Ante el descalabro político e institucional que se vive en España, que partidos políticos como el PP o IU hayan entrado en profunda crisis tras el triunfo electoral del PSOE, es sólo un signo de la apropiación absoluta del poder del Estado por parte del partido que dirige Rodríguez Zapatero. Quienes pretendan hacer oposición convencional, están condenados al fracaso, porque el poder totalitario absorbe cualquier discrepancia e impide cualquier alternativa.
Algo parecido ha ocurrido con los partidos nacionalistas en Euskadi y Cataluña, cuando han comprobado en su perplejidad, que el PSOE les recortaba resultados para su representación nacional, en sus acotados y cuidados territorios electorales, a pesar de estar gobernando en sus comunidades. Abocándolos al camino de la sedición y apartándolos de las rentables negociaciones de su añorada independencia de España.
¿Y qué ocurre con las nuevas formaciones políticas como Ciutadans y UPyD?. Ambas opciones son modelos replicantes con una declaración de buenos propósitos, que responden a la demanda del elector harto de ver como sus votos no sirven más que para que los políticos sigan viviendo magníficamente y las cosas sigan igual, en realidad cumplen con una función compensatoria al proclamarse como alternativas a lo existente, aunque en realidad son más de lo mismo. Solo se distinguen en su ubicación territorial, Ciutadans está afincado en Cataluña, y UPyD en toda España menos en Cataluña (donde exclusivamente se mantiene como presencia inútil y testimonial).
Ciutadans y UPyD no son más que “señuelos políticos” que atraen nuestra atención con un modelo organizado de forma comercial (buen marketing), orientado a la demanda propia del consumidor político medio que reconoce el marasmo político en el que vivimos.
Un portavoz con una retórica excelente, un mensaje crítico con la forma de hacer política en este país, unos eslóganes atractivos: “solo nos importan las personas”, “lo que nos une”; un posicionamiento próximo a los ciudadanos y ya tenemos la cara de un producto suculento para el consumo político.
El problema es la cruz, porque cuando se ahonda en la organización interna de estas formaciones se puede comprobar que se repiten los mismos procesos: un aparato jerárquico controlado con mano de hierro (en UPyD por Carlos Martínez Gorriarán, en Ciutadans, ni se sabe), una oligarquía organizada en el único interés de sacar el producto adelante (estabilidad y coherencia), una ausencia de democracia real, y una colección de arribistas ascendidos desde la dirección política del partido que no presenten problemas a la consolidación de la obra. Aderezado todo ello con algunos gestos autoritarios como la ausencia de respeto a las reglas, estatutos, criterios democráticos o simplemente de justicia, tenemos configurada la máquina de conseguir votos. Son organizaciones totalitarias, con aspecto de híbridos políticos entre la democracia y la confianza.
Albert Rivera y Rosa Díez son excelentes oradores, que saben perfectamente lo que quieren escuchar sus audiencias y aparentar que son la única alternativa posible a todo lo existente, de ahí su éxito. Son personas-anuncio que pasean por el mundo la bondad de la democracia, igual que podrían convencernos de la eficacia de un crecepelo o la excelencia de un perfume.
Ciutadans es un proyecto fracasado, y UPyD seguirá sus pasos, no por ausencia de liderazgo, sino por exceso de celo de los muñidores de su organización interna, que una vez más han decidido prescindir de los críticos con capacidad de generar un discurso propio, para quedarse con los aquiescentes dispuestos a celebrar cualquier nimiedad pronunciada por los elegidos para la gloria.
De lo que se deduce que ni Ciutadans, ni UPyD tienen en mente resolver ninguno de los problemas políticos que tenemos los ciudadanos españoles, más bien lo que buscan es consolidar posiciones públicas que les reporten beneficios económicos, poder y reconocimiento. En Ciutadans se han desmoronado, y en UPyD han comenzado la “caza de brujas” para erradicar cualquier voz crítica.
Por eso resulta cómico escuchar a Albert Rivera o a Rosa Díez hablar de la regeneración democrática, de la igualdad y la libertad, de la Constitución, de los derechos civiles, de la justicia, y comprobar que en sus propias formaciones políticas brillan por su ausencia. ¿Cómo se van a conseguir esos objetivos?, cabe preguntarse, si precisamente quienes podrían afrontar ese reto con sus propios recursos, son excluidos y desterrados.
En fin, ni Ciutadans, ni UPyD serán algo más que operaciones mercantiles de la política, con discursos propicios al consumo fácil por parte de los ciudadanos desesperanzados, hastiados y aburridos; sus aparatos totalitarios se encargarán de acabar con cualquier oportunidad real de cambio, porque en realidad no les interesa más que mantenerse en el poder a cualquier precio, dentro del partido, y fuera de él ,tener una presencia suficiente para que sus líderes se puedan liberar económicamente de sus obligaciones anteriores, mientras pasean su aureola de autenticidad por los escenarios.
Son movimientos sectarios que buscan la despersonalización y la alienación de sus militantes, a los que solo consideran comparsas de la obra, por eso en su seno sólo triunfarán los obedientes con ambiciones personales y fracasarán los críticos con ambiciones públicas. Se repite en UPyD la misma historia que previamente se vivió en Ciutadans.
Que nadie se considere defraudado tras este aviso, no esperen nada, porque nada se puede esperar del más de lo mismo.
Enrique Suárez Retuerta
Algo parecido ha ocurrido con los partidos nacionalistas en Euskadi y Cataluña, cuando han comprobado en su perplejidad, que el PSOE les recortaba resultados para su representación nacional, en sus acotados y cuidados territorios electorales, a pesar de estar gobernando en sus comunidades. Abocándolos al camino de la sedición y apartándolos de las rentables negociaciones de su añorada independencia de España.
¿Y qué ocurre con las nuevas formaciones políticas como Ciutadans y UPyD?. Ambas opciones son modelos replicantes con una declaración de buenos propósitos, que responden a la demanda del elector harto de ver como sus votos no sirven más que para que los políticos sigan viviendo magníficamente y las cosas sigan igual, en realidad cumplen con una función compensatoria al proclamarse como alternativas a lo existente, aunque en realidad son más de lo mismo. Solo se distinguen en su ubicación territorial, Ciutadans está afincado en Cataluña, y UPyD en toda España menos en Cataluña (donde exclusivamente se mantiene como presencia inútil y testimonial).
Ciutadans y UPyD no son más que “señuelos políticos” que atraen nuestra atención con un modelo organizado de forma comercial (buen marketing), orientado a la demanda propia del consumidor político medio que reconoce el marasmo político en el que vivimos.
Un portavoz con una retórica excelente, un mensaje crítico con la forma de hacer política en este país, unos eslóganes atractivos: “solo nos importan las personas”, “lo que nos une”; un posicionamiento próximo a los ciudadanos y ya tenemos la cara de un producto suculento para el consumo político.
El problema es la cruz, porque cuando se ahonda en la organización interna de estas formaciones se puede comprobar que se repiten los mismos procesos: un aparato jerárquico controlado con mano de hierro (en UPyD por Carlos Martínez Gorriarán, en Ciutadans, ni se sabe), una oligarquía organizada en el único interés de sacar el producto adelante (estabilidad y coherencia), una ausencia de democracia real, y una colección de arribistas ascendidos desde la dirección política del partido que no presenten problemas a la consolidación de la obra. Aderezado todo ello con algunos gestos autoritarios como la ausencia de respeto a las reglas, estatutos, criterios democráticos o simplemente de justicia, tenemos configurada la máquina de conseguir votos. Son organizaciones totalitarias, con aspecto de híbridos políticos entre la democracia y la confianza.
Albert Rivera y Rosa Díez son excelentes oradores, que saben perfectamente lo que quieren escuchar sus audiencias y aparentar que son la única alternativa posible a todo lo existente, de ahí su éxito. Son personas-anuncio que pasean por el mundo la bondad de la democracia, igual que podrían convencernos de la eficacia de un crecepelo o la excelencia de un perfume.
Ciutadans es un proyecto fracasado, y UPyD seguirá sus pasos, no por ausencia de liderazgo, sino por exceso de celo de los muñidores de su organización interna, que una vez más han decidido prescindir de los críticos con capacidad de generar un discurso propio, para quedarse con los aquiescentes dispuestos a celebrar cualquier nimiedad pronunciada por los elegidos para la gloria.
De lo que se deduce que ni Ciutadans, ni UPyD tienen en mente resolver ninguno de los problemas políticos que tenemos los ciudadanos españoles, más bien lo que buscan es consolidar posiciones públicas que les reporten beneficios económicos, poder y reconocimiento. En Ciutadans se han desmoronado, y en UPyD han comenzado la “caza de brujas” para erradicar cualquier voz crítica.
Por eso resulta cómico escuchar a Albert Rivera o a Rosa Díez hablar de la regeneración democrática, de la igualdad y la libertad, de la Constitución, de los derechos civiles, de la justicia, y comprobar que en sus propias formaciones políticas brillan por su ausencia. ¿Cómo se van a conseguir esos objetivos?, cabe preguntarse, si precisamente quienes podrían afrontar ese reto con sus propios recursos, son excluidos y desterrados.
En fin, ni Ciutadans, ni UPyD serán algo más que operaciones mercantiles de la política, con discursos propicios al consumo fácil por parte de los ciudadanos desesperanzados, hastiados y aburridos; sus aparatos totalitarios se encargarán de acabar con cualquier oportunidad real de cambio, porque en realidad no les interesa más que mantenerse en el poder a cualquier precio, dentro del partido, y fuera de él ,tener una presencia suficiente para que sus líderes se puedan liberar económicamente de sus obligaciones anteriores, mientras pasean su aureola de autenticidad por los escenarios.
Son movimientos sectarios que buscan la despersonalización y la alienación de sus militantes, a los que solo consideran comparsas de la obra, por eso en su seno sólo triunfarán los obedientes con ambiciones personales y fracasarán los críticos con ambiciones públicas. Se repite en UPyD la misma historia que previamente se vivió en Ciutadans.
Que nadie se considere defraudado tras este aviso, no esperen nada, porque nada se puede esperar del más de lo mismo.
Enrique Suárez Retuerta