"El mal que impregna la democracia es la tiranía de la mayoría o que un partido, no siempre la mayoría, consiga ganar las elecciones por fuerza o fraude" Lord Acton
El siglo
VI a. de C. es, sin duda, el momento crucial para el origen de la democracia en
Grecia, fundamentalmente en Atenas y el Ática. ¿Qué ocurrió en Grecia para que aconteciera
semejante fenómeno?
Sin duda,
las cosas no ocurren de repente, posiblemente para que pudiera emerger un
concepto como Democracia debieron producirse previamente aproximaciones
diversas.
Así pueden
considerarse a los misterios órficos, que posteriormente derivaron en
pitagóricos, se produjo una evolución religiosa hacia la humanización de los
dioses; con Ferécides de Siros se crearon las primeras obras en prosa de la
Grecia clásica (hasta entonces la escritura se utilizaba de forma meta-mágica
en forma de poesía); con Tales, pronunciando en las puertas del mercado de
Mileto (uno de los más importantes puertos comerciales de intercambio), la
frase: “todo está lleno de dioses” se produjo definitivamente el paso del
mythos al logos en el pensamiento griego, que dio lugar la larga evolución entre
el pensamiento mítico y el presocrático; con Pitágoras, se nombró por primera
vez la filosofía (también la armonía) y se estableció una concepción
determinada del mundo, de la vida, del ser humano; y con Solón, se produjo la
primera Constitución política en el año 594 a.de C. que transformó en
timocracia lo que era una plutocracia, o gobierno de los más ricos. Una de sus
más controvertidas propuestas fue la de amortizar las enormes deudas contraídas
por las clases menos afortunadas del Ática. Pero lo más fascinante es que todos
estos personajes se llegaron a conocer y posiblemente a dialogar entre ellos
sobre los grandes cambios que iban a producirse a partir de entonces y de los
que serían protagonistas.
Pero sin
duda fue Clístenes (uno de los Alcmeónidas, sin esta estirpe no se podría
entender la historia política de la Grecia clásica) quien dio forma a la
incipiente democracia griega, aunque por entonces todavía era exclusivamente
isonomia (igualdad ante la ley de todos los ciudadanos) superando la
aristocracia propuesta por Solón. Surge la democracia con diversas
instituciones, la boulé o consejo de los quinientos, con cincuenta miembros por
cada tribu elegidos por sorteo; la
ekklesia o asamblea de ciudadanos a la que pertenecían todos los ciudadanos
mayores de edad; el aerópago o consejo aristocrático, cuyas funciones eran
consultivas y relacionadas con tribunales de honor. La ekklesia elegía la Helea
o tribunales de justicia y también los arcontes mayores y menores. Así surgió
la democracia griega en la que todos los ciudadanos tenían posibilidad de participación
y también capacidad de decisión sobre la inmensa mayoría de decisiones
políticas de la polis. Si bien es cierto que los metecos (inmigrantes), mujeres
y esclavos no eran considerados ciudadanos. Por aquella época Atenas tendría
aproximadamente 300.000 habitantes.
Los
elementos fundamentales de la democracia griega clásica
Los
griegos estaban excepcionalmente preocupados por la igualdad en su condición de
ciudadanos, su concepto de libertad (eleutherios) se limitaba a ser libres ante
los demás pueblos, libres ante los poderosos, su condición de libertad ante los demás estaba plenamente establecida, los ciudadanos de la
polis griega se consideraban libres e iguales, pero evidentemente había
diferencias entre ellos, que fueron corregidas con algunas estrategias
ingeniosas, al menos en el ámbito político, y reducidas en el ámbito económico.
Los
griegos se consideraron a sí mismos iguales ante la ley (isonomia), pero
también portadores de una igualdad de derechos (isotemía). No había, por tanto,
privilegios legales o jurídicos que distinguieran a los ciudadanos griegos, si
los había para distinguirse de extranjeros, mujeres y esclavos.
Otro de
los conceptos relevantes de la democracia griega era la isegoría (igualdad en
la libre expresión ante la asamblea), en realidad integraba más conceptos, como
la libertad de comunicación, reunión y expresión. Es interesante recordar que
los griegos tenían tres niveles de libertad (eleutherios), ante el destino no
tenían ninguna pues las moiras se encargaban de su biografía desde el
nacimiento hasta la muerte, pero sí tenían una libertad pública, la de
expresarse libre y directamente en la asamblea y también una libertad privada
restringida al oikos, es decir, el hogar y también a las iniciativas
mercantiles y comerciales.
Sobre el
siguiente concepto hay discrepancias, nos referimos a la isomoiría, que algunos
interpretan como una forma de igualdad económica o de las condiciones
económicas de partida, aunque más bien se refiere a una cuestión de equilibro y
proporción (de origen pitagórico), que tiene más relación con la equidad o
igualdad de oportunidades. Los griegos estaban extraordinariamente preocupados
por evitar la corrupción política y los abusos de poder, establecieron una
condición para definir los excesos de los poderosos, la hibrys, una forma de considerar
la desmesura y la soberbia. La hibrys se relaciona directamente con el concepto
de moira, que en griego significa “destino”, “parte”, “lote” y “porción”. El destino es la parte de felicidad
o desgracia, de fortuna o infortunio, de vida o muerte, que corresponde a cada
uno en función de sus condiciones y cualidades, transgredir el destino
aprovechándose de los demás, tenía como sanción la némesis o venganza, el
castigo de toda desmesura por los mismos dioses. Junto a la asebeia o impiedad,
que era el adoctrinamiento de los más jóvenes contra los dioses (y los
intereses) de la ciudad – delito del que fue acusado Sócrates y por ello
condenado a suicidarse- la hibrys y la traición, eran las afrentas más
importantes a la polis. Si bien en el oráculo de Delfos,
templo común de los griegos, a su entrada se leía la frase: “conócete a ti
mismo”, a la salida, según Platón, estaba escrita una frase contra la
desmesura: “nada en exceso”.
La
preocupación de los griegos por la igualdad se manifiesta también en un último
término, la isocracia, que es la igualdad de poder y ante el poder, por la que
todos los griegos podían ser electores y elegidos en cualquier forma de
representación, se complementa con el término isogonía, que es la igualdad de
participación en los asuntos públicos y administrativos. Los ciudadanos griegos
tenían igualdad de derechos pero también igualdad de deberes, no podían
declararse ajenos a los asuntos de la polis y tenían la obligación de
participar en los mismos.
La
configuración de la democracia griega se completa con la justicia (Diké), que
debía ser independiente de los demás poderes y autónoma en sus decisiones. En la mitología griega, Diké es la justicia. Hija de Zeus y Temis,
tiene como hermanas a Irene (la paz) y Eunomía (la legalidad o el orden). Son conocidas
como las Horas, representan los valores que sostienen la convivencia entre los
hombres y crean el bienestar. Su función es la búsqueda del equilibrio y la
armonía, siendo las encargadas de abrir y cerrar las puertas del Olimpo,
presidir las bodas de los dioses, regir las vidas de los hombres por el camino
justo.
Diké es una implacable enemiga de la
violencia. Como diosa de la justicia divina le corresponde examinar todas las
sentencias de su padre Zeus, proteger las empresas nobles de los hombres y
perseguir a los transgresores de la ley para imponer su castigo. Como personificación de la justicia humana, era la encargada de brindar sabiduría a aquellos que impartían justicia, no sólo a los jueces, sino también a la boulé y la ekklesia.
Los griegos consideraban que la convivencia
armónica entre los ciudadanos de la polis era indispensable para el buen
funcionamiento de la vida pública. Sus preocupaciones y temores se
fundamentaban prácticamente en las mismas que tenemos los ciudadanos del siglo
XXI, temían los excesos y abusos de
poder, la ausencia de libertad, la desmesura en los poderosos, la corrupción,
el sectarismo, la impunidad, la injusticia.
Temían al poder, temían a los poderosos, temían a los
enemigos de otras ciudades, temían al destino, temían a la opresión y a la desigualdad, temían al hambre y la miseria, por eso establecieron un sistema que les permitiera defenderse de todos los
males que les acechaban. La democracia es, sin duda, la forma más acabada de
protección de los ciudadanos ante el poder, quizás la forma más eximia de armonía en la convivencia cívica; sin embargo, cuando los ciudadanos
abandonan sus funciones y obligaciones, permiten que pisoteen sus derechos,
consienten la corrupción y la injusticia, toleran la desigualdad y la desmesura, y no hacen
nada cuando les oprimen, son víctimas de todos aquellos que pueden imponerles
su voluntad de forma ilegítima.
Deberíamos recordar todos los días que cuando
la democracia deja de funcionar, no es por la habilidad de los poderosos en ocultar sus transgresiones y desmanes, sino
por el abandono de los demócratas en sus obligaciones. La última responsabilidad no es de los políticos, sino de los ciudadanos.
Enrique Suárez