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domingo, 15 de julio de 2007

Cataluna

Leo una noticia sobre la publicación de las memorias del filólogo Xavier Pericay, uno de los impulsores del proyecto Ciutadans, que pudo haber sido y no es. La noticia dice así: “el filólogo Xavier Pericay publica sus memorias como “disidente de Cataluna” por su cultura “oficial”.

Me sorprende lo de Cataluna, supongo que se deberá a que el elaborador de la noticia no disponía de un teclado que incluyera la letra ñ. Claro, y no iba a poner en esta noticia “Catalunya”, porque “disidente de Catalunya” no queda bien, es como reconocer que en Catalunya hay disidentes, ¡qué barbaridad!, ¡disidentes en el oasis!.
En Catalunya se subvencionarán, al tiempo, precisamente los ordenadores que no incluyan la letra ñ, si ya no se hace. Es necesario continuar la cruzada de ERC y deformar la realidad discretamente, al paso de la abolición de los signos y los símbolos españoles, las horas de español (castellano) en las escuelas, y las letras del abecedario español (castellano).

Erradicarse de la alienación de lo español es el proceso oficial y propósito fundamental del tripartit, quizás el único fundamento ideológico de su constitución como gobierno , aunque fundamentos económicos no le faltan, para continuar en el juego de la política viviendo del cuento.

Así, Cataluña, ya no es tampoco Catalunya, sino Cataluna o Cataluná.

Quisiera ser tan alto como la luná,
¡ay, ay!,
como la luná, como la luná,
para ver los soldadados de Cataluná,
¡ay! ¡ay!,
de Cataluná, de Cataluná


Que magnífico esperpento postmoderno, el frikismo de los advenedizos es insoportable, la irredenta memez resulta inverosímil. Saura, Carod y Montilla, representan el espectáculo de la mediocridad circense, “el trío de Cataluná”, organizando ese juego de inventar patrias, rentable para sus bolsillos y sus intereses, del que se reiría hasta el payaso más famoso de Cataluná,
Charlie Rivel, el clown que lloraba, y no es de extrañar que lo hiciera, viendo lo que venía, más que clown, era profeta.


Biante de Priena

Mecagüentó

España, capital del "Mecagüentó".
Recomiendo a lectores residentes en el extranjero y demás ermitaños sin televisión, con fobia social y vista al mar la lectura del artículo sobre la educación contra los ciudadanos y sobre todo el de Antonio Burgos, dedicado a la defecación para la ciudadanía, recogidos en nuestras páginas de CS en la Prensa.
Los demás lectores, inmersionados en la realidad nacional, pueden prescindir de ellos, sería aburrido, reiterativo, una mera repetición de lo que oyen y leen en los medios del Movimiento, o huelen en la calle.

"Mecagüentó" es el triunfo del relativismo postmoderno. Impera entre frívolos e iletrados, al ritmo de Georgie Dann, la letra del catecismo universal. Puede ser basurienta, para playas cargadas de sol y colesterol, o envuelta en papel de aluminio reciclado, para gente que lee El País, defiende la paz y los espacios verdes, respeta el Islam en nombre de la diversidad cultural y le escupe a la Iglesia católica, española, apostólica y romana, en nombre de la libertad de expresión.
.
El envoltorio del "todo es igual" o del cambalache siglo veinte permite disimular la función real del discurso relativista que alisa diferencias, establece equivalencias entre todas las opiniones y aborrece todo lo que suene a jerarquía y a búsqueda de la verdad.

El relativismo ético, en suma, se basa en la afirmación pseudocientífica y buenista según la cual "todas las culturas" son igualmente respetables. La perversión del lenguaje remata la faena: no hay culturas, sino "prácticas culturales". Por ejemplo, ver TV3, o leer a Homero; taggear un monumento histórico, o pintar la aparición de San Pedro Apóstol a San Pedro Nolasco; Decir "mecagoenlaputaespaña" ante las carcajadas desdentadas de un público troglodita, o escribir Castilla.

"Mecagüentó" es un arma cargada de futuro: un futuro sin reflexión crítica acerca del mundo en el que vivimos. Todas las prácticas se justifican (excepto las inkorrectas según la vulgata progre) puesto que todas son "culturales". El relativismo cultural se importó y desarrolló en nuestras sociedades avanzadas y técnicas para paralizar el discurso crítico y su impacto político. Aunque el precio a pagar haya sido y sea la legitimación de los peores entre nosotros, y de lo peor de cada uno.

Dante Pombo de Alvear, Reflexiones liberales

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