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sábado, 27 de octubre de 2012

Una de tertulianos


"Al principio de las catástrofes, y cuando han terminado, se hace siempre algo de retórica. En el primer caso, aún no se ha perdido la costumbre; en el segundo, se ha recuperado. Es en el mismo momento de la desgracia, cuando uno se acostumbra a la verdad" Albert Camus

Asistimos en España a la eclosión sin precedentes de un fenómeno creciente: la plaga de profetas, exegetas y apologetas (getas en general), será bueno que dediquemos un poco de tiempo al análisis de tan oprobiosa circunstancia.

Nunca en este país hemos tenido más tertulianos, absolutamente convencidos de que sin su participación cotidiana en la interpretación de los hechos estaríamos condenados al abismo más infernal. La verdad, me he tomado la molestia de grabar algunas tertulias radiofónicas y televisivas con fecha y ponerlas otra vez pasado el tiempo, seis meses es suficiente,  y lamento decirles que el grado de acierto en sus eruditas deducciones apenas supera un 10 %, aunque las meteduras de pata que hayan cometido, superen la criba de cualquier posibilidad de mantener su credibilidad.

 En realidad los tertulianos que inundan las ondas, al igual que los tribunos de la opinión pública que nos dejan su legado en los diarios de papel, son un subproducto de la casta política que amortigua la inefabilidad de nuestros representantes públicos, un halo protector para los poderosos, un marco de fondo de desaciertos y despropósitos, para  que las grandes meteduras de pata de nuestros eximios representantes,  no queden resaltadas con letras de molde para la eternidad de la memoria.

No es pequeño el favor que le ha hecho la casta mediática de tertulianos y editores de prensa españoles a la casta política, pues sólo con unos profesionales del periodismo tan nefastos y nefandos, que solo matizan la cuantía de la estupidez de los gobernantes,  se puede comprender que auténticas acémilas puedan seguir campando por el Congreso o La Moncloa,  como si fueran el elenco más egregio de la racionalidad política, dotados de la exultante sobriedad de los estadistas que anteponen el bien de su país al suyo personal.

Si se dan ustedes cuenta, no hay inocencia posible en esta conducta, porque crear una corriente de pensamiento políticamente correcto en la opinión pública desde la propaganda y la contra-propaganda, absolutamente ineficaz para resolver los problemas que tenemos los españoles con nuestros representantes públicos es un balón de oxígeno para que nada pueda cambiar. Podríamos adaptar el aserto lampedusiano a los tiempos actuales: cambia la opinión pública cada día, para que nada pueda cambiar.

Sin duda, los que cobran por opinar, saben que cuantos más problemas existan en este país más seguro será estará su trabajo y además será mejor remunerado, y por tanto no tienen ninguna necesidad de que las cosas mejoren para los demás, aunque hayamos llegado a una situación de extrema precariedad como la que estamos viviendo en España. El ande yo caliente y ríase la gente es muy español, los tertulianos políticos y económicos, saben que no les faltará el calorcillo de una buena cuenta corriente si contribuyen al engaño a que los españoles estamos siendo sometidos por los políticos; así, todos ellos (políticos y comunicadores políticos) son los menos interesados en que concluyan los problemas. Dar de comer a las ratas es la mejor forma de facilitar su reproducción, y es cierto que hay mucho "raterismo" en los medios de intoxicación  pública que nos desinforman cada día.

Verán ustedes, el clima de desmoralización en el que estamos viviendo no ha surgido de forma natural, sino cultivado por aquellos que viven de contárnoslo, lavándonos el cerebro con sus elucubraciones cotidianas. Ese hablar por hablar tan entretenido con que nos mantienen desinformados, sobre lo que realmente está ocurriendo en la política y economía españolas, es su modus vivendi. Ellos también viven del poder de informarnos cobrando por ello, como los sofistas, aquellos que eran capaz de demostrar una cosa, y al mismo tiempo la contraria, porque hicieron de la retórica la magia del engaño a nuestra razón y sentidos. Son prestidigitadores de la desinformación, que nos regalan su magnífico espectáculo, muchos de ellos sin titulación alguna que soporte su sabiduría, pero a quien le importan esas tonterías, en un país que cualquier tarugo puede llegar a ministro por tener el carnet en la boca y ser alabado como si fuera el mismo mesías de los tiempos. ¿Cuántos de ellos han sido colocados por el partido de turno en el medio público o privado a mayor gloria del liderazgo de sus dirigentes?

El único problema que ocasionan estos sofistas del presente es que mientras ellos ocupen "el escenario obligatorio" para la "opinión pública informada", los políticos ya pueden pensar hasta en sodomizarnos con alegría, que nadie en el país osará moverse de la posición correspondiente, porque los que saben, que son los que salen en la tele, la radio o la prensa, han dicho que eso es normal y forma parte de la cultura democrática de los países avanzados, y punto pelota. No se atrevan a pensar lo contrario, bajo condena de ser despreciados como unos demócratas de poco pelo, absolutamente desinformados.

En fin, ustedes mismos, si quieren permanecer intoxicados permanezcan atentos a las últimas chorradas que se les ocurran a los que viven magníficamente de tomarnos el pelo y desinfomados, para mantenernos entretenidos, por radio, televisión, prensa o internet, que todos han superado a Mac Luhan con creces, cuando dijo aquello de: “el medio es el mensaje”, eso valdrá para el resto del mundo, en España la traducción para los tertulianos es inolvidable: “mi cuenta es el mensaje”, faltaría más, ¡van a trincar ellos menos que los políticos!.

Enrique Suárez

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