Celebro
la declaración contra la estupidez patria que ha pronunciado el recientemente
nombrado director de la Real Academia Española de la Lengua, Darío Villanueva: “la
RAE nunca hará un diccionario políticamente correcto”. Garantía de todos los
derechos y deberes es poder denominar a las cosas por su auténtico nombre,
poniendo subrayados, cursivas y negrillas sobre los despropósitos que asolan y asedian la
opinión pública española
Tal vez, haber sido uno de los primeros medios donde los
españoles pudieron acceder al concepto de casta –otro fue “Voto en blanco”
de Francisco Rubiales-, y divulgarlo con insistencia desde entonces, conceda a este humilde blog la potestad de poner negro sobre
blanco en la entelequia que se dirime en este país. Por aquel tiempo, alrededor
de 2007, los partidos políticos españoles que conformaron la casta vivían
felices en su Arcadia de despropósitos, despilfarros y desenfrenos, mientras que algunos líderes
de Podemos, Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón, servían a los
intereses de las castas bolivarianas de Latinoamérica (Venezuela, Bolivia,
Ecuador, Nicaragua), la gerontocracia cubana y la islamista tiranía teocrática
persa, sin haberse pronunciado al respecto de la imposición del poder político
sobre los ciudadanos de estos países, cercenando su libertad, pisando los
derechos humanos, arruinando su futuro y asfixiando su convivencia.
Es por ello preciso, determinar, más allá de fintas retóricas
y argucias demagógicas, la descripción del escenario en el que se dirimen las
cuitas del poder en nuestro país, porque si Voltaire nos acompañara,
seguramente pronunciaría su “ecrasez l´infame”, pues nunca en este país, de nombre
España, ha existido más esplendor de la infamia, la ignominia y el escarnio.
Alarde de demagogia y despotismo verbal, para ocultar que nos ha tocado en
suerte la representación política más degenerada de la historia democrática reciente. Infamia, ignominia, escarnio, son los ejes de la política española actual.
El escenario de la infamia se corresponde con el PP, con Luis
Bárcenas, ex tesorero del partido acusando a Mariano Rajoy, presidente del
Gobierno de financiarse de forma ilegal y del partido de acusar a Luis Bárcenas
de haber robado 48 millones de euros de las arcas de la formación política sin que nadie se hubiera
enterado entre los que conforman la casta dirigente del desfalco. Sin autocrítica es
imposible la democracia, sólo puede existir despotismo. Sí Barcenas ha robado en el PP, el PP es responsable de que lo haya hecho, bien en grado de participación directa como indica el acusado o de negligencia irresponsable, por parte de sus dirigentes. Roma no paga a traidores, pero paga sus errores. En cualquier circunstancia, los dirigentes del PP actual consideran que los españoles somos idiotas.
El escenario de la ignominia se corresponde con el PSOE, CIU y el PNV, también UPyD y Ciutadans forman
parte del engendro, pues todos ellos consideran a los demás, en prodigio de
desfachatez, responsables de lo ocurrido, cuando en realidad han sido autores o cómplices del descalabro. En todos estos partidos se produce al mismo tiempo
una lucha interna entre los que pretenden seguir haciendo lo mismo, es decir, trincar sin límite y los que
pretenden tirar de la cadena, aunque algunos de sus líderes más reconocidos se
vayan a las cloacas de la historia, sea Zapatero, sea Pujol, sea Rosa Díez. En cuanto a los nacionalistas, nunca se han sentido españoles más que para robar lo que pudieran, a los de dentro diciéndoles que eran diferentes y a los de afuera diciéndoles que también lo eran. Prodigio de la diferencia, que vale lo mismo para roto, que para descosido
El escenario del escarnio se aventura entre las izquierdas y
los nacionalismos radicales, en realidad hijos del trotskismo, aquel que
recomendaba caminar separados para golpear juntos, que juegan a la
desestabilización, el cuanto peor mejor para nosotros, y las propuestas más
descorazonadoras que se han visto, en las que la realidad nada tiene que ver
con sus presupuestos y la demagogia, la agitación y la propaganda son medios
que justifican el asalto al poder que se han propuesto. Aquí tenemos a
formaciones políticas como Podemos, IU, ERC, Bildu, CC, y otras de menor
entidad, que anhelan destruir lo existente para imponer su propio despotismo.
Cuando los griegos decidieron prohibir los partidos políticos
en los albores de la democracia, comprendieron que toda secta partidaria es un
enemigo común de los intereses generales. España no se salvará
hasta que estos profesionales del ensañamiento en el expolio y la extorsión, auténticas alimañas
carroñeras de libertades, derechos y recursos de los españoles estén alejadas
del poder, con estigma de ostracismo. No hay ninguna posibilidad para que la
democracia exista entre aquellos que han abrazado el despotismo, la
putrefacción y la oclocracia como ejes de su miserable calaña, ni para aquellos que los abrazan a ellos, como única alternativa a sus males.
Mientras tanto, en año electoral, una mayoría silenciada y silenciosa de no
representados, harta de descerebrados gastándose sus impuestos en un simulacro esperpéntico a su mayor gloria, medita sobre
como desalojar del poder para siempre a tanto hijo de puta disfrazado de
demócrata.
Enrique Suárez