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miércoles, 7 de marzo de 2012

La lógica de la impostura política


Un impostor es aquel que dice ser lo que no es o hace aquello para lo que no reúne condiciones. Un impostor puede decirnos que va a crear pleno empleo y ocho años después, marcharse con un legado de cinco millones de parados, tampoco deja de ser un impostor quien para llegar dice que no se van a subir los impuestos y hacerlo en la primera oportunidad, aunque sea "obligado" por las circunstancias. La lógica de la impostura siempre se fundamenta en la supervivencia del impostor, a cualquier precio, de cualquier forma, caiga quien caiga, sea ciudadano de a pie o nación reunida. No hay impostor que pueda poner algo, por bueno que sea para los demás, que le perjudique lo más mínimo. La impostura es, sin duda, un acto egoísta que fundamenta en los engaños, las falsas promesas y la falsedad su prevalencia sobre todo lo que le rodea.

Cuando un impostor tiene poder, el peligro se incrementa de forma considerable, puesto que para mantener los privilegios que le concede el poder a él y a los suyos, no dudará en utilizar cualquier estrategia, de urdir cualquier farsa, de representar cualquier papel que le permita seguir adelante con su impostura, aunque para ello tenga que apartar de su camino a todos los que no son impostores.

El impostor siempre es irresponsable por naturaleza, inmune e impune a las reglas válidas para todos los demás. Ser impostor es una condición que se adquiere en la impostura, y una vez que se alcanza, es imposible salir de ella. Sigue el mismo camino que la mentira y el engaño, es compañero de viaje de la propaganda, se guía por el principio de ocultar la realidad tras una máscara de bondad, solidaridad o adecuación a las demandas que se le realizan. Ningún impostor ha salido jamás de una posición de poder si no ha sido por la fuerza de las armas o la de los votos.

La impostura siempre es improductiva para los demás y provechosa para el impostor, ocasiona malestar a la inmensa mayoría, pero beneficia a una intensa minoría. Se cultiva en la estupidez prójima, en la buena fe y paciencia de los demás. La impostura, al contrario que otras condiciones humanas, requiere silencio para desarrollarse sobre sus obras, mostrar los dedos que podrían señalar la luna después de haberla robado.

Los impostores mienten siempre hasta que no se demuestre lo contrario, mienten por naturaleza, porque su naturaleza es la mentira. Reconocer a los impostores no es fácil, porque son grandes actores de teatro que se han aprendido bien su papel, saben perfectamente lo que quiere escuchar su audiencia y manipulan magníficamente a la opinión pública. Prometen lo que desea la gente, pero nunca lo cumplen.

La impostura necesita siempre tensión, el río revuelto que concede fortuna a los pescadores de la suerte. El impostor siempre echa la culpa a los demás de sus errores y si la realidad le quita la razón, oculta la realidad, y nos muestra su versión de los hechos, a sabiendas de que nada tienen que ver con la realidad.

Cuando se produce la extinción o erradicación de la impostura, siempre es demasiado tarde, las cosas ya no llevan remedio fácil, fundamentalmente porque el impostor ha mentido sobre lo que realmente ocurre, incluso se ha mentido a sí mismo y no llega a distinguir lo que es cierto de lo que es falso. Su apoteosis puede alcanzar el delirio, mientras que a los que le sufren les puede llevar a la desesperación.

España tiene un grave problema con los impostores, mientras no se detecten y se aparten del poder, no creo que podamos salir adelante. Si Rajoy hubiera cometido el 10 % de los errores de Zapatero, las legiones de impostores habrían incendiado el país. Ni caso a los imposteres, a partir de ahora, que se queden convocando concentraciones, manifestaciones y huelgas solitos, al fin y al cabo, utilizan a la gente para seguir viviendo a su costa.

El problema es que si Rajoy abandona la impostura y hace las cosas correctamente, se va a echar encima a todas las hordas de impostores, que se han quedado sin trabajo al perder el PSOE la inmensa mayoría del poder que detentaba en España. No quiere decir esto que en el PP no haya impostores, los hay, por supuesto, dispuestos a embaucarnos igual que los del PSOE, la diferencia entre ambas formaciones políticas tal vez sea sólo de cantidad: en el PP hay menos impostores.

Sin embargo, hay una prueba que los impostores no resisten: la realidad, someta usted a un impostor a la realidad y descubrirá que huye, se esconde o desaparece. Pregunte usted a un impostor sobre su impostura y le dirá que no puede responderle a esa pregunta, sino acaba insultándole. La mejor forma de descubrir a los impostores es apagar el sonido de sus proclamas y analizar sus hechos con detalle.

Cuando vean que alguien dice que desconoce lo que no puede desconocer, sin duda, es un impostor; cuando alguien les prometa la luna a pleno día o el sol en plena noche, duden de su palabra. Un impostor les dirá lo que quieren escuchar, cual cántico de sirena, para conseguir su propósito. Desconfíen ustedes de los que le dicen que los demás hacen mal las cosas, sin dar una explicación alternativa de como deberían hacerse bien; de aquellos que cuando son pillados con las manos en la masa, dicen que ha sido un error; de todos los que les ofrezcan más cuando en realidad son los que más les han quitado.

No hay nada más divertido como jugar al engaño con los impostores, es decir, tratarles con sus propias armas, darles la razón en la cara y hacer exactamente lo contrario de lo que se ha dicho a sus espaldas. Con los impostores sólo hay un arma que funciona: traicionarles, antes de que ellos nos traicionen a nosotros y una vez que son descubiertos, someterlos al mismo desprecio que ellos han tenido con los demás, apartándolos de todos los lugares en los que su impostura pueda ser perjudicial para los demás.

Este país cambiaría por completo, si tuviéramos unos medios de comunicación libres, eficaces y profesionales, una justicia independiente, un pueblo avezado en las lides del engaño, y un criterio para acudir a las urnas sabiendo que siempre debe votarse al partido que haya sido menos impostor, y rechazar todos los demás. La impostura no tiene cabida en la democracia, una vez que se asienta en ella la transforma en demagogia y tiranía. Todo el mundo debería saber que desde la impostura no hay reconocimiento público de la responsabilidad, por lo tanto no puede haber corrección del comportamiento impostor y mucho menos, restitución de los daños ocasionados por la impostura.

Si ven alguien que se asemeja al perfil del impostor que se ha descrito, hagan el favor de no votarle, de apartarlo del poder, a él y a los suyos, por qué una vez que adquiere la oportunidad de decidir por los demás, lo único que causará será daño, destrucción y miseria.

Enrique Suárez

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