No deja de escucharse por todas partes que las redes sociales son la gran revolución de internet, aunque evidentemente no dejan de ser un negocio y por tanto, una actividad que se ciñe a las estrictas reglas de cualquier actividad comercial. Nadie regala nada, y menos en estos tiempos de apropiación indebida indiscriminada. También son una forma de regular la acción política y social sin que se note demasiado en la realidad, la gente comunica sus problemas, haciendo públicas las distintas opresiones propias y privilegios ajenos, y posteriormente se queda mucho más tranquila habiendo descargado su conciencia, para que no ocurra nada más allá de la manifestación pública de alguna cuestión privada.
Pero quizás el efecto más pernicioso de las plataformas como facebook y otras similares sea sobre el Espacio Cultural. Aunque bien puede decirse que eso no es problema de facebook que se limita a interaccionar gente y agruparla en relación de sus diversos intereses y aficiones. Pero en realidad la cuestión es más complicada.
El sistema por el que se regula facebook, establecido en unas reglas aparentemente simples de funcionamiento no es tan sencillo, en realidad se puede comparar al funcionamiento de un microondas, pues son pocos los que saben cómo funciona, pero muchísimos lo que utilizan. Evidentemente este patrón se puede aplicar a todo lo que aparece en internet, en windows o en cualquier aplicación informática. Pero aquí, tras los avatares, hay personas y no chips de silicio, aunque se tratan de igual forma.
¿Qué somos los 350 millones de participantes en facebook?, pues los hijos de una sociedad opulenta que debe luchar contra el aburrimiento, al tiempo que busca trabajo o mejorar su situación personal, en época de múltiples agresiones tecnológicas que se abren en el abanico desde el acoso hasta la exclusión. Hay una obligación implícita en nuestra sociedad a participar en todos los foros abiertos e interesantes, lo que al mismo tiempo supone la disminución de actividad en la vida real.
La virtualidad se ha incrustado en nuestra existencia y ya no sabríamos vivir sin ella. Cierto es que esto ha supuesto una ampliación o extensión del ser humano, más allá de los límites de la realidad cotidiana, pero también está suponiendo un cambio cultural sin precedentes para el que los seres humanos no estamos preparados, ni educados, ni tenemos criterio para decidir si nos conviene o no nos conviene, y por lo tanto nuestra libertad se reduce, no se amplía, al contrario de lo que muchos piensen. Nuestra libertad se reduce porque sólo se amplía en su vertiente virtual, pero a costa de reducirse en su ámbito real.
Facebook es una herramienta de comunicación prácticamente “gratuita”, pero también es otras muchas cosas que desconocemos, porque en realidad también es un instrumento de alienación, un sistema de anomia perfectamente organizado. La utilidad de Facebook es la comunicación de personas de una forma sencilla, pero funciona con los criterios de una ganadería porque sus intereses son mercantiles.
Para Facebook, los seres humanos somos cabezas de ganado, de los que se puede extraer un beneficio comercial, ¿y cómo se hace?, pues de una forma muy sencilla, invitándonos a definirnos, a vincularnos, a consumir, a adscribirnos, hasta crear un perfil de nuestras apetencias, deseos y necesidades.
Cada perfil de Facebook es una ficha informativa que permite clasificar a los seres humanos según intereses y propósitos que desconocemos. El más simple es con una finalidad de ofrecernos las cosas que queremos, para hacer una publicidad selectiva sobre nuestros intereses. Pero también hay otros, que son estudiados con detenimiento en la gran base de datos de que dispone la empresa.
También hay cosas positivas, Facebook invita a la gente a participar, a decidir, a actuar, a representarse, a enfrentarse con otros que tienen ideas o emociones diferentes, y sin una herramienta como esta hay mucha gente que no se atrevería a hacerlo o sencillamente decidiría no hacerlo en la vida real. Amplia el repertorio de conductas posibles, al tiempo que va recortando selectivamente las que no interesan.
Cuando un conflicto se establece en un determinado grupo la forma de resolverlo habitual es excluir a quien dice algo que genera distorsión, aunque lo haga de la forma más educada y cordial. Alguno pensará que es una cuestión ideológica de los administradores, nada tiene que ver con ello, porque la única finalidad que tienen todos ellos es que Facebook siga creciendo, por eso quien tiene un comportamiento inapropiado con la finalidad última de este propósito,
“quién no hace crecer Facebook” por el motivo que sea (y crear incongruencia o tensión comunicativa en un grupo es uno de los más perniciosos) , es eliminado, no resulta útil al propósito final.
La alegoría es sencilla, con Facebook estamos alimentando el monstruo que algún día nos acabará devorando, lo peor es que lo sabemos, pero no hacemos nada por evitarlo. No somos nosotros los que participamos en Facebook, que va, es Facebook el que participa en nuestras vidas, aunque sean virtuales, detrayendo la energía humana (tiempo fundamentalmente) que requiere para poder sobrevivir. Facebook no somos nosotros, nosotros somos cada día más Facebook, que no es lo mismo. No nos servimos de Facebook, Facebook se sirve de nosotros.
Erasmo de Salinas.
Pero quizás el efecto más pernicioso de las plataformas como facebook y otras similares sea sobre el Espacio Cultural. Aunque bien puede decirse que eso no es problema de facebook que se limita a interaccionar gente y agruparla en relación de sus diversos intereses y aficiones. Pero en realidad la cuestión es más complicada.
El sistema por el que se regula facebook, establecido en unas reglas aparentemente simples de funcionamiento no es tan sencillo, en realidad se puede comparar al funcionamiento de un microondas, pues son pocos los que saben cómo funciona, pero muchísimos lo que utilizan. Evidentemente este patrón se puede aplicar a todo lo que aparece en internet, en windows o en cualquier aplicación informática. Pero aquí, tras los avatares, hay personas y no chips de silicio, aunque se tratan de igual forma.
¿Qué somos los 350 millones de participantes en facebook?, pues los hijos de una sociedad opulenta que debe luchar contra el aburrimiento, al tiempo que busca trabajo o mejorar su situación personal, en época de múltiples agresiones tecnológicas que se abren en el abanico desde el acoso hasta la exclusión. Hay una obligación implícita en nuestra sociedad a participar en todos los foros abiertos e interesantes, lo que al mismo tiempo supone la disminución de actividad en la vida real.
La virtualidad se ha incrustado en nuestra existencia y ya no sabríamos vivir sin ella. Cierto es que esto ha supuesto una ampliación o extensión del ser humano, más allá de los límites de la realidad cotidiana, pero también está suponiendo un cambio cultural sin precedentes para el que los seres humanos no estamos preparados, ni educados, ni tenemos criterio para decidir si nos conviene o no nos conviene, y por lo tanto nuestra libertad se reduce, no se amplía, al contrario de lo que muchos piensen. Nuestra libertad se reduce porque sólo se amplía en su vertiente virtual, pero a costa de reducirse en su ámbito real.
Facebook es una herramienta de comunicación prácticamente “gratuita”, pero también es otras muchas cosas que desconocemos, porque en realidad también es un instrumento de alienación, un sistema de anomia perfectamente organizado. La utilidad de Facebook es la comunicación de personas de una forma sencilla, pero funciona con los criterios de una ganadería porque sus intereses son mercantiles.
Para Facebook, los seres humanos somos cabezas de ganado, de los que se puede extraer un beneficio comercial, ¿y cómo se hace?, pues de una forma muy sencilla, invitándonos a definirnos, a vincularnos, a consumir, a adscribirnos, hasta crear un perfil de nuestras apetencias, deseos y necesidades.
Cada perfil de Facebook es una ficha informativa que permite clasificar a los seres humanos según intereses y propósitos que desconocemos. El más simple es con una finalidad de ofrecernos las cosas que queremos, para hacer una publicidad selectiva sobre nuestros intereses. Pero también hay otros, que son estudiados con detenimiento en la gran base de datos de que dispone la empresa.
También hay cosas positivas, Facebook invita a la gente a participar, a decidir, a actuar, a representarse, a enfrentarse con otros que tienen ideas o emociones diferentes, y sin una herramienta como esta hay mucha gente que no se atrevería a hacerlo o sencillamente decidiría no hacerlo en la vida real. Amplia el repertorio de conductas posibles, al tiempo que va recortando selectivamente las que no interesan.
Cuando un conflicto se establece en un determinado grupo la forma de resolverlo habitual es excluir a quien dice algo que genera distorsión, aunque lo haga de la forma más educada y cordial. Alguno pensará que es una cuestión ideológica de los administradores, nada tiene que ver con ello, porque la única finalidad que tienen todos ellos es que Facebook siga creciendo, por eso quien tiene un comportamiento inapropiado con la finalidad última de este propósito,
“quién no hace crecer Facebook” por el motivo que sea (y crear incongruencia o tensión comunicativa en un grupo es uno de los más perniciosos) , es eliminado, no resulta útil al propósito final.
La alegoría es sencilla, con Facebook estamos alimentando el monstruo que algún día nos acabará devorando, lo peor es que lo sabemos, pero no hacemos nada por evitarlo. No somos nosotros los que participamos en Facebook, que va, es Facebook el que participa en nuestras vidas, aunque sean virtuales, detrayendo la energía humana (tiempo fundamentalmente) que requiere para poder sobrevivir. Facebook no somos nosotros, nosotros somos cada día más Facebook, que no es lo mismo. No nos servimos de Facebook, Facebook se sirve de nosotros.
Erasmo de Salinas.