en los ciudadanos?, aunque sea en un partido embrionario como el tuyo.
A UPyD le falta libertad
Dices que faltan recursos económicos, humanos, materiales, ¿pero te has parado a pensar para qué los quieres? Si es para alcanzar el poder no los obtendrás, si es para compartir el poder, para humanizarlo, cuenta con ellos.
A tu partido, la UPyD sólo le falta una cosa, nada más, libertad; dejad que la libertad fluya, dejad que la gente haga lo que quiera, dejad que sean todos los ciudadanos los protagonistas del gran cambio, y veréis los resultados. La libertad es la energía que necesita nuestra sociedad para conseguir un mundo más justo e igualitario, ya nadie defiende la libertad para concederle el poder a los privilegiados, para que hagan con él lo que les venga en gana; la libertad hoy, no se entiende sin justicia, pero la justicia tampoco se entiende sin respeto a la libertad.
Te lo dice un liberal, Rosa. El único camino que puede conducir nuestra sociedad occidental al progreso, pasa por qué los ciudadanos recuperen su libertad, por qué nuestra sociedad deje de estar cautiva de los que se benefician del poder concentrado en pocas manos, siempre las mismas.
Esa es la clave del triunfo de tu proyecto, un regalo que te hago desde Ciudadanos en la Red. Dejad que la libertad fluya por UPyD sin trabas, ni miedos, y los resultados electorales serán increíbles, te lo aseguro.
Para ser transversal, ante todo hay que sentirse libre, porque la libertad es indispensable para que el ser humano pueda tener conciencia de su plenitud, de su voluntad, de su poder, de su fuerza, de su valor. No hay transversalidad sin libertad (erradicación de dogmas), sin igualdad (erradicación de privilegios inmerecidos), sin justicia (igualdad en libertad). La democracia solo es un instrumento para conseguir que la transversalidad de principios se pueda transformar en fines compartidos.
No necesitamos soldados disciplinados para ganar la batalla, necesitamos hombres y mujeres libres, ciudadanos libres, para conquistar un futuro mejor. La libertad es la clave, porque quien lucha por su propia libertad, siempre acaba luchando por la de todos.
Enrique Suárez Retuerta