"Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida de antemano, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final, pase lo que pase. Uno raras veces vence, pero alguna vez vence”. Harper Lee, 1960 (frase recordada por Francisco Álvarez Cascos el 2-01-2011)
A una semana de la debacle electoral del PSOE, y el triunfo consecuente del PP, más por los errores de su adversario que por sus propios méritos, las cosas siguen igual. En el PSOE, se siguen disputando quien hace las listas electorales, porque ahora se avecinan tiempos difíciles y su poder va a resultar muy mermado. No hay suficientes puestos en la política, o derivados de la política, para todos y ese es su principal problema. Nada que ver con la democracia. Nombrar a Rubalcaba a dedo, desde la cúpula socialista, algo que ya se conocía al día siguiente del adiós de Zapatero, más que una novedad, es una ratificación demagógica del más de lo mismo.
En el PSOE no se están dando cuenta de que muchos de los que están acampados en las plazas de España ayer fueron sus votantes y se sienten defraudados, además de indignados. No les falta razón, aunque tampoco les sobra en su deriva cínica a lo Diógenes de Sínope, al reivindicar cambios radicales en la política española. Todavía no se sabe en qué parará la revolución ciudadana de las acampadas, porque en estos momentos se fragua quien la representará.
Si se hace desde la libertad, puede salir adelante, si se hace contra la libertad, no tiene ningún futuro. Desde la libertad solo puede condensarse en una alternativa política radical que se enfrente a lo existente, lo habíamos anunciado el año pasado en este blog: la creación de un antipartido político, una facción política que se enfrente a todas las existentes, con un programa breve pero intenso. La alternativa de masas, social, que pretende imponer su visión del mundo por decreto oclocrático no tiene ningún futuro, si el socialismo ha fracasado en el experimento desde el poder, peor aún se podría organizar desde la calle.
Rajoy sigue sin enterarse de lo que está ocurriendo y en estos momentos es tan peligroso para recobrar la salud política de este país como el Presidente que no se acaba de ir. El PP ha triunfado a pesar de Rajoy, al igual que el PSOE ha fracasado gracias a Zapatero. Ambos partidos sufren una impresionante crisis de liderazgo, sin precedentes. Zapatero se va, dice, pero Rajoy, piensa que se queda, cuando ni se está dando cuenta de que Zapatero le arrastrará con él, porque si el Presidente del Gobierno ha sido el responsable fundamental de la crisis total que estamos viviendo en España, Rajoy es el responsable de no haberle detenido, de no haber corregido sus excesos, siendo el Jefe de la Oposición. Nadie le va a perdonar que desde su tancredismo expectante, haya permitido que España haya sido asolada por el progresismo de Zapatero y sus huestes, que nos han traído la mayor crisis institucional de nuestra historia democrática.
España necesita un cambio en su relación entre políticos y ciudadanos, esa es la revolución que compartimos la mayoría de los españoles, unos tomando las plazas y otros las urnas, ese es el mensaje que ha emitido el pueblo con claridad. La gente está harta de que en nombre de unas siglas haya unos ciudadanos que, por dedicarse a la política, se conviertan en una nueva aristocracia que recibe todos los privilegios, mientras el pueblo que les ha alzado a la representación pública recibe todos los perjuicios. No se enteran de que la época de la representación censitaria, con listas organizadas desde las cúpulas de los partidos y no desde sus bases se ha acabado. La democracia no puede ser un instrumento para que unos aprovechados exploten y expolien al pueblo. No se trata de cambiar las formas en los representantes políticos, sino los contenidos, y lo terminarán haciendo, a la fuerza, si no son capaces de hacerlo de forma inteligente y voluntaria.
En Asturias se ha producido un fenómeno insólito, un indignado con la política española, proveniente de su mismo seno, viendo el desastre que se avecina ha establecido una nueva relación (en realidad, una relación auténtica y real) con los ciudadanos asturianos, más allá de las etiquetas ideológicas y los códigos trasnochados. Ni el PSOE, ni el PP se han enterado de lo acontecido, y Francisco Álvarez Cascos ha triunfado en las elecciones autonómicas, contra ambos, gracias a su portentoso esfuerzo y la confianza de sus paisanos. La relación que Francisco Álvarez Cascos ha establecido con sus electores, rompe con la indignante representación política a que están siendo sometidos por el PSOE, el PP y los demás partidos políticos.
Con un singular discurso de regeneración política, haciendo alarde de que la representación política está al servicio del pueblo y no para servirse del pueblo, ha triunfado en las elecciones, volviendo a los cimientos de la democracia española. Álvarez Cascos es un obrero de la política, un auténtico trabajador serrano, que ha recorrido Asturias varias veces, llevando su mensaje, como un buhonero, a los lugares más recónditos de Asturias. En tan solo cinco meses, con un puñado de ilusionados seguidores, ha logrado obtener más diputados autonómicos que el PSOE o el PP, 158 ediles y representación en 60 de los 78 concejos que conforman Asturias, con posibilidades de gobernar en Gijón y de decidir quién gobierna en Oviedo.
La FSA no ha encajado su derrota y trata de enmascararla atribuyendo a Foro Asturias la representación de la extrema derecha en España (y a los 175.000 asturianos que lo han hecho posible) o echando la culpa a los trabajadores de correos de su derrota. No reconocen sus errores. Ni una dimisión. En el PP asturiano, que fue el responsable junto a la cúpula de Génova de que Cascos se saliera del partido en el que había militado 34 años, tampoco han encajado la derrota. No reconocen sus errores. Ni una dimisión.
No reconocen sus errores por una sencilla razón, en la que los seguidores de Foro Asturias compartimos criterio de protesta con los indignados acampados por las plazas de España: su representación política es ficticia, no es real. Los partidos políticos convencionales han degenerado por completo hacia una alegoría del antiguo régimen, mientras sean las cúpulas las que elijan a los representantes políticos y no las bases de los partidos, todo será un engaño a la democracia. Ni Rajoy, ni Zapatero, ni Rubalcaba, ni Cascos siquiera, pueden decidir mejor que todos aquellos que trabajan por una idea. Sin democracia, los partidos políticos se convierten en empresas políticas que se dedican al negocio de conceder privilegios a aquellos que posiblemente menos se lo merezcan. Esa es la lección de los acampados y la de Álvarez Cascos, con dos discursos extraordinariamente convergentes, uno desde la política de Foro Asturias y otro desde las plazas públicas convertidas en foros, que sin respeto, sin rigor, sin honestidad, sin justicia, sin libertad, sin igualdad de oportunidades y sin democracia todo lo demás cae.
Rajoy se está pensando si concede su apoyo a Cascos en Asturias, en Foro Asturias nos estamos pensando si expandimos la idea de la nueva forma de hacer política a toda España, porque es el momento más adecuado de la historia para que cambien realmente las cosas. Seguiremos pensando, a ver que nos depara el destino. Mientras tanto, regresamos al comienzo de nuestra epopeya: ¡a verlas venir!.
Enrique Suárez