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jueves, 14 de diciembre de 2006

Pepiño ya es un personaje famoso e importante , sale hasta en la Wikipedia.

José Blanco López
De Wikipedia, la enciclopedia libre

José Blanco López (Palas de Rei (Lugo), 6 de febrero de 1962) es un político español. Casado. Estudios de Derecho , sin concluir tras siete años sin pasar de primer curso , por la Universidad Nacional de Educación a Distancia.

Secretario de Organización del Partido Socialista Obrero Español. Miembro del Comité Nacional del Partido dos Socialistas de Galicia-PSOE y del Comité Federal del PSOE.

Diputado por su circunscripción natal desde la VI legislatura y senador en las legislaturas IV y V. Miembro de la Diputación Permanente del Congreso de los Diputados español.

Dotado de una aguda inteligencia y vasta cultura, destaca por su verbo florido, elocuencia natural y dicción esmerada. Es unánimamente considerado uno de los dirigentes políticos con más proyección nacional e internacional.
Pepiño "The Leader"

Sánchez Dragó entrevista a Jiménez Losantos


¡Perro, menos que perro!

“El que suscribe tiene muy claro que si tuviera que escoger entre salvar la vida de un animal o de un ser humano, empezaría por el segundo. Únicamente tendría dudas en alterar el orden prioritario si el ser humano fuera Albert Boadella.” Remigi Casas (El Periódico, 6.12.06)

Me recuerda, evidentemente, la famosa frase de Sartre: “un anticommuniste est un chien”. Era en los años de plomo, pero no en la Argentina, sino en la Europa democrática de los cincuenta, cuando los intelectuales eran casi todos prosoviéticos y estalinistas. Aunque los modales no eran los de ahora y la contienda política en las alturas se hacía entre gente que había leído algún libro y estudiado alguna carrera, también se recurría al insulto, terrible, certero y dañino cuánto más ilustrado era el ofensor.

En este caso, perros había esencialmente dos, a los ojos del “compañero de ruta” del comunismo: Albert Camus y Raymond Aron. Porque, desde planteamientos democráticos y humanistas, se oponían al totalitarismo comunista con la misma fuerza con la que se habían opuesto al totalitarismo nazi. En una soledad pasmosa. La extraordinaria rebelión ciudadana de Hungría (1.956) y las flores de Praga (1.968) cambiaron un poco el paisaje. Sólo un poco.

Tratar de perro al adversario (o de gusano, en la variante tropical del asesino Castro) es propio, aunque no exclusivo, de la izquierda totalitaria.

Pero Remigi Casas, si leemos bien su brillante y sutil aserción, no trata a Boadella de perro. No, el joglar es menos que un perro. Y eso me retrotrae a la lagrimita que dicen que virtió el Führer cuando pincharon a su cariñoso y amado can, minutos antes de suicidarse él, junto a su Eva, en el búnker berlinés rodeado por el ejército rojo.
A los nazis les gustaban mucho los animales, sobre todo los gatos y los perros, bien domésticos, compañeros de ruta, también ellos. En su paganismo delirante, donde mezclaban el mito de la religión ariana, pre y anticristiana, con orgías donde la homosexualidad (que ellos mismos prohibían en la sociedad) y la zoofilia se asociaban al consumo de drogas y de alcohol en un exceso propio de la decadencia romana más abyecta, los nazis de abolengo demostraban, con su perversidad estructural, su especial cariño por los animales de compañía.
Ergo,”perro” no podría ser un insulto. “Judío”, “gitano”, sí, y “menos que perro” probablemente también. Pues eso, a Boadella - quien, de haber vivido allí y entonces se hubiera opuesto al nazismo de la mismo forma que ayer se opuso a Franco y que hoy se opone a los nacionalistas -, le hubieran dicho en Berlín 1.939 lo mismo que le ha dicho el Casas ése (lástima de apellido) en Barcelona 2.006: menos que perro.

No sé cuál de los dos insultos es más pobre. “Perro” lo empleaban preferentemente los comunistas, en nombre de una ideología que se cargó a más de cien millones de personas en el siglo veinte; “menos que perro” lo podrían haber usado los nazis, quienes hubieran alcanzado tan respetable marca si algunos impertinentes no hubieran decidido desconfiar de los anhelos de paaaz de Chamberlain y Daladier.

Pobre y desolador, en cualquier caso, para quien aprecia los ocurrentes insultos de antaño: la diatriba sobre la nariz de Cyrano de Bergerac sigue siendo el modelo de la oratoria flameante, ofensiva y avasalladora, y deberían enmarcarlo todos los políticos españoles, bueno, me refiero a los que saben leer.
También recuerdo con especial cariño aquello de : “Pero este señor, por qué me odia tanto? Si no le he hecho ningún favor…”.

Y definitivamente, Talleyrand siempre, resumiendo el tema de hoy:
“Il y a une chose plus terrible que la calomnie, c’est la vérité”.

Dante Pombo de Alvear, Reflexiones liberales

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