España es un problema sin solución, estamos hechos a golpes de enfrentamiento; si algo caracteriza a nuestro país es la oposición dialéctica sin establecer síntesis alguna. En España, lo que permanece es aquello que no se alcanza a destruir, todo lo demás es asequible a la demolición. Somos la tierra y el pueblo del conflicto permanente, sin embargo, algo hemos avanzado: ya no hay dos Españas, hay cientos de ellas, cada día más, lo que incrementa nuestra diversidad hasta tal punto que hace imposible cualquier cohesión que sea duradera. España es el país en el que sólo podemos vivir los españoles, aunque tampoco lo comprendamos demasiado, nos hemos acostumbrado a que no haya acuerdo alguno para salir adelante, para no volver atrás nos aferramos a no seguir adelante. Estamos estancados, pero no solo económicamente o políticamente, sino mentalmente, conductualmente, realmente.
Ningún país de Europa tiene acumulados más conflictos abiertos, algo que se ha incrementado extraordinariamente en los últimos años. Somos incapaces de elegir una opción compartida que sea buena para todos, algo que en otros países hacen cada día, a nosotros nos resulta imposible.
Pero realmente, a pesar de ese enfrentamiento permanente entre todos los españoles, además de complejos e inmadureces, histerias y delirios, contumacias y cerrazones, si fuéramos juzgados por un observador externo por las noticias que publican cada día los medios de comunicación, parecería que estamos al borde de la guerra total, y sin embargo, la sangre no llega al río. Tampoco se ve tanta conflictividad en la gente por las calles o en actos públicos, hay discusiones y grescas, pero posiblemente no tantas como se esperaría que hubiera.
Lo que nos indica que la “conflictividad real” no es tan extravagante, como la que se deriva de la ausencia de cualquier acuerdo entre posiciones políticas, sociales, filosóficas y culturales. Ocurre como en el fútbol, hoy más de media España está triste porque ni el Madrid, ni el Barsa jugarán la Copa de Europa. Al fin y al cabo, eso es malo para todos, al menos para los que les gusta el fútbol, sin embargo los seguidores del Barsa se alegrarán de la derrota del Madrid y los del Madrid se alegrarán de la derrota del Barsa, peor hubiera sido…
Esta entrada hace el número 3.000 en este blog, desde que hace seis años fue creado por unos cuantos amigos España no acaba de encontrar la salida del túnel en el que entró tras los acontecimientos del 11-M, se puede decir que hemos sido testigos de la evolución de nuestro país durante este tiempo. Lo que ha hecho el PSOE, lo que han hecho los nacionalistas, lo que ha hecho el PP y los demás partidos políticos. Pero también de lo que no se ha hecho para recobrar un camino común y compartido, y ahora, cuando nos enfrentamos a la peor crisis económica en la que hemos vivido la mayoría de los españoles, comprobamos que haber perdido el horizonte, haber jugado a la política experimental, haber disuelto el concepto de Nación unitaria, y no establecer acuerdos políticos permanentes es la razón más poderosa de nuestra extravagante deriva.
Quizás sean pecados de inmadurez, porque la situación de España es la misma –en muchos ámbitos- que la de una pareja que quiere divorciarse pero no encuentra la forma de hacerlo, porque no se ponen de acuerdo ni para separarse, ni para seguir unidos, ni para cualquier otra opción. Así que siguen viviendo juntos, cada día más desesperados, cada día con más problemas, cada día con más dificultades, cada día odiándose más, pero sin mover un dedo para que disminuya el conflicto, que ha terminado convirtiéndose en la razón más poderosa que guía sus vidas: acabar con el otro como sea, vencer o morir en el intento. ¿No es esta conducta un prodigio de irracionalidad?
Sin duda lo es, una invitación a la reflexión y por supuesto a la tolerancia, todavía nadie se ha dado cuenta de que en esta batalla eterna no puede haber vencedores y a lo más que se puede aspirar es a que los daños no sean tan letales que acaben con ambas partes al mismo tiempo, entre otras razones, porque los que no están en la batalla, los que realmente deberían ser los adversarios de todos, aprovechan esta coyuntura infernal para debilitarnos cada día más hasta convertirnos en esclavos de sus intereses.
Con lo sencillo que sería ponernos de acuerdo apelando a que nuestro conflicto y todas las disputas en las que andamos provienen de un problema de comunicación, no de la condición de las partes o las personas que las representan. Nadie se ha parado a pensar en este país que todos los problemas que tenemos se derivan de que no hablamos el mismo idioma y manejamos los mismos conceptos. Es imposible que dos se pongan de acuerdo para subir a la cima de una montaña, cuando uno dice que hay que hacerlo por el sur y otro por el norte, y se empeñan dogmáticamente en que el otro es el que se equivoca. Somos un país demasiado dogmático, ese es nuestro problema, todos los conflictos que existen en España provienen del desconocimiento de que todas las cosas son relativas a la percepción e interpretación de los observadores.
Seguiremos eternamente congelados en el tiempo, mientras los demás países avanzan, gracias a que mientras unos dicen que para que este autobús pueda avanzar hacia el futuro lo que se necesitan son ruedas, mientras que otros dicen que lo imprescindible es la gasolina, y aún otros un conductor experto, cuando otros se empeñan en que si no se tiene un mapa es imposible iniciar la ruta. Y eso sin entrar en como se sientan los pasajeros en el viaje, cuanto equipaje se les permite y si pueden cantar o no cantar en el trayecto. En España hace muchos años que consideramos que la libertad consiste en opinar libremente sobre lo que ocurre, no nos damos cuenta de que la libertad precisamente consiste en hacer que no ocurra lo que no deseamos que acontezca. Del dicho al hecho hay mucho trecho.
Esa es la realidad de España, la de seguir discutiendo eternamente, mientras los demás autobuses de nuestro entorno ya nos sacan cientos de kilómetros de ventaja. Pero si al menos nos hace felices no ponernos de acuerdo, para que no jueguen ni el Barsa ni el Madrid la Copa de Europa, pues que se le va a hacer, que la jueguen el Bayern y el Chelsea, así sufriremos menos, al menos tendremos el consuelo de que "nuestros rivales" tampoco disfrutarán. No hay país en el mundo en que los rivales internos sean de mayor rango que los externos, así nos va.
Enrique Suárez