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domingo, 15 de julio de 2007

Mecagüentó

España, capital del "Mecagüentó".
Recomiendo a lectores residentes en el extranjero y demás ermitaños sin televisión, con fobia social y vista al mar la lectura del artículo sobre la educación contra los ciudadanos y sobre todo el de Antonio Burgos, dedicado a la defecación para la ciudadanía, recogidos en nuestras páginas de CS en la Prensa.
Los demás lectores, inmersionados en la realidad nacional, pueden prescindir de ellos, sería aburrido, reiterativo, una mera repetición de lo que oyen y leen en los medios del Movimiento, o huelen en la calle.

"Mecagüentó" es el triunfo del relativismo postmoderno. Impera entre frívolos e iletrados, al ritmo de Georgie Dann, la letra del catecismo universal. Puede ser basurienta, para playas cargadas de sol y colesterol, o envuelta en papel de aluminio reciclado, para gente que lee El País, defiende la paz y los espacios verdes, respeta el Islam en nombre de la diversidad cultural y le escupe a la Iglesia católica, española, apostólica y romana, en nombre de la libertad de expresión.
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El envoltorio del "todo es igual" o del cambalache siglo veinte permite disimular la función real del discurso relativista que alisa diferencias, establece equivalencias entre todas las opiniones y aborrece todo lo que suene a jerarquía y a búsqueda de la verdad.

El relativismo ético, en suma, se basa en la afirmación pseudocientífica y buenista según la cual "todas las culturas" son igualmente respetables. La perversión del lenguaje remata la faena: no hay culturas, sino "prácticas culturales". Por ejemplo, ver TV3, o leer a Homero; taggear un monumento histórico, o pintar la aparición de San Pedro Apóstol a San Pedro Nolasco; Decir "mecagoenlaputaespaña" ante las carcajadas desdentadas de un público troglodita, o escribir Castilla.

"Mecagüentó" es un arma cargada de futuro: un futuro sin reflexión crítica acerca del mundo en el que vivimos. Todas las prácticas se justifican (excepto las inkorrectas según la vulgata progre) puesto que todas son "culturales". El relativismo cultural se importó y desarrolló en nuestras sociedades avanzadas y técnicas para paralizar el discurso crítico y su impacto político. Aunque el precio a pagar haya sido y sea la legitimación de los peores entre nosotros, y de lo peor de cada uno.

Dante Pombo de Alvear, Reflexiones liberales

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