"Estamos durmiendo sobre un volcán... Un viento de revolución nos golpea, la tormenta está en el horizonte" Alexis de Tocqueville
Aunque en principio pudiera
parecerlo, no pretendo con este artículo hacer propaganda a la autora de moda, la escritora británica
Erica Leonard (E.L. James), que ha alcanzado
un éxito sin precedentes con el “porno-seller” más vendido de los últimos
tiempos, la trilogía “Cincuenta sombras de Grey” que, según cuentan los que
entienden de estas cosas, está llamado a superar en lectores y lectoras, a las
aventuras del mismo Harry Potter, de su
compatriota J.K. Rowling. Algunos expertos
opinan que esta obra es una secuela evolutiva de la saga “Crepúsculo” de
Stephanie Meyer que causó gran impacto entre los adolescentes de medio mundo en
los últimos años, sin embargo, otros opinan que estamos ante un fenómeno similar
al de la escritora asturiana Corín Tellado que tanto éxito adquirió en la
España franquista, adaptado a los tiempos de postmodernidad que estamos
viviendo.
Tal vez otro día les ofrezca una interpretación personal de los singulares fenómenos
literarios que acontecen en los últimos tiempos, pero hoy prefiero deambular
por los derroteros de la sociología, tan asolada por las desolaciones
reiteradas que nos sorprenden en el discurrir cotidiano; desde una perspectiva
personal e intransferible, me atrevo a sugerir que todos estos grandes éxitos
literarios de los últimos tiempos, en realidad no son algo diferente a lo
acontecido en otras épocas, sino una forma de escaparse al tiempo y el espacio
que nos ha tocado vivir, que por supuesto incluye los polivalentes mundos
virtuales. Las épocas difíciles siempre nos han brindado excelentes joyas
literarias, parece que los escritores tuvieran entre sus funciones sociales
hacernos pensar en mundos diferentes a los que nos corresponde vivir, sólo hay
que recordar la obra de Tolkien “El Señor de los Anillos” o “Las Crónicas de
Narnia” de C.S. Lewis escritas en la Inglaterra bombardeada en la Segunda
Guerra Mundial. Parece que cuanto más difícil es la vida, más se estimula,
posiblemente como protesta, la
imaginación y fantasía de algunos autores literarios.
Las masas rebeladas
Sin más preámbulos, abordo el
tema del que me interesa hablarles en esta ocasión, bajo el título de este
artículo: “El imperio de la grey” para referirme a un fenómeno sociológico que
acontece en los últimos tiempos en España y posiblemente en otros países
occidentales. Me refiero a la imposición que nos ofrece el rebaño en
la cultura, algo observado con antelación meritoria por nuestro filósofo más
reconocido, José Ortega y Gasset en su magnífica obra: “La rebelión de las masas”, en la que
anuncia la llegada del nuevo Mesías colectivo de los consumidores voraces de lo
existente, sin capacidad de reposición alguna. Esa masa, dispuesta a imponer su
criterio de fundamentalismo democrático (algo sobre lo que ha escrito el
filósofo español vivo más relevante, Gustavo Bueno) sobre cualquier razón
minoritaria, habitualmente caracterizada como obsoleta, sino anacrónica.
Sí, he denunciado con
anterioridad esta actitud en otros artículos, como: “Presentismo y Adanismo:los males de nuestro tiempo” (hablando de dos características singulares de
esta época), “el riesgo de pensar” (recomendando la iconoclasia en tiempos de
veneración por la iconografía), “Desmoralismo:la doctrina de nuestros días” (mostrando el adoctrinamiento en el melancólico
y apesadumbrado nihilismo de nuestra sociedad ante el devenir que acontece). En
realidad, creo que todas estas propuestas siguen la estela del pensamiento del
sociólogo Zygmunt Bauman, que ha elaborado una obra pletórica de atribulado pesimismo sobre los acontecimientos que se están produciendo en los comienzos de la revolución tecnológica
que ha favorecido la comunicación de las masas rebeladas, dispuestas a tomar el
poder a golpe de ratón en las pantallas de sus ordenadores.
Más que de “vidas líquidas” (sin vínculos tradicionales con las personas próximas y las reglas
establecidas por la historia, paradójicamente, hoy es más fácil la comunicación a miles de kilómetros que a medio metro), creo que bien podríamos hablar de vidas
liquidadas, o mejor dicho, disueltas en la masa colectiva y amorfa. Los individuos dejan
de ser protagonistas de la historia para dar paso a un nuevo Zeitgeist que se establece en su reducción a elementos clasificados por el poder en alguna categoría:
usuarios, contribuyentes, votantes, ciudadanos, consumidores, según el
escenario de su evaluación que convenga a los detentadores. Sin duda, la mirmecología (ciencia que estudia
la vida de las hormigas), creo que es un paradigma epistemológico de gran
futuro en estos tiempos. Habrá que volver a leer “La vida las hormigas y las
abejas” de Maurice Maeterlinck para comprender el papel que nos corresponde en
los páramos desolados de la razón democrática que nos aguardan en un futuro
inmediato, antes de pasar a la utopía de “Un mundo feliz” de Aldoux Huxley, que
sin duda es un magnífico retrato de lo que algunos pretenden.
Un mundo infeliz
Pero quizás lo que más me
preocupe de lo que acontece en la evolución de las sociedades occidentales es
la dicotomía que se está produciendo hacia una sociedad dual, en la que los
desposeídos de todo estarán condenados a vivir junto a los poseedores de los
recursos. Creo que el mundo camina por senderos de desigualdad extrema e injusticia,
no en vano en todos los países avanzados está creciendo la proporción de
ciudadanos empobrecidos, condenados a la miseria de por vida. Simplemente hay
que echarle un vistazo a España, para ver que seis millones de parados (25 % de
la población activa) están orientados hacia un mundo de pobreza y desolación en
el que ya residen un 25 % de los españoles. Pero el peligro que acecha a
nuestra sociedad proviene esencialmente de una juventud condenada a la
dependencia (un 55 % de desempleo joven no es una banalidad), desesperanzada en
sus objetivos, pues ni por la vía del estudio, ni la del trabajo pueden
liberarse de la esclavitud que les espera, si no deciden emigrar a otros lares
más afortunados, pero al mismo tiempo, si deciden hacerlo, se abre un nuevo
dilema, pues las generaciones que se vayan jubilando en el futuro no podrán
recibir una pensión después de haber dedicado su vida a trabajar, lo que supone
una estafa social en toda regla organizada por el Estado.
Quizá sea hora de reflexionar, se
han cometido demasiados errores por los políticos que han guiado nuestro
destino, que además no han sido reconocidos en ánimo de lograr su impunidad,
pero es hora de acusar a los depredadores de lo público, habitualmente con una
pretensión de colectivizar hasta el aire que respiramos, y es hora de hacerlo
sin miramientos, porque gracias a su intento de imposición del “imperio de la
grey” en aras de cambiar las reglas de juego para favorecer sus posiciones, sus
corrupciones y su detentación de poder, lo que han hecho es liberarse del “imperio
de la ley” que debe prevalecer para todos en una democracia.
Va siendo hora de
condenar al ostracismo y escarnio a todos los que han intentado suplantar la ley
para imponer el imperio de su grey, con el único objetivo de implantar su despotismo social, su
tiranía colectiva, su oclocracia y su demagogia, desde la más despiadada
propaganda y censura, desde la asfixia de toda libertad que no sea la que a
ellos les favorezca, aunque sea perjudicando a los demás. Es hora de que el
socialismo de todos los partidos, ese progresismo retrógrado del pensamiento políticamente correcto, rinda cuentas ante los españoles y se dejen de
cuentos: de la lechera, de Pedro y los lobos o de Peter Pan. La
vida de los demás no puede ser el escenario devastado de sus ocurrencias, aunque pregonen, desaforados, sus magníficas intenciones.
Enrique Suárez