Hagamos recapitulación de los artículos anteriores, en el primero hacía una declaración que debía ser la democracia, en el segundo considerá la situación actual en las democracias del sur de Europa, de las que España es paradigma, y en la tercera, apelando a Madison, denuncié cual era la situación de todos nuestros males: la presencia de los partidarios de "un partido único" con múltiples facetas y la ausencia de un contrapoder, creo que esto justifica la creación de un antipartido político, lo que a la mayoría de los lectores les puede sonar a extraño, acostumbrados como están a recibir sólo la información que elude cualquier alternativa a lo existente.
En la cuarta entrega abordaré el problema fundamental, como convencer a mis compatriotas de que todos los partidos políticos son idénticos, que en realidad conforman un partido único que es exclusivamente una representación del poder y no de nuestra voluntad soberana, de los ciudadanos a los que representa. No quiero con ello, aunque me dan ganas, acusar a todos los políticos de deshonestidad, seguro que hay muchos honestos, que incluso se dejan la vida en la obra y reciben menos de lo que entregan, pero también hay muchos que se aprovechan de su condición de representante público y los que son honestos no dicen nada, consintiendo el estado de corrupción y despropósito en el que estamos viviendo.
La pregunta clave es la siguiente: ¿qué puedo hacer, yo, ciudadano medio, asqueado de la política por el espectáculo al que estamos asistiendo, para cambiar esta miserable realidad?.
Queridos lectores, aquí estamos en páramos ignotos, yo soy uno más, no tengo ni puñetera idea, pero quiero pensar que el poder siempre ha tratado de oprimir y los seres humanos hemos logrado, poco a poco,a lo largo de la historia, zaherirnos de su opresión, porque si no yo no podría estar escribiendo ahora mismo estas palabras para publicarlas posterioremente en un blog.
Mi propuesta es crear un antipartido político, que se contraponga a todos los existentes, un contrapoder necesario e imprescindible, porque los partidos políticos se han apropiado del poder y lo utilizan en su interés, antes que en el de los ciudadanos que lo representan. La clave del proceso es regresar a la democracia, si alguna vez la hubo. Los partidos políticos representan sus propios intereses y no los de los ciudadanos que eligen a sus representantes públicos en las urnas. Siguiendo las enseñanzas de Madison, debemos crear una nueva facción que se oponga a todas las existentes, pero que no participe de sus mismas reglas, es decir un antipartido político, en el que no haya partidarios, sino ciudadanos libres y responsables que tomen decisiones y se comprometan con ellas, sin llegar a convertirse en políticos al uso, que terminen atrapados en las redes del poder. Hasta aquí el largo preámbulo, vamos a sus aplicaciones, a las acciones que alumbren su existencia.
Sé que es una locura, pero la única fórmula que veo para afrontar ese objetivo es la confianza, primero en nosotros mismos, sabiendo que somos capaces de intentarlo al menos, pero también es necesario una organización o muchas que lo hagan posible. ¿Pero quién va a estar dispuesto a hacer algo por los demás que le ocasione innumerables molestias sin recibir nada a cambio?. En una sociedad en la que el dinero es el único Dios, eso resulta prácticamente imposible. Sin recursos, tanto materiales como humanos, pocas cosas se pueden hacer. Estamos condenados a vivir en una situación de potencia que nunca alcanza el acto, es decir, de impotencia en realidad.
Vivimos en una sociedad de masas, de seres a a los que se ha desposeído de su identidad, acogotada por la cultura de la imagen y la propaganda, con unos medios de comunicación que viven de la reiteración de la misma noticia sin reflexión propia; el poder se disfraza de su mejor cara para vendernos la especie de que está haciendo todo lo que puede por nosotros y no puede hacer más. Pero las pensiones se congelan, suben los impuestos y cada día hay más gente que se va al paro o pierde su casa por no poder pagar la hipoteca.
Para participar en el juego de la política hay que alcanzar una cuota de existencia pública y eso resulta penoso y además es postergado y anulado por los medios de comunicación, más interesados en mantener el conflicto en lo existente, que en aventurarse por nuevos caminos. La sociedad está secuestrada y paga su rescate cada día con un deterioro de sus condiciones vitales y su malestar paulatino.
Todos esperamos que las cosas se resuelvan por sí mismas, pero eso no va a ocurrir, porque el poder siempre busca perpetuarse y alejar a los ciudadanos de su condición de libertad. Vivimos enajenados por el poder, nos han adoctrinado en que nuestro papel en la democracia ser resume en acudir cada cuatro años a las urnas y posteriormente vivir de una forma pasiva y servil ante lo que aconteca, nos han convertido en sociedad, en consumidores, en contribuyentes, en electores, en usuarios, en clientes, pero al mismo tiempo estamos dejando de ser humanos, con capacidad de autodefinirnos y decidir nuestro destino.
Aquí creo que está la clave del asunto, debemos desclasificarnos en todos los epígrafes en que la sociedad y el Estado nos ha convertido, debemos recobrar nuestra identidad propia, volver a ser nosotros mismos, liberándonos de todas las etiquetas asignadas con que el poder nos encadena y somete.
Verán ustedes, yo soy un ciudadano, español, demócrata y libre, que quiere vivir en paz consigo mismo y con los demás, de su trabajo y no del alpiste del Estado para que todo siga igual, creyendo que vivimos en el mejor mundo de los posibles, cuando estamos encerrados en una jaula del poder como si fuéramos periquitos, cada día con más limitaciones pero también teniendo que sacrificarnos más exclusivamente para poder seguir sobreviviendo. Quiero decidir sobre lo que me conviene o no me conviene, pero quiero hacerlo por mi mismo y no por medio de otros que me representen, bien, mal o cómo les dé la gana. La representación política en una sociedad avanzada, con ciudadanos que no somos analafabetos, con acceso a una comunicación inmediata y funcionarios suficientes para trasladar nuestras decisiones a la realidad, es sincerament un anacronismo propio de la época de nuestros bisabuelos, el último reducto de la opresión señorial del Antiguo Régimen.
Debemos dejar de creer en esta pantomiama de “democracia” para recrear la Democracia auténtica, pero para ello sólo podemos hacerlo si nos unimos, ahora mismo conozco dos lugares, aunque hay muchos más en los que se está estableciendo un debate interesante sobre estas cuestiones, uno es Movimiento Democrático, asociación a la que pertenezco, y otro es el MCRC, a la que no pertenezco, pero que tiene mi confianza en que también busca como objetivo cambiar esta miserable realidad de la política en España.
Pues nada, aquí concluyen los episodios de la creación de un antipartido político, recomendando dos asociaciones en las que al menos se está produciendo un debate sobre la mezquina realidad política en la que estamos viviendo. Lo único que puede decir es que no pare la música, vamos a ver si entre todos somos capaces de crear una alternativa a lo existente, porque aunque no lo creamos, sólo depende de nosotros mismos, como decía Unamuno, quien confía en sí mismo no necesita que los demás confíen en él. Nos vemos y continuamos con la épica batalla de cómo podemos ser sociales sin dejar de ser nosotros mismos, lo que se explica muy fácil si en vez de un conglomerado de individuos informe, una masa, que es lo que le interesa al poder, consideramos que la sociedad debe ser un agregado de ciudadanos, con identidad propia, que saben que no pueden ser enajenados declarándolos partidarios de un poder único con muchas caras.
Ahí está la clave, en dejar de ser partidarios de todo lo que existe en la política actual, algo que nos enajena, para ser dueños de nuestro destino creando algo nuevo que se oponga a todo lo existente. Ahora depende de todos y cada uno de nosotros. Manos a la obra, porque la unión hace la fuerza.
Biante de Priena
En la cuarta entrega abordaré el problema fundamental, como convencer a mis compatriotas de que todos los partidos políticos son idénticos, que en realidad conforman un partido único que es exclusivamente una representación del poder y no de nuestra voluntad soberana, de los ciudadanos a los que representa. No quiero con ello, aunque me dan ganas, acusar a todos los políticos de deshonestidad, seguro que hay muchos honestos, que incluso se dejan la vida en la obra y reciben menos de lo que entregan, pero también hay muchos que se aprovechan de su condición de representante público y los que son honestos no dicen nada, consintiendo el estado de corrupción y despropósito en el que estamos viviendo.
La pregunta clave es la siguiente: ¿qué puedo hacer, yo, ciudadano medio, asqueado de la política por el espectáculo al que estamos asistiendo, para cambiar esta miserable realidad?.
Queridos lectores, aquí estamos en páramos ignotos, yo soy uno más, no tengo ni puñetera idea, pero quiero pensar que el poder siempre ha tratado de oprimir y los seres humanos hemos logrado, poco a poco,a lo largo de la historia, zaherirnos de su opresión, porque si no yo no podría estar escribiendo ahora mismo estas palabras para publicarlas posterioremente en un blog.
Mi propuesta es crear un antipartido político, que se contraponga a todos los existentes, un contrapoder necesario e imprescindible, porque los partidos políticos se han apropiado del poder y lo utilizan en su interés, antes que en el de los ciudadanos que lo representan. La clave del proceso es regresar a la democracia, si alguna vez la hubo. Los partidos políticos representan sus propios intereses y no los de los ciudadanos que eligen a sus representantes públicos en las urnas. Siguiendo las enseñanzas de Madison, debemos crear una nueva facción que se oponga a todas las existentes, pero que no participe de sus mismas reglas, es decir un antipartido político, en el que no haya partidarios, sino ciudadanos libres y responsables que tomen decisiones y se comprometan con ellas, sin llegar a convertirse en políticos al uso, que terminen atrapados en las redes del poder. Hasta aquí el largo preámbulo, vamos a sus aplicaciones, a las acciones que alumbren su existencia.
Sé que es una locura, pero la única fórmula que veo para afrontar ese objetivo es la confianza, primero en nosotros mismos, sabiendo que somos capaces de intentarlo al menos, pero también es necesario una organización o muchas que lo hagan posible. ¿Pero quién va a estar dispuesto a hacer algo por los demás que le ocasione innumerables molestias sin recibir nada a cambio?. En una sociedad en la que el dinero es el único Dios, eso resulta prácticamente imposible. Sin recursos, tanto materiales como humanos, pocas cosas se pueden hacer. Estamos condenados a vivir en una situación de potencia que nunca alcanza el acto, es decir, de impotencia en realidad.
Vivimos en una sociedad de masas, de seres a a los que se ha desposeído de su identidad, acogotada por la cultura de la imagen y la propaganda, con unos medios de comunicación que viven de la reiteración de la misma noticia sin reflexión propia; el poder se disfraza de su mejor cara para vendernos la especie de que está haciendo todo lo que puede por nosotros y no puede hacer más. Pero las pensiones se congelan, suben los impuestos y cada día hay más gente que se va al paro o pierde su casa por no poder pagar la hipoteca.
Para participar en el juego de la política hay que alcanzar una cuota de existencia pública y eso resulta penoso y además es postergado y anulado por los medios de comunicación, más interesados en mantener el conflicto en lo existente, que en aventurarse por nuevos caminos. La sociedad está secuestrada y paga su rescate cada día con un deterioro de sus condiciones vitales y su malestar paulatino.
Todos esperamos que las cosas se resuelvan por sí mismas, pero eso no va a ocurrir, porque el poder siempre busca perpetuarse y alejar a los ciudadanos de su condición de libertad. Vivimos enajenados por el poder, nos han adoctrinado en que nuestro papel en la democracia ser resume en acudir cada cuatro años a las urnas y posteriormente vivir de una forma pasiva y servil ante lo que aconteca, nos han convertido en sociedad, en consumidores, en contribuyentes, en electores, en usuarios, en clientes, pero al mismo tiempo estamos dejando de ser humanos, con capacidad de autodefinirnos y decidir nuestro destino.
Aquí creo que está la clave del asunto, debemos desclasificarnos en todos los epígrafes en que la sociedad y el Estado nos ha convertido, debemos recobrar nuestra identidad propia, volver a ser nosotros mismos, liberándonos de todas las etiquetas asignadas con que el poder nos encadena y somete.
Verán ustedes, yo soy un ciudadano, español, demócrata y libre, que quiere vivir en paz consigo mismo y con los demás, de su trabajo y no del alpiste del Estado para que todo siga igual, creyendo que vivimos en el mejor mundo de los posibles, cuando estamos encerrados en una jaula del poder como si fuéramos periquitos, cada día con más limitaciones pero también teniendo que sacrificarnos más exclusivamente para poder seguir sobreviviendo. Quiero decidir sobre lo que me conviene o no me conviene, pero quiero hacerlo por mi mismo y no por medio de otros que me representen, bien, mal o cómo les dé la gana. La representación política en una sociedad avanzada, con ciudadanos que no somos analafabetos, con acceso a una comunicación inmediata y funcionarios suficientes para trasladar nuestras decisiones a la realidad, es sincerament un anacronismo propio de la época de nuestros bisabuelos, el último reducto de la opresión señorial del Antiguo Régimen.
Debemos dejar de creer en esta pantomiama de “democracia” para recrear la Democracia auténtica, pero para ello sólo podemos hacerlo si nos unimos, ahora mismo conozco dos lugares, aunque hay muchos más en los que se está estableciendo un debate interesante sobre estas cuestiones, uno es Movimiento Democrático, asociación a la que pertenezco, y otro es el MCRC, a la que no pertenezco, pero que tiene mi confianza en que también busca como objetivo cambiar esta miserable realidad de la política en España.
Pues nada, aquí concluyen los episodios de la creación de un antipartido político, recomendando dos asociaciones en las que al menos se está produciendo un debate sobre la mezquina realidad política en la que estamos viviendo. Lo único que puede decir es que no pare la música, vamos a ver si entre todos somos capaces de crear una alternativa a lo existente, porque aunque no lo creamos, sólo depende de nosotros mismos, como decía Unamuno, quien confía en sí mismo no necesita que los demás confíen en él. Nos vemos y continuamos con la épica batalla de cómo podemos ser sociales sin dejar de ser nosotros mismos, lo que se explica muy fácil si en vez de un conglomerado de individuos informe, una masa, que es lo que le interesa al poder, consideramos que la sociedad debe ser un agregado de ciudadanos, con identidad propia, que saben que no pueden ser enajenados declarándolos partidarios de un poder único con muchas caras.
Ahí está la clave, en dejar de ser partidarios de todo lo que existe en la política actual, algo que nos enajena, para ser dueños de nuestro destino creando algo nuevo que se oponga a todo lo existente. Ahora depende de todos y cada uno de nosotros. Manos a la obra, porque la unión hace la fuerza.
Biante de Priena