Sin duda el impacto de las nuevas
formas de comunicación interactivas, está dando al traste con todos los
formatos anteriores. Twitter y Facebook, forman parte de la vida de muchos
millones de personas como la televisión o la plancha, son instrumentos útiles
que, supuestamente, facilitan nuestras vidas, aunque desde mi criterio, creo
que las van transformando poco a poco.
No son las únicas, otras como las redes de comunicación por teléfonos móviles,
WhatsApp, también está teniendo un auge insospechado.
El cambio que se está produciendo
no es otro que pasar de sociedades informadas a sociedades intercomunicadas. Si
en la década pasada el acceso a la información se multiplicó por mil con
respecto a la anterior gracias a los recursos de internet, en la presente
estamos asistiendo a la intercomunicación, que se ha multiplicado por cien con
respecto a la anterior. Información y comunicación están transformando nuestras
vidas, pero fundamentalmente las formas tradicionales de convivencia. Hoy se
puede estar mejor comunicado con un amigo que vive en Vladivostock, al otro
lado del planeta, que con el vecino de la puerta de al lado.
Estas circunstancias están
modificando también nuestro conocimiento de la realidad, que hoy puede ser
mucho más profundo que hace un par de décadas. Y parece ser que también va
camino de modificar nuestras relaciones con los demás, pero también nuestras
relaciones sociales y posiblemente lo que es más importante, nuestras
relaciones con el poder.
España está siendo un auténtico
laboratorio en esta experiencia, porque la casta política no se ha adaptado a
las nuevas circunstancias con la celeridad que correspondería a los más
avezados paladines de la comunicación pública. Realmente la casta política
española es muy mayor, la mayoría de los líderes de los partidos políticos
supera los sesenta años y no están adaptados como las generaciones venideras a
esta nueva categoría existencial que supone la realidad ampliada que nos ofrece
internet. Forman en su conjunto una grey bastante mal preparada para los
tiempos, no sólo por desconocimiento de las técnicas de comunicación, sino
también por desconocimiento de los canales preferidos por los ciudadanos para
informarse de lo que ocurre.
Asistimos a una auténtica
revolución en materia de información y comunicación, con una decadencia sin fin
de los medios tradicionales: prensa, emisoras de radio, canales de televisión,
pues los que no están en quiebra, están a punto de estarlo. También en formas
de cultura subvencionadas con recursos públicos como el cine español (y menos el de otros países), pues esta semana ha sido la peor que se recuerda en la historia del
gremio. Este mundo de cambios sin duda tendrá repercusiones sobre las
relaciones de los ciudadanos con el poder en un futuro inmediato, pero ya los está teniendo con la cultura.
De hecho ya las ha tenido en las
dictaduras del norte de África, pero también en países atenazados por la crisis
como Grecia, Portugal, Italia o España. El mediterráneo es el área del planeta
donde realmente la nueva forma de comunicarse que ofrecen los medios del
presente, está teniendo un mayor impacto, como aconteció hace 2500 años con la
revolución en la navegación y los
intercambios comerciales, hoy es otra forma de navegación e intercambio, pero
también está resultando revolucionaria en los países que bordean el mare
nostrum.
Sin embargo no son los únicos
lugares, en Argentina el activismo cibernético cada día es más importante, al
igual que está ocurriendo en países inmersos en conflictos bélicos como Siria. Pero también en sociedades más avanzadas como Estados
Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido o Japón. Evidentemente, no hay libertad de comunicación
en muchos países: China, Cuba, Corea del Norte, Irán, Birmania, precisamente
los países menos democráticos del mundo.
El mejor ejemplo de su impacto, y además
positivo, se está produciendo en estos momentos en Venezuela tras el golpe de
Estado perpetrado por el fascismo chavista y su cerrilidad en impedir un nuevo
recuento de los resultados electorales. El mundo está atento a lo que ocurre en
Venezuela, entre el modelo del pasado representado por las hordas de Nicolás
Maduro y el mundo del futuro representado por los seguidores de Henrique
Capriles, que sencillamente se está dedicando a hacer las cosas y al mismo
tiempo ir informando en Facebook y Twitter de los pasos que se están dando para
revocar un pucherazo organizado desde el poder.
Sin duda, hoy se puede
agradecer a Facebook y a Twitter que haya habido muchos menos muertos de los
previstos ante una farsa electoral como la representada. Y por supuesto, a
Henrique Capriles, que ha sabido y está sabiendo actuar como un auténtico Jefe
de Estado ante la impertinencia del "#mientras tanto" que ha ocupado el poder de
aquella manera.
Enrique Suárez