Querido futuro Presidente del Principado de Asturias:
No hace falta que respondas a esta carta, entre personas de palabra que respetan las reglas no es necesario requerir certificación externa a una comunicación, los dos somos paisanos en el sentido que en Asturias tiene el concepto, con eso es suficiente, confiamos mutuamente: nuestra palabra es anticipo de los hechos y su máximo soporte. Sé que leerás lo que escribo, pero en esta ocasión quiero que me ofrezcas tu respuesta con hechos, no con palabras, porque anhelo, al igual que muchos de los que clamamos por tu liderazgo en Asturias, que ayudes a nuestro pueblo a recobrar el orgullo arrebatado por los políticos que nos han mal representado en las últimas décadas.
Sé que tú también sabes que los asturianos estaremos a la altura del papel que la hazaña requiere en este momento histórico, por eso estamos contigo, en una creciente marea que llega a todas partes del Principado. Somos un pueblo que los políticos han esquilmado pero que todavía no ha aprendido a rendirse; desde hace más de mil años rehusamos que nos doblegue la imposición de los que detentan el poder, sean de cualquier condición, nuestra historia lo ha mostrado a lo largo de los siglos, aunque traten de ocultarla con montañas de olvido, está escrita en la memoria compartida de esta noble pueblo.
Asturias ha sido tan mancillada y herida por los usurpadores de la democracia, como tú dignidad, los asturianos no vamos a permitir que sigan jugando con nuestro destino desde cualquier representación bufa del poder, tu eres nuestro “princeps inter pares”, te necesitamos y acudirás a nuestra llamada, porque eres asturiano y te duele Asturias, tanto como a todos nosotros.
Volver a la política es difícil, irse de ella prácticamente imposible; mantenerse en situación de disponible era lo natural cuando había principios y nobleza en la organización del poder, un signo de lealtad a las personas y las jerarquías establecidas de forma democrática dentro de los partidos, hoy, sin embargo, no es nada. Siempre hablas de lealtad, todavía no crees que también hayan acabado con ella los que ayer mismo eran tus compañeros. Pero yo te hablaré de fidelidad, Francisco, porque cuando la lealtad no sirve hay que regresar a las creencias, recobrar los valores, los principios más humanos, las reglas implícitas de las relaciones sobre las que se construye la convivencia de las personas y de los pueblos, antes de que también nos la arrebaten. Somos lo que creemos y creemos en nosotros mismos.
Ser fieles a nosotros mismos nos proporciona identidad, que es la primera condición para ser fieles a los demás, virtud primordial de la política. Quien no tiene identidad propia difícilmente puede librarse de las circunstancias y alcanzar la condición de persona. Sin ser persona, sin considerarse diferente, es muy difícil alcanzar la condición que nos permite ser iguales en la vida pública, es decir, ciudadanos.
Cualquier soberanía comienza por el reconocimiento de uno mismo, y de otros iguales que nosotros alrededor. Sólo siendo soberanos, en este caso españoles, se puede alcanzar la condición de ciudadanos, miembros de un Estado. ¿Qué es hoy la representación política? ¡Porca miseria! Las últimas encuestas del CIS nos muestran que los españoles nunca habían denostado tanto la política como hoy en día, tampoco habían manifestado hasta hoy, en esta democracia que recuerda a una demagogia, su desafecto por lo acontecido en su vida pública y privada gracias a los representantes políticos que les ha concedido el destino, desde esa nueva aristocracia que aspira a devolvernos al antiguo régimen, no al de Franco, sino al de Fernando VII.
No podemos seguir así Francisco, hay que someter la política a la voluntad del pueblo antes de que sea demasiado tarde y los políticos nos acaben convirtiendo en sus siervos o en sus esclavos. Es hora de iniciar la revolución de conciencias en el pueblo español, que no será social, sino individual, en el interior de cada uno de nosotros, y que más tarde se agregará en una conciencia colectiva. Porque sólo teniendo clara conciencia de lo que ha ocurrido y está ocurriendo en la relación entre el poder y los ciudadanos, podremos alcanzar la motivación suprema que requiere afrontar con voluntad e inteligencia el regreso a la democracia, abandonando definitivamente el despotismo político en el que estamos viviendo. El pueblo debe recobrar su condición soberana en las urnas, para volver a ser soberano y no siervo de aquellos que son designados por las cúpulas de los partidos y no elegidos por el pueblo.
Asturias, nuestra querida Asturias, siempre ha sido la primera entre las comunidades españolas en sufrir los síntomas de las enfermedades políticas que han asolado España, tanto las pasadas como las recientes, pero también la primera en encontrar los remedios para salir de la opresión, de los repartos injustos de privilegios entre los poderosos, de la injusticia, de la molicie. En Asturias, hay una cultura ancestral, una historia de rebeliones contra el poder que define nuestro pueblo, una condición cultural arquetípica que precede al Estado.
Aunque hoy ya no se recuerde, fueron algunos asturianos los que más se empeñaron en que España fuera una nación, en convertir al pueblo español en soberano y lo consiguieron a comienzos del siglo XIX, en circunstancias aún más difíciles que las que hoy nos acompañan, con un ejército francés que había invadido nuestra patria, con una oposición de todos los poderes absolutos internos, apenas con sus propios recursos, escasos y precarios.
Una vez más, la historia nos exige a los asturianos que rompamos el infausto destino que nos ofrecen los detentadores. Lo haremos contigo, porque sabemos que nos jugamos todo en la partida, lo que hemos sido, lo que somos y lo que seremos, porque ahora tenemos conciencia de lo que ocurre y una apasionada voluntad para cambiarlo que nos inunda de coraje.
Francisco Álvarez Cascos, cuenta conmigo para esta epopeya que se avecina, aquí está mi compromiso con Asturias y contigo. Somos muchos los que sabemos que solo contigo podremos lograrlo, pero seremos muchos más; sabes, porque lo sientes en lo más profundo de tu interior, que esta tierra maltratada es noble, sus habitantes leales, orgullosos y valientes.
Sabemos que solo con lealtad podremos lograrlo, seamos fieles a nosotros mismos, contigo entre nosotros y nada podrá detenernos. Porque en Asturias nunca hemos tenido amos, ni vamos a tenerlos. Cuenta con nosotros, tus paisanos y paisanas. ¡Hasta el final!
Enrique Suárez
No hace falta que respondas a esta carta, entre personas de palabra que respetan las reglas no es necesario requerir certificación externa a una comunicación, los dos somos paisanos en el sentido que en Asturias tiene el concepto, con eso es suficiente, confiamos mutuamente: nuestra palabra es anticipo de los hechos y su máximo soporte. Sé que leerás lo que escribo, pero en esta ocasión quiero que me ofrezcas tu respuesta con hechos, no con palabras, porque anhelo, al igual que muchos de los que clamamos por tu liderazgo en Asturias, que ayudes a nuestro pueblo a recobrar el orgullo arrebatado por los políticos que nos han mal representado en las últimas décadas.
Sé que tú también sabes que los asturianos estaremos a la altura del papel que la hazaña requiere en este momento histórico, por eso estamos contigo, en una creciente marea que llega a todas partes del Principado. Somos un pueblo que los políticos han esquilmado pero que todavía no ha aprendido a rendirse; desde hace más de mil años rehusamos que nos doblegue la imposición de los que detentan el poder, sean de cualquier condición, nuestra historia lo ha mostrado a lo largo de los siglos, aunque traten de ocultarla con montañas de olvido, está escrita en la memoria compartida de esta noble pueblo.
Asturias ha sido tan mancillada y herida por los usurpadores de la democracia, como tú dignidad, los asturianos no vamos a permitir que sigan jugando con nuestro destino desde cualquier representación bufa del poder, tu eres nuestro “princeps inter pares”, te necesitamos y acudirás a nuestra llamada, porque eres asturiano y te duele Asturias, tanto como a todos nosotros.
Volver a la política es difícil, irse de ella prácticamente imposible; mantenerse en situación de disponible era lo natural cuando había principios y nobleza en la organización del poder, un signo de lealtad a las personas y las jerarquías establecidas de forma democrática dentro de los partidos, hoy, sin embargo, no es nada. Siempre hablas de lealtad, todavía no crees que también hayan acabado con ella los que ayer mismo eran tus compañeros. Pero yo te hablaré de fidelidad, Francisco, porque cuando la lealtad no sirve hay que regresar a las creencias, recobrar los valores, los principios más humanos, las reglas implícitas de las relaciones sobre las que se construye la convivencia de las personas y de los pueblos, antes de que también nos la arrebaten. Somos lo que creemos y creemos en nosotros mismos.
Ser fieles a nosotros mismos nos proporciona identidad, que es la primera condición para ser fieles a los demás, virtud primordial de la política. Quien no tiene identidad propia difícilmente puede librarse de las circunstancias y alcanzar la condición de persona. Sin ser persona, sin considerarse diferente, es muy difícil alcanzar la condición que nos permite ser iguales en la vida pública, es decir, ciudadanos.
Cualquier soberanía comienza por el reconocimiento de uno mismo, y de otros iguales que nosotros alrededor. Sólo siendo soberanos, en este caso españoles, se puede alcanzar la condición de ciudadanos, miembros de un Estado. ¿Qué es hoy la representación política? ¡Porca miseria! Las últimas encuestas del CIS nos muestran que los españoles nunca habían denostado tanto la política como hoy en día, tampoco habían manifestado hasta hoy, en esta democracia que recuerda a una demagogia, su desafecto por lo acontecido en su vida pública y privada gracias a los representantes políticos que les ha concedido el destino, desde esa nueva aristocracia que aspira a devolvernos al antiguo régimen, no al de Franco, sino al de Fernando VII.
No podemos seguir así Francisco, hay que someter la política a la voluntad del pueblo antes de que sea demasiado tarde y los políticos nos acaben convirtiendo en sus siervos o en sus esclavos. Es hora de iniciar la revolución de conciencias en el pueblo español, que no será social, sino individual, en el interior de cada uno de nosotros, y que más tarde se agregará en una conciencia colectiva. Porque sólo teniendo clara conciencia de lo que ha ocurrido y está ocurriendo en la relación entre el poder y los ciudadanos, podremos alcanzar la motivación suprema que requiere afrontar con voluntad e inteligencia el regreso a la democracia, abandonando definitivamente el despotismo político en el que estamos viviendo. El pueblo debe recobrar su condición soberana en las urnas, para volver a ser soberano y no siervo de aquellos que son designados por las cúpulas de los partidos y no elegidos por el pueblo.
Asturias, nuestra querida Asturias, siempre ha sido la primera entre las comunidades españolas en sufrir los síntomas de las enfermedades políticas que han asolado España, tanto las pasadas como las recientes, pero también la primera en encontrar los remedios para salir de la opresión, de los repartos injustos de privilegios entre los poderosos, de la injusticia, de la molicie. En Asturias, hay una cultura ancestral, una historia de rebeliones contra el poder que define nuestro pueblo, una condición cultural arquetípica que precede al Estado.
Aunque hoy ya no se recuerde, fueron algunos asturianos los que más se empeñaron en que España fuera una nación, en convertir al pueblo español en soberano y lo consiguieron a comienzos del siglo XIX, en circunstancias aún más difíciles que las que hoy nos acompañan, con un ejército francés que había invadido nuestra patria, con una oposición de todos los poderes absolutos internos, apenas con sus propios recursos, escasos y precarios.
Una vez más, la historia nos exige a los asturianos que rompamos el infausto destino que nos ofrecen los detentadores. Lo haremos contigo, porque sabemos que nos jugamos todo en la partida, lo que hemos sido, lo que somos y lo que seremos, porque ahora tenemos conciencia de lo que ocurre y una apasionada voluntad para cambiarlo que nos inunda de coraje.
Francisco Álvarez Cascos, cuenta conmigo para esta epopeya que se avecina, aquí está mi compromiso con Asturias y contigo. Somos muchos los que sabemos que solo contigo podremos lograrlo, pero seremos muchos más; sabes, porque lo sientes en lo más profundo de tu interior, que esta tierra maltratada es noble, sus habitantes leales, orgullosos y valientes.
Sabemos que solo con lealtad podremos lograrlo, seamos fieles a nosotros mismos, contigo entre nosotros y nada podrá detenernos. Porque en Asturias nunca hemos tenido amos, ni vamos a tenerlos. Cuenta con nosotros, tus paisanos y paisanas. ¡Hasta el final!
Enrique Suárez