Parece que en la sede nacional del PP han tomado la decisión de no decidir sobre el candidato que representará a su partido en las elecciones autonómicas de Asturias; algo que los asturianos, no solo los afines al PP, están comprendiendo como que lo que ocurra en su circunscripción no es un tema relevante para la formación política que preside Mariano Rajoy, pues no en vano es la única autonomía en la que el PP no ha decidido quien será el candidato que represente a su partido.
Las alternativas sobre la mesa son dos, bajo la mesa posiblemente se estén planteando otras muchas de equívocos resultados.
La de que Francisco Álvarez Cascos sea el candidato, a la vista de las encuestas que le conceden mayoría absoluta y en cualquier otro candidato del PP, victoria al PSOE, la declaración a su favor de numerosos notables del PP, el apoyo de diez de los doce alcaldes del PP en el Principado y el inasequible desaliento en sus plataformas de apoyo, que a pico y pala van abriendo el futuro, y que ya han recogido más de 7000 firmas a su favor, con acta notarial incluida, parece tan evidentemente destacada, que negarla ocasionaría una auténtica hecatombre en el PP de Asturias. Francisco Álvarez Cascos ha manifestado su disponibilidad favorable, para encabezar la candidatura asturiana.
La opción alternativa sería vetar a Cascos. Las objeciones a esta candidatura parten del veto absoluto que se ha organizado desde la dirección asturiana del PP, fundamentalmente porque atribuyen a Francisco Álvarez Cascos el descalabro del PP en la única ocasión en que gobernó en Asturias, que comenzó con un Presidente del PP, Sergio Marqués, y que terminó con una escisión del Partido Popular, de la que se derivó un partido nacionalista moderado, el URAS, con escasa representación en Asturias. En realidad, este es el argumento formal del que la dirección regional del PP se sirve para imponer su veto a Cascos, nominando de forma alternativa una candidata de Gabino de Lorenzo al puesto, que tampoco ha pasado el dintel de Madrid.
Los argumentos reales para vetar la presencia de Cascos en Asturias no sólo se dan en la dirección regional, fundamentalmente por cuestiones personales: Cascos ha arremetido contra la ineptitud de los dirigentes regionales, por haber perdido de forma complaciente las elecciones con el PSOE y permanecer tan tranquilos, cuando Asturias es una región en declive continuado durante los úlitmos 30 años, pero en el PP se conforman con mantener la alcaldía de Oviedo, que Gabino de Lorenzo ha logrado durante los últimoas 20 años. La dirección regional del PP veta a Cascos porque está enemistada con él desde hace muchos años, algo que se extiende con algunos dirigentes nacionales, con los que el general secretario ha mantenido una actitud de crítica, desde el último Congreso de Valencia.
Subyacente a los motivos expuestos está la decisión de quien conformará la candidatura autonómica y las candidaturas municipales de mayo de 2011 en Asturias. Si Cascos es al fin nominado, como desean sus seguidores, no será sin plenos poderes, de lo que se deduce que los que hoy representan al PP en Asturias y sus principales municipios, así como todos sus representantes institucionales, perderían cualquier oportunidad de repetir en sus puestos. Precisamente, el consenso que había a comienzos de año para que Cascos fuera candidato, se rompió cuando Gabino de Lorenzo trató de imponerle una candidatura que limitara o atenazara su capacidad de decisión, a lo que Cascos se negó por completo y ahí comenzó la ruptura.
Si se hace un análisis riguroso de lo acontecido durante los últimos años, la dirección regional del PP no puede presentar una cuenta de resultados ejemplar, pues en las últimas tres legislaturas resultó derrotada por el PSOE, y de los 78 posibles municipios en que podría gobernar el PP, tan sólo lo hace 12, lo que no es motivo para tirar voladores, aunque si lo hace en la capital de Asturias, Oviedo, que el PP mantiene desde hace 20 años con un poder personalista, pero eficaz electoralmente, organizado por el alcalde Gabino de Lorenzo, principal promotor del veto a Cascos.
En cuanto a Francisco Álvarez Cascos, además de resultar triunfador con mayoría absoluta en las encuestas realizadas hasta ahora, algo que no consigue ningún otro candidato alternativo, presenta como cuenta de resultados el haber obtenido los mejores resultados del PP para Asturias, pero también para España, cuando se encargó de organizar las campañas electorales correspondientes, así como la organización del partido desde la Secretaría General. Posiblemente uno de los tres expedientes más sobresalientes de todos los miembros del PP.
En la dirección nacional, tratan de ganar tiempo para emitir un veredicto que genere el menor conflicto posible en el PP de Asturias, algo que a estas alturas resulta prácticamente imposible, pues el retraso en la decisión ha enconado de forma irreversible las posiciones de las dos facciones existentes en el PP de Asturias, la de los que apoyan a Cascos y la de los que están en su contra.
Los acontecimientos se han ido acumulando de tal forma que la candidatura de Cascos, hoy en día, resulta ineludible, pues su veto por la dirección nacional del PP ocasionaría una fractura en el PP regional de Asturias de infaustas consecuencias tanto para el partido, como para sus expectativas electorales, algo que sin duda tendría posiblemente repercusión a nivel nacional, porque el electorado del PP no comprendería como se puede apartar de la política a uno de los principales artífices en lograr los mejores resultados para su partido, que se organizó de forma eficaz durante dos legislaturas, convirtiendo a José María Aznar en Presidente del Gobierno de España durante ocho años.
Cascos será candidato, la cuestión es cómo se le hace candidato sin provocar una fractura con Gabino de Lorenzo, alcalde de Oviedo y la dirección regional de Asturias. Las alternativas son numerosas, pero de todas ellas, sólo hay una que tiene mejor acogida entre todos los militantes y posiblemente entre los votantes del PP, que consiste en la convocatoria de un Congreso Extraordinario, ya que en los estatutos del PP se descarta la posibilidad de unas primarias, y que sean los propios afiliados del partido, los que decidan en democracia quien será su candidato. La fecha tendría que ser en diciembre, pues habría que preparar toda la maquinaria electoral de forma eficaz, partiendo de una situación bastante precaria, tanto en organización como en resultados.
Lo que no puede comprenderse es la equidistancia en esta situación, porque el proceso de madurez de la embarazosa candidatura de Cascos para algunos, no así para la inmensa mayoría de los que le han brindado su apoyo, romperá aguas el próximo sábado 27 de noviembre, coincidiendo con las elecciones catalanas, así que no se puede posponer el parto demasiado tiempo, sin poner en grave riesgo el proceso de acceso a la Presidencia de Asturias para el PP.
Posiblemente la nominación de candidato, o la convocatoria de un congreso extraordinario, se asocie al resultado de las elecciones catalanas, si como parecen indicar las encuestas no supera los resultados actuales o CIU obtiene mayoría absoluta, entonces desviar la atención hacia Asturias será una forma de neutralizar los efectos del cónclave catalán sobre la imagen del PP.
Pero permítanme una sugerencia, que compete a aquellos que tienen que decidir sobre la cuestión de la nominación; el auténtico problema del PP no es que Cascos se proponga de candidato, pues casi con seguridad obtendrá el Gobierno de Asturias, el gravísimo problema sería que Cascos se cansara de soportar la equidistancia inadmisible y decidiera dejar de estar disponible como candidato, porque la prudencia, la paciencia y la perseverancia también tienen un límite, manifestando públicamente que si en la dirección nacional del PP no apuestan por las opciones que tienen prácticamente seguro su triunfo, por incapacidad para resolver lo más sencillo, ¿qué no ocurrirá cuando tengan que decidirse por lo más difícil?; o resumiéndolo mucho, que si la dirección nacional del PP actual no confía en él, Francisco Álvarez Cascos, que le ha brindado los mayores éxitos a su partido, y con las encuestas favorables con mayoría absoluta a su candidatura por Asturias (algo que sería comprendido por muchos como rechazo implícito de la gestión de los gobiernos de José María Aznar, que cosecharon los mejores resultados electorales del PP en su historia, y que sin embargo se mantiene prácticamente invisible en su propio partido), difícilmente él podrá confiar y recomendar su voto a un PP que juega a no ganar elecciones, en una situación tan extraordinariamente complicada como la que atraviesa nuestro país.
Las consecuencias para las expectativas electorales del PP serían trágicas con seguridad. Posiblemente a Cascos le costara la expulsión del partido, pero al PP le supondría, muy posiblemente, la derrota en as elecciones municipales, autonómicas y generales, y el comienzo de su fin como partido político, al haber perdido su identidad histórica por completo, algo insoportable para los votantes de un partido conservador como es el Partido Popular. Sólo un PP con Alzheimer o con un inexplicable rencor en los dirigentes nacionales que pudieran vetarle, podría rechazar a Cascos. Cuando la equidistancia resulta inadmisible es necesario decidir y además acertar en la decisión. Las indecisiones en política, las carga el diablo, y a veces se disparan por casualidad.
Un PP que rechazara a Cascos, no sería ya el PP por el que votan habitualmente sus electores afines, sino otra cosa, que por supuesto, Cascos se vería obligado a rechazar. El PP no se puede permitir prescindir de Cascos, así que cuanto antes se decidan por nominarlo candidato, con congreso o sin congreso, mucho mejor, menos tiempo que se pierde para organizar la campaña electoral que tan solo quedan seis meses. Nadie le concede nada a Cascos, su posición parte de la ventaja de haber sido un gestor eficaz, con una excelente cuenta de resultados para su partido a su favor. Negando a Cascos, el PP negaría su propia historia, pero también su futuro, por ese motivo y no por otra razón, es imposible la equidistancia.
Enrique Suárez
Las alternativas sobre la mesa son dos, bajo la mesa posiblemente se estén planteando otras muchas de equívocos resultados.
La de que Francisco Álvarez Cascos sea el candidato, a la vista de las encuestas que le conceden mayoría absoluta y en cualquier otro candidato del PP, victoria al PSOE, la declaración a su favor de numerosos notables del PP, el apoyo de diez de los doce alcaldes del PP en el Principado y el inasequible desaliento en sus plataformas de apoyo, que a pico y pala van abriendo el futuro, y que ya han recogido más de 7000 firmas a su favor, con acta notarial incluida, parece tan evidentemente destacada, que negarla ocasionaría una auténtica hecatombre en el PP de Asturias. Francisco Álvarez Cascos ha manifestado su disponibilidad favorable, para encabezar la candidatura asturiana.
La opción alternativa sería vetar a Cascos. Las objeciones a esta candidatura parten del veto absoluto que se ha organizado desde la dirección asturiana del PP, fundamentalmente porque atribuyen a Francisco Álvarez Cascos el descalabro del PP en la única ocasión en que gobernó en Asturias, que comenzó con un Presidente del PP, Sergio Marqués, y que terminó con una escisión del Partido Popular, de la que se derivó un partido nacionalista moderado, el URAS, con escasa representación en Asturias. En realidad, este es el argumento formal del que la dirección regional del PP se sirve para imponer su veto a Cascos, nominando de forma alternativa una candidata de Gabino de Lorenzo al puesto, que tampoco ha pasado el dintel de Madrid.
Los argumentos reales para vetar la presencia de Cascos en Asturias no sólo se dan en la dirección regional, fundamentalmente por cuestiones personales: Cascos ha arremetido contra la ineptitud de los dirigentes regionales, por haber perdido de forma complaciente las elecciones con el PSOE y permanecer tan tranquilos, cuando Asturias es una región en declive continuado durante los úlitmos 30 años, pero en el PP se conforman con mantener la alcaldía de Oviedo, que Gabino de Lorenzo ha logrado durante los últimoas 20 años. La dirección regional del PP veta a Cascos porque está enemistada con él desde hace muchos años, algo que se extiende con algunos dirigentes nacionales, con los que el general secretario ha mantenido una actitud de crítica, desde el último Congreso de Valencia.
Subyacente a los motivos expuestos está la decisión de quien conformará la candidatura autonómica y las candidaturas municipales de mayo de 2011 en Asturias. Si Cascos es al fin nominado, como desean sus seguidores, no será sin plenos poderes, de lo que se deduce que los que hoy representan al PP en Asturias y sus principales municipios, así como todos sus representantes institucionales, perderían cualquier oportunidad de repetir en sus puestos. Precisamente, el consenso que había a comienzos de año para que Cascos fuera candidato, se rompió cuando Gabino de Lorenzo trató de imponerle una candidatura que limitara o atenazara su capacidad de decisión, a lo que Cascos se negó por completo y ahí comenzó la ruptura.
Si se hace un análisis riguroso de lo acontecido durante los últimos años, la dirección regional del PP no puede presentar una cuenta de resultados ejemplar, pues en las últimas tres legislaturas resultó derrotada por el PSOE, y de los 78 posibles municipios en que podría gobernar el PP, tan sólo lo hace 12, lo que no es motivo para tirar voladores, aunque si lo hace en la capital de Asturias, Oviedo, que el PP mantiene desde hace 20 años con un poder personalista, pero eficaz electoralmente, organizado por el alcalde Gabino de Lorenzo, principal promotor del veto a Cascos.
En cuanto a Francisco Álvarez Cascos, además de resultar triunfador con mayoría absoluta en las encuestas realizadas hasta ahora, algo que no consigue ningún otro candidato alternativo, presenta como cuenta de resultados el haber obtenido los mejores resultados del PP para Asturias, pero también para España, cuando se encargó de organizar las campañas electorales correspondientes, así como la organización del partido desde la Secretaría General. Posiblemente uno de los tres expedientes más sobresalientes de todos los miembros del PP.
En la dirección nacional, tratan de ganar tiempo para emitir un veredicto que genere el menor conflicto posible en el PP de Asturias, algo que a estas alturas resulta prácticamente imposible, pues el retraso en la decisión ha enconado de forma irreversible las posiciones de las dos facciones existentes en el PP de Asturias, la de los que apoyan a Cascos y la de los que están en su contra.
Los acontecimientos se han ido acumulando de tal forma que la candidatura de Cascos, hoy en día, resulta ineludible, pues su veto por la dirección nacional del PP ocasionaría una fractura en el PP regional de Asturias de infaustas consecuencias tanto para el partido, como para sus expectativas electorales, algo que sin duda tendría posiblemente repercusión a nivel nacional, porque el electorado del PP no comprendería como se puede apartar de la política a uno de los principales artífices en lograr los mejores resultados para su partido, que se organizó de forma eficaz durante dos legislaturas, convirtiendo a José María Aznar en Presidente del Gobierno de España durante ocho años.
Cascos será candidato, la cuestión es cómo se le hace candidato sin provocar una fractura con Gabino de Lorenzo, alcalde de Oviedo y la dirección regional de Asturias. Las alternativas son numerosas, pero de todas ellas, sólo hay una que tiene mejor acogida entre todos los militantes y posiblemente entre los votantes del PP, que consiste en la convocatoria de un Congreso Extraordinario, ya que en los estatutos del PP se descarta la posibilidad de unas primarias, y que sean los propios afiliados del partido, los que decidan en democracia quien será su candidato. La fecha tendría que ser en diciembre, pues habría que preparar toda la maquinaria electoral de forma eficaz, partiendo de una situación bastante precaria, tanto en organización como en resultados.
Lo que no puede comprenderse es la equidistancia en esta situación, porque el proceso de madurez de la embarazosa candidatura de Cascos para algunos, no así para la inmensa mayoría de los que le han brindado su apoyo, romperá aguas el próximo sábado 27 de noviembre, coincidiendo con las elecciones catalanas, así que no se puede posponer el parto demasiado tiempo, sin poner en grave riesgo el proceso de acceso a la Presidencia de Asturias para el PP.
Posiblemente la nominación de candidato, o la convocatoria de un congreso extraordinario, se asocie al resultado de las elecciones catalanas, si como parecen indicar las encuestas no supera los resultados actuales o CIU obtiene mayoría absoluta, entonces desviar la atención hacia Asturias será una forma de neutralizar los efectos del cónclave catalán sobre la imagen del PP.
Pero permítanme una sugerencia, que compete a aquellos que tienen que decidir sobre la cuestión de la nominación; el auténtico problema del PP no es que Cascos se proponga de candidato, pues casi con seguridad obtendrá el Gobierno de Asturias, el gravísimo problema sería que Cascos se cansara de soportar la equidistancia inadmisible y decidiera dejar de estar disponible como candidato, porque la prudencia, la paciencia y la perseverancia también tienen un límite, manifestando públicamente que si en la dirección nacional del PP no apuestan por las opciones que tienen prácticamente seguro su triunfo, por incapacidad para resolver lo más sencillo, ¿qué no ocurrirá cuando tengan que decidirse por lo más difícil?; o resumiéndolo mucho, que si la dirección nacional del PP actual no confía en él, Francisco Álvarez Cascos, que le ha brindado los mayores éxitos a su partido, y con las encuestas favorables con mayoría absoluta a su candidatura por Asturias (algo que sería comprendido por muchos como rechazo implícito de la gestión de los gobiernos de José María Aznar, que cosecharon los mejores resultados electorales del PP en su historia, y que sin embargo se mantiene prácticamente invisible en su propio partido), difícilmente él podrá confiar y recomendar su voto a un PP que juega a no ganar elecciones, en una situación tan extraordinariamente complicada como la que atraviesa nuestro país.
Las consecuencias para las expectativas electorales del PP serían trágicas con seguridad. Posiblemente a Cascos le costara la expulsión del partido, pero al PP le supondría, muy posiblemente, la derrota en as elecciones municipales, autonómicas y generales, y el comienzo de su fin como partido político, al haber perdido su identidad histórica por completo, algo insoportable para los votantes de un partido conservador como es el Partido Popular. Sólo un PP con Alzheimer o con un inexplicable rencor en los dirigentes nacionales que pudieran vetarle, podría rechazar a Cascos. Cuando la equidistancia resulta inadmisible es necesario decidir y además acertar en la decisión. Las indecisiones en política, las carga el diablo, y a veces se disparan por casualidad.
Un PP que rechazara a Cascos, no sería ya el PP por el que votan habitualmente sus electores afines, sino otra cosa, que por supuesto, Cascos se vería obligado a rechazar. El PP no se puede permitir prescindir de Cascos, así que cuanto antes se decidan por nominarlo candidato, con congreso o sin congreso, mucho mejor, menos tiempo que se pierde para organizar la campaña electoral que tan solo quedan seis meses. Nadie le concede nada a Cascos, su posición parte de la ventaja de haber sido un gestor eficaz, con una excelente cuenta de resultados para su partido a su favor. Negando a Cascos, el PP negaría su propia historia, pero también su futuro, por ese motivo y no por otra razón, es imposible la equidistancia.
Enrique Suárez