En la partitocracia española se producen crueles paradojas rayanas en la impertinencia,
una de las más interesantes es que todos los partidos políticos españoles son
doctrinarios y excluyentes, otra es que son extraordinariamente dogmáticos (y
también fanáticos) y por último, que comparten
el patrón vertical de los partidos socialistas en el proceso de decisión,
con un aparato en la cúpula, unos cargos intermedios y unas bases, en todo aquello relacionado con la
administración de sus recursos materiales y humanos. En otras democracias más
avanzadas no todos los partidos políticos son así, ni siquiera los partidos
socialistas mucho más abiertos a los ciudadanos, a la libertad y a la
democracia, que los ejemplares patrios.
Otra paradoja de las formaciones políticas españolas, es que
en más de 35 años de democracia, no han sido capaces de evolucionar, sino más
bien de involucionar. Sin duda en España no se produce la isocracia de los
griegos, que hacía iguales a gobernantes y gobernados, ni tampoco una
independencia de la justicia, tutelada por los gobiernos de turno, ni tampoco
una isonomia, porque los políticos tienen códigos propios ajenos a la
legislación común, ni por supuesto una isegoría, que es la oportunidad que
tenían los ciudadanos griegos de expresarse en la asamblea. En realidad, la
democracia en España es más bien una opción tutelada que representativa y recuerda
más al despotismo que a un sistema equitativo y justo, en la relación entre gobernantes y gobernados.
Sin duda este engendro al que denominan democracia los que mandan, fue pergeñado por los mandatarios del
franquismo que realizaron la transición, para mantener atado y bien atado el
poder, concediendo permiso a los ciudadanos para que acudan a las urnas cada
cuatro años y así muestren su complacencia con el sistema han diseñado aquellos
que mandan sobre ellos, ejerciendo de nuevos amos. No
hay que olvidarse que las elecciones no hacen una democracia, en Cuba, en la
Unión Soviética, en la Alemania nazi e incluso en el franquismo, el pueblo
acudía a las urnas con cierta frecuencia, para elegir entre aquello que le
ofrecían, exactamente igual que en la supuesta democracia española.
Como los que regulan la condición y calidad de nuestra
democracia, son los representantes de los partidos políticos, será difícil que
algún día renuncien a sus intereses, beneficios y privilegios, por eso los
españoles estamos obligados a elegir entre toda esta fanfarria de partidos no
democráticos, porque ninguno lo es, que nos ofrecen una democracia tutelada, en
la que no se puede elegir más que a los que han escogido en las cúpulas de los
partidos. La ignorancia política de los españoles cultivada durante cuarenta
años de franquismo y treinta y cinco de “supuesta” democracia por aquellos que
viven del engaño, ha hecho el resto. La pereza intelectual de los españoles,
tradicionalmente ahormada por los medios de comunicación más vendidos al poder
de Occidente, ha sido imprescindible para envolver la realidad como le interesa al poder de turno.
Parece que las cosas están cambiando, porque no somos pocos
los españoles que denunciamos sin descanso que todo esto tiene que ver tanto
con la democracia como un balón de fútbol con la luna, pero todavía son muy
escasas las manifestaciones efectivas al respecto, por parte de una casta
periodística que en vez de denunciar que el sistema es insostenible por
incumplir los criterios democráticos, prefiere ejercer la política del chisme,
contándonos las vicisitudes del elenco cuando tiene la magnanimidad de dejarse
ver por sus súbditos.
Hoy, precisamente, el expresidente Aznar ha hablado de soberanía
en relación a la cuestión de la independencia catalana y su discurso ha
resultado políticamente incorrecto, porque en este país desde el socialismo de
todos los partidos (Hayek), los españoles hace mucho tiempo que no tenemos
reconocida por nuestros representantes políticos la condición soberana que nos
asigna la Constitución Española.
Una de las mayores barbaridades que he observado es decir a
la expresidenta María Teresa Fernández de la Vega que el Parlamento era el
representante de “la soberanía popular”, siendo España una nación, cuya
Jefatura de Estado es una monarquía, cuando la soberanía popular es propia de
las Repúblicas, pero no se quedó atrás la Secretaria General del PP, María
Dolores de Cospedal, cuando dijo que el Parlamento era el representante de la
soberanía del pueblo, cuando la soberanía es una condición intransferible e
indelegable, que pertenece a cada español desde 1812 hasta ahora. Estos
pequeños detalles, a los que se pueden añadir otras barbaridades como la de “nación
discutida y discutible” de Zapatero, en la estulticia que le caracterizaba,
porque eso le convertía en Presidente del Gobierno de “una nación discutida y
discutible” (?), que haría reir a cualquiera de sus homólogos europeos; hasta las operaciones del PP de convertir España en una “nación
de ciudadanos”, cuando la nación no admite otra condición que la de soberanos,
siendo el Estado el que ofrece la condición de ciudadanos.
Pues que quieren ustedes, si la ignorancia política extrema
es el paradigma en el que se desenvuelve la vida democrática en España, tanto
de representantes como de representados, aderezado por adoctrinamiento, dogmatismo
y socialismo para tapar las carencias, ¿cómo quieren que nos vayan las cosas en
la política de este país?, si nos fueran bien, sería inmerecidamente y desde
luego, tremendamente injusto.
Seguramente nos irá aún mucho peor, que es lo que
nos corresponde, dada nuestra tremenda insensatez, irracionalidad y estupidez.
Enrique Suárez