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jueves, 21 de febrero de 2013

¿Qué hora es?: la hora de despertar



«No tiene sentido decir que los hombres son iguales ante la ley, cuando es la ley mantenedora de su desigualdad»  Ramiro de Maeztu


Los materialismos simplifican demasiado al ser humano,  considero que el materialismo económico del capitalismo, el materialismo político del asociacionismo partidario y la lucha por el poder, el materialismo cultural que sustituye el arte por el diseño, y el materialismo tecnológico que convierte a los seres humanos en instrumentales a un propósito casi religioso de modernidad, no son más que formas de ahormar a los seres humanos a las condiciones que exige el poder para su perpetuación.  

Las masas humanas, que magníficamente describió Ortega y Gasset, necesitan ser conducidas hacia los rediles de la historia alejados de cualquier oportunidad de liberación, en un mundo perfecto para los intereses de los poderosos. Los cauces son establecidos y organizados, sino por los detentadores del poder, sí por el sistema organizativo que les acoge y al que sirven. La burocracia, el despotismo y el autoritarismo, cada día orientan más nuestro destino hacia la desposesión, en sus diversas formas: un pensamiento correcto, una economía sostenible, una cultura asequible, y una tecnología inmanente orientada al estar y no al ser. Que lejos estamos de aquella frase de Amado Nervo que decía: "el hombre es el arquitecto de su propio destino".

Recuerdo un relato breve de Cortazar, “Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj”, que dice así:
“Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj."
Relato que se continúa con otro: "Instrucciones para dar cuerda a un reloj"
"Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan. 

¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa."
Creo que Cortazar tiene razón, nosotros somos los regalados al sistema que vive de devorar nuestra existencia, poco a poco, mientras nos sentimos los reyes de la creación porque podemos cambiar de canal en la televisión con el mando a distancia o hablar con un ciudadano que está a diez mil kilómetros por internet. Lo importante ya no es que hacemos con nuestras vidas, sino a que propósitos sirven.

Creo que en este sistema es peligroso preguntarse cuantas de las cosas que creemos poseer nos pertenecen, porque muy pocas han sido procuradas por nosotros mismos. Mejor no preguntarlo. Sin duda hay algo de alienación, anomia y marasmo en este mundo “perfecto” en el que nos ha tocado vivir. Mejor será que no lo descubramos, así podremos seguir viviendo felices, mientras nos lo permita el tiempo en el que nos vayamos consumiendo.

Algun día descubriremos que nuestra representación útil para las necesidades del sistema es mucho más importante que nuestra condición humana; el sistema y no nosotros, es el que al fin y al cabo, determina quien es un parado, quien un trabajador, quien un rico heredero, quien un sindicalista liberado o quien un político corrupto.

Algunos decían hace años que la alienación provenía del trabajo, hoy en día las cosas han cambiado porque lo que conduce a la alienación es el paro, sin embargo los que deciden siguen impartiendo su doctrina como si nada hubiera cambiado. Tal vez sea hora de cambiarlos a ellos.
Enrique Suárez

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