En el Gobierno de José Luis se huele el sudor frío del pánico cada vez que ocurre un conflicto con el vecino del otro lado del estrecho. La política exterior de España, se dirige siempre a la condescendencia con los hermanos musulmanes del reino alauita. Cuando uno observa la especialización de todos los que informan a José Luis sobre lo que ocurre (Moratinos, Bernardino León y otros) se ve que a lo que se han dedicado la mayor parte de su vida es al análisis de las relaciones entre Europa y los países árabes.
La Alianza de Civilizaciones es un invento que tiene como máximo objetivo establecer vínculos entre países occidentales y musulmanes, porque por lo que se refiere a otras culturas como la judía, más bien parece una organización para su persecución, y en otras como las orientales o las iberoamericanas no tiene prácticamente impacto. El Gobierno de Zapatero es propalestino, así en cualquier conflicto con los hebreos siempre estará con los palestinos, tengan razón o no. Cuando se produce algún acto flagrante contra los Derechos Humanos en países musulmanes, el Gobierno español es el último en protestar de todos los occidentales, y en muchas ocasiones hace mutis por el foro, quitándole importancia a ejecuciones, lapidaciones y otras barbaridades de la Sharia, lo que no impide que los socialistas se abanderen cada día en la heroicidad de la lucha contra todas las opresiones.
Ahora, con los conflictos de la frontera española de Melilla se ha visto que el Gobierno tiene la intención de reducir la importancia de los hechos acontecidos, considerando que han sido cuestiones banales, aunque las propias autoridades melillenses hayan dado la voz de alarma y el PP se haya presentado con el elenco estelar a defender la españolidad melillense, en una reacción inmediata.
Desde mi criterio lo que se hace desde la Moncloa en la política exterior española en lo que concierne a nuestras relaciones con los países musulmanes, es una política errónea, como en tantos otros temas, porque permitir que unos cuantos musulmanes impongan el rango de las relaciones entre España y Marruecos es una barbaridad. Posiblemente porque los que conforman la protesta hayan sido enviados por las propias autoridades marroquíes para ocultar las graves dificultades económicas que atraviesa el Reino Alauita y la situación penosa de los Derechos Humanos en Marruecos.
Esta muestra de debilidad por parte del Gobierno español lo único que va a conseguir es que los conflictos prosigan, porque realmente la causa que se aduce para su ocurrencia no tiene mucho sentido y más bien lo que buscan los agitadores es la provocación de las fuerzas armadas españolas que vigilan la frontera melillense. Marruecos es un terreno propicio para el desarrollo de grupos islámicos beligerantes, un poder autoritario, una crisis económica y a un palmo de Occidente.
Los errores que comete el Gobierno hoy los pagaremos los ciudadanos mañana, y con intereses probablemente.
Ante cualquier provocación no justificada o sin sentido, el Gobierno español debería poner en marcha unas maniobras militares en el estrecho, montar una base de seguimiento en Perejil o en las Chafarinas, y preguntar a Marruecos que como va el conflicto con el Sahara. En política exterior quien no actúa con coraje termina teniendo que hacerlo tarde o temprano si quiere defender su estatus ante los presuntos enemigos. El mundo de paz y amor termina en Gibraltar.
Esta semana acudirá Rubalcaba a Rabat, a ver cuanto nos cuesta a los españoles en esta ocasión el chantaje de Mohamed VI.
Biante de Priena
La Alianza de Civilizaciones es un invento que tiene como máximo objetivo establecer vínculos entre países occidentales y musulmanes, porque por lo que se refiere a otras culturas como la judía, más bien parece una organización para su persecución, y en otras como las orientales o las iberoamericanas no tiene prácticamente impacto. El Gobierno de Zapatero es propalestino, así en cualquier conflicto con los hebreos siempre estará con los palestinos, tengan razón o no. Cuando se produce algún acto flagrante contra los Derechos Humanos en países musulmanes, el Gobierno español es el último en protestar de todos los occidentales, y en muchas ocasiones hace mutis por el foro, quitándole importancia a ejecuciones, lapidaciones y otras barbaridades de la Sharia, lo que no impide que los socialistas se abanderen cada día en la heroicidad de la lucha contra todas las opresiones.
Ahora, con los conflictos de la frontera española de Melilla se ha visto que el Gobierno tiene la intención de reducir la importancia de los hechos acontecidos, considerando que han sido cuestiones banales, aunque las propias autoridades melillenses hayan dado la voz de alarma y el PP se haya presentado con el elenco estelar a defender la españolidad melillense, en una reacción inmediata.
Desde mi criterio lo que se hace desde la Moncloa en la política exterior española en lo que concierne a nuestras relaciones con los países musulmanes, es una política errónea, como en tantos otros temas, porque permitir que unos cuantos musulmanes impongan el rango de las relaciones entre España y Marruecos es una barbaridad. Posiblemente porque los que conforman la protesta hayan sido enviados por las propias autoridades marroquíes para ocultar las graves dificultades económicas que atraviesa el Reino Alauita y la situación penosa de los Derechos Humanos en Marruecos.
Esta muestra de debilidad por parte del Gobierno español lo único que va a conseguir es que los conflictos prosigan, porque realmente la causa que se aduce para su ocurrencia no tiene mucho sentido y más bien lo que buscan los agitadores es la provocación de las fuerzas armadas españolas que vigilan la frontera melillense. Marruecos es un terreno propicio para el desarrollo de grupos islámicos beligerantes, un poder autoritario, una crisis económica y a un palmo de Occidente.
Los errores que comete el Gobierno hoy los pagaremos los ciudadanos mañana, y con intereses probablemente.
Ante cualquier provocación no justificada o sin sentido, el Gobierno español debería poner en marcha unas maniobras militares en el estrecho, montar una base de seguimiento en Perejil o en las Chafarinas, y preguntar a Marruecos que como va el conflicto con el Sahara. En política exterior quien no actúa con coraje termina teniendo que hacerlo tarde o temprano si quiere defender su estatus ante los presuntos enemigos. El mundo de paz y amor termina en Gibraltar.
Esta semana acudirá Rubalcaba a Rabat, a ver cuanto nos cuesta a los españoles en esta ocasión el chantaje de Mohamed VI.
Biante de Priena