"El elector goza del sagrado privilegio de votar por un candidato que eligieron otros." Ambrose Bierce
Aceptemos
que la democracia es el menos malo de los sistemas de formación de gobiernos, aquel
que permite que los ciudadanos mayores de edad de un país puedan decidir
quiénes van a representarles políticamente en los parlamentos, quienes van a
detentar el poder y quienes la oposición, según el resultado que las distintas
formaciones obtengan en las urnas electorales.
Xavier
Zubiri, estableció que los tres grandes pilares que sustentan la civilización occidental
son la religión judeo-cristiana, la filosofía griega y el Derecho romano. Por
mi parte añadiría uno más, los deseos de libertad de los ciudadanos europeos,
en particular la confrontación de aquellos que tratan de que la libertad avance
y aquellos que tratan de que no lo haga, a los que se podría considerar
enemigos de la libertad.
Se
podrían añadir algunos conceptos relevantes más, como la constitución naciones, la relación Estado-Sociedad, la
distribución de la riqueza, la seguridad financiera, el afán de justicia, el refinamiento cultural y artístico, la
historia, la racionalidad, la burocracia, las tecnologías, la corrupción, o la búsqueda
de equidad y felicidad.
Hasta
épocas recientes había un amplio consenso entre las diversas ideologías
políticas occidentales en compartir un modelo único de convivencia, sin
embargo, en la última década, posiblemente debido a la aparición de las
comunicaciones inmediatas, que han expandido los límites de la libertad de
expresión y relación, así como los de censura, intoxicación y propaganda, se ha
producido una quiebra en los objetivos comunes.
En realidad lo que ha ocurrido es que la diversidad natural de las
opiniones de los ciudadanos se están manifestando, venciendo las limitaciones
impuestas por los creadores de opinión tradicionales, los medios de
comunicación y al mismo tiempo, esto acontece en un clima de crisis económica y
política, institucional, en la que la política se ve por mucha gente más como
un problema que como fuente de soluciones.
En
el caso de los países de la Europa del Sur y la del Este, se están viendo
movimientos claros que tratan de desplazar las formas de representación
política habituales del poder, porque se ha comprobado que prevalecen los
intereses sectarios de las distintas formaciones políticas, antes que sus
manidas propuestas de servicio a los ciudadanos. El poder en las democracias de
partidos ha mostrado al fin y al cabo su cara y su farsa, pues no son los
ciudadanos quienes eligen a sus representantes políticos sino las cúpulas de
los partidos, y los ciudadanos lo único que hacen es ratificar las decisiones
de los partidos, no las suyas propias, cuando acuden a las urnas.
El
modelo de la polis, de los representantes y mediadores, ha perdido su sentido
original tras establecerse desde el poder determinadas limitaciones a que sea
una representación de los votos, para quedarse en una representación de los
cotos. Los representantes políticos son delegados o agentes de los intereses de
los partidos en los hechos, aunque se promueven como representantes directos de
los intereses de los ciudadanos. Pero esta falacia se ha acabado, cada día la
gente desconfía más de las instituciones denominadas partidos políticos,
porque se han alejado demasiado de la
función que ofrecían y han defraudado. El contrato social de las voluntades
generales ha caducado.
Sin
duda vamos hacia nuevos modelos de representación política, menos alejados de
la civis y las decisiones de los ciudadanos, es necesario recordar la historia
de la Grecia clásica, porque los griegos se previnieron contra los acotamientos
de poder que hoy padecemos los ciudadanos de los países occidentales dos mil
años después, ningún griego hubiera aceptado algo parecido a partidos políticos
que conculcaran su voluntad, en realidad, para evitar agrupaciones de poder,
los griegos recurrieron a ingeniosas formas de elección como el sorteo, aunque
al mismo tiempo aceptaron cierta profesionalización de los poderosos por sus
conocimientos y experiencia, reconociendo a algunos de sus conciudadanos una
condición de primus inter pares. Pienso que en los próximos años la democracia
se hará más cívica que política, porque la representación será más directa y
menos artefactada. La política seguirá siendo el escenario del debate, pero
dejará de ser el escenario del combate.
Cívico
será también el retorno al imperio de la ley sin inmunidades e impunidades
asociadas al poder, que promueven una aristocracia representativa con el fondo
de una democracia inexistente. La independencia de poderes se materializará,
abandonando el modelo jerárquico que permite reinar al poder político sobre los
demás. Sólo hay que contrastar dos términos: civilizar y politizar, en el
diccionario de la RAE lo expone con claridad:
civilizar.(De civil).politizar.1. tr. Dar orientación o contenido político a acciones, pensamientos, etc., que, corrientemente, no lo tienen. U. t. c. prnl.2. tr. Inculcar a alguien una formación o conciencia política. U. t. c. prnl.
Creo que
está suficientemente claro, las sociedades occidentales desean avanzar hacia la
civilización al tiempo que se alejan de la politización. No pasará mucho tiempo
en que ciudadanos y políticos avancemos hacia modelos que dejen atrás las
viejas representaciones más propias de Antiguos Regímenes absolutistas que de
democracias avanzadas.
La
representación política indirecta quizás fue necesaria en la época en que había
grandes bolsas de pobreza e ignorancia en los ciudadanos, con grandes
distancias sociales y territoriales, que exigían un cuerpo representativo
profesional, pero en la sociedad del siglo XXI es un anacronismo, porque las
comunicaciones son inmediatas y los ciudadanos reúnen suficientes condiciones
en sí mismos para saber lo que les conviene racionalmente y no confiando en la
fe de los que les prometen el cielo y les terminan conduciendo al infierno.
Es hora
de que entre todos los demócratas civilicemos definitivamente al poder
político, a los políticos y a los partidos que les acogen. Es hora de civilizar
a los políticos y abandonar para siempre la politización de los ciudadanos.
Enrique Suárez