Por qué le agradecemos que haya sacado a este país de su modorra política, enfrentándose contra una realidad de silencio y opresión, en la que el protagonista de esta historia ha pasado toda su vida. Emilio, ha vivido desde niño en ese ambiente viscoso que ha implantado la izquierda abertzale en el País Vasco, que han consentido los nacionalistas, y que hemos soportado estoicamente los demás durante cuarenta años.
Emilio, tiene 30 años, es un chaval serio, tranquilo, trabajador, y poco dado al protagonismo; habla castellano, inglés y euskera, se había comprado una casa y la estaba arreglando para irse a vivir allí con su novia, una chica de Rentería, hasta que los de siempre volaron la sede del PSOE del bajo y le reventaron los proyectos y la vida. No pudo resistir la presión ni un minuto más, vio como los clientes de la herriko taberna se reían al paso de la manifestación de protesta –otra más- que se había convocado en su pueblo, se fue al maletero de su coche, cogió una maza y se fue a desquitar contra el garito de los proetarras por haberle roto sus sueños, legítima defensa propia en un estado de inequidad e injusticia, como el que se vive en Euskadi desde hace décadas.
Este país se sorprendió por su singular coraje, tan acostumbrado a lamentos, miserias y resignaciones, e inmediatamente salió toda la presión acumulada contra el terrorismo en los ciudadanos que no asumimos que en España puedan ocurrir estas cosas, a las que desde la justicia, la sociedad y la política no se ha sabido o no se ha querido responder.
Emilio, no es un violento, nunca lo había sido hasta entonces, es alguien que no ha consentido que los violentos se salgan con la suya y les ha plantado cara, él solo, a rostro descubierto, a plena luz del día, ante todo el mundo.
Este chaval, que lleva toda su vida soportando la opresión social, el silencio implícito, la ausencia de libertad de expresión que han implantado en la sociedad vasca los proetarras, ha tenido un mal momento para él, pero su acción ha sido un detonador para una sociedad aletargada que inmediatamente lo ha convertido en su héroe, por haberles despertado del lago sueño de inercia y derrota.
Posiblemente, Emilio no quiera ser un protagonista de la Historia de España, pero no puede no serlo. Se ha convertido en un símbolo de reacción desde la resistencia y su vida nunca volverá a ser igual. En estos momentos está refugiado al calor de su familia y amigos, en algún lugar del mundo, pensando en lo que ha hecho, mientras muchos españoles estamos esperando su presencia pública para jalearlo, ensalzarlo, y convertirlo en nuestro ídolo. Y Emilio, lo único que quiere es que su vida vuelva a ser normal, algo que ya es imposible.
Este chaval que trabajaba como operario en una empresa de construcción ferroviaria, que maneja ordenadores en su trabajo, estaba a punto de marcharse a Finlandia a hacer un curso de perfeccionamiento con una beca que había conseguido, y tras muchos años de trabajo había logrado hacerse con una casa para comenzar una vida propia con su novia.
Sus padres están desarmados, su progenitor sabe perfectamente lo que es el País Vasco porque emigró desde Palencia para trabajar allí hace décadas, y había sido concejal de su pueblo por el PSE durante un par de legislaturas. En su familia saben que Emilio ya no podrá regresar a su pueblo durante mucho tiempo, y que con su acción se ha convertido en un exiliado más, porque está amenazado por ETA, que no puede permitir que nadie se rebele ante su tiranía, por si es el primero de muchos y les destruye el negocio de la independencia.
Ahora estamos en un compás de espera, hoy hay elecciones – como si las elecciones sirvieran de algo para cambiar las cosas en Euskadi- y su familia y asesores legales no han querido que los hechos protagonizados por Emilio puedan influir en los resultados, como si pudieran evitarlo.
En el blog de apoyo a Emilio que se ha formado espontáneamente, miles de ciudadanos han expresado su opinión sobre lo ocurrido y han brindado su ayuda moral y material a este chaval, que ha pasado a ser un proscrito de su tierra, por el régimen de amenaza y terror que allí se vive.
Emilio, tiene la cabeza bien amueblada, y no puede autoexcluirse de su hazaña, porque sería un acto de incoherencia que no se perdonaría en su vida, pero él no quiere ser nuestro héroe, no quiere que nadie le recompense lo que ha hecho, no quiere dejar de ser lo que es para convertirse en lo que nosotros queramos que sea, en el primero que le plantó cara a ETA tras la congelación política del asunto en la que llevamos años.
Le comprendo y le respeto, y creo que todos deberíamos hacer lo mismo, porque a medida que se convierte en nuestro héroe, más se transforma en objetivo prioritario de los criminales de ETA, más pondrá en peligro la situación de los seres que más quiere, más lejos estará su regreso a Euskadi. Me hago cargo del drama que está viviendo.
Pero precisamente por ello, no podemos dejarlo solo en estos momentos, debe convertirse en un protegido de todos los españoles, debemos brindarle toda la ayuda que pueda precisar, y facilitarle seguridad física y material a él y a su familia. Debemos hacer un muro humano a su alrededor, su vida nunca va a ser la misma y no podemos permitir que sea peor, después de haberse enfrentado contra unos miserables que imponen el terror a todos los españoles.
Si Emilio se ha jugado su vida y futuro como persona, con su gesto, también nos obliga a sus compatriotas a dar un paso adelante, a salir del letargo y a cambiar las reglas del juego que han impuesto los terroristas en el País Vasco, y eso es lo que no acaba de comprender la familia de Emilio, ni sus asesores legales, que lo que ha hecho “su” Emilio, también lo ha hecho “nuestro” Emilio, porque aunque lo haya hecho a título personal, lo ha hecho como uno de los nuestros, uno más de los que estamos hartos del terrorismo etarra y su régimen de opresión.
Así que vamos a ponernos de acuerdo y hagámoslo cuanto antes, si bien Emilio no quiere ser un héroe, ni quiere recompensa o reconocimiento por lo que ha hecho, nosotros somos libres de hacer lo que bien nos parezca, y por supuesto de ayudarle de la forma que sea, porque lo va a necesitar. Respetaremos su silencio, su discreción, y su ausencia, pero nadie puede evitar que hagamos lo que bien nos parezca para facilitarle la vida, para que además de haberse tenido que exiliar, no vaya a andar ahora con privaciones y dificultades que se sumen a su estado de amenaza permanente.
Sabemos, y él también lo sabe, que la única forma de que las cosas vuelvan a ser como antes de su reacción contra los promotores de la violencia, es acabar con lo que está ocurriendo en el País Vasco. Sabemos, que Emilio quiere lo mismo que nosotros, la paz en el País Vasco, que todo vuelva a la normalidad, que haya libertad de expresión en su tierra y que nadie tenga que exiliarse si se enfrenta a los etarras, pero también sabemos que hasta que eso ocurra, Emilio va a necesitar ayuda, y no de forma espontánea, sino continuada y prolongada, y por eso apoyamos con plena confianza, la iniciativa de la gente que se ha agrupado de forma espontánea en el blog que está reuniendo ayudas para hacer su vida menos difícil.
Emilio ha hecho algo inolvidable, y no podemos pasar página. Ahora, somos los españoles los que tenemos que hacer en su ayuda y bienestar lo que nos corresponde. No premiamos su hazaña, sencillamente compartiremos con él las consecuencias de su acto por vivir en un mundo anormal en el que unos miserables impiden que la gente que no se mete con nadie, que trabaja, que se esfuerza, que tiene ilusiones, y que no quiere saber nada de las telarañas del poder, tenga que salir huyendo de su tierra, mientras los criminales le esperan, por si regresa a su casa, para pegarle un tiro.
Es hora de que cambien las cosas, es posible: ahora o nunca.
Biante de Priena
Emilio, tiene 30 años, es un chaval serio, tranquilo, trabajador, y poco dado al protagonismo; habla castellano, inglés y euskera, se había comprado una casa y la estaba arreglando para irse a vivir allí con su novia, una chica de Rentería, hasta que los de siempre volaron la sede del PSOE del bajo y le reventaron los proyectos y la vida. No pudo resistir la presión ni un minuto más, vio como los clientes de la herriko taberna se reían al paso de la manifestación de protesta –otra más- que se había convocado en su pueblo, se fue al maletero de su coche, cogió una maza y se fue a desquitar contra el garito de los proetarras por haberle roto sus sueños, legítima defensa propia en un estado de inequidad e injusticia, como el que se vive en Euskadi desde hace décadas.
Este país se sorprendió por su singular coraje, tan acostumbrado a lamentos, miserias y resignaciones, e inmediatamente salió toda la presión acumulada contra el terrorismo en los ciudadanos que no asumimos que en España puedan ocurrir estas cosas, a las que desde la justicia, la sociedad y la política no se ha sabido o no se ha querido responder.
Emilio, no es un violento, nunca lo había sido hasta entonces, es alguien que no ha consentido que los violentos se salgan con la suya y les ha plantado cara, él solo, a rostro descubierto, a plena luz del día, ante todo el mundo.
Este chaval, que lleva toda su vida soportando la opresión social, el silencio implícito, la ausencia de libertad de expresión que han implantado en la sociedad vasca los proetarras, ha tenido un mal momento para él, pero su acción ha sido un detonador para una sociedad aletargada que inmediatamente lo ha convertido en su héroe, por haberles despertado del lago sueño de inercia y derrota.
Posiblemente, Emilio no quiera ser un protagonista de la Historia de España, pero no puede no serlo. Se ha convertido en un símbolo de reacción desde la resistencia y su vida nunca volverá a ser igual. En estos momentos está refugiado al calor de su familia y amigos, en algún lugar del mundo, pensando en lo que ha hecho, mientras muchos españoles estamos esperando su presencia pública para jalearlo, ensalzarlo, y convertirlo en nuestro ídolo. Y Emilio, lo único que quiere es que su vida vuelva a ser normal, algo que ya es imposible.
Este chaval que trabajaba como operario en una empresa de construcción ferroviaria, que maneja ordenadores en su trabajo, estaba a punto de marcharse a Finlandia a hacer un curso de perfeccionamiento con una beca que había conseguido, y tras muchos años de trabajo había logrado hacerse con una casa para comenzar una vida propia con su novia.
Sus padres están desarmados, su progenitor sabe perfectamente lo que es el País Vasco porque emigró desde Palencia para trabajar allí hace décadas, y había sido concejal de su pueblo por el PSE durante un par de legislaturas. En su familia saben que Emilio ya no podrá regresar a su pueblo durante mucho tiempo, y que con su acción se ha convertido en un exiliado más, porque está amenazado por ETA, que no puede permitir que nadie se rebele ante su tiranía, por si es el primero de muchos y les destruye el negocio de la independencia.
Ahora estamos en un compás de espera, hoy hay elecciones – como si las elecciones sirvieran de algo para cambiar las cosas en Euskadi- y su familia y asesores legales no han querido que los hechos protagonizados por Emilio puedan influir en los resultados, como si pudieran evitarlo.
En el blog de apoyo a Emilio que se ha formado espontáneamente, miles de ciudadanos han expresado su opinión sobre lo ocurrido y han brindado su ayuda moral y material a este chaval, que ha pasado a ser un proscrito de su tierra, por el régimen de amenaza y terror que allí se vive.
Emilio, tiene la cabeza bien amueblada, y no puede autoexcluirse de su hazaña, porque sería un acto de incoherencia que no se perdonaría en su vida, pero él no quiere ser nuestro héroe, no quiere que nadie le recompense lo que ha hecho, no quiere dejar de ser lo que es para convertirse en lo que nosotros queramos que sea, en el primero que le plantó cara a ETA tras la congelación política del asunto en la que llevamos años.
Le comprendo y le respeto, y creo que todos deberíamos hacer lo mismo, porque a medida que se convierte en nuestro héroe, más se transforma en objetivo prioritario de los criminales de ETA, más pondrá en peligro la situación de los seres que más quiere, más lejos estará su regreso a Euskadi. Me hago cargo del drama que está viviendo.
Pero precisamente por ello, no podemos dejarlo solo en estos momentos, debe convertirse en un protegido de todos los españoles, debemos brindarle toda la ayuda que pueda precisar, y facilitarle seguridad física y material a él y a su familia. Debemos hacer un muro humano a su alrededor, su vida nunca va a ser la misma y no podemos permitir que sea peor, después de haberse enfrentado contra unos miserables que imponen el terror a todos los españoles.
Si Emilio se ha jugado su vida y futuro como persona, con su gesto, también nos obliga a sus compatriotas a dar un paso adelante, a salir del letargo y a cambiar las reglas del juego que han impuesto los terroristas en el País Vasco, y eso es lo que no acaba de comprender la familia de Emilio, ni sus asesores legales, que lo que ha hecho “su” Emilio, también lo ha hecho “nuestro” Emilio, porque aunque lo haya hecho a título personal, lo ha hecho como uno de los nuestros, uno más de los que estamos hartos del terrorismo etarra y su régimen de opresión.
Así que vamos a ponernos de acuerdo y hagámoslo cuanto antes, si bien Emilio no quiere ser un héroe, ni quiere recompensa o reconocimiento por lo que ha hecho, nosotros somos libres de hacer lo que bien nos parezca, y por supuesto de ayudarle de la forma que sea, porque lo va a necesitar. Respetaremos su silencio, su discreción, y su ausencia, pero nadie puede evitar que hagamos lo que bien nos parezca para facilitarle la vida, para que además de haberse tenido que exiliar, no vaya a andar ahora con privaciones y dificultades que se sumen a su estado de amenaza permanente.
Sabemos, y él también lo sabe, que la única forma de que las cosas vuelvan a ser como antes de su reacción contra los promotores de la violencia, es acabar con lo que está ocurriendo en el País Vasco. Sabemos, que Emilio quiere lo mismo que nosotros, la paz en el País Vasco, que todo vuelva a la normalidad, que haya libertad de expresión en su tierra y que nadie tenga que exiliarse si se enfrenta a los etarras, pero también sabemos que hasta que eso ocurra, Emilio va a necesitar ayuda, y no de forma espontánea, sino continuada y prolongada, y por eso apoyamos con plena confianza, la iniciativa de la gente que se ha agrupado de forma espontánea en el blog que está reuniendo ayudas para hacer su vida menos difícil.
Emilio ha hecho algo inolvidable, y no podemos pasar página. Ahora, somos los españoles los que tenemos que hacer en su ayuda y bienestar lo que nos corresponde. No premiamos su hazaña, sencillamente compartiremos con él las consecuencias de su acto por vivir en un mundo anormal en el que unos miserables impiden que la gente que no se mete con nadie, que trabaja, que se esfuerza, que tiene ilusiones, y que no quiere saber nada de las telarañas del poder, tenga que salir huyendo de su tierra, mientras los criminales le esperan, por si regresa a su casa, para pegarle un tiro.
Es hora de que cambien las cosas, es posible: ahora o nunca.
Biante de Priena