En la antigua Grecia, cuando los representantes
políticos cometían Hybris, desmesura de poder, Némesis les pasaba factura.
También Némesis era la encargada de reclamar a Zeus las vindicaciones de los
excesos de los dioses y los hombres con el poder conferido por otros. La justicia democrática era implacable e ineludible.
Algunos consideraban que Némesis era la diosa de la venganza, pero más bien era el agente democrático ante los dioses y los hombres poderosos, que exigía que no se pasaran un pelo en sus cometidos. Némesis exigía y Diké (la justicia) ejecutaba
Algunos consideraban que Némesis era la diosa de la venganza, pero más bien era el agente democrático ante los dioses y los hombres poderosos, que exigía que no se pasaran un pelo en sus cometidos. Némesis exigía y Diké (la justicia) ejecutaba
Los griegos antiguos desconocían el
concepto de pecado cristiano, pero tenían dos crímenes públicos reconocidos,
uno el de Hybris la desmesura del poder inadmisible en una democracia y otro la
asebeia, el intento de cambiar las creencias en los hombres adorando a nuevos
dioses o nuevas costumbres, de este último fue acusado Sócrates e invitado a suicidarse. Pablo
Iglesias habría sido acusado de este último crimen en la Grecia clásica, porque no se
trata de cambiar los dioses en el poder, sino de cambiar las creencias en ellos
y en su poder, lo que realmente nos conduce hasta la era de la razón.
Tales de Mileto, considerado por algunos
el primer sabio de Grecia, en cierta ocasión pronunció una enigmática frase en
las puertas del mercado de su ciudad jonia: “Todo está lleno de dioses”, frase
que nunca se ha sabido muy bien que quería expresar, pero sin duda algo
relacionado con el paso del mythos al logos, de las creencias a la razón. Poco
después los griegos consideraron que rezar a los dioses para que lloviera
estaba muy bien, pero mejor era hacer presas para acumular el agua en tiempos
de sequía.
Platón ideó el mito de la caverna para
contarnos a las generaciones venideras lo que sería la televisión y
Aristóteles, su discípulo, consideró que el ser humano era un animal social o
político, zoon politikon, pero siempre después de haber llegado a reflexionar y
razonar, zoon logikon, y dejar de creer en lo increíble, zoon mythikon.
Protágoras de Abdera, por último nos dejó
un magnífico legado, que Leonardo de Vinci plasmó en su hombre de Vitruvio: “el
hombre es la medida de todas las cosas, tanto de las que son, como de las que
no son”
A pesar de lo que algunos piensen,
inducidos por los propagandistas de los partidos políticos, la democracia no
consiste en tener leyes que no favorezcan a los privilegiados o concedan voz a
los menos poderosos, el cometido inicial y final de la democracia griega y de
todas las democracias que la han sucedido es reducir, limitar y controlar el
poder de los que lo detentan, por parte de los ciudadanos.
La casta ha demostrado que quiere vivir en
la tiranía o la timocracia, pero Podemos, con sus empoderamientos y
reivindicaciones no resuelve ninguno de los problemas que tenemos los españoles
con la política, porque la vía para resolver nuestros problemas con el poder no
pasa por politizar a los ciudadanos, como ha dicho Pablo Iglesias, en un
discurso artero para alguien que sabe de lo que habla al ser politólogo, sino
precisamente de lo contrario, de civilizar a los políticos, limitando su poder
para que nunca vuelvan a cometer crímenes contra la democracia y los
demócratas.
La vía que ofrece Pablo Iglesias y sus
seguidores para resolver los problemas que tenemos con la casta no nos conduce
a ninguna solución, sino a la consolidación de la tiranía ejercida desde el
poder. No se trata de que los representantes políticos acumulen más poder, de
que haya más estado, más funcionarios o más recursos públicos, sino
precisamente de lo contrario, Pablo Iglesias no nos habla de libertad, nos
habla precisamente de lo contrario, como hacía Lenin hace 100 años, libertad
¿para qué?
Ahora mismo estamos en una fase curiosa de
la democracia, la que transcurrió entre las constituciones de Solón, aquel que
concedió a los mejores la representación del poder desde la timocracia, y la de
Clístenes, aquel que concedió al pueblo ateniense el control del poder y lo
convirtió en soberano de su destino, inventando la genuina democracia.
La izquierda en este país es una
representación de la oclocracia griega, la muchedumbre que apuesta por la
tiranía, mientras la derecha es una representación del despotismo, el poder
para el pueblo pero sin el pueblo. Los nacionalistas y los demás deambulan
entre oclocracia y despotismo según conviene a sus intereses.
Los españoles nos vamos convirtiendo poco
a poco en no representados, en las últimas europeas el 58 % de los posibles
electores no fue representado por ninguno de los que se presentaba, en el
referéndum catalán 2/3 de los catalanes no acudieron felices a la pantomima de
Artur Mas y Oriol Junqueras para ocultar la debacle de la gestión económica
catalana, que incluye un expresident que ha reconocido que lleva treinta años
trincando.
Y los no representados adoramos a Némesis, ahora sí convertida en diosa de la venganza, que pasará factura a todos estos sátrapas y trileros de la
democracia, sean de la casta o de podemos, que algún día, sin duda más próximo, rendirán cuentas por
sus crímenes ante los demócratas de este país.
A Némesis la acompaña siempre Diké en su cometido, la diosa de la justicia, porque una venganza justa de los poderosos que se han aprovechado del pueblo y la democracia, es posiblemente lo único que puede devolvernos a la normalidad. Sólo es cuestión de información, tiempo, paciencia y conciencia.
A Némesis la acompaña siempre Diké en su cometido, la diosa de la justicia, porque una venganza justa de los poderosos que se han aprovechado del pueblo y la democracia, es posiblemente lo único que puede devolvernos a la normalidad. Sólo es cuestión de información, tiempo, paciencia y conciencia.
Enrique Suárez