Estas elecciones han servido fundamentalmente para que la
casta se remoce y despioje un poco, pero para nada más, a pesar de que el
partido de la casta (PSOE+PP+IU+CIU+PNV) haya visto reducidos sus apoyos; en el
caso de los socialistas y conservadores, en 5,2 millones de votos, mitad cada
uno, en el caso de IU, porque le ha salido un PODEMOS, que le ha quitado a Cayo
Lara la sonrisa para siempre, y en cuanto a las castas nacionalistas del PNV y
CIU, porque han visto como ellos no son los llamados a tutelar cualquier
proceso secesionista, más que en el lugar de la comparsa. También han entrado las marcas blancas de la
izquierda estatal en liza, UPyD y Ciudadanos, con 4 y 2 escaños respectivamente,
engañando a algunos cientos de miles de electores habituales del PP y a muchos
desinformados.
La primera consecuencia de la debacle ha sido el anuncio de
la salida de Rubalcaba de la Secretaría General del PSOE, para crear entre sus
posibles herederos una lucha denodada por alcanzar el poder, con Congreso
Extraordinario incluido, coincidiendo con las fechas del mundial de fútbol para
no llamar demasiado la atención.
La abstención ha sido mayoritaria, sumando los que no fueron
a los votos blancos y nulos, más del 58 % de ciudadanos convocados a urnas
decidieron no dar su apoyo al estamento putrefacto que detenta la
representación política en este país.
Fenómeno particular de estas elecciones ha sido la irrupción
de un joven político con un programa bolivariano y una presencia mediática
concedida por los medios de comunicación que no se recuerda. Me refiero a Pablo
Iglesias, que al menos ha sido el único que ha hablado abiertamente de casta,
política, financiera y cultural, en
términos coherentes, posiblemente compartidos por la mayoría de los españoles
que no acudieron a votar. A pesar de que desde IU se tienda la zarpa a la nueva
formación política, a quien realmente ha hecho daño este partido ha sido a la
Izquierda Plural, pues a pesar de ser ambas opciones comunistas, a la formación
política de Cayo Lara se le ha acabado lo de representar la calle a partir de
ahora y el discurso radical va a terminar aconteciendo moderado y desde su
estructura remodelada cien veces para no parecer lo que es, ya no le va a
quedar más que vestirse de lagarterana para seguir recogiendo apoyos.
Del millón doscientos mil votos que ha obtenido Pablo
Iglesias, creo que no serán más de 300.000 los que le han apoyado por confianza
en sus ideas, 400.000 serían de IU/PSOE para esta convocatoria electoral (si se
tienen en cuenta las encuestas) y otros 300.000 serían de aquellos que votaron
donde más duela. Al final, cinco eurodiputados en dos meses gracias a la casta
que le brindó la oportunidad de darse a conocer, ha sido una operación que
tiene su mérito y por la que Pablo Iglesias se merece la felicitación de los
demócratas.
Pero como decía al comienzo, la frase del Príncipe de Salina
de El Gatopardo vuelve a relucir en la política española: “cambiemos algo para
que todo siga igual”, aunque sea dando
entrada en la casta a los radicales que quieren convertir este país en sucursal
de Venezuela o Cuba. Al fin y al cabo todos los votos cuentan, y en esta
ocasión, a pesar de que los 15 millones de votos a partidos son menos que los
18 que no han acudido a las urnas para apoyar a partidos, la casta ha salvado
el obstáculo.
De hecho ya no se habla de casta, porque ahora hay alguien
que lo hace representado en la política española en Europa, los del poder han
ganado oxígeno y tiempo, suficiente para diluir cualquier operación de denuncia
contra ellos, algo que harán por tierra, mar, aire e internet, hasta que Pablo
Iglesias termine siendo un agente doble de la CIA y la KGB, que robó una
chocolatina cuando tenía cinco años.
Y los españoles, fascinados por el prodigio del fondo de
armario de la casta, ya se han olvidado de los seis millones de parados, el
billón de euros de deuda, el gasto excesivo del Estado, los excesivos impuestos
y todos los corruptos que siguen sentando sus ilustres y aristocráticas
posaderas en las poltronas del poder.
No sé lo que les habrá costado inventar a Pablo Iglesias,
pero sin duda ha servido para acallar los rugidos de protesta que empezaban a
sonar por toda España contra la casta. Ahora todo se reduce a lo que diga o
deje de decir alguien que hace tres meses era un auténtico desconocido para la
mayoría de los que le votaron, alguien que pergeñando un partido acaparador de extrema izquierda ha logrado reunir suficientes apoyos para crear un pequeño seismo en el sistema putrefacto de la política española, al que con su presencia ha concedido la legitimación de la que carece, después de toda la corrupción, despilfarro y putrefacción en la ha vivido durante los últimos años.
Sobre los EREs y el Gurtell, que hable Pablo Iglesias, que
ese sí que los pone a parir, mientras preparan la próxima subida del IVA y los
recortes sociales que tocan para este año, pero al menos, ya tenemos a alguien
en el poder que les va a sacar los colores a los demás, alguien a quien no van
a poder callar. Este es un país de creyentes e ilusos, la inmensa mayoría siguen pensando que las diatribas pueden
resolver los problemas que crean los políticos para seguir viviendo a nuestra
costa.
Esto parece la primavera de Praga, perdón, quise decir, de Fraga.
Enrique Suárez