"El estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo trata de vivir a costa de todos los demás" Fréderic Bastiat
Ha ido ocurriendo poco a poco, la yihad contable, pero al final nuestras vidas se han terminado convirtiendo en una variable dependiente del déficit público, la prima de riesgo, la deuda, la inflación, el PIB y una colección de elementos que llevan camino de convertirse en los nuevos ídolos de la religión de nuestros días, a los que hace tan solo cinco años ni siquiera conocíamos.
Los seres humanos ya no somos la medida de todas las cosas, de las que son o las que no son, como nos anunció Protágoras hace veinticuatro siglos; tampoco somos ya constructores de nuestro destino, como reflejó Amado Nervo; ni siquiera somos una identidad definida en un Yo, porque ahora sólo somos circunstancias.
Parece que la última deshumanización del ser humano será económica, poniendo punto final a todas las precedentes en el último encarcelamiento de nuestros sueños de libertad. Bien pensamos, por algún momento, que sería política o tecnológica, pero la economía se ha erigido en diosa de los tiempos a la que debemos brindar nuestro tributo, rendir liturgia, y cumplir con sus preceptos si no queremos condenarnos al infierno de la quiebra de nuestras vidas y obras.
El materialismo ha triunfado, en su forma capitalista y socialista al mismo tiempo, al menos en España. Sólo hay que comprobar el paralelismo existente entre la gráfica de la deuda pública española y la del paro, ahora ya podemos decir que somos esclavos del Estado y de los mercados, gracias a decisiones políticas erróneas de las que no existen, todavía, responsables.
Nadie ha sido capaz de explicarnos por el momento lo que realmente ha ocurrido, cuando es extraordinariamente sencillo, porque en este blog lo advertimos en enero de 2009 y nadie nos hizo caso. La situación actual de la economía española se la debemos al genio delirante de un personaje que ahora se esconde en Al Jazeera, para pedir disculpas a distancia, porque no se atreve a dar la cara en el escenario nacional.
La crisis económica que actualmente atraviesa España se debe fundamentalmente a dos factores, el descomunal crecimiento del Estado en todas sus formas con la intención de conducir este país a una economía intervenida desde el poder político que es la utopía de todos los socialismos, y al mismo tiempo, consecuente con esta proeza, a la devastación de toda economía productiva ajena al Estado, es decir, al colapso de los mercados y las actividades privadas, que han quedado reducidas a su mínima expresión, fundamentalmente porque en España, para algunos, todo lo que no sea público es sinónimo de estafa, mientras que para otros, cada vez más, la estafa proviene de lo público, que se ha llenado de parásitos ineptos que además deciden el curso de nuestras vidas hacia la frustración y la ruina, mientras preservan sus intereses, privilegios y beneficios a salvo de cualquier eventualidad que los pueda poner en peligro.
España no estaría como está, si el contador de nubes no hubiera elevado la deuda pública al doble en los últimos cuatro años de gobierno, sencillamente para ocultar la ineptitud de todos los que tomaron las decisiones desde el poder, al ilustre cejado sólo se ocurrió apagar el fuego que comenzaba en 2008, cuando esto era una desaceleración y según su ministro Solbes, nada tenía que ver con una crisis, con ingentes cantidades de gasolina, hasta organizar un incendio que ahora ya no podemos apagar, al no poder pagar lo que debemos.
Aznar, su predecesor, dijo que nadie había hecho tanto daño a un país en tan poco tiempo como Zapatero, y le acusaron de soberbia, los que ocultaban el mesianismo del cazurro que ha dejado hipotecados a nuestros nietos para toda su vida por haber dado rienda suelta a sus delirios mesiánicos. Deberíamos promover que se le juzgara en el Tribunal de la Haya por crímenes contra la humanidad, por el genocidio existencial y la devastación que ha dejado, cual Atila, tras su paso por La Moncloa.
La medida de la estupidez de los españoles es directamente proporcional a que todavía, tras lo ocurrido, no hayamos sido capaces de llevar a la cárcel a 20.000 mandatarios socialistas por corrupción, cohecho y prevaricación y a otros tantos, de los demás partidos políticos, que contribuyeron con su silencio a que estemos como actualmente estamos.
Tenemos lo que nos merecemos, por conformarnos con ser súbditos cuando ayer fuimos soberanos; por aceptar vivir en esta farsa demagógica a la que, los que mandan denominan democracia y los que somos mandados, tiranía; por quedarnos callados, inmóviles y atenazados por la ira, y el miedo, mientras permitimos que los que mandan nos sigan contando cuentos y no les exijamos rendir cuentas.
Enrique Suárez
Ha ido ocurriendo poco a poco, la yihad contable, pero al final nuestras vidas se han terminado convirtiendo en una variable dependiente del déficit público, la prima de riesgo, la deuda, la inflación, el PIB y una colección de elementos que llevan camino de convertirse en los nuevos ídolos de la religión de nuestros días, a los que hace tan solo cinco años ni siquiera conocíamos.
Los seres humanos ya no somos la medida de todas las cosas, de las que son o las que no son, como nos anunció Protágoras hace veinticuatro siglos; tampoco somos ya constructores de nuestro destino, como reflejó Amado Nervo; ni siquiera somos una identidad definida en un Yo, porque ahora sólo somos circunstancias.
Parece que la última deshumanización del ser humano será económica, poniendo punto final a todas las precedentes en el último encarcelamiento de nuestros sueños de libertad. Bien pensamos, por algún momento, que sería política o tecnológica, pero la economía se ha erigido en diosa de los tiempos a la que debemos brindar nuestro tributo, rendir liturgia, y cumplir con sus preceptos si no queremos condenarnos al infierno de la quiebra de nuestras vidas y obras.
El materialismo ha triunfado, en su forma capitalista y socialista al mismo tiempo, al menos en España. Sólo hay que comprobar el paralelismo existente entre la gráfica de la deuda pública española y la del paro, ahora ya podemos decir que somos esclavos del Estado y de los mercados, gracias a decisiones políticas erróneas de las que no existen, todavía, responsables.
Nadie ha sido capaz de explicarnos por el momento lo que realmente ha ocurrido, cuando es extraordinariamente sencillo, porque en este blog lo advertimos en enero de 2009 y nadie nos hizo caso. La situación actual de la economía española se la debemos al genio delirante de un personaje que ahora se esconde en Al Jazeera, para pedir disculpas a distancia, porque no se atreve a dar la cara en el escenario nacional.
La crisis económica que actualmente atraviesa España se debe fundamentalmente a dos factores, el descomunal crecimiento del Estado en todas sus formas con la intención de conducir este país a una economía intervenida desde el poder político que es la utopía de todos los socialismos, y al mismo tiempo, consecuente con esta proeza, a la devastación de toda economía productiva ajena al Estado, es decir, al colapso de los mercados y las actividades privadas, que han quedado reducidas a su mínima expresión, fundamentalmente porque en España, para algunos, todo lo que no sea público es sinónimo de estafa, mientras que para otros, cada vez más, la estafa proviene de lo público, que se ha llenado de parásitos ineptos que además deciden el curso de nuestras vidas hacia la frustración y la ruina, mientras preservan sus intereses, privilegios y beneficios a salvo de cualquier eventualidad que los pueda poner en peligro.
España no estaría como está, si el contador de nubes no hubiera elevado la deuda pública al doble en los últimos cuatro años de gobierno, sencillamente para ocultar la ineptitud de todos los que tomaron las decisiones desde el poder, al ilustre cejado sólo se ocurrió apagar el fuego que comenzaba en 2008, cuando esto era una desaceleración y según su ministro Solbes, nada tenía que ver con una crisis, con ingentes cantidades de gasolina, hasta organizar un incendio que ahora ya no podemos apagar, al no poder pagar lo que debemos.
Aznar, su predecesor, dijo que nadie había hecho tanto daño a un país en tan poco tiempo como Zapatero, y le acusaron de soberbia, los que ocultaban el mesianismo del cazurro que ha dejado hipotecados a nuestros nietos para toda su vida por haber dado rienda suelta a sus delirios mesiánicos. Deberíamos promover que se le juzgara en el Tribunal de la Haya por crímenes contra la humanidad, por el genocidio existencial y la devastación que ha dejado, cual Atila, tras su paso por La Moncloa.
La medida de la estupidez de los españoles es directamente proporcional a que todavía, tras lo ocurrido, no hayamos sido capaces de llevar a la cárcel a 20.000 mandatarios socialistas por corrupción, cohecho y prevaricación y a otros tantos, de los demás partidos políticos, que contribuyeron con su silencio a que estemos como actualmente estamos.
Tenemos lo que nos merecemos, por conformarnos con ser súbditos cuando ayer fuimos soberanos; por aceptar vivir en esta farsa demagógica a la que, los que mandan denominan democracia y los que somos mandados, tiranía; por quedarnos callados, inmóviles y atenazados por la ira, y el miedo, mientras permitimos que los que mandan nos sigan contando cuentos y no les exijamos rendir cuentas.
Enrique Suárez