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miércoles, 9 de abril de 2008
La estridencia mediática
IMAGEN RETIRADA A SOLICITUD DE SUS PROPIETARIOS: "La imagen la has sacado de nuestro servidor de www.audiencias.info y consumes nuestro ancho de banda.
Lo mínimo es que pongas la fuente y que quites la imagen"(ver comentarios).
Lo mínimo es que pongas la fuente y que quites la imagen"(ver comentarios).
Hacia los años setenta se estableció una polémica sobre si el efecto que la exposición a imágenes violentas producía en los seres humanos. No se llegó a ningún acuerdo porque los resultados de los estudios eran contradictorios. Mientras unos decían que se incrementaban las conductas agresivas y violentas, otros decían lo contrario, y aún otros, decían que se observaba correlación alguna.
De lo que se dedujo que no había un criterio claro que permitiera discernir sobre la cuestión. Por lo tanto no se establecieron genéricamente pautas de exposición limitada, ni otros controles, aunque se solicitó su reducción o exclusión de los programas infantiles. Sin embargo, la mayoría de los medios de comunicación establecieron códigos de conducta compartidos de forma voluntaria, sobre lo que debía o no debía mostrarse al público.
En el atentado terrorista del 11-S contra las torres gemelas de Nueva York, se levantó un velo de censura que impidió la exposición a las imágenes del horror que había ocasionado, prácticamente no llegaron al público imágenes en las que se pudieran observar las escenas del desastre. En el atentado de los trenes de Atocha, el 11-M, también se establecieron controles, pero en este caso algunas imágenes llegaron al público, aunque rápidamente se retiraron.
Pero cada día se pueden ver imágenes de los azotes de la violencia en países asolados por la guerra como Irak, Palestina o Israel. También es frecuente que en las grandes catástrofes como la del Tsunami o las inundaciones de Nueva Orleans, se proyecten algunas imágenes escabrosas sobre la magnitud de la catástrofe.
La alarma social
Hay un elemento que justifica habitualmente la exposición de imágenes que es la alarma social. Es frecuente que en determinados casos como el terrorismo, los crímenes fruto de la violencia doméstica, y los casos de asesinato de niños, se muestre la imagen de los autores cuando son detenidos por la policía; en estas ocasiones, habitualmente de forma fugaz o semioculta, también se muestran a las víctimas de los criminales.
Realmente estamos tan acostumbrados a ver estas secuencias que ya no les otorgamos mayor importancia, pero en realidad tras cada exposición se está manifestando un discurso concreto: el sistema funciona, los criminales son detenidos y entregados a la justicia.
Algo parecido ocurre con la detención de los pedófilos internautas, con los traficantes de drogas, con los estafadores organizados, con los conductores que han dejado víctimas, y en menor medida con los criminales convencionales, que han asesinado a alguien o que lo han intentado.
Dependiendo del color del gobierno correspondiente, los medios de comunicación afines suelen minimizar los mismos, mientras que los contrarios se suelen deleitar en su exposición. Esto también ocurre en la forma de exponer la noticia, mientras los afines la derivan a la fatalidad, los contrarios hacen responsable al gobierno del mismo.
Recientemente ha ocurrido en el caso de la niña de 5 años fallecida en Huelva, Mari Luz, mientras unos medios han expuesto toda la información, otros la han minimizado; mientras los medios que aborrecen al gobierno han desmenuzado la noticia reiteradamente, los afines la han atribuido a la fatalidad y prácticamente a la mala suerte.
Evidentemente para la niña asesinada, para sus padres y para todas las personas que se han sensibilizado con el caso, la inmensa mayoría de los españoles, poco importa que se hable poco o mucho de lo ocurrido, que se muestre al presunto asesino una vez o cien en las imágenes, o que se desmenuce la cadena de responsabilidades.
Pero los medios de comunicación han dedicado grandes recursos a magnificar el crimen, execrable y deleznable, porque era noticia y atraía la atención de los ciudadanos, así entre anuncio y anuncio se iban desmenuzando todos los pormenores sobre el caso.
Regresando al principio, no está claro que la exposición a imágenes violentas en la televisión repercuta en la realidad con la replicación de conductas violentas por parte de los telespectadores, pero estoy seguro de que la exposición de un caso como el de esta pobre niña asesinada por un degenerado, entre anuncios de yogur y comentarios frívolos sobre la última pareja de la actriz correspondiente, a mas de uno nos revuelve las tripas.
Creo que algunos temas requieren un respeto especial por parte de los medios de comunicación, y un rigor en su presentación del que adolecen la mayoría de los programas que tratan la sevicia humana y su cortejo de miseria, con el mismo rigor que un anuncio sobre politonos.
Biante de Priena
De lo que se dedujo que no había un criterio claro que permitiera discernir sobre la cuestión. Por lo tanto no se establecieron genéricamente pautas de exposición limitada, ni otros controles, aunque se solicitó su reducción o exclusión de los programas infantiles. Sin embargo, la mayoría de los medios de comunicación establecieron códigos de conducta compartidos de forma voluntaria, sobre lo que debía o no debía mostrarse al público.
En el atentado terrorista del 11-S contra las torres gemelas de Nueva York, se levantó un velo de censura que impidió la exposición a las imágenes del horror que había ocasionado, prácticamente no llegaron al público imágenes en las que se pudieran observar las escenas del desastre. En el atentado de los trenes de Atocha, el 11-M, también se establecieron controles, pero en este caso algunas imágenes llegaron al público, aunque rápidamente se retiraron.
Pero cada día se pueden ver imágenes de los azotes de la violencia en países asolados por la guerra como Irak, Palestina o Israel. También es frecuente que en las grandes catástrofes como la del Tsunami o las inundaciones de Nueva Orleans, se proyecten algunas imágenes escabrosas sobre la magnitud de la catástrofe.
La alarma social
Hay un elemento que justifica habitualmente la exposición de imágenes que es la alarma social. Es frecuente que en determinados casos como el terrorismo, los crímenes fruto de la violencia doméstica, y los casos de asesinato de niños, se muestre la imagen de los autores cuando son detenidos por la policía; en estas ocasiones, habitualmente de forma fugaz o semioculta, también se muestran a las víctimas de los criminales.
Realmente estamos tan acostumbrados a ver estas secuencias que ya no les otorgamos mayor importancia, pero en realidad tras cada exposición se está manifestando un discurso concreto: el sistema funciona, los criminales son detenidos y entregados a la justicia.
Algo parecido ocurre con la detención de los pedófilos internautas, con los traficantes de drogas, con los estafadores organizados, con los conductores que han dejado víctimas, y en menor medida con los criminales convencionales, que han asesinado a alguien o que lo han intentado.
Dependiendo del color del gobierno correspondiente, los medios de comunicación afines suelen minimizar los mismos, mientras que los contrarios se suelen deleitar en su exposición. Esto también ocurre en la forma de exponer la noticia, mientras los afines la derivan a la fatalidad, los contrarios hacen responsable al gobierno del mismo.
Recientemente ha ocurrido en el caso de la niña de 5 años fallecida en Huelva, Mari Luz, mientras unos medios han expuesto toda la información, otros la han minimizado; mientras los medios que aborrecen al gobierno han desmenuzado la noticia reiteradamente, los afines la han atribuido a la fatalidad y prácticamente a la mala suerte.
Evidentemente para la niña asesinada, para sus padres y para todas las personas que se han sensibilizado con el caso, la inmensa mayoría de los españoles, poco importa que se hable poco o mucho de lo ocurrido, que se muestre al presunto asesino una vez o cien en las imágenes, o que se desmenuce la cadena de responsabilidades.
Pero los medios de comunicación han dedicado grandes recursos a magnificar el crimen, execrable y deleznable, porque era noticia y atraía la atención de los ciudadanos, así entre anuncio y anuncio se iban desmenuzando todos los pormenores sobre el caso.
Regresando al principio, no está claro que la exposición a imágenes violentas en la televisión repercuta en la realidad con la replicación de conductas violentas por parte de los telespectadores, pero estoy seguro de que la exposición de un caso como el de esta pobre niña asesinada por un degenerado, entre anuncios de yogur y comentarios frívolos sobre la última pareja de la actriz correspondiente, a mas de uno nos revuelve las tripas.
Creo que algunos temas requieren un respeto especial por parte de los medios de comunicación, y un rigor en su presentación del que adolecen la mayoría de los programas que tratan la sevicia humana y su cortejo de miseria, con el mismo rigor que un anuncio sobre politonos.
Biante de Priena
Categorías:
Comunicación,
Prensa y Medios
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