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miércoles, 11 de febrero de 2009
La urdimbre de la corrupción
Reconozco que la riqueza del idioma español es ofensiva para las lenguas que se construyen a golpe de decreto, fondos públicos y personal contratado para tal actividad, con la osadía de los arquitectos universales, que crean la urdimbre antiespañola con sus ideas delirantes y el dinero de todos. Tan grasientos son los nacionalismos para nuestra nación española, que pasarán años, tras entonar la tolerancia cero con los usurpadores, para que nos libremos de su pernicioso legado.
Urdimbre, que hermosa palabra, procedente del latín al que tantos países y tantos millones de personas debemos tanto, y la moda de gárrulos y lentejuelas ha apartado de la cultura convencional
Urdimbre, proviene del término “ordidiri”, que en su polisemia se puede comprender como "preparar los hilos en el telar" o bien, "tramar una intriga", para el tema que nos ocupa nada más acertado, porque menudo “telar” que hay montado y está claro que se ha organizado para intrigar, que no es otra cosa que . Actuar con astucia y ocultamente para lograr algún objetivo.
Pues definido el concepto y observando que su semántica resulta apta como referencia, podemos pasar a desentrañar lo que está ocurriendo en la actualidad en nuestro país: una auténtica plaga de corrupción, el sistema esta absolutamente podrido.
La razón es la política, o mejor dicho, los políticos que detentan el poder en su propio beneficio, y en perjuicio de todos los demás. Esto puede ocurrir, porque la política ha contaminado las instituciones del Estado de forma depredadora, y ejerciendo su influencia sobre la vida social de los españoles. Hay miles de políticos que son literalmente unos “chorizos”, y eso es hora de que cambie en nuestro país.
Las formas de intervención de la ciudadanía, los auténticos usufructuarios y propietarios temporales de la cosa pública, se pueden reunir en múltiples y diversas alternativas. Pero la más importante, sin duda, es la toma de conciencia de que hay políticos que se están aprovechando de la representación pública para beneficiarse y perjudicarnos. No están nuestros intereses comunes en buenas manos, mientras estén en las suyas.
Los ciudadanos debemos actuar de forma responsable y recuperar lo que nos han arrebatado, que es el control de nuestros propios intereses de forma directa. Se puede hacer de muchas formas, pero no se puede hacer mientras permanezcamos en acomodaticia posición de votar cada cuatro años y desentendernos de lo que ocurra, confiando en que nuestros asuntos colectivos están en buenas manos.
Los partidos políticos, los sindicatos, las organizaciones sociales subvencionadas por el poder, están a punto de recibir la puntilla, y no lo saben. En los partidos políticos no hay democracia, hay caciquismo, no hay libertad, hay seguimiento del líder, y no hay vergüenza alguna, porque no son ajenos, sino partícipes, de la corrupción de la que se nutren.
Hay que dejarse de medidas épicas y heroicas, para acudir a lo práctico. Y nada mejor que dejar las cosas claras desde el principio, nada de manzanas podridas y manzanas sanas, y otras chorradas.
Quizás la palabra ultimátum suene fuerte, moleste algunas membranas timpánicas sensibles, prefiero utilizar advertencia, que es políticamente correcta, o aviso que tiene connotaciones con la tauromaquia.
Con crisis o sin crisis, con cambio climático o sin él, con Dios o sin Dios, pero con gónadas, los españoles tenemos que darles un plazo, breve, intenso y definitivo, para que pongan en orden sus “negocios públicos”, no más de tres meses. La justicia no está para muchas filigranas, y menos con la huelga imposible e inevitable, y la contaminación política que la caracteriza en estos tiempos.
Hay fiscalías anticorrupción en España que no están haciendo su trabajo, posiblemente por el exceso de casos que deben resolver, hay una fiscalía general del Estado, dirigida por el señor Cándido Conde-Pumpido nombrado por el gobierno, que está a su servicio, hay un Consejo General del Poder Judicial que no representa los intereses de la justicia independiente, ni los de los ciudadanos, sino los de los partidos que los han nombrado.
El problema no es por ausencia de instituciones, sino por el mal uso o el abuso que se hace de las mismas desde la política. El poder judicial debe ser independiente de los políticos y de la política, y si no se hace rápidamente, quedará salpicado por el tsunami de transparencia que se avecina.
Lo que está ocurriendo no es un hecho casual fruto del azar, o de la mala fortuna, sino precisamente lo contrario, una organización de la delincuencia desde los partidos políticos para perjudicar a un tercero, que es el pueblo español, que somos todos los ciudadanos españoles.
Seamos civilizados, porque esto del asunto del poder al final es un contrato social, y si una de las partes no cumple con su responsabilidad, es muy posible que la otra, los ciudadanos, dejemos de cumplir con nuestras obligaciones de pagar impuestos, o nuestra voluntad general de acudir a las urnas. Evidentemente, yo no soy ciudadano europeo para mantener a unos chorizos, y los que no lo son, están a tiempo de denunciar a todos los que lo son, caiga quien caiga, porque si no lo hacen, mejor dicho, si no lo han hecho, están participando de la urdimbre de corrupción. Es hora de recuperar la democracia, es hora de hacer justicia.
Biante de Priena
Urdimbre, que hermosa palabra, procedente del latín al que tantos países y tantos millones de personas debemos tanto, y la moda de gárrulos y lentejuelas ha apartado de la cultura convencional
Urdimbre, proviene del término “ordidiri”, que en su polisemia se puede comprender como "preparar los hilos en el telar" o bien, "tramar una intriga", para el tema que nos ocupa nada más acertado, porque menudo “telar” que hay montado y está claro que se ha organizado para intrigar, que no es otra cosa que . Actuar con astucia y ocultamente para lograr algún objetivo.
Pues definido el concepto y observando que su semántica resulta apta como referencia, podemos pasar a desentrañar lo que está ocurriendo en la actualidad en nuestro país: una auténtica plaga de corrupción, el sistema esta absolutamente podrido.
La razón es la política, o mejor dicho, los políticos que detentan el poder en su propio beneficio, y en perjuicio de todos los demás. Esto puede ocurrir, porque la política ha contaminado las instituciones del Estado de forma depredadora, y ejerciendo su influencia sobre la vida social de los españoles. Hay miles de políticos que son literalmente unos “chorizos”, y eso es hora de que cambie en nuestro país.
Las formas de intervención de la ciudadanía, los auténticos usufructuarios y propietarios temporales de la cosa pública, se pueden reunir en múltiples y diversas alternativas. Pero la más importante, sin duda, es la toma de conciencia de que hay políticos que se están aprovechando de la representación pública para beneficiarse y perjudicarnos. No están nuestros intereses comunes en buenas manos, mientras estén en las suyas.
Los ciudadanos debemos actuar de forma responsable y recuperar lo que nos han arrebatado, que es el control de nuestros propios intereses de forma directa. Se puede hacer de muchas formas, pero no se puede hacer mientras permanezcamos en acomodaticia posición de votar cada cuatro años y desentendernos de lo que ocurra, confiando en que nuestros asuntos colectivos están en buenas manos.
Los partidos políticos, los sindicatos, las organizaciones sociales subvencionadas por el poder, están a punto de recibir la puntilla, y no lo saben. En los partidos políticos no hay democracia, hay caciquismo, no hay libertad, hay seguimiento del líder, y no hay vergüenza alguna, porque no son ajenos, sino partícipes, de la corrupción de la que se nutren.
Hay que dejarse de medidas épicas y heroicas, para acudir a lo práctico. Y nada mejor que dejar las cosas claras desde el principio, nada de manzanas podridas y manzanas sanas, y otras chorradas.
Quizás la palabra ultimátum suene fuerte, moleste algunas membranas timpánicas sensibles, prefiero utilizar advertencia, que es políticamente correcta, o aviso que tiene connotaciones con la tauromaquia.
Con crisis o sin crisis, con cambio climático o sin él, con Dios o sin Dios, pero con gónadas, los españoles tenemos que darles un plazo, breve, intenso y definitivo, para que pongan en orden sus “negocios públicos”, no más de tres meses. La justicia no está para muchas filigranas, y menos con la huelga imposible e inevitable, y la contaminación política que la caracteriza en estos tiempos.
Hay fiscalías anticorrupción en España que no están haciendo su trabajo, posiblemente por el exceso de casos que deben resolver, hay una fiscalía general del Estado, dirigida por el señor Cándido Conde-Pumpido nombrado por el gobierno, que está a su servicio, hay un Consejo General del Poder Judicial que no representa los intereses de la justicia independiente, ni los de los ciudadanos, sino los de los partidos que los han nombrado.
El problema no es por ausencia de instituciones, sino por el mal uso o el abuso que se hace de las mismas desde la política. El poder judicial debe ser independiente de los políticos y de la política, y si no se hace rápidamente, quedará salpicado por el tsunami de transparencia que se avecina.
Lo que está ocurriendo no es un hecho casual fruto del azar, o de la mala fortuna, sino precisamente lo contrario, una organización de la delincuencia desde los partidos políticos para perjudicar a un tercero, que es el pueblo español, que somos todos los ciudadanos españoles.
Seamos civilizados, porque esto del asunto del poder al final es un contrato social, y si una de las partes no cumple con su responsabilidad, es muy posible que la otra, los ciudadanos, dejemos de cumplir con nuestras obligaciones de pagar impuestos, o nuestra voluntad general de acudir a las urnas. Evidentemente, yo no soy ciudadano europeo para mantener a unos chorizos, y los que no lo son, están a tiempo de denunciar a todos los que lo son, caiga quien caiga, porque si no lo hacen, mejor dicho, si no lo han hecho, están participando de la urdimbre de corrupción. Es hora de recuperar la democracia, es hora de hacer justicia.
Biante de Priena
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