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viernes, 8 de mayo de 2009

A imitación de la Unión Soviética

Me he tomado la molestia de comparar la situación de España, aquí y ahora, con el clima que se vivía en la Unión Soviética antes de la caída del Muro de Berlín, y la verdad que no hay demasiadas diferencias. Eso anuncia cambios.

En la URSS se negaban los problemas existentes, aquí también. Las cotas de paro habían llegado a poner en peligro el funcionamiento del sistema, aquí también. Un partido único totalitario tenía todo el poder, los medios a su servicio, e incluso los opositores estaban organizados a su medida, y aquí ocurre lo mismo. El futuro era incierto, y en España es más bien ineludible, porque tomando las decisiones erróneas sólo se puede alcanzar el fracaso.

Mientras tanto, el pueblo ruso, acostumbrado a callar, contemplaba horrorizado como la Nomenclatura seguía viviendo magníficamente, mientras ellos las pasaban canutas. Se habían dinamitado todos los valores y principios, por innecesarios, y en España ya no sabemos si el DNI sirve para algo más que para identificarse.

Del Gobierno se escuchaban consignas que culpaban al capitalismo, al enemigo yanke, a la libertad de todo lo que estaba ocurriendo en la Unión Soviética, aquí pasa lo mismo, los políticos españoles no son responsables de nada, si cometen errores, ha sido el destino, y de aciertos hace muchos años que no se puede hablar.

No, no se piensen ustedes que en la URSS no había justicia, en realidad si la había, pero no servía para mucho, porque estaba subyugada al pode político del gran comité central, y la Duma (el parlamento soviético), sólo servía para ratificar las decisiones del partido en el poder.

Eso sí, las promesas al pueblo de cambios próximos se hicieron permanentes, el socialismo real era el único camino hacia el futuro, y la prueba de ello es que en Rusia "nadie pasaba hambre", todos tenían una elevada educación, aunque para poco les servía, y una sanidad pública que carecía de recursos materiales, pero tenía legiones de sanitarios para atender los más mínimos problemas. Eso sí, la información que se repartía siempre eran píldoras intoxicadas de apoyo al régimen.

Había colas para comprar pan, y restricciones en la mayoría de productos que en Occidente se podían adquirir sin dificultad –ahora ya no se pueden obtener con facilidad, porque hay mucha gente que tiene todo su sueldo condenado de antemano a pagar las deudas contraídas-.

Se perseguía a las distintas creencias religiosas, el Estado ofrecía una educación en los valores del partido, no se podía discrepar libremente, y nadie, más que la minoría que se beneficiaba, estaba contento. Y todo esto, absolutamente enmascarado en la apariencia de que aquí no pasa nada.

Resultaba fascinante ver como toda aquella gente no hacía nada mientras les estaban expoliando los políticos. Unos por qué no se atrevían, otros por qué no sabían que decir, y otros, por qué estaban más vigilados que la caja de un banco. Pero Rusia era pacifista, quería la igualdad de sus ciudadanos, se ocupaba del medio ambiente produciendo más CO2 que nadie del planeta, y tenía un gran interés en que las repúblicas hermanas del planeta se aliaran a su causa civilizatoria. La máxima preocupación de los gobernantes, decían que era el porvenir de su pueblo, hasta que lo llevaron a la misma ruina, que ya no fue posible seguir ocultando.

Un día todo aquello estalló por los aires, el alcalde de Moscú se subió a un tanque, un señor llamado Gorbachov dijo que hasta aquí habíamos llegado, y el castillo de naipes organizado sobre la miseria de los ciudadanos rusos se vino abajo.

Como me recuerda Rodríguez Zapatero a Breznev y sus planes quinquenales, incluso a Stalin, ¿por qué será que a los dictadores de izquierdas le salen cejas singulares?. ¿Será de abrir los ojos ante al perplejidad que les produce ver como la gente no hace nada ante sus atrocidades?.


Biante de Priena

Abstención activa como protesta

Alguien ha dicho con acierto en algún blog, que las próximas Elecciones Europeas en nuestro país son un referéndum, en el que se dirime nuestro futuro, de la misma forma que hace treinta años decidimos dotarnos en este país de una Constitución, que permitiera una convivencia en paz, democracia y libertad.

Ahora estamos a las mismas puertas de la historia, una vez más, las alternativas están sobre la mesa, dos opciones claras se han establecido, que además son mutuamente excluyentes. Una es la opción política, que defienden los partidos, los medios de comunicación, y los que viven del sudor ajeno, haciendo que hacen, y otra es la opción ética, la única que puede conducir nuestra nación al futuro, y alejarnos de la ciénaga en que se ha convertido la política en nuestro país.

Votar a cualquier partido es aceptar que lo que se ofrece es lo único posible, el PSOE de Zapatero, el PP de Mariano Rajoy, la UPyD de Rosa Díez, la IU de Cayo Lara, o los partidos nacionalistas. Es apoyar la misma decadencia, corrupción, y apropiación indebida. Es elevar a quienes se ríen de nuestra Constitución y deciden quién y cómo se administra la justicia en nuestro país. Es votar contra España y la libertad de los españoles, más paro y más miseria para los ciudadanos y más beneficios para los políticos.

Hay otras alternativas más éticas, de sanción a los partidos políticos en su desmesura y oprobio.

La primera es el voto nulo, no me interesa vuestro juego, que os den a todos; la segunda el voto en blanco, aprobando la democracia, pero no a quienes quieren representarla. La tercera es la abstención, no acudir a votar, no participar en el juego de tráficos que han organizado con nuestras voluntades y existencia.

Pero sólo la abstención es insuficiente, porque si acudiera a votar sólo un 10 %, los políticos seguirían repartiendo escaños y echándole la culpa a la meteorología. Es hora de que los ciudadanos de este país seamos más inteligentes, y la forma de conseguirlo es la abstención activa, una acción conjunta de los ciudadanos contra los políticos.

Hay muchas formas de llevarla a la práctica, desde campañas organizadas con reparto de folletos explicativos, hasta la presencia de los ciudadanos que no vamos a votar en la puerta de los ayuntamientos en concentraciones silenciosas, en la jornada de reflexión o el mismo día de las elecciones. Algún día tendremos que acabar con esta representación teatral a la que nos someten con los procesos electorales que sólo sirven a los intereses de los políticos.


Erasmo de Salinas

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