El espectáculo político que nos brindan esos actores
secundarios que se han hecho con el protagonismo histórico de los tiempos actuales, a fuerza de
subvencionar los medios de comunicación, hacer burradas con el dinero público y
contar barbaridades cada vez que pillan micrófono, ha convertido la política de
este país en una auténtica vergüenza, en la que se pueden distinguir tres
grupos de ciudadanos. Evidentemente, esto es una aproximación o tendencia, como se dice ahora
Fanáticos: un 10 %, a la izquierda y la derecha, también en
los nacionalismos, feminismos, animalismos, altermundismos, posibilismos, totalitarios, yijadismos y burrismos de todos los tipos y categorías. Todos ellos dispuestos
a obligarnos a creer que no hay más verdad que la suya, y dispuestos a degollarnos verbalmente a la vuelta de cualquier esquina. ¡Qué pena de gente!, con lo bien que estarían yéndose todos ellos a la
mierda
Partidarios: un 25 %, que junto con los anteriores forma el
cuerpo electoral que acude a las urnas a votar por cualquiera que salga bonito
en la tele y les prometa vivir sin pegar palo al agua. No es que vendan su voto
al mejor postor, es que como no les prometan algo para poder corromperse como sus
representantes no dan un paso. Aquí tenemos desde servidores públicos, hasta
familiares, amigos y pelotas de los de la casta y los de la anticasta, aventureros y cochambre, junto a
un buen porcentaje de panolis que piensan que cambiar un perro por otro va a
evitar la mordedura en la próxima legislatura. Ser partidario en este país, en estos momentos, poco o nada tiene que ver con los intereses generales de la democracia, sino precisamente con su aniquilación.
Demócratas: por último están los demócratas, que
afortunadamente son mayoría en este país. En las últimas europeas un 58 % no
votaron por ninguno de los anteriores, aunque su opinión está absolutamente
censurada en televisión y otros medios de comunicación. Los no representados es
la mayoría política de este país, vetada absolutamente por los dos anteriores,
fanáticos y partidarios. Los fanáticos yendo a por todo aquel que los señala y
los partidarios negando que otra opción que la que defienden pueda arreglar el
mundo y por supuesto, sus vidas; los partidarios siempre creando enemigos con mentiras de que las opciones
contrarias son lo peor de lo peor, como buenos parásitos, como si eso llegara a decir algo en favor de las suyas y no al contrario. Hay demócratas que no sólo no se consideran no representados, sino que han terminado apostatando de esta miseria en que han convertido la política los dos primeros grupos y están dispuestos a llegar a los tribunales, que amparan al poder en su mayoría, para exigir una restitución de sus derechos y libertades.
Menos mal que lo que se vota, no es lo que
se dice en España; sería bueno que por una vez la gente votara para echar a toda
esta calaña de impresentables y crápulas que pretenden volver a hacerse con el poder, los de hala seguimos y los de hala podemos, indistintamente, para perpetuar este régimen de impostura y usurpación. Todavía estamos a tiempo.
Enrique Suárez