Si desea ser atendido en castellano pulse el número 1
Hace dos meses recibí una factura de Telefónica con 50 llamadas a un número 905 (de pago), de 2 y 3 segundos cada una, llamadas que no habían sido efectuadas desde mi teléfono, entre otras cosas porque tenemos restringida la línea para que no se puedan hacer ese tipo de llamadas. Me cobraron 50 euros de más, y el teleoperador, que muy amablemente me atendió desde Colombia, me informó de que me los ingresarían en mi cuenta en el plazo de una semana.
No sólo a fecha de hoy no me han devuelto aquellos 50 euros, sino que esta mañana he recibido una nueva factura, con 100 llamadas a la línea 905446300, todas realizadas el mismo día, el 30 de marzo, y por una cantidad de 160 euros. He vuelto a contactar con atención al cliente, y era casi imposible entenderse con el colombiano que intentaba descifrar los problemas de mi factura desde Colombia. Parece que hoy las comunicaciones transoceánicas no funcionan nada bien, y su voz iba y venía hasta hacerse incomprensible en la lejanía.
Así que le he dicho al operador que no le escuchaba, he vuelto a llamar, pero pulsando la opción número 2, para que me atendieran en catalán. En este caso ha descolgado una señorita que parecía que estuviera hablándome al oído, se la escuchaba de maravilla, ya que obviamente me atendía desde alguna lujosa instalación de Barcelona. Cuando se ha percatado de que yo le hablaba en español, me ha informado en catalán de que esa línea es sólo para hablantes de catalán y la muy hija de la gran puta me ha colgado el teléfono.
Así que he tenido que llamar de nuevo a Telefónica (tecla número 1) en español, a Colombia, donde otra señorita me ha recibido muy amablemente desde la lejanía, y le he informado de que esta factura ya no la voy a pagar, que se la metan por donde les quepa.
Nos encontramos con la realidad de que unos cuantos cientos de jóvenes universitarios se sienten unos privilegiados por trabajar para una compañía internacional "española" en Bogotá, por supuesto, a cambio de un sueldo ridículo, mientras que en las oficinas de Telefónica en Cataluña se fomenta la pureza racial, no permitiendo que trabaje absolutamente nadie que no hable un perfecto catalán.
Hace 10 años, cuando vine a vivir a Barcelona, muchos jóvenes como yo, recién llegados a esta ciudad, trabajaban temporalmente en Call Centers para buscarse la vida. Ahora ya hace tiempo que no existe esa posibilidad.
Continuará...
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viernes, 9 de mayo de 2008
Perversión de la democracia en España
En nuestro país no hay democracia, solo hay una demagogia travestida de democracia. Los partidos políticos no son organizaciones democráticas, ni nada que recuerde a la democracia, sino estructuras ordenadas y jerarquizadas por criterios autoritarios, dogmáticos y sectarios.
La configuración del poder se desarrolla en el seno de los partidos políticos, habitualmente contra los intereses legítimos de los ciudadanos, en una abominable pantomima, una extravagante simulación y una frívola apariencia.
¿Cuántos expulsados ha tenido el PSOE durante la pasada legislatura por no seguir los mandatos del aparato?. ¿Alguien se cree que unas elecciones primarias resolverían los problemas de democracia interna en el PP?. ¿Izquierda Unida saldrá adelante tras la debacle que está viviendo?.
Los partidos políticos españoles, construidos en la resaca del franquismo, tienen que evolucionar hacia la democracia, porque son organizaciones que funcionan con criterios dogmáticos, y en ocasiones tiránicos, sin un mínimo atisbo de autocrítica interna, y con un desprecio absoluto por la dignidad de sus militantes y electores, y en por todos los ciudadanos a los que representan.
Los partidos políticos españoles son auténticas pirámides de poder, en las que descansan momificados los derechos fundamentales de los ciudadanos, el eterno sueño de su liberación imposible. La configuración del poder en el interior de los partidos políticos, se rige por criterios autoritarios que recuerdan al feudalismo o las estructuras militares de los regímenes totalitarios.
En España no ha habido auténtica democracia a lo largo de toda la transición, más bien un sistema oligárquico restringido a un elenco de privilegiados que se han ido intercambiando el poder, y que acceden a sus puestos por unas reglas de selección que emulan los procesos de reclutamiento de las mafias tradicionales.
La primera trampa de nuestra democracia es que los ciudadanos no pueden elegir libremente a sus representantes políticos, solamente pueden decidir entre las alternativas que les ofrecen, o sencillamente abstenerse de participar en el "juego democrático" existente.
La segunda trampa de nuestra democracia es que una vez que los ciudadanos depositan su voto en las urnas, adquieren la condición de gobernados o súbditos. La soberanía del pueblo se restringe a un solo día cada cuatro años, mientras que los políticos ejercen su poder sobre los 1455 restantes.
Cuando Rousseau escribió El Contrato Social, nunca pensó que la voluntad general del pueblo pudiera ser usurpada por una legión de detentadores como la que rige nuestra existencia. Cuando Montesquieu escribió El Espíritu de las Leyes, jamás pensó que el poder ejecutivo esclavizara al poder legislativo y al judicial. Nunca imaginaron que la política pudiera ser ejercida sin "areté"
Locke, Hobbes y Voltaire no se equivocaron, nuestros políticos son los lobos que usurpan lo mejor de nuestra naturaleza, en su propio y exclusivo beneficio, para lo que no escatiman en opresiones e inequidades contra sus propios electores. ¡Cuánto recuerdan a la Nomenklatura de la extinta Unión Soviética, estos deleznables estafadores públicos!.
En la polis griega, la vida política de los ciudadanos era el área más importante de sus vidas; los griegos no delegaban en los demás y tenían estrictos controles sobre los límites del poder de los representantes políticos que elegían, siempre por cortos espacios de tiempo.
En la democracia española actual, los ciudadanos aceptan lo que les ofrecen y acuden a votar cada cuatro años como borregos guiados por los pastores de turno, que son los medios de comunicación subvencionados desde el poder.
Como auténtico ganado nos tratan los políticos, cuando el nivel cultural y los criterios racionales de la población española actual son más que suficientes para decidir sobre la inmensa mayoría de los problemas públicos y privados que se presentan en nuestro país..
Los ciudadanos tendremos que quitarnos de encima muy pronto el yugo de la tutela política que ejercen sobre nuestra libertad los políticos, como si fuéramos niños que no saben lo que es bueno para su presente y su futuro.
Es una auténtica tomadura de pelo, que algunos reconocidos incapaces, elevados por sus artimañas y arteras habilidades, hayan sido elegidos para representar a personas formadas, maduras, racionales, que saben decidir por sí mismas lo que les conviene.
Es necesario que vayamos pensando en una nueva revolución, porque si hace 200 años los políticos nos libraron del absolutismo monárquico y el yugo religioso, hoy se han convertido en un nuevo absolutismo que debemos desterrar de nuestras vidas. Es la hora de los ciudadanos, la hora de erradicar a los "nuevos señores" de nuestra existencia.
Todos los ciudadanos somos iguales ante la ley, y eso no admite las diferencias de privilegios entre ciudadanos y políticos. La democracia no se puede restringir a la equidad entre seres humanos y votos, es imprescindible la homogeneidad entre ciudadanos y políticos, porque los políticos se han convertido en una clase dominante, sustituyendo la herencia de la antigua nobleza por la adscripción discriminante de la mano amiga del poderoso de turno.
Si la revolución industrial nos convirtió en asalariados, esclavos que enajenan su vida a la limitación de la supervivencia controlada; la transición política nos ha convertido en ganado concentrado en granjas electorales, del que extraen sus privilegios quienes nos representan políticamente, que son los nuevos amos a los que debemos servidumbre. ¿Vamos a seguir así?
Erasmo de Salinas
La configuración del poder se desarrolla en el seno de los partidos políticos, habitualmente contra los intereses legítimos de los ciudadanos, en una abominable pantomima, una extravagante simulación y una frívola apariencia.
¿Cuántos expulsados ha tenido el PSOE durante la pasada legislatura por no seguir los mandatos del aparato?. ¿Alguien se cree que unas elecciones primarias resolverían los problemas de democracia interna en el PP?. ¿Izquierda Unida saldrá adelante tras la debacle que está viviendo?.
Los partidos políticos españoles, construidos en la resaca del franquismo, tienen que evolucionar hacia la democracia, porque son organizaciones que funcionan con criterios dogmáticos, y en ocasiones tiránicos, sin un mínimo atisbo de autocrítica interna, y con un desprecio absoluto por la dignidad de sus militantes y electores, y en por todos los ciudadanos a los que representan.
Los partidos políticos españoles son auténticas pirámides de poder, en las que descansan momificados los derechos fundamentales de los ciudadanos, el eterno sueño de su liberación imposible. La configuración del poder en el interior de los partidos políticos, se rige por criterios autoritarios que recuerdan al feudalismo o las estructuras militares de los regímenes totalitarios.
En España no ha habido auténtica democracia a lo largo de toda la transición, más bien un sistema oligárquico restringido a un elenco de privilegiados que se han ido intercambiando el poder, y que acceden a sus puestos por unas reglas de selección que emulan los procesos de reclutamiento de las mafias tradicionales.
La primera trampa de nuestra democracia es que los ciudadanos no pueden elegir libremente a sus representantes políticos, solamente pueden decidir entre las alternativas que les ofrecen, o sencillamente abstenerse de participar en el "juego democrático" existente.
La segunda trampa de nuestra democracia es que una vez que los ciudadanos depositan su voto en las urnas, adquieren la condición de gobernados o súbditos. La soberanía del pueblo se restringe a un solo día cada cuatro años, mientras que los políticos ejercen su poder sobre los 1455 restantes.
Cuando Rousseau escribió El Contrato Social, nunca pensó que la voluntad general del pueblo pudiera ser usurpada por una legión de detentadores como la que rige nuestra existencia. Cuando Montesquieu escribió El Espíritu de las Leyes, jamás pensó que el poder ejecutivo esclavizara al poder legislativo y al judicial. Nunca imaginaron que la política pudiera ser ejercida sin "areté"
Locke, Hobbes y Voltaire no se equivocaron, nuestros políticos son los lobos que usurpan lo mejor de nuestra naturaleza, en su propio y exclusivo beneficio, para lo que no escatiman en opresiones e inequidades contra sus propios electores. ¡Cuánto recuerdan a la Nomenklatura de la extinta Unión Soviética, estos deleznables estafadores públicos!.
En la polis griega, la vida política de los ciudadanos era el área más importante de sus vidas; los griegos no delegaban en los demás y tenían estrictos controles sobre los límites del poder de los representantes políticos que elegían, siempre por cortos espacios de tiempo.
En la democracia española actual, los ciudadanos aceptan lo que les ofrecen y acuden a votar cada cuatro años como borregos guiados por los pastores de turno, que son los medios de comunicación subvencionados desde el poder.
Como auténtico ganado nos tratan los políticos, cuando el nivel cultural y los criterios racionales de la población española actual son más que suficientes para decidir sobre la inmensa mayoría de los problemas públicos y privados que se presentan en nuestro país..
Los ciudadanos tendremos que quitarnos de encima muy pronto el yugo de la tutela política que ejercen sobre nuestra libertad los políticos, como si fuéramos niños que no saben lo que es bueno para su presente y su futuro.
Es una auténtica tomadura de pelo, que algunos reconocidos incapaces, elevados por sus artimañas y arteras habilidades, hayan sido elegidos para representar a personas formadas, maduras, racionales, que saben decidir por sí mismas lo que les conviene.
Es necesario que vayamos pensando en una nueva revolución, porque si hace 200 años los políticos nos libraron del absolutismo monárquico y el yugo religioso, hoy se han convertido en un nuevo absolutismo que debemos desterrar de nuestras vidas. Es la hora de los ciudadanos, la hora de erradicar a los "nuevos señores" de nuestra existencia.
Todos los ciudadanos somos iguales ante la ley, y eso no admite las diferencias de privilegios entre ciudadanos y políticos. La democracia no se puede restringir a la equidad entre seres humanos y votos, es imprescindible la homogeneidad entre ciudadanos y políticos, porque los políticos se han convertido en una clase dominante, sustituyendo la herencia de la antigua nobleza por la adscripción discriminante de la mano amiga del poderoso de turno.
Si la revolución industrial nos convirtió en asalariados, esclavos que enajenan su vida a la limitación de la supervivencia controlada; la transición política nos ha convertido en ganado concentrado en granjas electorales, del que extraen sus privilegios quienes nos representan políticamente, que son los nuevos amos a los que debemos servidumbre. ¿Vamos a seguir así?
Erasmo de Salinas
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