"La multitud que no se reduce a unidad es confusión; la unidad que no depende de la multitud es tiranía". Blaise Pascal
"Si elegimos el mismo camino, alcanzaremos el mismo destino". Francisco Álvarez-Cascos
Hace casi cuatro años escribí el artículo titulado “El ocaso de la Representación Política Convencional” en el que auguraba un cambio radical en el asignación de poder que se establecía entre los partidos políticos, no sólo en España, sino en toda Europa, así como una evolución hacia la democracia real, superando la estructura autoritaria de las democracias formales, que alienan de la decisión sobre sus vidas a los ciudadanos por medio de los intermediarios de nuestra voluntad, nuestros representantes políticos designados desde el poder y confirmados estoicamente por nuestros votos.
La voluntad soberana del pueblo ya no se puede enajenar, no se puede seguir alienando desde la partitocracia existente. La apropiación indebida que ejercen los políticos de la confianza de sus electores, desde que la información fluye libremente por los óceanos de la red de redes, ha entrado en proceso de agonía, durará lo que tarden la mayoría de ciudadanos en darse cuenta de que en la política convencional no hay soluciones, mientras el sistema siga funcionando con criterios autoritarios, alejado de criterios racionales, justos y equitativos. El movimiento 15-M que colea por España, las asambleas griegas de la plaza de Sintagma, las manifestaciones en diversas capitales europeas, las recientes protestas ante una inminente quiebra de algunos Estados norteamericanos, llas revoluciones del norte de África, son los primeros síntomas de un movimiento global de reacción ante la usurpación de la decisión y la voluntad de los ciudadanos por parte de los políticos.
La representación política es un oligopolio pernicioso, los ciudadanos están a punto de descubrir que por mucho que les distancien sus ideologías, más les distancias las diferencias sociales con sus políticos a todos ellos, establecidas desde la segregación organizada desde el poder. En ningún trabajo, hay tanta irresponsabilidad como entre los políticos, con muy escasas excepciones, porque cuando un trabajador se equivoca en su tarea puede perder su trabajo, mientras que si lo hace un político no hay ninguna sanción. Ahí tenemos el caso del actual Gobierno, que gracias a sus enormes errores y a la connivencia de la oposición, nos ha alejado de Europa como no lo había hecho nadie desde que se murió Franco, y no pasa nada, vuelven a presentarse a las elecciones, no piden disculpas a los 2,5 millones de parados que han creado, ni a los jóvenes a los que les van a legar la esclavitud por el resto de sus vidas.
Quizás algo de lo que ocurra tenga que ver con la aptitud de nuestros gobernantes, de nuestros representantes políticos, porque resulta absolutamente extraordinario que alguien pueda dirigir el ministerio de Fomento, del que depende el desarrollo de este país, cuando tendría dificultades para lograr una plaza por oposición de administrativo en la función pública, o la ministra de sanidad lo sea, sin tener ni pajolera idea de lo que es la sanidad, mientras de ella depende el bienestar y la vida de los españoles. No se puede consentir que la política se convierta en una carrera paralela que permita a los más espabilados, alcanzar los privilegios que no podrían obtener en su vida si lo intentaran en el ámbito civil, como el resto de los ciudadanos, Algo así sólo ocurren en España, en ningún otro país de Europa se permitiría.
La representación política que viene acabará definitivamente con los partidos políticos, tal como los conocemos; al PSOE le espera una prolongada refundación y al PP de Mariano Rajoy le viene un cambio radical en sus planteamientos. Los partidos políticos solo tendrán futuro si se abren a los ciudadanos, si someten al criterio directo de sus electores las decisiones que adopten, si se transforman definitivamente en democráticos y abandonan cualquier tentación de autarquía.
La política es el único mercado en el que el consumidor no tiene derecho a protestar si el producto que ha adquirido resulta tóxico, pero ya no vivimos en tiempos en que los que mandan deciden y los que obedecen acatan sus órdenes. Cualquier ciudadano está sometido desde el poder, tanto los que trabajan como los que están en el paro, tanto los altos como los bajos, tanto los gordos como los flacos, los listos como los tontos, los jóvenes como los viejos, las mujeres como los hombres. Cualquier ciudadano, de izquierdas o derechas, nacionalista o unionista, soporta las mismas miserias políticas de sus representantes públicos.
El pueblo es uno, y los que les someten han dejado de ser pueblo, para ser políticos. El día que los ciudadanos descubran, que si prescinden de las ideologías, son todos iguales, a pesar de sus diferencias, y que se distinguen, exactamente igual, de los que ejercen la opresión que soportan desde el poder, se pondrán de acuerdo en el objetivo de librarse de los que se representan a sí mismos (aunque siempre vendan su altruismo y filantropía), y los actuales representantes políticos y los modelos convencionales de partidos tendrán sus días contados. Mientras tanto, unos seguirán aprovechándose de los demás, mientras otros les pagamos sus desvelos, a precio de triunfadores, directores o generales, aunque su curriculum personal y el esfuerzo que han hecho por mejorar la sociedad en la que viven quepa, con letra grande, en la tapa de un yogur.
Enrique Suárez
"Si elegimos el mismo camino, alcanzaremos el mismo destino". Francisco Álvarez-Cascos
Hace casi cuatro años escribí el artículo titulado “El ocaso de la Representación Política Convencional” en el que auguraba un cambio radical en el asignación de poder que se establecía entre los partidos políticos, no sólo en España, sino en toda Europa, así como una evolución hacia la democracia real, superando la estructura autoritaria de las democracias formales, que alienan de la decisión sobre sus vidas a los ciudadanos por medio de los intermediarios de nuestra voluntad, nuestros representantes políticos designados desde el poder y confirmados estoicamente por nuestros votos.
La voluntad soberana del pueblo ya no se puede enajenar, no se puede seguir alienando desde la partitocracia existente. La apropiación indebida que ejercen los políticos de la confianza de sus electores, desde que la información fluye libremente por los óceanos de la red de redes, ha entrado en proceso de agonía, durará lo que tarden la mayoría de ciudadanos en darse cuenta de que en la política convencional no hay soluciones, mientras el sistema siga funcionando con criterios autoritarios, alejado de criterios racionales, justos y equitativos. El movimiento 15-M que colea por España, las asambleas griegas de la plaza de Sintagma, las manifestaciones en diversas capitales europeas, las recientes protestas ante una inminente quiebra de algunos Estados norteamericanos, llas revoluciones del norte de África, son los primeros síntomas de un movimiento global de reacción ante la usurpación de la decisión y la voluntad de los ciudadanos por parte de los políticos.
La representación política es un oligopolio pernicioso, los ciudadanos están a punto de descubrir que por mucho que les distancien sus ideologías, más les distancias las diferencias sociales con sus políticos a todos ellos, establecidas desde la segregación organizada desde el poder. En ningún trabajo, hay tanta irresponsabilidad como entre los políticos, con muy escasas excepciones, porque cuando un trabajador se equivoca en su tarea puede perder su trabajo, mientras que si lo hace un político no hay ninguna sanción. Ahí tenemos el caso del actual Gobierno, que gracias a sus enormes errores y a la connivencia de la oposición, nos ha alejado de Europa como no lo había hecho nadie desde que se murió Franco, y no pasa nada, vuelven a presentarse a las elecciones, no piden disculpas a los 2,5 millones de parados que han creado, ni a los jóvenes a los que les van a legar la esclavitud por el resto de sus vidas.
Quizás algo de lo que ocurra tenga que ver con la aptitud de nuestros gobernantes, de nuestros representantes políticos, porque resulta absolutamente extraordinario que alguien pueda dirigir el ministerio de Fomento, del que depende el desarrollo de este país, cuando tendría dificultades para lograr una plaza por oposición de administrativo en la función pública, o la ministra de sanidad lo sea, sin tener ni pajolera idea de lo que es la sanidad, mientras de ella depende el bienestar y la vida de los españoles. No se puede consentir que la política se convierta en una carrera paralela que permita a los más espabilados, alcanzar los privilegios que no podrían obtener en su vida si lo intentaran en el ámbito civil, como el resto de los ciudadanos, Algo así sólo ocurren en España, en ningún otro país de Europa se permitiría.
La representación política que viene acabará definitivamente con los partidos políticos, tal como los conocemos; al PSOE le espera una prolongada refundación y al PP de Mariano Rajoy le viene un cambio radical en sus planteamientos. Los partidos políticos solo tendrán futuro si se abren a los ciudadanos, si someten al criterio directo de sus electores las decisiones que adopten, si se transforman definitivamente en democráticos y abandonan cualquier tentación de autarquía.
La política es el único mercado en el que el consumidor no tiene derecho a protestar si el producto que ha adquirido resulta tóxico, pero ya no vivimos en tiempos en que los que mandan deciden y los que obedecen acatan sus órdenes. Cualquier ciudadano está sometido desde el poder, tanto los que trabajan como los que están en el paro, tanto los altos como los bajos, tanto los gordos como los flacos, los listos como los tontos, los jóvenes como los viejos, las mujeres como los hombres. Cualquier ciudadano, de izquierdas o derechas, nacionalista o unionista, soporta las mismas miserias políticas de sus representantes públicos.
El pueblo es uno, y los que les someten han dejado de ser pueblo, para ser políticos. El día que los ciudadanos descubran, que si prescinden de las ideologías, son todos iguales, a pesar de sus diferencias, y que se distinguen, exactamente igual, de los que ejercen la opresión que soportan desde el poder, se pondrán de acuerdo en el objetivo de librarse de los que se representan a sí mismos (aunque siempre vendan su altruismo y filantropía), y los actuales representantes políticos y los modelos convencionales de partidos tendrán sus días contados. Mientras tanto, unos seguirán aprovechándose de los demás, mientras otros les pagamos sus desvelos, a precio de triunfadores, directores o generales, aunque su curriculum personal y el esfuerzo que han hecho por mejorar la sociedad en la que viven quepa, con letra grande, en la tapa de un yogur.
Enrique Suárez