No será fácil, están tan aferrados al poder y los privilegios que este les proporciona, que requerirá grandes esfuerzos su erradicación, pero los políticos españoles que viven del momio, no sabemos cuántos, sin rendir cuentas y creando cuentos, atraviesan su perentoria agonía.
Pero no hay que dormirse, porque los trepas cenutrios están muy bien organizados y disponen a su servicio de unos medios de comunicación que han vendido su alma al diablo del poder, desde que los lectores con criterio y las subvenciones estatales, autonómicas y locales les han abandonado, y la crisis económica recomienda informarse por internet que es prácticamente gratis.
Las cosas nunca volverán a ser igual en muchos años, no veremos a leires pajines regalar millones de euros a sus delirantes aficiones sociales, ni a matas y urdangarines forrarse a costa del erario, ni a griñanes cultivarse el futuro sembrando dinero público como el maná de los pobres. El imperio de la ceja se ha desplomado, dejando al borde del paro a todos los que vivían en el delirio de cambiar España por una república bolivariana europea, pero también a todos los que se dedicaban a extraer de los demás su bienestar personal vía “la cosa pública” que el dinero de todos no es de nadie.
Los sindicatos marxistas españoles están condenados a muerte aunque convoquen una huelga general todos los días, cuando se vayan al paro los que viven del trabajo de los demás seguro que comienza a crearse trabajo en España. En cuanto a los partidos políticos convencionales, fundamentalmente el PSOE y el PP, están obligados a transformarse deprisa o se irán del panorama electoral español muy pronto.
La resistencia es firme, diversa, agregada y decidida, el código de barras de los mangantes no tiene caducidad, con nombre y apellidos, es para siempre; aquí el que la hace la paga, como los demás, se va a acabar lo de que los políticos tengan privilegios y el resto de los ciudadanos solo derechos. Es injusto además de indigno.
La reacción cívica no es de izquierdas o derechas, sino de sentido común.
El día que a los españoles se nos caiga el burka que nos han impuesto de obligarnos a pensar que si unos son malos y lo hacen mal, los otros tienen que ser buenos a la fuerza porque dicen lo contrario, tendrán las horas contadas. El modelo que viene es mucho más sencillo y pragmático, consiste sencillamente en negar a ambos al mismo tiempo, porque se ha acabado la gilipollez, no hay un euro para experimentos.
La solución es bien sencilla, el peso ideal del Estado no es la obesidad mórbida que ha fomentado la izquierda, ni la caquexia que quieren imponer (por obligación, más que por voluntad) los conservadores, sino lo justo y necesario, ni más ni menos. Un Estado suficiente es aquel que atiende correctamente las necesidades básicas de una sociedad, no sus vicios, no sus caprichos holgazanes, no sus envidias irredentas, no sus veleidades delirantes, ni sus orgías sociales a costa del perjuicio general de los ciudadanos. El Estado no está para convertir a políticos idiotas en grandes personajes de la historia de la humanidad, a costa de la propagación de sus delirios. El Estado no está para cambiar la sociedad, sino para que la sociedad pueda incrementar su bienestar paulatinamente, no incrementar su malestar.
El Estado no está para hacer justicia social, sino para evitar que se cometan injusticias en la sociedad, como las que se han hecho en nombre de la justicia social, que sólo beneficia a las castas de mequetrefes que la patrocinan.
El peso ideal del Estado es aquel por el que nuestro bienestar nos cuesta exactamente menos o lo mismo que aquello que obtendríamos, sin la existencia del Estado, a precios de mercado, todo lo que exceda esta cantidad es un robo a los ciudadanos.
Las graves crisis económicas de los estados modernos no surgen por falta de dinero, sino por exceso de ideas peregrinas.
Enrique Suárez